Agendar el sexo es una de las estrategias más efectivas para impedir el enfriamiento de la relación, sugiere la psicóloga caleña Diana Pardo, autora del libro ‘Me cansé de ser de malas en el amor’. Explica que el cerebro se acostumbra a no tener sexo, a postergar los encuentros con la pareja, de tal suerte que se termina perdiendo el interés. Por el contrario, si semanalmente o varias veces a la semana se establece un pacto que los dos cumplan y sigan, el vínculo se refresca, se mantiene activo.

Al sexo debe dársele un lugar importante en el orden de prioridad de la pareja, según la psicóloga clínica Paula Dávila, “y aunque los ciclos vitales marcan diferentes intensidades de líbido, se debe mantener una regularidad y que dentro de la proyección de las actividades juntos estén los encuentros íntimos”.

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Lo ideal es que las dos partes tomen la iniciativa, aprovechen las oportunidades y generen espacios. Y ahí, dice Dávila, radica la mayor dificultad: “La cotidianidad, la rutina, los hijos y la presencia de gente en la casa, donde permanecemos más ahora en pandemia por el teletrabajo, hace que una pareja con hijos pequeños o adolescentes no tenga la misma regularidad en las relaciones sexuales, que quienes no los tienen”.

Por eso invita a estar pendiente de alimentar el encuentro sexual, apostarle más a la calidad que a la cantidad. “Que cuando este se dé, pongamos todo de nuestra parte para que sea un espacio de exploración, autoconocimiento, diversidad y en especial de diversión, placer y satisfacción”.

También recomienda mantener al otro motivado, fantasear y jugar, “la rutina nos sitúa en roles no tan divertidos, no tan sexis, y hay que hacer un trabajo extra por conservar viva la llama, el deseo, la comunicación buena y clara, el espacio, el ambiente, para tener encuentros de calidad, genuinos y auténticos y que sea un espacio neutro donde nos recargamos y fortalecemos nuestra relación de pareja”.

La pérdida de la regularidad de los encuentros sexuales en una relación es un termómetro que no es determinante pero sí importante tener en cuenta, porque la intensidad y la calidad de estos es proporcional al bienestar de la relación en los otros ámbitos, concluye Dávila. Repetimos lo que nos gusta.

En que no hay que perder el contacto piel con piel en pareja, coincide Daniela Moreno Rengifo, psicóloga, master en sexología clínica y de salud sexual, terapeuta sexual y de pareja, en Cali. “En ocasiones la rutina, el exceso de tiempo en casa en pandemia, el tiempo de la relación, cambia la dinámica. Esto genera distanciamiento físico. Ya no nos miramos tanto a los ojos, no nos acariciamos tanto, evitamos una proximidad porque nos adaptamos a otra rutina. Es importante que no se pierda una caricia, un beso, la desnudez, una mirada a los ojos, porque se genera cercanía y se afianza la complicidad en pareja. Muchas veces pensamos que con sexualidad activa nos referimos al coito, pero no es así, tiene que ver con todo el lenguaje corporal y verbal que tiene que ver con el placer sexual”.

Moreno Rengifo explica que el cerebro sexual funciona como una esponja, cada vez va pidiendo más información. No es lo mismo una relación que apenas está empezando a una que lleva mucho tiempo. Al inicio todo es novedad, espontáneo, las hormonas sexuales están a nuestro favor, queremos pasar todo el tiempo con esa persona, olerla, sentirla, compartir nuestra energía, eso favorece la actividad sexual al comienzo, pero llegan los años, la rutina, el cansancio físico, el exceso de tiempo que pasamos juntos. Hay que alimentar la curiosidad sexual con juguetes sexuales, posturas, masajes, aceites corporales y más.