Por Olga Lucía Criollo, editora de Poder
Estoy listo a apoyar algunas ideas del Gobierno, que incluso compartí con Petro en 2018, pero también a estar atento a aquellos elementos que deban ser sometidos a una crítica reflexiva y constructiva.
Ese es el compromiso que el exjefe negociador de Paz del Gobierno Santos, Humberto de la Calle, asume con los electores que le dieron un asiento en el Senado.
Entre tanto, aplaude el manejo que el presidente Iván Duque le dio a la pandemia del Covid-19 y le recuerda al nuevo mandatario de los colobianos, Gustavo Petro, que “la experiencia muestra que comenzar con un cese del fuego es riesgoso para el éxito de las negociaciones”.
¿No le da miedo que al llegar a una institución tan desprestigiada como el Congreso pierda el respeto que usted se ha ganado ante el país?
Dijéramos que el punto de partida de la desconfianza de la ciudadanía sobre el Congreso es correcto. No solo en el caso de Colombia, en general ha habido una degradación de la democracia representativa que genera incertidumbre en muchos lugares del mundo, aun cuando seguro más acentuada aquí. Lo que quiero es tratar de ayudar dentro del Congreso con una voz independiente. Me parece que hay cosas del Gobierno entrante válidas, otras que generan preocupaciones y yo confiaría en que, siempre y cuando el 60 % de congresistas nuevos entienda que el primer deber que tenemos, más allá de aprobar leyes y de hacer debates de control político, es recuperar la confianza de los ciudadanos en el Congreso.
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¿No le preocupa que haya unas mayorías tan altas, en aras del equilibrio sano que debe haber en una democracia?
Eso es problemático. Se trata de una coalición muy grande y eso ha generado que se ha limitado la oposición a sectores muy radicales del Centro Democrático y ahí hay una especie de deformidad. Sin embargo, en la medida en que el Gobierno vaya presentando sus nuevos proyectos concretos: reforma tributaria, reforma rural, no veo una explosión, pero sí va a haber mayorías distintas, dependiendo de los temas que se traten. Pienso que la situación actual es relativamente temporal, que muestra una crisis absoluta de los partidos, porque hubo partidos que ingresaron al tren de la victoria sin pagar tiquete, sin haber hablado de mínimos aspectos programáticos y que han terminado incluso subidos a ese tren pegados de la ventanilla. Un fenómeno un poco impúdico.
¿Cuál es la verdad sobre bajarle el sueldo a los congresistas, cómo y cuándo se puede hacer?
Primero quiero decir que esa fue una promesa de campaña de algunos, entre ellos yo. No porque crea que esa es la gran revolución de la democracia colombiana, pero, cumplir con esa propuesta de rebaja de salario era una especie de preambulo a la búsqueda de una mayor confianza de los colombianos. Es algo simbólico, pero me parece que tiene mucho vigor desde el simbolismo de personas confiables que cumplen lo que dicen. Lo segundo: la propuesta de que esto ocurra en el 2026 no la comparto, pero entiendo las razones. Tampoco quiero hostilizar a quienes han dicho esto, porque la razón que dan es que si se pretende que opere de manera inmediata, seguramente lo negarán, pero que si se vota para el 2026 es probable que sea aprobado. Creo que debemos cumplir esa promesa y lo que hice fue renunciar a unas primas que son distintas al salario, pero si eso no tiene viabilidad jurídica, podríamos donar a instituciones de utilidad común parte del sueldo, cada quién en función de su albedrío.
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¿Pero eso no envía el mensaje de que eso del Congreso del cambio no es nada fácil de cumplir?
Es evidente que no es fácil, y tampoco quiero hostilizar a quienes piensan que ese salario corresponde a una tarea tan delicada, que tiene compromisos, algunos viajan de la provincia y hay unos costos adicionales. Esa es una discusión básica, pero quienes nos comprometimos tenemos que cumplir y hacerlo sin macartizar a los opositores me permite insistir en esa fórmula.
¿Cuáles van a ser sus mayores prioridades legislativas?
Lo primero es el cumplimiento integral del Acuerdo de Paz. Creo que el Gobierno cumplió algunas cosas: es innegable que hubo inversión en los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial, en medio de dificultades de organización y de estrecheces fiscales, pero el cumplimiento del Acuerdo en su integralidad fue mediocre y, sobre todo dejaron por fuera dos puntos esenciales: la Reforma Rural Integral, que se ha movido muy lentamente y ya no es una discusión entre una guerrilla y un Gobierno, sino una necesidad estratégica de Colombia en términos de una mayor productividad del campo y de la estabilización de la vida rural; en segundo lugar, la reforma política, que prácticamente no se escribió una coma, naufragó en la indiferencia no solo del Gobierno sino también del Congreso.
Y luego hay otro tema de seguridad y conversaciones de paz, porque en diciembre se vence la Ley de Orden Público y es la gran oportunidad de establecer nuevos paradigmas en la búsqueda de lo que el Gobierno ha llamado la Paz Total, porque el conflicto ha cambiado: antes se trataba de guerrillas de pretensión nacional y ahora lo que hay es varios conflictos localizados y a partir de allí hay que hacer una remodelación de lo que originalmente se llamó la Ley 418...la experiencia muestra que comenzar con un cese del fuego es riesgoso para el éxito de las negociaciones, pero si el Gobierno quiere utilizar esa técnica frente a la guerrilla, espero que le vaya bien. Se ha anunciado que lo que se pacte con el ELN se cumple de inmediato, contrario a lo que hicimos en La Habana y no quiero insinuar que uno sabe más que los actuales funcionarios del tema, pero el problema de ir fraccionando el acuerdo es que nos podemos quedar sin el pan y sin el queso.
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Dígame tres cosas positivas o negativas del Gobierno Duque...
Algunos no le reconocen eso al Presidente, pero al comienzo de la pandemia mover todo el aparato del Estado fue difícil y en ese punto aplaudo la gestión de Iván Duque. Me parece que hay unos signos de crecimiento de la economía superlativos, pero eso es temporal y encubre una situación estructural mucho más grave en materia de déficit fiscal, de déficit de cuenta corriente, alto desempleo, aunque hemos logrado la situación anterior a la pandemia. Me parece reprobable cierto desdén con la separación de poderes: el Presidente golpeó a las Cortes cuando sus decisiones no le convenían, y eso no corresponde a la idea constitucional de equilibrio de poder, y veo un exceso de propaganda al Gobierno, pura propaganda política, y me preocupa, porque hay una deformación en el uso propagandístico de los medios de comunicación.
¿Usted cree que todos los colombianos ya asimilaron que Petro va a ser el nuevo presidente?
Todavía hay segmentos de población que se preocupan, están en guardia, hay la idea de salida importante de capitales, sin embargo las cifras muestran que no ha sido tan determinante. Creo que los colombianos empiezan a adaptarse a lo que consideraban riesgos de la Administración, pero al mismo tiempo hay un enorme popularidad de Petro, subió como 20 puntos de manifestación de apoyo en las encuestas, y la gente está más hecha a la idea de dar un compás de espera y de mirar cuáles son las decisiones que empiezan a tomarse. Yo estoy listo a apoyar algunas ideas del Gobierno, que incluso compartí con Petro en 2018, pero también a estar atento a aquellos elementos que deban ser sometidos a una crítica reflexiva y constructiva.