Aunque la violencia no es un fenómeno ajeno a Colombia, la semana que terminó resultó ser una de las más macabras de los años recientes con la aparición de cadáveres mutilados y envueltos en bolsas. Los casos se presentaron en Cali, Buga, Andalucía y hubo otros en Bogotá, lo que ha generado tensión nacional y preocupación de distintos estamentos de la sociedad. La situación es tal que el senador Carlos Fernando Motoa pidió “un consejo de seguridad con presencia del Ministro de Defensa para así enfrentar a quienes atemorizan al Valle”.

El fin de semana anterior fueron halladas la cabeza humana y el cuerpo desmembrado de Víctor Mauricio García, quien era transportador informal en la modalidad de ‘motorratón’. Sus restos fueron dejados en dos puntos distintos de Buga.

El domingo pasado la escena se repitió en Cali. Esta vez en la Comuna 20, en Siloé, en donde abandonaron las extremidades inferiores de un ser humano, algo que los vecinos ya habían atestiguado horrorizados días antes cuando encontraron las extremidades superiores de un cadáver.

Las cifras son escalofriantes: en lo que va del año se han hallado cinco cabezas cercenadas en distintos puntos del departamento como Dagua, Buga, Jamundí y Cali. También se han encontrado restos de al menos tres personas más, que serían los casos de ‘La Sultana’ y de ‘La Ciudad Señora’.

Varios expertos coinciden en que este tipo de hechos hacen parte de las tensiones que existen al interior del mundo criminal y recalcan que antes se habían presentado otros momentos similares, sin embargo, Álvaro Pretel, investigador en temas de seguridad y defensa, dice que aunque eso es verdad, no es algo que sea de menor importancia ni tan normal.
“Entre las motivaciones de los homicidios se pueden diferenciar los que son por hechos de convivencia como riñas, temas pasionales y por hechos de delincuencia. Este tipo de homicidios que estamos viendo con los embolsados y desmembrados tiene otro tipo de connotaciones, lo que buscan es mandar mensajes. Hay altos niveles de sevicia, se puede observar, por ejemplo, cuando los cadáveres presentan heridas en cierto lugar del cuerpo como los genitales”.

El experto explica que el objetivo es hacer advertencias y que esos crímenes están diseñados para que los rivales sepan que hubo una transgresión imperdonable o que hay una clara intención de defender un territorio a toda costa. Buscan advertir que esa es una suerte de bandera roja con la que se augura más y peor violencia.

“Aunque no hay un aumento en el número de organizaciones criminales sí parece haber un cierto recrudecimiento en los métodos que están empleando para garantizar la gobernanza criminal, en especial con las que tienen que ver con las economías ilegales en las ciudades y zonas urbanas y están tratando de demostrar que ellos tienen el poder y la contundencia”.

Pretel explica que este tipo de estrategias suelen ser efectivas porque aunque hay un imaginario colectivo de que todos los miembros de las organizaciones delictivas son curtidos asesinos de sangre fría, la realidad es que en su interior hay personas que no son de naturaleza violenta y prefieren no confrontar con sus enemigos ni con las autoridades, lo que los hace susceptibles a este tipo de intimidaciones.

El investigador agrega que no es coincidencia que partes de los cuerpos decapitados hayan aparecido en Buga, ya que es un municipio del centro del departamento desde donde se puede acceder con facilidad al norte de la región, en donde hay ventajas geográficas para los narcotraficantes.

“En el norte del Valle hay elementos de análisis interesantes, si se revisan los casos de homicidio los números no se destacan mucho, pero al ver las tasas de homicidio con respecto al número de habitantes tienen índices que superan a los promedios del país e incluso de Cali. Eso ocurre en lugares como El Águila y El Dovio, en donde ha habido disputas históricas relacionadas al narcotráfico por el control del Cañón de las Garrapatas, el cual es un cruce muy rápido para ir desde el centro del Valle al Pacífico, lo que es una ruta de salida de sustancias ilegales hacia el exterior”.

Por su parte, Néstor Rosanía, experto en temas de violencia y conflicto, señala que no se puede hacer una clara distinción de quiénes son las bandas que están detrás de los casos recientes, aunque de entrada descarta que uno de los generadores de esta violencia sea el Clan del Golfo y dice que es más probable que sean grupos que buscan controlar el micro y narcotráfico.

“En este momento hay diferentes frentes de batalla en Colombia y no hay un solo grupo que genere la violencia. En Bogotá, por ejemplo, hay bandas en la localidad de Kennedy y otras que quieren controlar Corabastos. En ese escenario no hay Clan del Golfo. Aunque son distintas bandas, el fin es el control de las rentas de la venta de droga y de los portafolios de economía ilegal”.

Rosanía ve un elemento adicional en los casos que han ocurrido y es que utilizan métodos de tortura ejemplarizante que es común en culturas narcotraficantes, en especial la de los mexicanos y criminales venezolanos, quienes además usan esas técnicas para ganar notoriedad.
“En Bogotá, por ejemplo, el Tren de Aragua, banda venezolana creada en el año 2000, se volvió más visible porque la señalan de estar detrás de algunos de los descuartizados en Bogotá. Esa es una violencia que intenta generar terror porque es sádica y desmedida, usan la lógica de la tortura como apuñalear los ojos y meterlos en bolsas. Con eso buscan que haya atención de los medios de comunicación. Eso tiene un doble efecto, por un lado le dice a los enemigos que ese puede ser su destino y también a los miembros de la organización los alerta de que no deben traicionarla si no quieren correr esa misma suerte”.

El analista dice que aunque esta no es una práctica novedosa en el país, sí ha habido un recrudecimiento de las acciones en los últimos años y que eso tendría que ver con influencia extranjera.

“Esto es parte de un debate que no tiene una solución clara y es que hay quienes tienen la hipótesis de que el aumento de estas prácticas está ligado a mexicanos y venezolanos. En mi experiencia sí he logrado identificar que hay una mayor tendencia a usar la violencia para delinquir, algo que no era muy común en Colombia. Ahora se usa mucho el término ‘asegurar la víctima’, que es primero darle un tiro o apuñalarla para lograr la indefensión. Eso no era así antes, en donde era más común la intimidación. Entonces se plantea que hay una suerte de violencia importada de otros países”, explica.

Rosanía concluye diciendo que gran parte de estas acciones ejemplarizantes tienen que ver con el control territorial, algo que se hizo más crudo después de la desmovilización de la mayoría de guerrilleros de las Farc, lo que dejó un vacío de poder en algunas regiones que no fueron ocupadas por el Estado sino por disidencias y por grupos narcotraficantes.

Finalmente, todos los expertos concluyen que estas circunstancias deben abordarse con trabajo conjunto entre las autoridades, labor de inteligencia y mayor capacidad de judicialización para quienes cometen estos crímenes.