El comandante de la Policía de El Lido tiene un avantel que no suelta de la mano. A través de él recibe llamadas desde las funerarias o desde los mismos barrios, avisándole que se acerca un cortejo fúnebre que reviste cierto peligro.
El uniformado de inmediato llama a los agentes de los cuadrantes más cercanos y forma un escuadrón para acompañar la caravana.
Esta es la medida que está tomando la Policía desde esa estación para intentar controlar los desórdenes que ocasionan los sepelios que vienen desde el Distrito de Aguablanca y dejan una estela de caos y terror por la Troncal de Oriente, la Avenida Simón Bolívar, la Carrera 39, la Avenida Los Cerros y finalmente, la Avenida Guadalupe.
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Vecinos de los barrios del suroeste de Cali, como Seminario, Altos de Guadalupe, Cuarto de Legua, Bella Suiza, El Refugio, Cañaveral, Pampalinda y El Lido, entre otros, se quejan de que en estas caravanas fúnebres violan todas las normas de tránsito.
Al fallecido lo escolta siempre una horda de motos conducidas por hombres sin casco y con parrillero, que paran el tráfico a su antojo para dar paso al desfile, y en ocasiones roban a los ciudadanos que van en sus vehículos o transeúntes o en establecimientos de comercio.
Una joven líder de la Comuna 15 confirmó a El País que, en efecto, esos jóvenes no necesariamente son familiares, pero sí son dolientes del fallecido, “y van robando en el camino al que les dé papaya, el celular, el bolso, lo que sea, porque ellos van con la meta de seguir tomando y consumiendo (drogas)”.
La joven se refiere a que los velorios en el Oriente se hacen con mucho licor, música, jugando dominó y consumiendo. “Y como a la hora del entierro ya no tienen dinero, pues se van robando”.
Muchos ciudadanos reclaman que la Policía no aparece para controlar estos desfiles fúnebres, y si llega, “no hace nada frente a esta problemática”.
La líder de la Comuna 15 reconoce que es muy difícil que la Policía pueda controlar estos grupos. “Es mucha gente, pueden llegar dos motorizadas con cuatro agentes, pero si van hasta 50 motos (con parrillero), no alcanzan a controlarlos, y menos aún si esos jóvenes van alicorados, drogados y trasnochados, porque acá los velorios son hasta de dos días, pero tomando y consumiendo”.
Liliana Bernal, presidenta de la JAC del barrio Cañaveral, uno de los afectados por la problemática de ver pasar 14 entierros diarios por la estrecha Avenida Guadalupe, dice que dos o tres a la semana tienen el problema de los desórdenes. “Ellos vienen en moto y ‘piden’ bajo amenaza a los transeúntes, en las panaderías o atracan a los que van en sus vehículos y hasta en las floristerías se roban los ramos de flores”, denuncia.
La líder comunitaria sostiene que los vecinos del barrio Cañaveral, por donde pasan estos “cortejos de miedo”, crearon un chat con más de cien personas, que están informando si se acerca “la caravana del terror”. Entonces se envían alertas como “esperen”, “no salgan de la casa”, “sepelio peligroso en la vía” y otras expresiones similares para evitar riesgos.
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Ella comenta que “la Policía trata de controlar la situación, pero es muy difícil porque lo que los agentes dicen es que esta gente no respeta las normas”.
Otro vecino del barrio Seminario, que habla bajo la condición de anonimato, comenta que “esto es un desastre para la ciudad, además de congestionar el tráfico, no genera sino caos, violencia, inseguridad, atracos, amenazas, trancones, contaminación ambiental con todos esos buses viejos en los que vienen, y contaminación auditiva por sus pitos, cornetas, música, rematada con disparos al aire. Es verdaderamente caótico”, denuncia.
El País conoció una versión extraoficial en la que el Municipio estaría trabajando en una resolución para intervenir en las caravanas fúnebres. El secretario de Seguridad y Justicia de Cali, Andrés Villamizar, declaró que “estamos explorando algunas herramientas legales, para poner mayor control, por ejemplo, a las velaciones en las casas. El tema todavía está en análisis jurídico, a través de la Secretaría de Salud Pública, pero entretanto, lo importante es que hay herramientas suficientes para aplicar el Código Penal, el Código de Tránsito y el Código de Policía, las cuales estas caravanas violentan sistemáticamente”.
El general Hugo Casas, Comandante de la Policía Metropolitana de Cali, enfatizó que “en los sepelios vamos a ser contundentes, no hay que reglamentar nada. Ya está prohibido hacer disparos al aire y lo contempla el Código Penal. Hay que actuar, incautar el arma y hacer el procedimiento con la persona que está haciendo los disparos al aire”.
El alto oficial admitió que hay vándalos que aprovechan estos cortejos fúnebres para entrar a cualquier tienda o establecimiento comercial a saquear licor para ir ingiriendo en el camino.
“Si hay desmanes y destrucción de bienes, como hacer grafitis o rayar o dañar los vehículos, –como lo denuncia la ciudadanía–, lo vamos a controlar con la Policía y vamos a sentar precedente para que dejen estos comportamientos contrarios a la convivencia”.
Ante las quejas de la ciudadanía de que la Policía no actúa cuando la llama por este motivo, el general Casas explicó que “tenemos la consideración por el dolor de las personas, hemos tratado de ser respetuosos con ese dolor de la familia que va en el sepelio, pero si van a continuar los desmanes, vamos a tomar todas las acciones, tenemos todas las leyes, todo reglamentado y ya con ese clamor público vamos a actuar conforme dicta la ley”.
En ese sentido, reiteró que se aplicará el Código Nacional de Policía cuando sea necesario, pero también acciones penales contra las personas que infrinjan la ley.
El secretario Andrés Villamizar celebró esta disposición: “En buena hora el general Casas asumió el compromiso de poner en cintura y controlar las caravanas. La Secretaría de Seguridad y Justicia está comprometida con la estrategia, ayudando a articular el trabajo con la Secretaría de Movilidad y la Policía Metropolitana para ponerles límites a algunas actividades delincuenciales que en algunos desfiles fúnebres se presentan”.
Ciudadanos como el vecino residente en el barrio Seminario, reclama que es urgente que se construya un cementerio en el Oriente de Cali y así evitar que esos cortejos atraviesen toda la ciudad para llegar a los tres camposantos del Oeste (Jardines de la Aurora, Jardines del Recuerdo y Siloé), a los que se accede por una sola vía. Sin embargo, ellos comentan que en el Metropolitano del Norte y en el Cementerio Central, la situación es igual.
La líder de la Comuna 15 no comparte la idea de abrir un cementerio en el Oriente, como plantea la comunidad afectada. “Sí así no más se matan, se apuñalan los jóvenes aquí, si abren un cementerio aquí, en cada entierro en los que se encuentren pandillas, habría tres o cuatro muertos más; la ley aquí es, o se muere usted o el enemigo, y obviamente piensan que es mejor estar preso que muerto”, dice con crudeza.
La comunidad insiste en la necesidad de que el Municipio consiga un lote y la Arquidiócesis abra un cementerio, para poner fin a estos cortejos fúnebres en los que el muerto sigue dando qué hacer, o mejor, los dolientes. “Así nos quitamos este problema de encima, pero habrá que esperar a que Armitage se reúna con el Papa a ver si resuelven este problema”, ironizó el vecino del barrio Seminario.
El fantasma de los Tolosa
Nadie olvida la masacre ocurrida en el Cementerio Central de Cali, el 29 de noviembre del año 2009.
Cinco miembros de la familia Tolosa Carabalí murieron a bala y once fueron heridos, en el novenario de la madre de ellos, fallecida antes.
El motivo fue una supuesta vendetta, ya que los hermanos Alfonso Tolosa Carabalí, alias Choncho, y José María Tolosa Carabalí, alias Chema, no cargaron unas lanchas con una droga que les habían entregado para tal fin en el Pacífico.
Los hermanos Tolosa huyeron a Cali, pero fueron perseguidos hasta la ciudad y fueron asesinados.
En otros casos, se han presentado ataques con armas de fuego en velaciones en casas y en funerarias.