“Desde el cielo sé que me recordarán, que con ustedes viví ratos muy felices, dejándoles ver algunas de mis metidas de patas y me perdonaban… hoy y siempre, desde donde esté, haré votos porque sigan disfrutando de la alegría familiar que entre todos ustedes debe existir”.
El mensaje está plasmado en un pendón gigante, con la foto y el nombre de María Esperanza Castañeda de Abadía. Ese cuadro es lo primero que se observa cuando don Félix Abadía abre la puerta de su casa.
“Todavía no se ha asimilado como debe ser, el tiempo le da a uno un poco de fuerzas para hablar, pero la parte sentimental es difícil borrarla. Lo que más se extraña es su presencia aquí en la tierra, hace demasiada falta, la situación sin ella es otra cosa”, dice Abadía, cuando se refiere a la muerte de su esposa ‘Pancha’, como llamaban cariñosamente a María Esperanza.
Este miércoles, hace un año exactamente, don Félix y otras familias, la mayoría caleñas, vivieron una de las peores tragedias de su vida: el bus en el que viajaban de forma sus seres queridos, en una excursión gratuita que tendría como destino final Perú, se accidentó en la vía Pifo - Papallacta, dos horas antes de llegar a Quito (Ecuador), dejando como saldo 24 personas fallecidas y otras 22 heridas.
Además de vivir el dolor por una pérdida insuperable, debieron enfrentar los señalamientos y especulaciones sobre el caso, cuando se descubrió que el vehículo siniestrado estaba cargado con 584 paquetes de marihuana tipo creepy (630 kilos), hecho que dejó al descubierto una red de tráfico de drogas hacia el sur del continente.
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El vacío que dejó Elsy
“Ellos eran inocentes, se los llevaron engañados”, es una de las frases que más repite Fanny Carmona, representante legal de la Red de Mujeres Abriendo Futuro y líder comunitaria de El Guabal, barrio al que pertenecían siete de las víctimas. También era tía de Elsy Vergara, otra de las personas fallecidas en el siniestro. “Este año ha sido muy triste porque ella (Elsy) era muy alegre, muy activa, muy humanitaria, a todo mundo quería ayudar, ella permanecí en el parque ayudando a limpiar o con el tema de la aerorumba, con las reuniones... es un hueco muy grande que nos dejó y el hijo mantiene muy deprimido, se siente muy solo”, asegura Carmona.
Precisamente, en ese parque que frecuentaba Elsy, ubicado en la Calle 15 con Carrera 41B y donde el año pasado fueron recibidos algunos de los cuerpos, hoy se llevará a cabo una ceremonia religiosa para recordar a las víctimas de la tragedia. La eucaristía, que será a las 7:00 p.m., también será en memoria de otros habitantes del barrio que, según Carmona, no soportaron el impacto de la noticia y murieron posteriormente.
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“Les vamos a hacer la misa de conmemoración y vamos a estar con todas la familias, recordarles que en ningún momento los hemos dejado solos, que sientan que no nos hemos olvidado de ellos y estamos sintiendo el mismo dolor”, añade Carmona.
“Fue difícil adaptarnos nuevamente”
Para Keyla Castillo superar la muerte de su mamá, Carmen Elisa Mosquera, “ha sido un proceso traumático”. “Nos demoramos (ella y su hermano) muchos meses en adaptarnos nuevamente a nuestras vidas, tuvimos que mudarnos de casa, porque era muy complicado seguir donde vivimos con mi mamá, yo perdí mi empleo, pasamos por una depresión muy grande, tocamos fondo porque mi mamá siempre estuvo con nosotros”, cuenta la joven de 28 años, quien se trasladó a Palmira. Sobre el viaje de su mamá, Keyla recuerda que antes de que partiera le cuestionó el tiempo que iba permanecer fuera de la casa: “A mi mamá no le gustaban esos paseos en grupo, pero una vecina la invitó con mucha insistencia e iba a ir otra vecina que conocemos de toda la vida, entonces la convencieron. Yo a lo último no quería que ella fuera, le dije: mirá que nunca nos hemos separado tanto tiempo los tres”.
La joven añade que ninguno de sus familiares ha podido reponerse y lo único que les da fortaleza es recordar las frases de Mosquera: “Siempre nos decía que teníamos que estar preparados porque no nos iba a durar toda la vida y en el momento en el que menos pensamos, porque uno no cree que con un paseo vaya a pasar nada, ocurrió la peor tragedia que ninguno de nosotros esperaba”.
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“Son cosas del destino”
Don Félix Abadía cuenta que su esposa ‘Pancha’, quien pertenecía a una comunidad de oración, era amante de los paseos y al año viajaba hasta dos o tres veces, sin imaginar que uno de sus viajes estaría marcado por la tragedia. “Yo, como cristiano católico, digo que son los tiempos del Señor que le tiene marcado a uno. Ella no había viajado porque todo el día estuvimos en un velorio y estuvo desconectada, entonces el bus se había ido, pero luego se devolvieron por ella... son cosas del destino, porque fuera de eso una de las compañeras que tomó la decisión de devolverse de ese paseo la invitó a venirse, pero ella no se quiso regresar”, relata Abadía.
El destino también parece haber marcado el final trágico que tuvo María de Jesús Chavarro, otra de las víctimas. Según su hija, Marly Fernández, al ver los contratiempos del viaje - como la supuesta varada del bus en Isnos (Huila) - doña María quería retornar a Cali, pero luego optó por seguir en la excursión.
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“Ella dijo: consígnenme para el pasaje y yo me devuelvo. El novio le consignó, pero después dijo que ya no se iba a devolver porque le daba pena con Martha (la vecina que la invitó al paseo)”, cuenta Fernández.
A Marly, quien mira la foto de su mamá con nostalgia y tristeza, le quedó una reflexión que comparten la mayoría de las familias víctimas del accidente: “Las cosas gratis no son buenas, eso sí es verdad, uno pagó la inocentada ahí, porque todo ese viaje era gratis, nos dijeron que lo financiaba un político, pero nunca se supo qué político era”.
“No somos nadie para juzgar”
Cuando se les pregunta si creen que ha habido justicia en el caso del ‘narcobus’, las familias de las víctimas no se atreven a dar mucho detalle: “En esa parte quiero ser muy parco en el sentido que pase lo que pase con eso, no la voy a recuperar (a María Esperanza)”, dice don Félix Abadía.
Marly Fernández, expresa que “yo le pido a Dios nada más que haga justicia, la verdad no le deseo un mal a nadie, me imagino que estar en una cárcel debe ser muy difícil”. A su vez, Fanny Carmona señala que “el único que puede juzgar si son culpables o no es Dios, ¿quiénes somos para juzgar a alguien?”.