Es una noche fría y aparentemente desolada de un fin de semana en el centro de Cali, ya el bullicio del comercio se desvaneció al igual que el día, pero solamente con un motivo: darle paso al estruendo de las campanas, güiros y gritos de cientos de ciudadanos que corean y bailan al ritmo de la salsa, al parecer sin importar que exista un virus llamado SARS-CoV-2 que ha acabado con miles de vidas en la ciudad y el mundo.
‘La rumba en Cali es de película’, muy bien lo decía en una de sus canciones el ya fallecido cantautor bonaverense Junior Jein, algo que es ejemplificado en esta rumba en la calle 10 con carrera 3, en donde la celebración se extiende hasta altas horas de la madrugada.
“Este es un parche sano, aunque muchos quieran decir que es una recocha y quieran acabar esta rumba, la verdad es que es mucho más calmada que lo que uno ve en muchas discotecas o balnearios”, expresó Jairo Urbano, un caleño apasionado por la salsa y asistente a la celebración masiva.
En el 2021 99 negocios nocturnos fueron cerrados por incumplir con exigencia del carné de vacunación o aforos, mientras que en lo que va corrido del año 2022 se han cerrado 36.
No obstante, aunque para los asistentes esta es una fiel representación del por qué se le dice a Cali la capital mundial de la salsa, para otras personas esto se ha convertido en una verdadera película de terror.
“Es prácticamente imposible poder transitar y descansar cada fin de semana por acá, está muy bien que las personas quieran celebrar y divertirse, pero yo creo que esto debería tener un límite porque lo que pasa es que ese ruido llega a un punto en el que se vuelve molesto para nosotros”, manifestó una habitante de las inmediaciones al sitio en donde se hace la rumba, quien prefirió mantenerse en el anonimato.
Una situación similar a la del centro de Cali viven los habitantes del barrio El Ingenio, quienes argumentan que a los negocios de venta de licor sobre la calle 16, los fines de semana, asisten muchas personas que taponan los andenes y el ruido es excesivo.
“Ellos tienen mesas y sillas en los estancos, pero se llenan tanto que las personas se hacen en los andenes y parquean muchos carros ahí, incluso la Policía ha llegado en varias ocasiones al lugar, pero no pasa más”, manifestó Jean Marulanda, habitante del sector.
De acuerdo con cifras de Asobares, por la pandemia cerraron cerca de 600 negocios nocturnos, de los que hasta el momento se han logrado recuperar un poco más de 400.
De igual manera ocurre en la pasoancho con carrera 66, en donde en sitios como Licores JR los fines de semana es común ver que la rumba prácticamente se traslada al espacio público, convirtiéndose en un problema crónico para los habitantes del sector, que han pedido una solución a la Administración Municipal.
La polémica
Ciudadanos y algunos gremios de la ciudad mostraron inconformidad por las declaraciones que hizo el subsecretario de Inspección, Vigilancia y Control, Jimmy Dranguet, la semana pasada, en las que dio a entender que estas rumbas como las del centro de la ciudad serían legalizadas.
“Las personas han encontrado en ese lugar un espacio para hacer una rumba, hasta ahora no hemos tenido denuncias de hurtos o inseguridad y podemos decir que, por ahora, está sana. Por eso queremos organizarla y no acabarla”, expuso Dranguet.
Declaraciones que por un momento indicaron que, a pesar de todas las quejas, la Administración veía con buenos ojos el hecho de que más de 200 personas se tomaran una calle de la ciudad para bailar y tomar licor.
Pero, rápidamente el secretario de Seguridad y Justicia, Carlos Soler, salió a hacerle frente a la situación precisando que “se malinterpretaron las declaraciones del subsecretario”.
“Esto incomoda a una parte de la población, no tiene permisos, bloquea vías y no permite el tráfico normal. Además, genera desorden y altos ruidos que serán controlados por el Dagma y la Policía”, dijo Soler.
Ante esto se vienen a la cabeza muchas analogías de canciones de salsa que podrían definir esta confusión, pero la única que podría estar perfectamente relacionada es ‘Basta desde el Principio’, del cantante Eddy Mesa, en donde el coro de la melodía expone perfectamente la duda de muchos: ¿La solución cuál es?
“La polémica está incluso al interior de la Administración y sería bueno que nos pusiéramos de acuerdo, nosotros necesitamos una Alcaldía que mande mensajes concretos, claros y no para que la ciudadanía esté mal interpretando a algún funcionario o al otro”, aseveró Alejandro Vásquez, consultor de temas de ciudad de Asonod.
Para el presidente de Asobares Capítulo Valle, Manuel Pineda, esta situación es inaceptable y aún más teniendo en cuenta que aún el sector nocturno tiene pérdidas del 35%.
“Esa informalidad nos afecta muchísimo, nosotros tenemos todos los documentos y cumplimos con todos los protocolos de bioseguridad, por lo que nos vamos a ver más afectados si se normaliza esta situación”, precisó.
Pineda pidió a la Administración Municipal que se intervengan estas rumbas, porque podrían convertirse en una constante en cualquier barrio de Cali, como de hecho ya sucede.
Pronunciamiento de concejales de Cali
Para el cabildante Fernando Tamayo, estas rumbas son una falta de respeto para los establecimientos legales y que pagan impuestos.
“En esta ciudad se premia lo ilegal y lo informal. Mientras a los negocios formales se les exige cumplir con todas las normas de bioseguridad, lo cual es comprensible, la Administración, bajo una mirada silente, permite que se lleven a cabo una cantidad de rumbas callejeras a una cuadra de la Alcaldía”, aseveró.
A su turno, el concejal Roberto Ortiz expresó que “al parecer al alcalde Ospina le gusta el deterioro, el desorden y el descontrol”.
“En las comunas ya se han escuchado las voces que dicen que si se permite en el centro se va a poder llevar también a los otros barrios, ¿se imaginan lo que puede pasar cada fin de semana por eso? Hay que ponerle mucho cuidado a esta situación”.