Votar por candidatos honestos, con capacidad de diálogo, que crean en la paz y que sean capaces de trabajar por todos los sectores, es la invitación que hace el presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana, monseñor Luis José Rueda, al comenzar el 2022, un año que estará marcado por la contienda electoral.
En entrevista con Colprensa, el también Arzobispo de Bogotá habló sobre la situación de violencia que se vive en Arauca y otras regiones del país y envió a los colombianos un mensaje de esperanza, recordando que entre todos es posible construir la paz, por encima de los violentos.
Monseñor, este va a ser un año clave en materia electoral. ¿Cómo evitar que la polarización en la que está sumido el país se llegue a traducir en hechos de violencia?
Sí, es un año de mucha responsabilidad social, de responsabilidad pensando en el bien común, y creo que tanto los candidatos como quienes están trabajando en sus campañas, ya sea para el Congreso o para la primera vuelta y segunda vuelta de Presidencia de la República, deben ser personas que ponen en el centro el bien del país. Y que sean capaces de proponerle al país caminos de búsqueda del desarrollo integral.
Colombia necesita propuestas concretas, y si logran entender el momento y la necesidad de Colombia, le harán un bien al país. Por otro lado, nosotros los electores y todos los que tenemos que ver con los trabajos sociales de Colombia y de las regiones, debemos estar muy atentos a discernir, a no comer entero, porque es que en últimas el elector es el pueblo y el pueblo conoce sus sufrimientos y no puede pensar en polarizaciones sino buscar el bien común de todos los colombianos.
Respetando la autonomía individual, ¿qué debería tener en mente cada persona votar?
Primero, cada ciudadano debe pensar en que no todos vemos el país de la misma manera. Entonces, todos debemos ser respetados y todos debemos respetar las diversas posturas. No es bueno que nos dividamos.
Es bueno que, respetando la manera de ver de los otros ciudadanos, votemos. Y creo que hay unos criterios para tener en cuenta: el primero, que los candidatos sean personas honestas, transparentes, que sean idóneas en su forma de manejar los bienes públicos. Segundo, que sean personas con capacidad de diálogo, porque a través del diálogo se logra la reconciliación. Tercero, que trabajan por la paz, que sean personas que, decididamente, como dijo el Papa Francisco, se comprometan, se arremanguen para trabajar por la paz.
Y, finalmente, que sean personas capaces de trabajar con todos los sectores, porque tanto en el Congreso como en la Presidencia no se puede hacer conducción del país con solo sus partidos, sino con la integración de las diferencias para enriquecer todas las situaciones y poder responder a las necesidades más urgentes y a las de largo plazo también.
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¿Cómo ve la forma en la que el país ha enfrentado esta pandemia?
Parto diciendo que el año pasado y el antepasado, cuando estábamos iniciando la pandemia, ninguno sabíamos cómo manejar esta situación. Se experimentaron cosas como los confinamientos por regiones y los cierres de partes de ciudades. Pienso que ese estilo fue un aprendizaje.
Pero, en últimas, lo que corresponde es la conciencia de todos los hombres y mujeres, que seamos capaces de valorar cosas tan sencillas como el distanciamiento social, el lavado frecuente de manos, el tapabocas. Y la vacuna, cualquiera de las vacunas nos ayuda. Creo que todos hemos ido aprendiendo. A ratos se nos olvida o creemos que la pandemia ya fue superada. Sigámonos protegiendo que, cuando nos protegemos, estamos mostrando el amor social, la amistad por los demás ciudadanos con los que compartimos el trabajo y la vida.
Arrancamos el año con una situación crítica en Arauca. ¿Qué hacer en estas zonas del país donde la violencia no quiere ceder?
Los protagonistas de la paz y de la reconciliación en todas las regiones somos los ciudadanos, los que no hacemos parte de ningún grupo armado. No le podemos ceder el protagonismo a los grupos armados. Mientras nosotros estemos organizados y seamos conscientes de poder trabajar la paz, sencillamente rechazamos toda presencia armada.
Y quiero aprovechar para rechazar toda presencia y toda acción armada en las regiones, no solo en Arauca, sino en el Catatumbo, en la región Pacífica de Colombia. Un rechazo contundente a todas las formas de violencia. Es necesario saber que el protagonismo lo tenemos campesinos, líderes sociales y gobiernos regionales, locales, nacionales. Segundo, es muy importante que nosotros creamos en la paz. Hemos tenido ciclos, pasos.
Colombia ha experimentado y se ha convertido en modelo hacia afuera, para otros países, de cómo se puede lograr una concertación y, a través de la concertación, la paz. Es el caso de los diálogos en La Habana con la guerrilla de las Farc. A ratos, perdemos esa credibilidad, no valoramos esa experiencia de paz, con sufrimiento, con dolor, imperfecta, pero en la vía de perfección que tenemos todos.
Lo tercero importante es que la educación de los colombianos, en todos los ambientes, sea una educación para la fraternidad, el desarrollo humano integral, el encuentro y la reconciliación, para ser capaces de compartir los espacios de vida y trabajo con personas que piensan distinto; una educación que nos lleve a incluirnos, valorarnos y respetarnos.
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¿Cree posible una participación de la Iglesia en este o el próximo Gobierno para buscar un acercamiento con los grupos armados?
La Iglesia es una convencida del trabajo por la paz. Hay muchos trabajos permanentes. Retrospectivamente, nos encontraremos con muchas experiencias de la Iglesia. Cuando hablamos de la Iglesia es de las religiosas, de los diáconos permanentes, de los laicos, de los sacerdotes, de nosotros, los obispos. Entonces, siempre hemos buscado aportarles a las regiones en la construcción de la paz, en el presente.
Con este Gobierno y con los gobiernos que los colombianos elijan estaremos siempre dispuestos. Y tenemos la experiencia, porque vivimos en las regiones y hemos logrado pacificar algunas, sobre todo con esa capacidad de diálogos pastorales, que incluye dialogar con unos y con otros.
En necesario dialogar con los actores de distintas regiones para lograr que se pueda trabajar y vivir en paz, pero, además, en la Conferencia Episcopal genemos el Secretariado Nacional de Pastoral Social y la Comisión de Conciliación Nacional, que durante más de dos décadas han trabajado en acercamientos, en lo humanitario.
Esa línea humanitaria es nuestra línea como Iglesia y estamos dispuestos a prestar siempre nuestros servicios de la mejor manera y a contribuir a la paz y la reconciliación de todos los colombianos.
¿Su mensaje para los colombianos en este año que comienza?
A todos los colombianos, hombres y mujeres de todas las regiones, quiero decirles: No perdamos la esperanza. Los pasos que hemos dado, los vamos a seguir dando, buscando siempre la unidad. El propósito nacional de un país unificado con todas las riquezas que tenemos es un anhelo que debemos trabajarlo todos: los niños, los jóvenes, los adultos, todos estamos en disposición de contribuir.
En la medida en que contribuyamos, haremos de Colombia un país como signo para toda América Latina y para el mundo, de levantarnos desde las situaciones de violencia, de ser resilientes socialmente y de construir una Colombia que se caracteriza por avanzar por caminos de fraternidad, reconciliación y amistad social.