A veces, en medio del otro dolor que me causó el segundo secuestro, yo le decía: Diosito, ¿para qué me dejaste vivo para sufrir estas cosas?”.
Sigifredo López fue el único diputado que sobrevivió a la tragedia que desencandenó el asalto de un comando de las Farc a la Asamblea del Valle, el 11 de abril del 2002.
Dos décadas después, el dolor por el asesinato de sus once compañeros de cautiverio todavía se mezcla con la rabia por haber sido capturado por ese hecho y con la indignación que le genera que aquellos a quienes apoyó en su decisión de dejar las armas aún no han dicho toda la verdad sobre el caso que le cambió la vida para siempre a doce familias vallecaucanas.
Hoy, ¿cuál es la imagen del secuestro que primero viene a su mente?
Me veo bajándome de ese carro en el semáforo de la Asamblea. Entro a cumplir la cita, porque en mi cabeza estaba llegar temprano, porque Juan Carlos Narváez estaba recién nombrado presidente y me había pedido eso. Ni siquiera subí a la oficina, me senté en mi silla a esperar que llegara la gente. Llamé al asistente para que me bajara unos documentos y seguí preparando unos tips para mi intervención, porque había citado al Secretario de Educación de la época.
Tuve varias oportunidades de no ir: una amiga estaba enferma y había pensado ir a saludarla a la Clínica Sebastián de Belalcázar y luego regresar a la Asamblea. También tenía que recoger un carro, pasé cerca al taller y dije: ‘No, lo recojo por la tarde’. Además, yo siempre llegaba a la Gobernación, entraba al parqueadero, subía y hacía gestiones y cuando me decían que ya iban a llamar a lista, me venía a la Asamblea, y ese día no quise hacerlo. Cualquiera de esas cosas que hubiera hecho, a lo mejor me hubiera salvado, pero a veces son citas con el destino.
¿Y qué lección le dejó para la vida esa cita con el destino?
Que soy un bendecido, que Dios me quiso salvar y que el propósito era, quizá, fortalecer mi espíritu en la adversidad, transmitir ese mensaje de resistencia a mis hijos y a las nuevas generaciones, aceptar los designios de Dios, entender que hay valores como el amor, la amistad, la solidaridad, la compasión con el que sufre, que son más importantes que cualquier otra cosa. Eso que nos hace demasiado humanos, como decía Nietzsche, es lo que nos hace sentir que estamos más en sintonía con Dios. La adversidad es una escuela, y la adversidad formó mi espíritu en esos siete años.
Y del cautiverio, ¿qué es lo que más recuerda 20 años después?
Una selva inmensa, un inframundo triste, los rostros perplejos de los compañeros, la esperanza como un botoncito de flor que está allí, que quiere abrirse, pero siempre aporreada por la realidad. Cada que pienso en el cautiverio veo el rostro triste de mis compañeros. Sin decir palabra, nos leíamos las miradas todos los días y la pregunta era: ¿cuándo terminará esto?
¿Todavía hay dolor?
Sí, yo creo que ese dolor no termina nunca y más por estas fechas, cuando hay un recuerdo colectivo. Siento que tengo un compromiso en hacer memoria para que estos hechos no se repitan para que no haya más víctimas y de que las nuevas generaciones vean la necesidad de una Colombia sin violencia, reconciliada. Eso es lo más importante y lo que me hace hablar de estos hechos, a pesar del dolor que siento cuando lo hago.
¿Cómo ve hoy a los hijos de esos compañeros que no sobrevivieron?
Yo admiro mucho a esos niños, porque tuvieron que formarse sin papá y en una sociedad patriarcal como la nuestra, el papá es una figura importante. Ver a esos niños convertidos en papás y mamás, cabezas de hogar y profesionalmente hechos, algunos con maestrías, ejerciendo sus profesiones con éxito, llenos de amor por encima de ese dolor inmenso, que han logrado, no superar, pero sí sublimar, transformarlo en alegrías para sus familias. Me enorgullece mucho verlos cómo luchan para salir adelante y forjarse un futuro siempre con el referente de sus padres, y estoy seguro de que mis compañeros en el cielo están orgullosos de sus hijos.
¿Pesa ser el único sobreviviente?
Sí. A veces, en medio del otro dolor que me causó el segundo secuestro (se refiere a los tres meses que estuvo detenido por la Fiscalía), yo decía: Diosito, ¿para qué me dejaste vivo para sufrir estas cosas? Una estigmatización inmerecida, un maltrato y un bullying en redes y medios de comunicación, ese escarnio público del Canal RCN y alguna opinión.
Cuando intenté retomar el hilo de mi carrera política me encontré con ese estigma de que yo era guerrillero, un asesino, que me había hecho secuestrar y someter al sufrimiento siete años, poniéndome en peligro de morir todos los días y arruinando la vida de mi familia y la de las familias de mis compañeros. ¿A cambio de qué? Eso no cabía si no en la cabeza de gente perversa que quería hacer daño porque tenían otros intereses políticos. Me parecía muy ruin y le decía a Diosito: ‘Para vivir esto, hubiera preferido haber muerto, igual que ellos’. Pero también me decía: ‘si Dios te ha dejado vivo es porque quiere que estés con los hijos y te pone estas pruebas para que las superes. Eres completamente inocente de esos cargos y vas a salir de aquí limpio’. Y así fue.
“Lo que ha hecho Pablo Catatumbo es un reconocimiento por cadena de mando, pero ‘El Grillo’ no ha dicho la verdad”.
¿Siente que aún lo estigmatizan?
Hay gente que todavía piensa que estoy en la política y después de mi última aspiración al Senado dije: ‘Dios no quiere que yo siga en esto’. La política no me ha dejado sino dolor y lágrimas, entonces me aparté. Obviamente, soy un ciudadano al que le interesa su país, su departamento, su ciudad y vota, pero desde hace ocho años decidí no volver a aspirar a nada. Pero mucha gente no ve al Sigifredo humano ni al abogado ni al profesor ni al ciudadano, sino al que fue político, el que fue secuestrado, me ha tocado aprender a convivir con eso.
Ahora, no todo es malo. Hay mucha gente que todavía se acerca y me pide perdón por haber pensado mal de mí, pero que luego se dieron cuenta de que yo era inocente. Gente que lo saluda a uno con mucho cariño y mis hijos cuentan eso también. Ha sido mucho más la solidaridad y el reconocimiento positivo, pero no falta uno que otro que todavía tira alguna basura en redes, pero tengo que agradecer la solidaridad de los colombianos conmigo y con esta causa.
¿Cree que las víctimas de este caso sí van a saber algún día toda la verdad sobre el secuestro?
Cuando las Farc firman el Acuerdo de Paz, ellos se comprometen a cumplir con el principio de la centralidad de las víctimas, porque nosotros siempre dijimos que los perdonábamos, que sacrificábamos inclusive justicia, que crímenes de lesa humanidad no tuvieran las penas merecidas de 40, 50, 70 años, a cambio de conocer verdad y de que ellos no siguieran haciendo más daño a la sociedad. Entonces, muchos de nosotros salimos a votar por el Sí en el Plebiscito, pero las Farc simplemente tomaron lo que les convenía, que eran todos los beneficios que les dio el Acuerdo: las curules en el Congreso y los apoyos que les han dado a los reinsertados, pero sus compromisos con la verdad, la reparación y la no revictimización no los han cumplido.
¿Y qué ha dicho la JEP al respecto?
A través de la Fundación Defensa de Inocentes, que presido, nos ha tocado reclamar ante la JEP, primero, que cumplan su compromiso con la verdad plena. En el caso de la Asamblea del Valle, incluido en el Caso 01, que investiga todos los secuestros ocurridos en el país durante el conflicto, ellos no han dicho quién los apoyó o les suministró información de los planos (del edificio), del apoyo logístico que recibieron, que fue el hecho por el cual a mí me pusieron preso: que la voz, que la nariz...
Después de que muestro mi inocencia, cuando me invitaron a La Habana, yo dije que no iba, que ellos tenían que venir acá a pedir perdón no solo a mí sino a todos los familiares. Efectivamente, vino (Pablo) Catatumbo y otros y me pidieron perdón por haber callado en ese momento y haber permitido que me pusieran preso y quedara como guerrillero. Si ellos hubieran dicho la verdad, yo no hubiera sufrido tanta infamia ni tanta estigmatización. Aclararon que yo no había tenido ninguna relación con ellos, pero llegan a la JEP y siguen sosteniendo la misma mentira pendeja que sacaron ocho días después del asesinato de mis compañeros: que en un enfrentamiento con un grupo armado desconocido habían muerto todos los diputados menos Sigifredo López, cuando hay cruce de correos entre los miembros del secretariado de la época, en los que ‘Timochenko’ le decía a ‘Tirofijo’ que lo mejor era decir la verdad, que fue un error de ellos, y ‘Tirofijo’ impuso que era se siguiera sosteniendo la mentira.
Entonces, estamos pidiendo que digan la verdad plena o que los expulsen de la JEP y que paguen la pena ante la justicia ordinaria y si no, vamos a acudir a la Corte Penal Internacional, porque las víctimas nos sentimos burladas: el único bendito compromiso que adquirieron fue decir la verdad, porque no van a reparar a nadie.
Está indignado con las Farc...
Hasta nos han revictimizado: Victoria Sandino dijo que nos tenían como en hoteles cinco estrellas, en magníficas condiciones. Les salimos a deber a ellos por habernos quitado siete años de nuestras vidas, por todo el sufrimiento que le causaron a nuestros familiares, por haber truncado nuestras carreras y haber vuelto mierda nuestras vidas, por haber asesinado a nuestros compañeros. Indigna ese cinismo, ha sido una actitud sistemática, que demuestra que el perdón que han pedido ha sido para cumplir un compromiso, pero no por un verdadero convencimiento de que hay que reconciliarse, respetar la dignidad de las víctimas y arrepentirse de los crímenes tan graves que cometieron. Uno siente una enorme decepción, pero queda el consuelo y la satisfacción de haber creído en un proceso. A pesar del daño y el sufrimiento recibido, hemos respondido de manera cristiana, poniendo la otra mejilla, y trabajando para que haya paz en este país. Lo más insólito, que aburre mucho, es que cuando uno perdona y habla de trámite pacífico de las diferencias, le dicen blandito, guerrillero, estúpido, pero cuando uno se indigna porque se siente burlado, le dicen paraco, derechista, reaccionario. ¡Carajo!
Mucha gente se molesta al ver a los exjefes de las Far en el Congreso. ¿Usted qué siente al respecto?
Yo perdoné de corazón, ante todo para limpiar por dentro, para no vivir secuestrado por el odio y el resentimiento. Pero no significa que renuncie a mis exigencias de justicia. Yo he perdonado a las Farc, pero no me interesa tener ninguna relación con ellos, que les vaya bien, hicieron su Acuerdo, negociaron bien, están disfrutando sus curules, pero no me interesa ni ser amigos de ellos. No me parece bien lo que han hecho, tampoco que pretendan pasar como héroes a la historia cuando lo que hicieron fueron crímenes de lesa humanidad, que no vengan a lavarse la cara en la Comisión de la Verdad o en la JEP. No puedo de ninguna manera estar de acuerdo con ellos. En un escenario democrático tendré que verlos en sus curules y aceptar, porque ese fue el Acuerdo que hizo el Estado colombiano, pero no significa que comparta lo que están haciendo.
Un aporte con mucho dolor
Ustedes generosamente dijeron en su momento que había valido la pena el secuestro si había ayudado a lograr el Acuerdo de Paz. ¿Qué piensa del recrudecimiento de la violencia en el país?
Indudablemente hoy hay menos secuestros que antes en el país. Hay menos víctimas, y ese es el precio que nos tocó pagar a quienes padecimos todo esto, que además salimos a decir Sí al Acuerdo de Paz con las Farc.
La muerte de nuestros compañeros lo único que la recompensa es que haya servido para que haya menos víctimas en Colombia, pero la realidad colombiana es circular, triste, y vemos cómo el Estado no hizo presencia en esos territorios, pero el narcotráfico sí y las disidencias de las Farc consideraron que era mejor seguir traficando en alianza con las bandas criminales que reinsertarse, porque eso les da más dinero. Ahora, el narcotráfico está más fuerte o igual que antes en esos territorios.