Colombia es el cuarto país del mundo que más hace uso del celular, con un promedio de 5 horas y 9 minutos al día, detrás de Filipinas, Tailandia y Brasil. De esas 5 horas, los colombianos pasan 150 minutos navegando por las redes sociales, según estadísticas de Exploding Topics, portal web que se dedica a analizar datos de temas emergentes que sean objeto de crecimiento y proyección para volverse tendencia.
La tecnología ha cambiado la forma en que se trabaja, se educa, se entretiene e, incluso, la manera en que se socializa la gente. Las redes sociales, en particular, han sido una de las mayores generadoras de transformaciones.
Diferentes plataformas y redes sociales como Tik Tok, Facebook, Instagram y YouTube juegan un rol fundamental en la cotidianidad de las personas. Los espacios digitales ya no solo se limitan a brindar entretenimiento, sino que se han convertido en fuentes de información e interacción entre usuarios y creadores de contenidos.
Sin embargo, el aumento de la popularidad de las redes sociales ha llevado a una mayor dependencia de ellas, a una suerte de adicción. Muchas personas se sienten obligadas a estar constantemente conectadas, revisando y actualizando sus perfiles varias veces al día. Esto puede ser perjudicial para la salud física, mental y emocional.
De acuerdo con la profesora Chelo Morillo, de la escuela de negocio internacional EAE Business School, que analizó este tema, “el uso de las redes sociales sin control afecta la salud mental, genera frustración, confusión, insomnio, estrés, ansiedad, baja autoestima, distracción en el trabajo y estudio, aislamiento, bajo rendimiento, y desinterés por otros temas de la vida. Las adicciones, en su esencia más primitiva, desencadenan un efecto bola de nieve, arrasando con otras parcelas de la identidad y el entorno”.
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¿Sobreuso o adicción?
En el mundo académico existe todo un debate alrededor de si el sobreuso de las redes sociales debe catalogarse como una adicción. El psicólogo de la Universidad del Valle Juan David Rivadeneira considera que no necesariamente, pues no en todos los casos causa trastorno conductual.
“Cuando hablamos de adicción estamos hablando de replicar un acto sin tener control sobre el mismo. Se vuelve involuntario. No hay consciencia de su realización. En este caso, hablamos del tiempo que pasamos en redes sociales, de la persona que no es consciente de qué tanto tiempo está en ellas, incluso, hasta llegar al punto de convertirse en una necesidad el estar ahí (en las redes) todo el tiempo”, argumenta Rivadeneira.
Las redes son algo a lo que hoy la inmensa mayoría estamos expuestos, algunos en mayor medida que otros. Y lo que debería ser el foco de atención es establecer límites de tiempo de uso, para no caer en conductas compulsivas.
Las adicciones, en la mayoría de los casos, agrega Rivadeneira, se presentan debido a vacíos y a la necesidad de llenarlos. E ilustra con este ejemplo: “Hay personas que crecieron solas: crecieron desayunando solas, almorzando y cenando solas. Con el paso del tiempo, el celular y las redes sociales se vuelven esa única compañía que tienen, y entran a jugar el papel de ‘compañero’. Es como ese efecto analgésico que te hace olvidarte del dolor, la preocupación o la angustia que te generan ciertas situaciones”.
Por otro lado, Mario Paredes, vicedecano de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario, investigador y experto en redes sociales, acota que no es recomendable utilizar el término ‘adicción’. Todavía, explica, hay un debate en el cual se hace referencia a que en redes sociales se puede hablar es de ‘sobreuso’. “El sobreuso de redes sociales sí tiene implicaciones negativas para la salud mental. Su impacto puede afectar ámbitos como la satisfacción de vida, bienestar, las horas de sueño, el rendimiento académico y es por ello que se recomiendan varios elementos para trabajar en esa problemática, como establecer límites de uso y un horario de tiempo”.
Cuando hay un consumo problemático de redes sociales se empiezan a ver afectadas otras áreas de la vida personal, agrega Paredes. Por ejemplo, si una persona tiene establecido que diariamente se acuesta a dormir a las 9:00 p.m., pero antes de hacerlo se pone a navegar por redes, viendo historias de Instagram o videos en TikTok, se le va el tiempo, termina acostándose a las 11:00 p.m. y llega tarde a sus clases o a su jornada laboral, después está cansada, irritable. El alcance de ese impacto negativo puede llegar hasta a la pérdida de habilidades sociales, al reemplazar las interacciones con otras personas, por pantallas; incluso, en los más pequeños.
Sin embargo, según la Escuela internacional EAE Bussines School, muchos estudios y expertos validan que el uso excesivo de los dispositivos y las redes sociales sí constituye una adicción conductual que tiene repercusiones negativas sobre el bienestar físico, psicológico y social.
Lucía González* tiene 68 años, es pensionada. Esta exprofesional de la salud cree que su esposo tiene un consumo problemático de redes sociales. Cuenta que, desde que aprendió a usar estas redes, lo primero que él hace al levantarse es encender el celular y el televisor, a las 6:00 a.m. Y empieza a opinar, a enviar y responder mensajes de todo tipo en Facebook, WhatsApp, Twitter. Pero mientras es tan activo en redes, añade Lucía, en el hogar se comporta de otra manera: es callado, no tiene una comunicación fluida nunca ni con su esposa ni sus dos hijos, porque “todo el tiempo está pegado a ese celular”.
También relata que su esposo solo “descansa del aparato” cuando este se descarga y tiene que ponerlo a cargar. Cuando él salía de la casa, ella creía que iba a dar una vuelta, a caminar, a hablar con los vecinos, pero en la mayoría de las ocasiones lo encuentra es “‘enganchado al celular”. Parece que nunca escucha, pues jamás contesta cuando se le habla. Su hijo constantemente tiene que estar preguntándole: “¿Sí me escuchó, papá?”, porque el señor está completamente absorto en el mundo digital. Deja a un lado el celular solo hasta las 10:00 p.m. cuando se va a dormir.
Cuando revisa el perfil en redes de su esposo, Lucía manifiesta que lo que deja ver es el de un hombre sociable, de buen humor, lo que se contrapone con la actitud reservada e indiferente que demuestra en su casa y en el mundo real.
A Lucía no le gusta mucho invertir tiempo en navegar en redes, pues para ella, el contenido en estas es frívolo y nada educativo. Por eso no se explica cómo su esposo, un adulto mayor, puede aguantarse todo el día expuesto a lo mismo.
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El síndrome de fomo
El creciente uso excesivo de las redes sociales se ha convertido en una preocupación cada vez mayor en todo el mundo. Millones de personas, sin importar la edad, pasan horas al día navegando por sus redes sociales, enganchados a la información y también, a la gratificación instantánea que obtienen al recibir likes y comentarios en sus publicaciones. Sin embargo, este ‘apego’ a las redes sociales puede tener efectos como el llamado síndrome de fomo.
Este es un “mal silencioso, cada vez más frecuente en los jóvenes universitarios”, de acuerdo con un estudio realizado en nuestro país por el Politécnico Grancolombiano, en el que se explica que este hace referencia al miedo que se siente de estar fuera de las redes sociales o perderse de lo que pasa en ellas.
Según los investigadores, los resultados del estudio fueron preocupantes. Los primeros hallazgos revelaron que las prácticas de consumo digital están motivadas por largas horas de procrastinación, esto quiere decir que los estudiantes tienen el hábito de retrasar actividades o situaciones que deben realizarse, sustituyéndolas por el uso de sus dispositivos digitales. Y es que, según la investigación, los estudiantes consultados tienen un consumo digital que toma casi el 100 % de su tiempo.
Otro de los hallazgos es que el fomo interfiere en las acciones de la vida cotidiana, en los hábitos de estudio y, por lo tanto, en la disciplina, la concentración y la capacidad de aprender y generar conocimiento. Los investigadores manifestaron que los estudiantes dicen ser conscientes de las situaciones que les rodea, aseguran que los celulares los hacen “estúpidos”, piensan que todos se quieren comunicar y que se creen importantes.
Otra de las revelaciones preocupantes del estudio del Politécnico Gran Colombiano es que más del 90 % de los estudiantes entrevistados coincide en que no pueden vivir con serenidad cuando no están con el celular o se sienten desconectados. Para los docentes, la investigación reafirma la relación que existe entre el alto uso del internet y el incremento en los niveles de depresión, alteraciones del humor, ansiedad o impaciencia.
“Después de la pandemia, en la que el principal medio de conexión era el entorno digital (computadores, celular, plataformas y demás), nos volvimos más cercanos a ese medio de relacionamiento y, cuando nos alejamos de él, tenemos ciertas incomodidades. De acuerdo con eso, hemos entendido que acercarnos a la tecnología nos ha llevado a descubrir nuevas facetas y nuevos temores que antes no teníamos”, comentó Susana Castañeda, docente investigadora del Politécnico.
Efectivamente, el consumo problemático de las redes se ha relacionado con la ansiedad, la depresión y otros trastornos de salud mental. La presión de mantenerse actualizado constantemente en las redes sociales puede ser abrumadora para muchas personas, especialmente para aquellas que se sienten obligadas a mostrar una imagen perfecta de sí mismas, en línea. Las comparaciones con los demás en las redes sociales pueden llevar a sentimientos de inadecuación, lo que a su vez puede contribuir a la depresión y a la ansiedad.
Otro de los efectos negativos que trae el abuso del consumo de redes sociales es la interferencia en la relación con el otro y los problemas de sueño. “Solo me relaciono a través de una pantalla, por eso mis habilidades sociales, mi empatía disminuyen. También, hay dificultades para conciliar el sueño porque me acuesto tarde viendo redes, cuando uno no duerme bien se tiende a estar más irritable. Además, en algún momento el teléfono se puede convertir en mi única interacción, por lo que ya no me interesan los demás , sino ver lo que ese otro hace allí, esto puede causar depresión, debido a que baso el cómo debe ser la vida según lo que yo veo en mi dispositivo”, explica Laura Saavedra, psicóloga de la Universidad de San Buenaventura.
La calidad del sueño es uno de los aspectos más evidentes en las secuelas contraproducentes que deja el uso problemático de las redes. Muchas personas revisan sus ‘feeds’ de redes sociales justo antes de acostarse, lo que puede afectar la capacidad del cerebro para desconectarse y relajarse. Los estudios han demostrado que la exposición a la luz azul emitida por las pantallas de los dispositivos electrónicos puede interferir con la producción de melatonina, una hormona que regula el sueño. Esto puede llevar a dificultades para dormir y a tener un sueño de menor calidad.
Otro efecto negativo es el aislamiento social. Las personas se sientan solas y desconectadas de la vida real.
La estudiante Isabella Romero comenta que en vacaciones podía durar hasta doce horas seguidas en Tik Tok. El año pasado se propuso disminuir este tiempo y ha logrado bajarlo en dos horas diarias.
Importancia del detox de redes sociales
Por las consecuencias negativas que ha traído a sus vidas o a los que conviven con ellas, muchas personas han optado por realizar un detox digital, es decir, desintoxicarse de las redes sociales, lo que no significa necesariamente abandonarlas por completo, sino, más bien, tomar un descanso temporal y establecer límites saludables.
Muchos personajes públicos han optado por tener detox. Es el caso del actor Andrés Parra y la actriz caleña Margarita Rosa de Francisco, quienes eliminaron sus respectivas cuentas de Twitter.
“Cuando salió que había diez personas muy influyentes en Twitter en Colombia y que yo estaba entre ellas, me pareció una mala noticia para mí. Me parece peligroso porque yo en Twitter digo mucho disparate, pienso en caliente. He terminado distribuyendo información que no era verdadera, metiendo mucho la pata. Entonces dije: ‘me voy antes de que me siga más gente y que cuando meta la pata sea peor’”, declaró en una entrevista la artista caleña.
La desintoxicación digital brinda la oportunidad de reconectar con las personas de una manera más significativa. En lugar de enviar mensajes de texto y correos electrónicos se tienen conversaciones personales o por teléfono. Además, también puede mejorar la capacidad para concentrarse y ser productivos.
Este proceso también implica desconectarse de las redes sociales durante un período de tiempo específico, ya sea durante unos días, una semana o más. Durante este tiempo, las personas pueden centrarse en otras actividades que les brinden satisfacción y felicidad como hacer ejercicio, leer un libro, pasar tiempo con amigos y familiares, o simplemente, disfrutar del aire libre.
Daniel Galán Bermúdez, estudiante de octavo semestre de Comunicación Social y Periodismo en la Universidad Autónoma de Occidente lleva año y medio sin hacer uso de redes como Twitter e Instagram, debido a diversos problemas emocionales generados por su uso excesivo: “Cuando estaba en redes, sobre todo en Instagram, vivía comparándome todo el tiempo con los otros perfiles y las otras personas. Eso era un despropósito total. Comparaba todo. Comparaba mi vida, mi perfil, pensando que la vida de los demás era mucho más interesante que la mía. A veces también perdía mucho tiempo viendo historias. Esa red social me consumía demasiado y por eso tomé la decisión de eliminar mi cuenta y salirme de ahí. Llevo ahora año y medio sin Instagram y creo que fue la mejor decisión que he tomado. Sin embargo, es difícil no ser consciente de que es ‘importante’ tenerla de alguna u otra manera, porque ahí están todas las empresas, todas las tiendas, todos los contactos… pero, para mí, dejar esa red es como un ejercicio de autoayuda, de valorarme y valorar mi tiempo”.
Nombre cambiado por petición de la fuente*