A Juan Manuel Santos e Ingrid Betancourt la vida les ha unido en muchos momentos. Tal vez más de los que la opinión pública conocía.
En el libro ‘Una conversación pendiente’, surge, por ejemplo, una identidad en sus comentarios sobre los expresidentes Belisario Betancur, Ernesto Samper Pizano y Andrés Pastrana, así como sobre Marta Lucía Ramírez, actual vicepresidenta.
¿Por qué Juan Manuel Santos e Ingrid Betancourt tenían ‘Una conversación pendiente’?
JMS: Porque la vida nos dio esa oportunidad de conocernos, de generar una amistad, de tener discusiones en las cuales estamos de acuerdo en ciertas cosas y en otras no, pero lo más importante es la coincidencia de que iniciamos nuestras carreras públicas al mismo tiempo y yo terminé en la ‘Operación Jaque’, rescatándola de una situación que el mundo entero conoce muy bien y que después, en el proceso de paz, Ingrid, que ha sufrido tanto, que fue una víctima, un símbolo de las víctimas de esta guerra, ha sido una de las personas que más lo ha apoyado, y eso demuestra su generosidad.
IB: Hay circunstancias que en la vida nos han aproximado, decisiones que hemos tomado, hay una afinidad de carácter, somos afines en pensamientos, hemos compartido enemigos, eso nos une mucho. Hemos compartido un sueño, el sueño de la libertad, el sueño de Colombia, todo eso nos ha hecho tener confianza, tenemos confianza el uno del otro.
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Ingrid, ¿por qué el expresidente Belisario Betancur marcó su vida?
Fui cercana a él ya al final de su vida y, antes de que me secuestraran, el primer voto que di en mi vida fue por Belisario Betancur. Él para mí encarnó mucha esperanza, nos hizo soñar con la paz. Fue un hombre que estaba transitando por la política, con otros ideales, y eso a mí me marcó. Al final, cuando yo estaba haciendo política y él estaba retirado, había cierta complicidad entre los dos. Le gusta mi irreverencia, había una cercanía. Cuando él muere, su hija me llama y llevo el duelo de mi papá, y ella me da un regalo muy significativo y es que Belisario había guardado una estatuilla de mi papá, que es la que está en la plazoleta del Icetex, y me la dieron.
Expresidente Santos, Belisario Betancur fue definitivo para su matrimonio con María Clemencia...
A ella la conocí por intermedio de Alberto Casas, en un almuerzo que me ofreció. Pero mi suegro era uno de los mejores amigos de Belisario, entonces cuando supo que yo estaba saliendo con mi futura esposa, él intervino y dijo que yo iba a necesitar su bendición y me la dio. En su Gobierno me tocó unos episodios muy complicados como director encargado de El Tiempo: los casos del Palacio de Justicia y de Armero. Ahí yo le acompañé y luego en su proceso de paz, que le cuestionaron mucho los presidentes Gaviria y Barco.
Yo tengo una cantidad de cartas que él me mandaba, muy lindas, porque escribía con el corazón. Cada vez que había dificultad o incidente, siempre me apoyaba, me invitaba a seguir adelante con el proceso de paz. Fue un gran consejero, inclusive fue uno de los que me apoyó cuando iba a desinvitar al presidente Trump de que viniera al país. Me dijo que primero está la dignidad y que el país está por encima de cualquier cosa.
Expresidente, ¿usted se desencantó de Marta Lucía Ramírez?
A Marta Lucía Ramírez la conocí como viceministra de Comercio. Me la recomendó inclusive Ernesto Samper, pero a través de los años he tenido con ella muchas experiencias. Yo la puse como cabeza de lista del Partido de la U, pero fue complicado porque terminó renunciando. Fuimos colegas en el gabinete de Andrés Pastrana, donde también tuvimos diferencias. Lo que pasa es que Marta Lucía es una persona demasiado intensa, y en esa intensidad dificulta cualquier relación. Luego me sorprendió su beligerancia contra mí, cuando mi campaña y mi Presidencia, lo único que había hecho era apoyarla, ayudarla. Efectivamente, me desencanté con Marta Lucía.
Ingrid, su visión de la actual Vicepresidenta es más crítica...
Cuando actuaba en el Ministerio de Comercio como jefe mía, era tirana, no solo conmigo sino con todos. Era una mujer dura, con la cual era difícil trabajar, celosa con sus fueros. Pero una de las cosas que más me impactó fue que un tiempo después, cuando estamos en el Congreso, ella me buscó para una reforma tributaria y yo le ayudé de algún modo. Pero cuando me secuestran, la nombran embajadora en Francia y para mi familia ese fue un episodio muy duro, porque ella se dedica a desprestigiarme, a decir que si estaba secuestrada era por culpa mía y que Colombia no tenía por qué defender a una persona que había tomados riesgos y que Francia no debería apoyarme. Pero lo que a mí y a mi familia nos dolió fue que ella hubiera pasado por todo lo humano para mantener unas mentiras que fueron las que se repitieron a la saciedad durante tantos años.
Pero un personaje en el cual sí difieren es Ernesto Samper. Expresidente, ¿qué habla de él en el libro?
Yo fui amigo de Ernesto Samper, amigo de su familia. Cuando vino el Proceso 8000, esa amistad se rompió. Fui un gran opositor, fui tal vez el primer periodista en pedir su renuncia. Fui, incluso, acusado por su Gobierno de conspirar con la guerrilla y los paramilitares para tumbarlo, cosa que después el propio Horacio Serpa reconoció que había sido una exageración. Yo sí creo que Samper no es asesino, ni Serpa fue asesino. No creo en la teoría de que ellos estuvieran detrás del magnicidio de Álvaro Gómez. Sí creo que las Farc fueron los responsables, por una sencilla razón: ¿por qué diablos se van a cargar con ese magnicidio si no fueron ellos y por qué se demoraron tanto? La razón la dieron las propias Farc. Tirofijo era un estratega, conocía muy bien a sus enemigos. Hoy en día tengo una relación amable con Samper, apoyó el proceso de paz, como pocos, le tengo agradecimiento por eso.
Ingrid, su visión de él es diferente...
Yo tengo una lectura diferente en relación con lo que dicen las Farc: la razón por la cual las Farc confiesan ese magnicidio, no las conozco, pero lo que sí sé es que salen gratis, porque ese magnicidio y todos los crímenes que cometieron no les añade o les quita a la condena que van a vivir. Lo que a mí me queda claro es que el magnicidio de Gómez está ligado a la crisis del Proceso 8000, del cual el presidente Samper era el protagonista. Decir que es asesino o no, no es el tema, el tema es a quién le benefició el crimen de Gómez. En mi caso, sé que incomodaba, pero la persona que mandó a pagar un sicario para que me matara no fue Samper, fue Marta Catalina Daniels. Esto hace parte de una cosa mayor, la manera cómo la política colombiana se ha mezclado con el crimen, con las mafias. (Pero) Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios: cuando yo estaba en cautiverio, Samper con el expresidente Alfonso López fueron los que más hicieron por los secuestrados. Cuando miro todo lo que me pasó y con la confrontación que he tenido con Samper, desde mi corazón creo que si yo hubiera estado secuestrada y él hubiera sido el presidente, a pesar de las diferencias que teníamos, él hubiera buscado mi liberación.
Ustedes tienen otro personaje en común: Andrés Pastrana. ¿Expresidente, cuál es su opinión de él?
Por todo lo que he vivido con Andrés Pastrana, por todo lo que he sufrido con Andrés Pastrana y, últimamente, con lo que salió a relucir por lo que dijo en la Comisión de la Verdad, se suicidó allí ante la historia, pero hay que perdonarlo y las razones por las que hay que perdonarlo están en el libro, en la página 340.
IB: La lectura que tengo de Andrés es que tiene un patrón de conducta que es siempre el mismo. Cuando él está en problemas, no enfrenta, dice mentiras. Esas mentiras a mí me hicieron mucho daño, llenó de mentiras mi vida, se desdibujó. Es decir, quedé yo siendo responsable de mi secuestro, cuando era él quien tenía que responder ante la opinión internacional. Es su forma de echar su culpa a otro cuando se ve en problemas. Lo de la carta de los Rodríguez es lo mismo, él va a la Comisión de la Verdad, saca una carta y todo lo sabíamos, entonces por qué no la sacó en el momento en el que había que sacarla, era una prueba importante, pero miró cómo servía eso para hacer daño personal al otro, poniéndole conejo a la verdad del país. Es una persona que, desde el punto de vista de su carácter, tiene una inmadurez congénita que es no poder enfrentar los actos y las responsabilidades de sus actos.
Expresidente, ¿qué cuenta en el libro sobre el proceso de paz?
Personalmente este proceso, y parte del proceso tiene que ver con Ingrid, me enseñó a ser mucho más compasivo, a tener más empatía, que la condición humana es mejor de la que yo suponía, y esa ha sido una lección de las víctimas. Mis conversaciones con las víctimas, que fue un consejo que me dieron al inicio del proceso, mis conversaciones con Ingrid, me han cambiado mucho frente al papel del ser humano en este mundo y eso ha sido muy importante.
IB: Este proceso, y es el análisis de lo que siento que le debo a Juan Manuel, no solo fue sacarme de la selva viva, sino también liberar a los colombianos de la matanza y la violencia. Lo más importante que se ha hecho en Colombia es la paz. Como víctima, tiene un significado especial para mí. La paz nos devolvió a las víctimas el derecho a tener derechos, habíamos perdido la oportunidad de que existiera justicia para nosotros. Cuando yo llego del secuestro y entablo una petición para que se hagan unas reparaciones a las que tenemos derechos las víctimas, Pacho Santos en ese momento, vicepresidente de Uribe, me coge como francotirador a acabarme moralmente, a decir que yo estaba rematando a los soldados que me habían liberado, que era una ingrata, que quería hacer plata con mi secuestro, entonces Juan Manuel nos devolvió ese derecho que tenemos las víctimas a no ser revictimizadas. En esto también le abro la puerta a la reconciliación a los colombianos, a que podamos unirnos en una visión de país.
¿Esa reconciliación se pueda dar con las elecciones del 2022?
JMS: Ojalá fuera posible. Es mi sueño, la he intentado desde mi perspectiva, sin meterme en la política y el tejemaneje electoral. Durante los últimos tres años he dicho que el país debe unirse entorno a la implementación del proceso de paz, no hay razones por las cuales los colombianos no podamos unirnos en esos objetivos, pero, como dicen, para bailar se necesitan dos y si no hay la voluntad de todas las partes, va a ser difícil. No sé si de aquí al 2022 se logre, pero ojalá que después del 2022, gane quien gane, el país entienda que esta polarización es la que no permite que nuestra democracia funcione correctamente.