Las denuncias contra su hijo y su hermano por supuestos vínculos con criminales, la pérdida de solidez en la coalición, el distanciamiento con algunos de sus alfiles, los proyectos frenados en el Congreso, haberse visto obligado a agachar la cabeza para negociar la reforma a la salud, las marchas en su contra, la caída en las encuestas...
Todas esas situaciones demuestran que Gustavo Petro está en la mala hora de su gobierno. ¿Cuál es el costo político que deberá pagar el Presidente por esos obstáculos? ¿Afectarán su gobernabilidad? ¿Qué tan desgastada se empieza a ver su imagen?
El director del doctorado en Estudios Sociales de la Universidad del Rosario, Carlos Charry, dice que “la gente siente que ya se rompió el celofán, que la ‘luna de miel’ entre la opinión pública, la ciudadanía y el Gobierno terminó, y que lo que está ocurriendo con las reformas, especialmente la de la salud, va a ser el denominador de lo que viene de aquí en adelante para el Ejecutivo”.
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Agrega que se ve un gobierno “que quiere sacar unos proyectos progresistas, para complacer su sector, pero que para los otros son demasiado radicales, excesivamente ideologizados y les falta consistencia técnica. Por ahí se empieza a ver el rechazo generalizado de los sectores políticos, las fuertes críticas y se empieza a resquebrajar la unidad de la coalición”.
Lo cierto es que esas reformas ya le empezaron a generar tropiezos al Gobernante, ya que, aunque convocó a sesiones extras al Congreso, no logró que en ellas se le aprobara ninguna ley. Y, pese a que esta semana radicó varios proyectos para que se discutan en el periodo ordinario, estos no solo no tuvieron buen recibimiento, sino que siguen siendo objeto de críticas.
“Sabíamos que, de ganar las elecciones, Gustavo Petro iba a generar todas estas alteraciones, cambios y modos de ejercer el poder desde la Presidencia. Al Mandatario le incomoda el marco constitucional y jurídico que tenemos, por eso todas sus iniciativas legislativas, opiniones y los ruidos que lo rondan desbordan el orden legal y social. Esa es su forma y fondo”, observa, a su vez, el analista político Laureano Tirado.
De hecho, desde que se presentó la reforma a la salud diferentes sectores empezaron a trabajar en sus propios documentos, ya que, según se dijo, el Gobierno no permitió que organizaciones de pacientes, personal de salud y gremios del sector participaran en la redacción de la propuesta que le presentó al Legislativo.
Esa negativa a la concertación no cayó bien en la coalición, por lo que, tras expresar que no acogerían dicha iniciativa, los partidos Liberal, Conservador y la U acordaron presentar una contrarreforma que les permitiera negociar los puntos que les preocupaban a los colombianos.
En ese sentido, Pedro Viveros, analista político, menciona que “el Gobierno debe entender que no tiene grandes mayorías solo como Pacto Histórico, sino que le toca negociar con las otras fuerzas en el Congreso. es una Administración con muchas falencias, que no tiene defensores aparte del Presidente y que debe negociar bancada a bancada para pasar sus reformas y que debe ceder en varios elementos de las mismas”.
De acuerdo con él, el consultor político Álvaro Benedetti señala que “ese desgaste se traslada a los medios, que visibilizan no solo el contenido técnico de las reformas, sino también las salidas en falso que tienen funcionarios del Gobierno. Se evidenció con el retiro de Alejandro Gaviria y las ministras, que no hay coherencia programática en el Ejecutivo”.
Aclara el analista que “tal parece que hay más una línea asociada a la coherencia ideológica que hoy no se tiene al 100 % y es lo que ha significado que el Gobierno quiera alinear las fichas internas, removiendo especialmente a los funcionarios que generan ruido”.
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Por ello, Charry precisa que Petro “tendrá que establecer unas prioridades en las que centre su gobernabilidad, teniendo en cuenta que el Ejecutivo no es un partido al que se le suman otros, sino que se mantiene a partir de coaliciones, y eso cambia la balanza en la toma de decisiones. Pero apenas hasta ahora el Presidente está cayendo en cuenta de eso”.
De su lado, el consultor político Miguel Jaramillo indica que las consecuencias de que el apoyo en el Legislativo empiece a reducirse es que “el Gobierno tendrá que meter el pie en el acelerador con las reformas que quiere sacar adelante”, pero “eso le quitaría capital político, porque las elecciones de este año podrían ser un gran trofeo para la reelección de la izquierda en el 2026”.
No obstante, explica que lograrlo “es difícil para un presidente con alta popularidad, y lo será mucho más para uno con baja. Recordemos que con una altísima popularidad, casi el 90 %, Álvaro Uribe presenció la elección de Luis Eduardo Garzón (en Bogotá) y Sergio Fajardo (en Medellín) ambos de centro izquierda. Es un momento propicio para que el péndulo gire a la derecha nuevamente”.
¿Se está quedando solo?
“Lo que ha habido por parte de Roy Barreras es una demarcación de líneas sobre cuáles son sus reparos para negociar estas reformas, pero también entendiendo que, de lograrlo, recibiría el beneplácito de Petro y seguiría llenando la bolsa de apoyos políticos de cara al 2026”, dice Benedetti.
Señala que tanto el Presidente del Senado como el Jefe de Estado “están jugando a la estrategia, porque Roy tiene la capacidad de mover el Congreso a su antojo, pero está pavimentando su candidatura presidencial”.
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En ese sentido, Jaramillo indica que “preocupa el desgaste político que está teniendo el Gobierno, la creación del partido político de Roy y el alejamiento de ese sector santista. Además de la forma en la que salieron algunos ministros, como Alejandro Gaviria”.
Como sucede con el Presidente del Senado, la relación de Petro con su hijo Nicolás se vuelve cada vez más compleja, ya que aunque durante la campaña presidencial se veían unidos, en una reciente entrevista el Mandatario se desligó de su crianza, luego de que Nicolás fuera acusado por su exesposa de recibir dineros de narcotraficantes para financiar la llegada de su padre a la Casa de Nariño.
“Es complicado lo que pasa con Nicolás Petro, en la medida en que aun si no es directamente sospechoso de cometer algún delito, por el momento, el hecho que se toque a un familiar, que además el mismo Presidente ha puesto como su alfil político en la costa Caribe, lo pone a la defensiva y supone una responsabilidad política de parte del Presidente”, advierte el politólogo Yann Basset.
Asimismo, Benedetti menciona que “Gustavo Petro no esperaba que hubiese señalamientos tan graves contra su familia. Lo ocurrido con Nicolás ha generado una gran polémica, porque, además de meterse con el trasegar político de su hijo, también lo toca en lo personal cuando se cuestiona su rol como padre”.