Por L. C. Bermeo Gamboa, reportero de El País
Todos, en algún momento de sus vidas, escucharon esas historias de brujas, espantos y almas en pena que —una abuela o tía—, contaban a altas horas de la noche en reuniones familiares, obligando a que muchos durmieran con la luz prendida y pidieran compañía para ir al baño.
Raúl España es un caleño, artista plástico y narrador oral con más de 20 años de experiencia en la cuentería, que —haciendo honor a esas tías y abuelas—, se especializó en el género del terror. Primero de forma oral, recreando en teatros llenos, y solo con su voz, el miedo ancestral que todos tenemos por lo que hay más allá de la muerte, lo sobrenatural.
Pero ahora, por primera vez, Raúl España presenta sus historias de terror a través de la palabra escrita, en su libro ‘Los remanentes’, un volumen de cuentos en los que detrás de cada acto cotidiano acecha el mal.
El autor caleño también participará en Unicuento, festival de narración oral que se realizará entre el 26 y 31 de septiembre, en la Universidad Santiago de Cali, donde se presentará el 30 de septiembre, a las 7:00 p.m.
—¿Si tuviera que describir su libro en una frase cuál sería?
Es un libro que invita a trancar muy bien puertas y ventanas.
—¿Cómo se convirtió en escritor?
Mi experiencia artística, en gran parte, gira en torno a la narración oral escénica. Influenciado por los cuentos de terror, mis montajes eran adaptaciones de obras de Ray Bradbury, Stephen King, Clive Barker, entre otros autores. Y para ampliar el repertorio escribía algunos cuentos de forma ocasional. Más de 20 años después, con toda mi experiencia en las tablas y estudiando el género, decidí hacer una selección de mis escritos, producir piezas adicionales y crear así un producto literario a manera de nuevo heraldo del terror.
La narración oral es un performance efímero, y quise entonces que el libro fuese un legado, un documento para la posteridad, que espero siga acompañando a los lectores después de mi muerte.
—¿Por qué decidió titular su libro ‘Los remanentes’?
Dentro de la tradición popular está la figura del ánima en pena, el alma de una persona que no puede pasar al otro lado, que sigue atada al plano terrenal por alguna causa, y tal vez continúe así hasta que resuelva aquello que lo vincula a un determinado lugar o que lo ata a una persona. En un país nutrido en rituales y creencias, hay cantidad de anécdotas sobre espectros, de espíritus que recorren sus pasos, entre otras manifestaciones paranormales.
En mi familia tuvimos una experiencia con un espíritu que rondaba la casa; un antiguo trabajador discutió con mi papá, se largó disgustado y murió al poco tiempo en un accidente de tránsito. Posterior a su muerte, en la casa se empezaron a escuchar pasos, objetos que caían y cosas que eran arrastradas. Una médium recomendó pagar una misa de difuntos en su honor, para hacer las paces con el espíritu resentido. La liturgia funcionó. Las apariciones sonoras cesaron. Teniendo en cuenta esto, que presencié estas manifestaciones sobrenaturales a manera de remanentes de los fallecidos, titulé mi libro.
—¿Cómo su madre determinó su fascinación por las historias de terror?
Ella era fanática del cine de terror y nos permitió, a mi hermano y a mí, adentrarnos en este género desde muy niños. Con el betamax pudimos ver todo aquello que nos restringían en el cine debido a nuestra edad. Cada fin de semana, en familia, podíamos aventurarnos en los túneles de la nave Nostromo de ‘Alien’, o pensar en cómo escapar de los cenobitas de ‘Hellraiser’. Y fue a través de las películas que me interesé por la literatura, al descubrir que muchas cintas eran basadas en cuentos o novelas. La chica cubierta de sangre que arrasaba con todo un pueblo gracias a sus poderes telequinéticos, puso a orbitar en mi mente el nombre de Stephen King, al igual que los clásicos del terror de Vincent Price me llevaron a conocer a Edgar Allan Poe, o ‘Reanimator’ abrió un portal a los dioses crueles de Lovecraft.
—¿Qué aportan las historias de terror que no tienen otros géneros?
El monstruo es una alegoría a los miedos tanto personales como colectivos, es una forma catártica de ponerlos en la mesa de observación, analizarlos y confrontarlos.
—¿Cómo fue pasar de la narración oral a la escritura de cuentos?
En la cuentería, a parte de la oralidad, también se maneja la actuación, es casi un lenguaje cinematográfico. Pasar de las tablas a la literatura me permitió desarrollar un estilo álgido, más cinético, sugestivo y a la vez cercano y ligero, que sacudiera las emociones del espectador.
—¿Cuál fue el principal desafío para escribir este libro?
Siendo fanático del género de terror eliminé los clichés y vacíos de guion a los cuales nos tienen tan malacostumbrados las producciones cinematográficas. Fue un ejercicio consciente y disciplinado de crear sorpresa en el lector, alejado de los lugares comunes y maniobras recurrentes. Articulado con esto, existió el reto de no invocar el horror desde parajes exóticos, sino que naciera dentro de la misma cotidianidad, de forma sutil, explotando las ironías del mundo actual.
—¿Considera que el terror es algo más cotidiano de lo que se cree?
Aun estando rodeados de tecnología y conectados casi todo el día a internet, como sociedad seguimos consumidos por creencias y supersticiones.
Personas que pasan por el frente de una iglesia y se persignan, gente que al abrir una botella de licor derrama un primer trago en honor a las ánimas, y hasta brujas que ofrecen amarres, venganzas, y atracción de la buena suerte, anunciándose en redes sociales.
Así mismo, la hiperconectividad sirve para la manipulación mediática, explotando los miedos colectivos, generando peligrosas histerias con un simple deslizar de dedos. Las luces multicolores reemplazaron las fogatas, pero seguimos siendo hombres y mujeres de las cavernas, con miedos atávicos a la muerte, lo sublime y a la otredad.
Recuerdo que en un programa de televisión le preguntaron esto a alguien que se declaraba bruja, “¿qué es lo más siniestro que ha presenciado en su experiencia?”. En vez de contestar algo como “confrontar fantasmas”, dijo que le perturbaba ver que muchos clientes recurrían a sus servicios para atentar contra sus propios familiares. La maldad está latente, al asecho y puede provenir de la persona que menos sospechamos. La maldad siempre está latente, al asecho, y puede provenir de la persona que menos sospechamos.
—¿En estos momentos, de pandemia y cambio climático, de fanatismos y adicción a las redes sociales, para qué cree que sirven leer libros?
La literatura es producto de una época, por ende, cuestiona su propio contexto y disecciona sus respectivos fenómenos sociales. Así como en los 50 el cataclismo atómico fue el caldo de cultivo de innumerables cuentos de terror y ciencia ficción, la literatura de horror se vuelve radiografía de su momento histórico.
—¿Los libros son un refugio?
Son una conversación más íntima con el artista, donde las personas realizan un proceso catártico, extrapolando sus propios sentimientos y experiencias.
—¿Podría describir cómo es su rutina para escribir?
Como mi ejercicio proviene de lo escénico, imagino todo el argumento en una secuencia cual película: personajes, planteamiento de la situación problema, arco dramático, nodos narrativos, episodios, personajes, clímax, etc. En ocasiones, llego a actuar algunas escenas o realizar bocetos para tener mayor claridad y verosimilitud sobre cómo voy a describirlas. Luego, escribo el argumento, casi siempre en las noches, sin distracciones, en ocasiones con algo de música incidental para las partes más acaloradas, sobre todo en el tercer acto.
Algo muy importante viene después, y es el ejercicio autocrítico, que no solo busca corregir o perfeccionar la escritura, sino cuestionar los personajes, sus motivaciones, evolución y conclusiones. Se examinan con lupa los vacíos que puedan existir en la historia y sopesar el concepto, temática y ritmo del relato.
También elijo a algunas personas claves para que realicen una primera lectura. Retroalimentación muy eficaz que lleva a resultados más efectivos.
—¿Qué opina de las IA y el auge que tienen actualmente? ¿Cómo podrían afectar la literatura y el arte en general?
La IA aparenta estilos, pero carecen del riesgo literario, de la picardía, pasión o profundidad. Considero que el autor escribe desde las entrañas, traumas y fetiches, mientras que la IA solo repite patrones. Puede ser útil para algo básico y pragmático como redactar un oficio, pero le hace falta el drama, el riesgo, los aciertos y errores que caracterizan al ser humano.
—¿Qué nos puede contar del género de terror en Colombia, está tomando más fuerza?
Lo siniestro apasiona mucho. Las últimas ferias de libros, tanto en Bogotá como en Cali, posicionan a escritores dedicados al género y presenta a nuevos devotos del terror. Existen editoriales colombianas con ofertas y convocatorias destinadas a lo escalofriante.
También se están manejando producciones cinematográficas y seriales para plataformas. En Cali, Estudios Takeshima, por ejemplo, realiza diplomados en cortometrajes de terror.
—¿Cuáles son sus maestros en el género de terror?
Mis referentes son Ray Bradbury, Shirley Jackson, Clive Barker, Julio Cortázar, Lovecraft, siendo mis favoritos Edgar Alan Poe, con su cuento “Berenice”, y Stephen King con su relato “La expedición”.
—Muchos lectores subvaloran la literatura de terror, mientras para otros este género ha alcanzado una alta calidad artística por lo que merece más importancia, ¿qué opina al respecto?
Es un prejuicio de parte de quienes consideran al terror como un mero entretenimiento de masas. Grandes autores tipo Truman Capote, Horacio Quiroga o Maupassant, cuentan en su haber con algún relato de terror, y eso sin contar con la presencia de lo paranormal en las letras de García Márquez o Juan Rulfo.
—¿Cuáles considera que son las condiciones de una buena historia de terror?
Desarrollar un buen conflicto de personajes, tener un concepto o un planteamiento que a lo largo del cuento se desarrolle, manejar lo fantástico sin perder la verosimilitud, llevar un buen ritmo narrativo, y por supuesto, un final inesperado que deje sin dormir al lector.
—¿Por qué leer historias de terror resulta placentero?
Por la adrenalina de confrontar la tragedia o el miedo a la muerte desde la seguridad de nuestro sillón, al igual que la persona que paga por subirse a un veloz juego mecánico.
En otra perspectiva, también permite ver de frente a ese monstruo que se oculta en la sociedad, o que yace en lo profundo de nuestro subconsciente.
—¿Cali es una ciudad propicia para las historias de terror?
Tenemos una tradición oral rica referente a seres espectrales, desde la mano del negro en la Loma de la Cruz, pasando por Buziraco atrapado bajo las Tres Cruces o el monstruo come hombres en las profundidades de Charco Azul. Aparte de estas pesadillas, contamos con historias reales de asesinatos, que establecieron en la memoria colectiva personajes como el Monstruo de los Mangones. Y agregando más oscuridad a esta ciudad, están todos los episodios de violencia de la talla de la masacre del Diners Club, atentados terroristas, los innumerables ríos de sangre del narcotráfico. Caminar por las calles de Cali es todo un tour por el horror.
—¿Cómo lo políticamente correcto influye en usted a la hora de escribir?
En mi trabajo hay una crítica constante al establishment, desacralizando alguna institución, poniendo en tela de juicio preceptos morales de nuestra sociedad.
—¿Considera que Cali tiene gran potencial de escritores en el género de terror?
Sí, en Cali hay un número creciente de escritores de este género. Un referente es Carolina Andújar con su saga vampírica, y en las ferias del libro se pueden encontrar a más autores caleños como Hernán Darío España y Santiago López.
—¿Qué libro le hubiera gustado escribir?
Uno de mis libros favoritos es Las Cuatro Estaciones de Stephen King, una colección de relatos que oscilan entre el drama y el terror. Cada cuento es una exquisitez de principio a fin, con un manejo del ritmo muy cinematográfico. Algunos de estos relatos ya fueron adaptados al cine, de la mano de los directores Frank Darabont y Rob Reiner. Es un libro con personajes tan cercanos como conmovedores.
—¿Cuál es el autor que más relee?
Stephen King no solo tiene la maestría de encontrar el horror en situaciones cotidianas, también es un estudioso del género y de sus recodos.
—Su cita preferida de ese autor…
“En los recovecos del mundo hay cosas que podrían enloquecer a cualquiera que se encontrase cara a cara con ellas”.