“Los vientos eran muy fuertes y estaba lloviendo muy duro. Alrededor de las 2:00 a.m., todo empezó a empeorar porque nos quedamos sin luz, se cayó una palmera al lado de la casa, el agua se empezó a entrar por el techo y nos inundamos... desde ese momento no pude volver a dormir, estaba muy estresada y tenía mucho miedo, temí lo peor”.
Así vivió Sara Mosquera el paso del Iota por San Andrés, donde se encontraba de vacaciones con su novio desde el jueves pasado, quien también fue testigo de la emergencia ocurrida este lunes festivo en la isla.
“Uno se asomaba a la calle y veía las palmeras muy dobladas, el huracán voló todo alrededor de la casa: cocos, hojas, madera, basura... A su alrededor, todo quedó súper sucio y la isla, como tal, muy afectada. Por donde queda el hoyo soplador, la calle principal quedó levantada y parecía un acordeón, habían árboles y cables de postes de energía tirados en el piso”, relata Juan Camilo Hernández, novio de Sara.
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Hasta el cierre de la edición, el joven de 19 años y su novia, de 18, esperaban que la Aerolínea que los llevó a la isla los contactara para re agendar el vuelo de regreso a Cali, que estaba programado para el día de ayer, pero no se pudo realizar porque el aeropuerto Gustavo Rojas Pinilla de San Andrés fue cerrado por la Aeronáutica Civil.
Esto con el fin de proteger la integridad de los viajeros luego de que la infraestructura del terminal aéreo también resultara afectada con el paso del huracán. Sin poder regresar a Cali también permanece Sofía Valderrama, una caleña de 33 años que viajó la semana pasada a la isla con cuatro amigas para pasar el puente festivo.
“Seguimos atrapadas en San Andrés porque no hay vuelos comerciales (solo humanitarios). En el hotel donde estamos el viento se sintió muy fuerte, las palmeras se movían de lado a lado y se cayeron árboles, eso fue lo que más me dio susto. Lo bueno fue que en la isla se decretó toque de queda y por eso la gente no estaba en la calle cuando pasó el huracán”, contó Valderrama a través de una llamada entrecortada vía Whatsapp.
Entre tanto, desde Cali, Sharon Corpus, una joven de 24 años, contó los momentos difíciles por los que atravesó su familia paterna en la isla de San Andrés, donde viven su padre, su hermano menor, su hermana mayor y sus primos.
“Ellos están bien de salud, sin embargo, los fuertes vientos volaron el cielo raso de la cocina y el tanque del agua de la casa, que está ubicada al frente del mar en el sector de San Luis. Esa fue una de las zonas más afectadas por la emergencia y donde el huracán voló la mayoría de los techos de las casas y destruyó las que tenían estructuras débiles”, contó Corpus.
Agrega que la destrucción del fenómeno natural no paró allí. “Encima de mi casa hay apartamentos que mi papá alquila y a todos el huracán les levantó el techo del corredor y se inundaron porque llovió mucho”, dijo la joven.
En la isla de Providencia, por su parte, la destrucción del huracán fue peor que en San Andrés. Así lo asegura Valentina Cardona, que se encontraba en una residencia privada con su padre y su hermano desde la semana pasada, pero que ya pudo viajar a San Andrés con su familia en un vuelo de evacuación.
“Estamos vivos de milagro porque todo el techo de la casa se nos vino encima, el viento quebró las ventanas y voló las paredes de uno de los cuartos. El huracán fue muy duro, Providencia quedó devastada y, literalmente, nadie quedó con casa. En la isla ya no hay vegetación, solo destrucción y escombros. Es muy triste, las personas necesitan mucha ayuda”, manifestó Cardona.
Mientras tanto, Christian Bernhard, cuya mamá, padrastro, hermana y sobrinos viven en Providencia, espera con ansias en Cali poderse contactar con su familia lo antes posible.
“De manera directa no he podido hablar con ellos, pero a través de un tercero me dí cuenta que están bien. Esa persona también me contó que casi todas las casas en la isla quedaron sin techo e inservibles y que la gente en estos momentos está en las calles refugiándose en cambuches”, comentó Bernhard.