Según los datos de Migración Colombia, entre 2017 y lo que va de este año, 6177 personas tomaron un avión en el aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón de Palmira con destino a Canadá.
Solo en lo que va de 2018 el número de viajeros desde el Valle del Cauca asciende a 2748, con una particularidad: la mayoría ya son colombianos residentes en el país norteamericano. Otros viajaron por turismo, o por estudios, o por trabajo.
Enero es, por lo regular, el mes en el que más salidas se registran desde Cali.
Los registros nacionales de Migración dicen además que el año pasado viajaron a Canadá 56.612 colombianos; en lo que va de este 2018 van 53.075.
La mayoría de los viajeros tienen entre 30 y 40 años y son profesionales. En Canadá la población local cada vez se hace más anciana, así que requieren gente joven y con conocimientos suficientes para mover la economía. Eso explica en parte la migración.
Y es que pareciera que el sueño americano, en días de los muros de Donald Trump, hubiera migrado de Estados Unidos a Canadá, aunque aún todo apunta al norte. Hay otros datos que lo confirman.
Es tanto el interés de Canadá de promover la migración, que hace apenas días la Embajada de ese país en Colombia abrió un Centro de Recepción de Visas en el tercer piso del Centro Empresarial Torre Centenario del oeste de Cali. Son unas oficinas tan grises como el invierno canadiense, pero donde los caleños pueden tramitar su visa sin necesidad de viajar a otra ciudad.
“Con esto podremos ofrecer un servicio de proximidad a la gente que viene a solicitar servicios. Hoy se puede hacer muchos trámites en línea, pero el elemento de la biometría solo puede hacerse presencialmente; antes la gente tenía que desplazarse a Medellín o Bogotá a tomarse una foto, pero ahora se puede hacer en Cali, lo que es fantástico”, dijo Marcel Lebleu, embajador de Canadá en Colombia, cuando se inauguró la oficina.
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Un reportero de El País fue esta semana para conocer un poco más sobre cómo funciona el trámite para solicitar una visa, y dialogar con los encargados sobre el movimiento del despacho, pero una funcionaria aseguró que nadie estaba autorizado para hablar, y apenas le dio un papel con un correo electrónico. La oficina, tan silenciosa como una iglesia, está repleta de anuncios en inglés. En una puerta decía ‘Only Staff’, como manteniendo la distancia o recordando que, aunque Canadá promueve la inmigración, son muy estrictos en el proceso.
Todo funciona a través de una especie de tabla de puntuación, en la que se evalúa, por ejemplo, si el aspirante tiene el capital para permanecer algunos meses en el país sin angustias económicas, mientras se integra a la sociedad. Lo que el gobierno canadiense busca es eso: que el migrante se integre, se sienta como en casa.
“Los trámites son fáciles de hacer siempre y cuando uno cuente con una empresa de confianza, nosotros investigamos las empresas en Colombia que ayudan a los colombianos a venir a estudiar acá o a solicitar la visa de residente. Siempre hay que tener en cuenta que sean empresas certificadas por el gobierno canadiense y eso se puede ver en el registro que tienen ellos en su página web. También es importante contar con suficiente dinero tanto para iniciar los trámites como para llegar a Canadá y establecerse aquí. Pero recomiendo no llegar con las expectativas muy altas. Conseguir un empleo puede tardar debido a la demanda tan alta de personas que vienen con el mismo objetivo”, dice Verónica Figueroa, una periodista caleña radicada en Canadá hace varios años.
Dominar el idioma es, por supuesto, otra enorme ventaja para pensar en irse a vivir a Canadá, aunque está la opción de ir a estudiar inglés allá. Fue lo que hizo la administradora de empresas Isabel Salazar, quien desde diciembre pasado vive en Winnipeg, la ciudad más poblada de la provincia de Manitoba, localizada en las praderas del oeste canadiense.
“Tenía planes de estudiar inglés y mi novio quería estudiar en otro país. Entonces miramos las opciones que teníamos, y un amigo que ya vivía en Canadá nos recomendó el destino. Una de las grandes ventajas de venir a Canadá es que el país – dependiendo de la provincia en la que estés – ofrece muchas facilidades para adquirir la residencia. En mi caso apenas llevo un año y ya en enero puedo aplicar”.
En Winnipeg, dice Isabel a través de WhatsApp, es común encontrarse en los restaurantes y en las calles de las ciudades pequeñas señores y señoras muy ancianos, muy solos. Los jóvenes canadienses prefieren aventurarse a las grandes ciudades o a otros países cuando cumplen la mayoría de edad, lo que explica por qué el país se ha visto en la necesidad de promover la inmigración.
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Además los canadienses no son dados a tener demasiados hijos. El promedio de hijos por cada mujer es de uno. “El hecho de que Canadá tenga un índice de fecundidad inferior a 2,1 por mujer, supone que no se garantiza una pirámide de población estable”, se lee en un estudio.
“Acá hay muchas personas de la india, filipinos. Los colombianos, aunque cada vez llegan más, aún somos minoría”, continúa Isabel.
Isabel estudia inglés y el resto del tiempo trabaja en un McDonald's. El mínimo que pagan por hora de trabajo en Canadá son 11 dólares canadienses, aunque todo depende de la provincia (en algunas zonas pueden llegar a pagar 14).
En el caso de Isabel, eso significa que al mes le ingresan en promedio unos 1200 dólares canadienses, mientras que un arriendo de un apartamento con calefacción está en alrededor de 650 dólares, un mercado para 15 días en 150 dólares, la electricidad en 15. Vive tan cerca del trabajo que no requiere transporte público.
Así que un salario mínimo alcanza para vivir sin angustias, sobre todo cuando se comparten los gastos con la pareja, e incluso queda dinero para ahorrar y también para salir a algún restaurante o una discoteca, aunque en Winnipeg todo está cerrado a las 2:00 a.m. En ese sentido, reconoce Isabel mientras se sonríe al teléfono, puede parecer una ciudad aburrida.
“La ciudad en la que estoy, por ser pequeña, es muy económica. Y, si eres residente, las opciones para estudiar se abaratan mucho. Si tienes hijos, pueden estudiar en el colegio sin ningún costo. La salud, en mi caso por estar trabajando y tener visa de trabajo, está garantizada. En general las ayudas para los migrantes son muy buenas y la gente es muy amable, no te hace sentir en un país extraño”.
Lo que más le ha sorprendido a Isabel es la seguridad. Todos los días camina hacia el trabajo y no le da temor contestar el celular. En Winnipeg no matan a nadie por recibir una llamada en la calle, pero sí es bueno mirar a lado y lado cuando se compra una botella licor. En ocasiones los alcohólicos que se quedan sin un céntimo les arrebatan el vodka a los transeúntes, aunque sin mayores consecuencias.
“Los bancos no necesitan seguridad privada y aunque hay policías en la calle, la gente los respeta muchísimo. En general todas las oportunidades de estudio y trabajo, su seguridad, las facilidades paras obtener la residencia, hacen que Canadá sea un país muy recomendado para quien considere la opción de salir de Colombia”, asegura Isabel.
Verónica Figueroa, la periodista caleña radicada en Canadá hace algunos años, escribe en el chat de WhatsApp algo similar.
“Mi vida en Canadá no la cambiaría por nada. Al inicio estudié el inglés básico para poder defenderme, luego hice unos cursos para profesionales y pude hacer mi práctica en una biblioteca en el área de niños y adolescentes. Ahora soy mamá en casa, cuido a mis dos hijos de 4 y un año y me encanta. Eso sí, los primeros dos años fueron los más duros porque uno como colombiano extraña la casa, la comida, los amigos, las tradiciones. Incluso debo confesar que intenté devolverme a Cali, pero probé y me di cuenta de que extrañaba Canadá, así que regresé y cambié la mentalidad. Ahora ya hablo mejor inglés, entiendo la cultura porque me di a la tarea de conocerla bien y aprendí a cocinar los platos colombianos”.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, ciertos asuntos importantes. Quizá el obstáculo más complicado en Canadá para un vallecaucano, acostumbrado a veranos de 365 días, es el clima.
Ricardo León, un comunicador social caleño que decidió que su vida consistía en gran parte en viajar por el mundo, vivió algunos años en Canadá. “Desde octubre hasta abril, más o menos, son meses muy fríos, y eso hace que la vida sea muy aburrida”, explica.
Para darse una idea precisa, cuando la administradora de empresas Isabel Salazar llegó a Canadá en diciembre pasado, los relojes del aeropuerto indicaban que estaban a menos 37 grados. Las chaquetas que traía desde Cali fueron insuficientes. Pero después de comprar la ropa adecuada, perderse un par de veces en las ciudades, generalmente todo el mundo termina adaptándose a la sociedad canadiense.
Si son pocos los inmigrantes que se devuelven a su país, explica Alfonso Parra, es porque a cambio de esos sacrificios, Canadá les garantiza la posibilidad de realizarse como personas; tener calidad de vida.
Alfonso es director de Enlace Canadá, una compañía que se encarga de asesorar a los emprendedores y a los inmigrantes que consideran al país norteamericano como una opción para echar raíces. El 80% de los clientes de su consultoría son colombianos, por cierto.
“Hay una cantidad de elementos significativos que hacen que Canadá sea tan atractivo . En primer lugar está el tema financiero. Es un país que paga bien. Incluso a quienes hacen oficios distintos a los profesionales.
Una pareja, por ejemplo, que no sea profesional, podría tener ingresos de 50 mil dólares al año. El país además es muy seguro, multicultural, estable. Los niños estudian en el colegio gratis y además el gobierno, durante todo ese tiempo, le entrega a los padres una especie de subsidio para que ahorren para la universidad de los hijos. Además, para los emprendedores, hay muchas posibilidades de financiamiento para sus proyectos. Es una realidad: el sueño americano se mudó a Canadá”, dice Alfonso.