Los celos fueron la única justificación para que un joven de 18 años le disparara en nueve oportunidades a una menor de 15 años en un local comercial del barrio El Vergel, donde dialogaba con otra persona.

Con esa misma motivación, el pasado 25 de septiembre dos hermanas de 40 y 47 años de edad fueron asesinadas en el barrio El Diamante con arma blanca por la pareja de una de ellas mientras departían en una velada con música y licor.

El etcétera de muertes y reacciones violentas por intolerancia en lo corrido del año es largo. Conciliar no es un verbo que se conjuga con frecuencia en Cali y las diferencias entre desconocidos, vecinos y familiares se saldan en agresiones, riñas, insultos, desafíos, venganzas. La ciudad que no tolera; la ciudad de la furia.

Las cifras lo avalan. Según el informe de Seguridad y Convivencia de la Secretaría de Seguridad, durante los primeros nueve meses del 2019 se impusieron 7.935 comparendos por comportamientos que ponen en riesgo la vida y la integridad, mientras en el mismo lapso del 2020, la cifra cerró en 27.311 sanciones; un aumento del 244,2%.

La explicación, según los expertos, es que el encierro obligatorio decretado por el Gobierno Nacional para prevenir la propagación del Covid-19, que marcó una reducción drástica en los indicadores de todas las modalidades delictivas, acumuló en muchos caleños una carga emocional sicológica muy fuerte. Los convirtió en ollas de presión.

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Con la pandemia se presentan dos situaciones, explica María Isabel Gutiérrez, exdirectora del Instituto Cisalva, de la Universidad del Valle. “El confinamiento es, entre comillas, una tortura que de hecho se lo hacen a quienes tienen deudas con la sociedad y por eso los manda a la cárcel como medida de castigo. Eso genera toda una situación sicológica que va disminuyendo los niveles de tolerancia y por eso las reacciones agresivas relacionadas con la falta de control”.

“Por otro lado está el tema de las situaciones de disfuncionalidad en la vida cotidiana familiar y al tener que estar confinados se generan mayores fricciones y conflictos de convivencia que se acumulan. Cuando la persona interactúa con alguien en la calle se generan estas reacciones de intolerancia”, asegura la exdirectora del Instituto Cisalva.

Esa ira acumulada estalla incluso dentro de los mismos hogares como ocurrió el 5 de septiembre en el barrio El Rodeo con Claudia Lorena Mosquera, de 30 años de edad, quien murió por las múltiples puñaladas que le asestó su propio padre, quien se salvó de ser linchado por sus
vecinos.

Santiago de Cali suma durante los nueve meses que van corridos de este año un total de 795 homicidios. El mes menos violento fue abril, en la cuarentena, con 47 muertos.

Más allá de la pandemia

La intolerancia, según el sicólogo clínico Carlos Alberto Segura, viene a ser tan solo uno de los síntomas de la decadencia de los valores por degeneración de la cultura de la educación, el civismo, el orden y el respeto. “Cuando estos valores están en declive, entonces brilla más el comportamiento agresivo, intolerante, violento y perverso”.

“La cuarentena, que fue tan larga, generó que las familias estuviesen mucho tiempo en una especie de prisión domiciliaria lo que pudo producir mucho estrés, mucha ansiedad, deseos de cambios, de salir, desesperos, aumentaron las consultas por depresión y ansiedad y eso genera entre las familias mucha agresividad, como el caso de Buenaventura de ayer (jueves) donde un joven de 35 años que asesina a su madre con un objeto contundente y luego la comunidad reacciona y asesina al agresor”, relata el sicólogo.

El problema de la intolerancia, de acuerdo con los expertos en comportamiento social, es que es contagiosa y puede generar ese tipo de reacciones en cadena o imitación de comportamientos contrarios al Código Nacional de Seguridad y Convivencia.

Ejemplos de ese modelo de imitación se ven constantemente en redes sociales con casos en los que la comunidad retiene a personas señaladas de delitos como el hurto.

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En innumerables casos, no solo en Cali sino en diversos lugares del país, las comunidades afectadas golpean a los señalados de robo mientras son grabados y muchos alrededor incitan a un mayor maltrato con el argumento de que la Policía los captura y al día siguiente ya estarán libres buscando en las calles nuevas víctimas.

Alberto Valencia, doctor en sociología y docente de la Universidad del Valle, explica que la violencia por intolerancia tiene que ver también con la inexistencia de formas de regulación de los conflictos entre las personas y la desconfianza en las instituciones encargadas de resolver los conflictos o de impartir justicia.

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Una desconfianza que en muchos casos lleva a la gente a tomar justicia por mano propia y que en otros ha demostrado el marcado irrespeto y las agresiones hacia las autoridades policiales en todos los órdenes.

Esa es justamente, según el Informe de Seguridad y Convivencia, la mayor causal de comparendos que se han impuesto este año en Cali, con 33.052 multas, frente a las 6.147 que se impusieron en los primeros nueve meses del 2019. Es decir, aumentaron en un 437,7% los ‘Comportamientos que afectan las relaciones entre las personas y la autoridades’.

“No es gratuito el derribe de las estatuas y monumentos. Hacen parte de un conjunto de factores de índole sociocultural de declives, de desmejoras y degeneración del comportamiento humano hacia una tendencia tiránica y perversa”, advierte el sicólogo clínico Carlos Alberto Segura.

“Tiránica porque a las autoridades les ha tocado ahora utilizar más la fuerza bruta que las fuerzas administrativas y a su vez las poblaciones se encuentran en estados alterados de rebeldía, enojo y protesta en todos los órdenes y el comportamiento individual, en ese orden de ideas, viene cayendo en esa línea de intolerancia absoluta”, indica el sicólogo clínico Carlos Alberto Segura.

A la fecha la Comuna 14 presenta la tasa más alta de homicidios en lo corrido del año en Cali con 84 muertes violentas, aunque son 7 muertes menos que en el 2019.

Mejor educación

Las otras dos contravenciones que más se penalizaron en estos nueve meses en Cali fueron comportamientos contrarios al cuidado e integridad del espacio público (12.501 comparendos) y los que afectan la tranquilidad y las relaciones respetuosas de las personas (1332 casos), también relacionados con casos de intolerancia.

No obstante, dicen los expertos, las multas son solo un medio restrictivo que en realidad no educan.

“La ruta de la solución es por el campo educativo. Es el camino que nos queda y en ese sentido aplican todas las medidas que el Estado deba asumir para retomar el control de la conciencia ciudadana, el civismo, el respeto, el orden y todo aquello que nos permita la convivencia pacífica”, concluye Segura.

De lo contrario, en Cali seguirá imperando la justicia por mano propia y la ley del más valiente. Parafraseando a Gustavo Cerati, ‘ya no habrá fábulas en la ciudad de la furia’.

Esfuerzo de todos

El Estado retomando el control y la promoción del civismo y el orden.

La escuela promocionando valores y el respeto por los semejantes.

Los padres retomando el control y la formación de sus hijos.

Los entes que representan autoridad convirtiéndose en un apoyo más educativo que restrictivo.

Los sicólogos ayudando como conciliadores y promoviendo herramientas de autocontrol, dicen expertos.