Desde hace poco más o menos de 500 años, el romance de ‘Romeo y Julieta’ se ha erigido como el ejemplo perfecto de lo que podría resultar un amor ideal. Aunque la verdad es que, tratándose de la vida en pareja, la tragedia de Shakespeare nos queda debiendo un poco.
Alguien debería hacer una secuela en la que, en lugar de la muerte de los dos jovencitos delirantes el uno por el otro, se cuente lo que hubiese sucedido sin el malentendido que los llevó a la muerte, lo que hubiese sucedido si ambos hubiesen permanecido con vida.
Se cuente, por ejemplo, que decidieron casarse, que tuvieron una luna de miel, que alguna vez llegaron las discusiones, luego la pasión se enfrió un poco, que quizá a Julieta no le gustaba que Romeo bebiera demasido el fin de semana o que no organizara constantemente sus camisas, y que a Romeo le disgustaba enormemente que Julieta tuviera ‘girls-nights’ con varias de sus amigas...
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En fin. El amor ideal de Romeo y Julieta podría ser un poco tramposo, pues no tuvieron que convivir el uno con el otro, Julieta no quedó en embarazo y no tuvo que ver a su juvenil Romeo enfrentarse a los destrozos del tiempo. Ni viceversa, porque el tiempo, para bien o para mal, corre para todos en la faz de la tierra.
En fin, no tuvieron que vivir eso que el psicólogo estadounidense John Bradshaw denominó el ‘Síndrome de estrés post romántico’, y que no es más que, según su libro titulado del mismo modo y con el subtítulo ‘Qué hacer cuando la luna de miel acaba’, la desorientación que sufren muchas personas y parejas cuando ven que en su relación la primera etapa de pasión febril se desvanece y llega un momento mucho más racional y, en ocasiones, problemático.
“Cuando estás inmerso en la primera oleada de amor tu cerebro está repleto de compuestos químicos que te hacen tener ganas de practicar sexo todo el tiempo y te ayudan a disimular las imperfecciones de tu pareja. Pero, superada esta fase de amor romántico –que según la mayoría de estudios se esfuma pasados 12 o 18 meses– los amantes tienen que enfrentarse a la cruda realidad: nada es tan perfecto como parecía”, dice Bradshaw en su libro, un bestseller que durante muchos años ha estado en las listas de los libros más leídos en Estados Unidos.
Es el momento en que los defectos del otro y los propios, disimulados por la euforia de la pasión inicial, salen a flote y la humanidad se revela con todos sus lunares.
Es en ese momento en que, dicen los especialistas, se debe construir una intimidad más allá del cuerpo y el placer.
¿Qué es esa intimidad? ¿En qué se diferencia del sexo? ¿Qué pasa si alguno de los dos falta?
La fiebre pasional
El apasionamiento romántico, dice el psicólogo John Bradshaw en su libro, es una primera etapa de las relaciones amorosas. En general, el proceso de enamoramiento pasa por una alta dosis de encuentros sexuales en los cuales las parejas no llegan a conocerse demasiado, sino que viven una especie de enajenación. “Es una etapa natural del enamoramiento que no es propiamente amor, sino un intercambio de naturaleza química que permite, en una etapa inicial, generar empatía y comprensión del otro” dice la psicóloga Gloria Restrepo, especializada en terapia de pareja.
Este primer momento, como lo dice la especialista, tiene una base científica. Durante el orgasmo, un neurotransmisor llamado oxitocina se libera en ciertas partes del cerebro, y esta sustancia es uno de los elementos más importantes para que los seres humanos construyan amor, confianza, lazos y reduzcan el miedo.
Sin embargo, esta primera etapa es siempre temporal pues es así como estamos biológicamente diseñados, dice el psicólogo John Bradshaw en el libro citado: “la naturaleza se asegura de que ninguna pareja permanezca en un estado de enamoramiento para siempre, pues esto sería peligroso para su supervivencia y la de sus hijos (el principal objetivo evolutivo de todo esto), que requieren de una atención mayor de la que puede ofrecer alguien enajenado por el amor”.
Es justo cuando pasa este primer momento del proceso de enamoramiento, que muchas parejas padecen lo que se llama el ‘Síndrome de estrés post romántico’. “Algunas lo superan pronto, comprendiendo que la disminución de la pasión es algo normal y no implica la ausencia de amor, pero otras viven un auténtico calvario que acaba en la destrucción de la pareja o, casi peor, el desarrollo de un matrimonio infeliz que puede durar años”.
A partir de esta primera gran crisis, se pueden desencadenar muchas situaciones. Una, recuerda la psicóloga Restrepo, es la pérdida paulatina de los encuentros sexuales en la relación, por el hecho de no afrontar a través del diálogo esta situación. Quienes no asumen adecuadamente el desvanecimiento inicial de la pasión, pueden creer que el amor se acabó y eso se da por los paradigmas que las personas se han construido del amor. “Hay que aceptar que ese desvanecimiento sucede, pero también hay que volver a trabajar por reavivar la pasión”.
Otra de las situaciones que puede presentarse es, por el contrario, que no haya un desvanecimiento de la pasión, sino que el sexo se convierta en el principal elemento en el que se fundamenta una relación. De hecho, no son infrecuentes los casos de relaciones de pareja con poco diálogo, incluso con muchos problemas de convivencia, pero que se mantienen gracias al buen entendimiento en la cama, al sexo.
Sin embargo, para profesionales como el sexólogo español Raúl González Castellano, una relación en la que hay pasión pero no compromiso o intimidad, es más una relación de amantes que de pareja propiamente dicha. “El sexo es un elemento que se utiliza a menudo como herramienta pacificadora, para bajar la guardia o firmar una tregua, pero si no hay ningún otro nexo de unión, la pareja acaba por deshacerse”, dice el sexólogo. El psicólogo John Bradshaw explica que antes el matrimonio era un contrato entre dos partes. Ahora la idea es que el matrimonio o las relaciones de pareja deben mantener siempre una pasión desenfrenada. Pero esta es una idea errónea que tiene muchas consecuencias negativas. La única forma de construir relaciones duraderas, dice, reside en superar esta transición del romance al compañerismo, creando un amor duradero, con la suficiente cantidad de sexo.
El amor íntimo
Superar el ‘Síndrome de estrés post romántico’ no es, como podrían pensar muchos, resignarse a vivir una relación sin aventuras, tibia, con muchas facturas por pagar, diligencias por hacer y oficios caseros por terminar.
En realidad, como lo explica la psicóloga especializada en terapia de pareja, Gloria Restrepo, después del primer enamoramiento, las relaciones deben pasar por una etapa de conocimiento del otro, etapa que muchas veces es complicada, pero que es ineludible a la hora de garantizar que la relación sea duradera.
Construir proyectos juntos, conocer al otro, lo que me molesta, lo que más me gusta, llegar a acuerdos, entender que se debe ceder en ciertas cosas, y conocer y aceptar a la pareja en toda su intimidad, es un paso que no puede evadirse si se quiere tener una relación fuerte y con futuro, dice la especialista. De eso, justamente, se trata la intimidad: aprender a disfrutar de hacer las compras juntos, escuchar las angustias del otro, sus preocupaciones y entenderlo más allá de su sexualidad.
“La intimidad es abrir el alma, la vida entera y entregarla al otro. Es cuando en la pareja cada uno de los dos siente que puede confiar en el otro, que puede hablar con el otro y que tiene en el otro un mundo propio, alguien en quien puede descansar en momentos difíciles, y con quien puede ser tal como es”, agrega la psicóloga Restrepo.
Ahora bien, construir esa intimidad es uno de los retos más difíciles de las parejas, sobre todo en una sociedad en la que el consumo, tanto de bienes, entretenimiento como inclusive de cuerpos, se ha establecido como una de las formas de la felicidad.
En su libro, ‘Síndrome de estrés post romántico. Qué hacer cuando la luna de miel ha terminado’, el especialista en parejas John Bradshaw, escribió que luego de décadas de trabajar en terapia con parejas, cree que “solo el 15% de las parejas son verdaderamente incompatibles, pero muchas rompen porque son incapaces de alcanzar el tipo de amor que realmente puede aguantar en el tiempo”, y agrega que “se necesita tiempo, esfuerzo y una gran voluntad de compromiso para crear un amor lo suficientemente sólido como para durar toda la vida”.
Para crear una intimidad fuerte, el propio especialista recomienda evitar lo que llama las 4D: denigrar a la pareja, estar a la defensiva en las discusiones, devaluar a la otra persona y crear distancia. Y en ese proceso, el amor implica una autoevaluación constante de sí mismo a través del diálogo: de aquello que se debe mejorar en pos de mantener una relación.
Otro bestseller de las relaciones de pareja en Estados Unidos se llama ‘Las 101 cosas que ojalá hubiera sabido cuando me casé’, y fue escrito por la pareja de psicólogos Linda y Charlie Bloom, quienes llevan más de 50 años como terapistas de pareja y 31 casados.
El libro es un compendio de pequeños relatos que ofrecen orientación para crear una intimidad que permita que el amor sea duradero. Entre las cosas que dicen, se lee: “tu opinión no es la verdad, los ultimátum y las amenazas hacen más daño que bien, la verdadera intimidad solo puede existir entre iguales, Si piensas que eres demasiado bueno para tu pareja, reflexiona un poco más y, también, nada adormece tanto el deseo sexual como las diferencias no resueltas”. Sin embargo, del mismo modo en que una relación está incompleta y casi que abocada a la ruptura si se fundamenta solo en el sexo, las probabilidades de un rompimiento también son muy altas si se funda solo en el “compañerismo”. El sexólogo español Raúl González Castellano, sostiene que “si hay mucha intimidad pero no hay pasión, yo diría que hay una muy buena amistad”.