Se trata del primer libro publicado por la Colección Gladys Palmera, poseedora del mayor archivo discográfico de música cubana y afrolatina en el mundo, con sede en Madrid. Es el respaldo académico a todo el bagaje fonográfico que en la música cubana tiene la colección, haciendo énfasis en el ritmo inaugurado hace más de 70 años por el violinista Enrique Jorrín y según algunos entendidos, por Ninón Mondéjar, director de la Orquesta América de Cuba.
“El Chachachá representa todo lo que me apasiona de la música. Misterio, sensualidad, provocación, los colores vivos del Caribe, una invitación al baile desenfrenado, la belleza de lo kitsch… Más que un sonido es una forma de entender la vida. Es rabiosamente moderno, pese a que surgió hace más de medio siglo. Su estética nunca pasa de moda, como los clásicos. Y sus ritmos me siguen atrapando como la primera vez que los escuché”, escribe en el prólogo Alejandra Fierro, filántropa, fundadora y directora de la organización Gladys Palmera, poseedora además de una emisora On Line, ya con más de dos décadas al aire programando la inmensa discografía de la música iberoamericana, y galardonada en 2015 con el Premio Ondas.
La Gladys Palmera es sin temor a equivocarme, una de las colecciones discográficas más grandes y completas del mundo, con cerca de cien mil piezas musicales, entre discos de vinilo, cintas magnetofónicas, CD, Videos, fotos, libros, revistas y afiches, en los que el Chachachá es protagonista como instaurador de toda una corriente dentro de la afamada colección.
“Chachachá Un Baile y Una Época”, es un libro que resulta de gran soporte para melómanos, coleccionistas y gomosos en general, que quieren sustentar el conocimiento musical con el saber de la historia y orígenes del pegajoso ritmo cubano. La publicación se constituye también en una pieza de colección que acompañará en el anaquel a los vetustos discos de vinilo y acetato, de sellos como Panart, Puchito, Andex, Bahía, Cavalier, Columbia, Areito, Egrem, Mardi-Gras, Corona, Fama y Suaritos, entre otros.
Su presentación impecable, con tapas duras, que cubren y protegen las 416 páginas que incluyen más de 800 raras imágenes a todo color de carátulas, carteles y situaciones de la época dorada de la música latina de mediados del siglo pasado.
Pero cómo empezó toda esta fantástica historia de Gladys Palmera. La génesis se dio en plena niñez de Alejandra, su fundadora, hija de un empresario español que tenía relaciones comerciales con América, y de una mujer panameña de ascendencia española y de familia musical por excelencia. De hecho, Alejandra es sobrina por parte de madre, del compositor y empresario panameño Carlos Eleta Almarán, de quien recordamos su bolero cumbre “Historia de un Amor”, que conociéramos sobre todo en las versiones de Leo Marini y Lucho Gatica, aunque por supuesto la han grabado infinidad de cantantes.
En esta etapa de la humanidad y en plena pandemia, La Colección Gladys Palmera incursiona en el competido y difícil mundo editorial, lanzando en Madrid su obra prima “Chachachá Un Baile y Una Época”, después de realizar todo un periplo por los vericuetos de la historia del archifamoso ritmo cubano, hurgando en anaqueles polvorientos de pueblos de la provincia cubana, contactando con vendedores de música en toda Latinoamérica y sobre todo, con disciplina y juicio, catalogando discos, posters y carátulas, tal vez atraídos por la vistosidad de los mismos.
La coordinación editorial estuvo a cargo del musicólogo pastuso José Arteaga contando en la redacción con Tommy Meini y el cartagüeño Carlos Aranzazu. El libro viene con la disponibilidad de códigos QR, para que el lector pueda acceder a escuchar las melodías.
Iniciando en la lectura de su libro, continúa escribiendo Alejandra Fierro, “Hay en el Chachachá una invitación al peligro, a entrar en lo desconocido y sumergirse en las profundidades de un mundo exótico donde todo es posible. Por eso el Chachachá sigue hoy vigente, como el recuerdo de una época y un lugar de película: Los bulliciosos años 50 en Cuba. Las orquestas tropicales, los bongós, las mujeres con maracas, esas piernas femeninas interminables como metáfora de la pasión y lo prohibido, esos bailes hasta el amanecer. Toda esta iconografía sigue influyendo hoy en las nuevas divas de la canción”.
Es que desde el momento en que nace la inspiración del primer Chachachá, La Engañadora, ahí a una cuadra del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, en la esquina de Prado y Neptuno, en la charla coloquial de Jorrín y sus amigos, el danzón adquiere matices de música moderna y se aloja en el corazón de melómanos y bailadores, saliendo de Cuba, llegando a México y de ahí al mundo entero, llevando un mensaje de cubanía en la música creada para el bailador. En Cuba el auge del Chachachá allana la noche habanera, convirtiendo los escenarios de los más prestigiosos hoteles y cabarets de la mayor de Las Antillas, en una verdadera arena en la que se disputaban noche a noche la supremacía, las más reconocidas orquestas en formato de charanga, como la Orquesta Sensación, fundada por Rolando Valdés y los percusionistas Jesús Esquijarrosa y Miquel Santa Cruz, la Orquesta Sublime, creada por el violinista, arreglista y compositor Melquiades Fundora, la orquesta Almendra de Abelardito Valdes, la Orquesta Melodías del 40 creada por Regino Frontela Fraga, la Orquesta América de Ninón Mondéjar y la Orquesta del pianista y compositor Luis González Valdés “Neno González”. Con esta disputa se ganaba en calidad musical, de la que por supuesto se gozaban propios y visitantes de la noche habanera.
Es precisamente el ritmo de Jorrín el que ocupa al libro de Gladys Palmera, iniciando, como debe ser, recorriendo los caminos de la historia del Chachachá, escrita por el excavador de joyas discográficas y discografo, Tommy Meini, quien con fascinante pluma construye el relato sobre las vivencias del violinista Enrique Jorrín y los cambios que aplicó en el danzón para lograr melodías sencillas y con las mínimas síncopas posibles.
Continuamos devorando la información contenida en el libro, para llegar al segundo capítulo “Ask me to Charanga” y así descubrir imágenes maravillosas de las carátulas de las publicaciones discográficas de las orquestas cubanas, con información del año de publicación, casa discográfica y el artista que diseñó el arte de la caratula. Nos recreamos observando las caratulas de orquestas como la de Pablo Beltrán Ruiz, la de Martin Franklin, La Playa Sextet, la de Enrique Jorrín y la Sensación, solo por nombrar algunas.
Llegamos al capítulo tercero “Do Re Mi Chachachá”, para hacer un recorrido bien curioso, por la participación de la imagen de diferentes instrumentos en el arte de las carátulas. Así, entre modelos de sugestiva fantasía, se tienen como coprotagonistas a las maracas, tamboras, congas, bongós, tamboritos, el acordeón, la guitarra, el shekere
, la flauta, el piano y cuanto instrumento el lector se imagine.
Nos detenemos ahora en el cuarto capítulo “Silver Star”, para con nostalgia, hurgar entre discos a 78 RPM, descubriendo etiquetas o labels como dirían los entendidos, de piezas discográficas publicadas a principios de la primera mitad del siglo pasado.
En los capítulos quinto, “La Mujer en el Chachachá”, sexto, “Muñecas del Chachachá”, séptimo, “Maraqueras” y el octavo, “Chachachá in Lingerie”, aparece la importante presencia de la mujer en el Chachachá: Las bailarinas, modelos e intérpretes musicales adornan con su figura y talento, contando su historia gráfica, en las páginas de estos cuatro capítulos.
En los capítulos siguientes, el noveno, “El Baile y el Chachachá”, y el décimo, “Voulez-Vous Danser?”, se hace un recorrido por las caratulas que incluyen parejas de baile en sus diseños y la mención de orquestas que solo se crearon para enseñar a bailar, como las de Fred Astaire y Arthur Murray entre otras. Novedosa la foto de Bruce Lee bailando chachachá en Hong Kong, con una de sus parejas de baile, Diana Chang.
En el decimoprimer capitulo “Asia Minor”, se encuentra una completa exposición de exóticas carátulas de clara influencia asiática, sus costumbres y sus misterios.
Llegamos a la era del disco sencillo, de 7 pulgadas, a 45 RPM y en el decimosegundo capítulo, “Jukebox Chachá”, asistimos a una gran galería de etiquetas de diferentes casas discográficas, incluso algunos de ellos, que solo se publicaron en este formato y nunca salieron en disco de larga duración.
Arribamos al capítulo decimotercero “Tipografía y Chachachá”, para tocar un tema que casi siempre pasa desapercibido en las producciones discográficas y es sobre las fuentes tipográficas que se utilizaban en la época. Carlos Aranzazu, vallecaucano pero nariñense por adopción, describe el proceso tipográfico adelantado para la impresión de los textos en las carátulas. Consecuente con lo anterior, llegamos al capítulo decimocuarto “Linotype Dancer”, para empezar a comprender la forma cómo se diseñaban los artes para la impresión de las carátulas, en los que se combinaban las letras dibujadas a mano y la fotocomposición. Aquí jugaron papel muy importante las agencias de publicidad, quienes con sus creativos proponían vistosos y bellos diseños para las carátulas de los discos en todos los formatos.
En el penúltimo capítulo, “Aristochats”, se hace una reseña bien interesante sobre la figura del gato en los diseños de las caratulas del ritmo cubano. En Francia cuando se dio el boom del Chachachá, tal vez los parisinos quisieron relacionarlo con Le Chat Noir – el Gato Negro – y por tal motivo algunas disqueras parisinas como la famosa Barclay Disques o la no menos importante Disques Vogue, usaron predominantemente el “Chat” en muchos de sus diseños. Se incluye una completa galería de carátulas en las que se incluye al gato como protagonista del diseño.
Cierra el libro, con el capítulo dieciséis, “Chachachá Graphics”, en el que se incluye un completo inventario de caratulas en las que el diseño correspondió a ilustraciones creadas por artistas plásticos de la época dorada de la discografía. Cada carátula viene con la información del artista, titulo, sello discográfico y año.
Después de leer y contemplar las obras incluidas en el libro “Chachachá Un Baile y Una Época”, puede uno concluir que aprendió con creces sobre la historia del ritmo creado por el violinista cubano Enrique Jorrín Oleaga. Sabemos más del Chachachá, su historia e imperecedera influencia en el gusto dancístico popular latinoamericano.