El maestro colombiano Fernando Botero cumplirá 90 años el próximo 19 de abril, una fecha significativa en la que el mundo del arte celebrará su vida y también su obra.
Serán nueve décadas de una vida dedicada a la pintura, la escultura y el dibujo, siendo uno de los artistas más reconocidos en el ámbito internacional, pues sus obras no dejan de
exhibirse en museos y sus esculturas se imponen en plazas y escenarios públicos de diferentes ciudades del mundo.
Pero para conocer a este artista devoto por su trabajo y quien nunca ha perdido contacto con la obra - trabajando todos los días desde su casa en Mónaco-, hay que saber que, si hay algo que caracteriza a este antioqueño nacido el 19 de abril de 1932 en Medellín, es que su creatividad parte de su increíble manejo del volumen; de la sensualidad en las formas, el gusto por los detalles imprevistos y por una combinación de ironía y respeto que ha marcado su tratamiento del arte.
Un arte que explora los temas más sensibles en Colombia: guerra, violencia e injusticia, pero, que a su vez, retrata el mundo de sus recuerdos y su admiración por otros grandes personajes del arte y de la historia.
Reza el libro escrito por su hijo, el columnista Juan Carlos Botero, ‘El arte de Fernando Botero’, que este artista goza de algo que pocos creadores han logrado en el mundo, el reconocimiento y el éxito en vida, y que lo curioso de su estilo, es que no tiene nada que ver con lo que más lo identifica la gente: la gordura.
Para él, decir que Botero pinta gordos “es una reducción un tanto ingenua y simplista de su arte”. En cambio, su obra esboza “la abrumadora grandeza de las formas y la monumentalidad del volumen exaltado.”
De las 80 piezas que Fernando Botero completó de Abu Ghraib, el artista donó 60 a la Universidad de California, el resto a la American University, en Washington, en donde expuso la colección completa en el año 2007.
Un breve recuento de este maestro de las artes, en el libro en mención, data que tan solo en 1992 Botero exhibió sus esculturas monumentales en los Campos Elíseos de París, pero antes ya lo había hecho en Florencia, en el Forte Belvedere y también en el Park Avenue de Nueva York, en el paseo de La Castellana de Madrid, en Chicago, Tokio, Jerusalén, Sao Pablo... como dijo su hijo en líneas: “una prueba terminante de la acogida universal que desde siempre ha gozado su arte”.
Las naturalezas muertas, la tauromaquia, la religión, el erotismo o la barbarie humana, que especialmente es referida a las tensiones latinoamericanas, conforman una extensa temática que ha dado fruto también a obras pictóricas como ‘Mesa de cocina’ 1968, ‘El asesinato de Rosa Calderón’ 1969, ‘Mona Lisa’ 1978, ‘El arrastre’ 1987, ‘La puerta del infierno y la puerta del Paraíso’ 1993, y una de las más representativas ‘Abu Ghraib’, que refleja los crímenes que se produjeron en la cárcel iraquí de Abu Ghraib después de los atentados cometidos en Estados Unidos, en 2001. De esta última, ninguna obra salió a la venta “porque el artista consideró inadmisible lucrarse de la miseria y el sufrimiento ajeno”.
“Lo que impacta de Botero, además de su trayectoria, es lo importante que ha sido para Colombia desde muchos niveles. Su embajada artística en el mundo se ha convertido en una marca de país, pero además, está la trascendencia que ha tenido en el reflejo de la cultura nacional a través de sus series, dado su interés frente a diversos temas sociales desde una perspectiva crítica y significativa en su estilo. Botero es ese artista que ha asumido un compromiso con el arte colombiano al donar su arte, conservando un legado importante”, dice el periodista, docente y asesor en temas de cultura y desarrollo, Juan Guillermo Bedoya.
De hecho, el volumen de sus obras se compara con su filantropía. Y es que Botero es el artista nacional que le ha dado uno de los regalos más significativos a los colombianos: la colección que conforma el Museo Botero del Banco de la República, ubicado en el centro histórico de Bogotá, que alberga 123 obras de su autoría entre 1980 y 1990. Y 85 obras que hacían parte de su colección privada.
En tanto, de sus inicios en el arte hay que saber que no fue lo primero con lo que soñó. Fue inscrito en la escuela de tauromaquia La Macarena de Medellín, pues en las épocas doradas de su juventud y cuando la gente se atiborraba en las plazas, el incipiente artista se proyectaba como torero. Sin embargo, “fue el susto que sintió al ver de cerca la bestia negra e inmensa, resoplando fuego y haciendo temblar la tierra”, como describió su hijo la jocosa anécdota en su libro, lo que le hizo desistir de esa primera inclinación.
Una acuarela de un torero fue su primera manifestación artística gracias a esa afición temprana. Fue el encargado de la boletería de la plaza quien exhibió aquellas primeras obras por las que alguien pagó los primeros dos pesos en toda su vida artística. De ahí en adelante comenzaría una prolífica carrera.
En una entrevista dada a un medio nacional, el antioqueño recordaba a sus 80 años, que le debía a los toros el hecho de ser artista y que había pasado de no tener nada a tenerlo todo. Y hacía especial énfasis en aquello que a su edad, le quedaba por hacer: exponer en el Centro Nacional de Arte y Cultura Georges Pompidou, en París.
También contaba que el punto de inflexión en su arte cargado de volumen, fue mientras pintaba una mandolina, con un trazo exterior tan generoso que, al momento de hacer la boquilla del instrumento, esta quedó tan pequeña que alteró por completo las proporciones de aquella obra.
“Así fue que comencé a pintar grandes cabezas con bocas y ojos pequeños y eso creó un contraste cargado de sensualidad y monumentalidad en la forma que me gustó tanto, que empecé a trabajar en esa dirección”.
Los primeros Boteros que pintó con coherencia, dijo en su momento, fueron hechos alrededor de 1965, creando un lenguaje estético único que marcó su obra de manera universal.
Por eso, ese martes 19, día de su natalicio, las personas podrán unirse a la celebración a través del #Botero90años, donde el Museo Botero y el Museo de Antioquia compartirán las obras de este inmenso artista que, tras toda una vida en el arte, aún sigue tan activo como siempre: pintando óleos sobre lienzo, realizando acuarelas y dibujos en pastel, tiza, sanguina o carboncillo, o esculpiendo sus seductoras esculturas en Pietrasanta, donde vive junto a su esposa, la escultora griega Sophia Vari, para que, de llegar la muerte, esta le encuentre pintando.
Día para celebrar
Año tras año, el Museo Botero celebra la vida y obra del artista antioqueño y este año, no solo ha lanzado el catálogo del Museo Botero en español y en inglés, que se puede adquirir por $120.000, sino que para el festejo de sus 90 años, se unieron el Museo de Antioquia y la Universidad del Rosario.
La celebración se extenderá durante toda la semana con la realización de actividades que incluyen la toma de redes sociales con las colecciones Botero, del Banco de la República y del Museo de Antioquia.
El miércoles 20 se realizará el seminario: ‘Botero 90 años. Pasado y futuro’, en la Biblioteca Luis Ángel Arango de Medellín.