Francisco el hombre es conocido por haber derrotado al diablo en un improvisado duelo donde, con acordeón en mano, interpretó el credo al revés. Este mítico personaje era también famoso por pasearse montado en su burro por la sabana llevando y trayendo noticias acompañadas por el instrumento que Sir Walter Raleigh le había dado en Guayana. Al menos esta es la versión que se nos cuenta de Francisco Moscote Guerra, uno de los símbolos de este género musical en ‘Cien años de soledad’, el vallenato de 400 páginas, como Gabriel García Márquez llamó a su obra maestra.
Para nadie es un secreto la relación tan estrecha que hubo entre el nobel y el vallenato. Si se curara una lista de la banda sonora de su vida, un gran número de canciones del género estarían en ella. Esa costa Caribe y sabana que inspiraron su realismo mágico también son las mismas que dieron origen a este género que a través de sus notas y letras ha logrado contar la historia de una región y su gente. El vallenato, tal y como lo hizo el nobel en su novela, creó un nuevo universo que hoy hace parte del imaginario de cómo Colombia se relata como nación ante el mundo. Pero esto no sucedió de la noche a la mañana, y la pluma y obras de García Márquez tuvieron mucho que ver para que llegara a ser una realidad.
A lo largo de la historia del vallenato este ha tenido muchos embajadores y personas que han sido determinantes para su posicionamiento, pero para efectos de esta historia ‘Gabo’, como cariñosamente se le conoce al nobel, es el héroe. Aquí podrán leer cómo su papel fue determinante para la construcción del género, es decir el detrás de cámaras, lo que se ha hecho para que hoy el vallenato sea lo que es.
Para los que no saben, porque, aunque suene increíble ¡en el mundo hay gente que no tiene idea que el vallenato existe! Aparte de ser el gentilicio no oficial de la gente de Valledupar, porque el oficial es valduparense y no vallenato, este es un género musical triétnico -indígena, africano y europeo- que nació en el Caribe colombiano. El vallenato por sus letras que incluyen historias costumbristas y su ritmo autóctono es completamente único en el mundo. Puede haber ritmos o géneros que tengan mezclas culturales similares como el Zydeco en Estados Unidos o el Sertanejo en Brasil, pero el vallenato tiene sus orígenes en la cumbia, que también nació en territorio colombiano o en lo que hoy es Panamá.
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Música rechazada
Creación campesina
En 1930 cuando comenzó el proceso de modernización del país con la llegada de la radio, la música de acordeón comenzó a ser mucho más conocida y empezó a salir de la costa al interior.
Colombia en ese momento era un país donde solo se aceptaba lo que venía de Bogotá, la capital.
Lo demás no existía o era considerado como vulgar: “Ni el arroz con coco es comida, ni el vallenato es música, ni el costeño es gente”, se solía decir.
Pero en 1948 el Nobel publicó en el periódico El Universal de Cartagena una columna donde defendía la entonces llamada música de acordeón y resaltaba las contribuciones de otras culturas, como la africana.
Aparte de esto, una vez se incorpora el acordeón al género, se le comienzan a hacer arreglos o modificaciones de manera local, para que suene de una u otra manera, lo que le ha dado al ritmo un sello inconfundible. Por supuesto, así se llame vallenato, no es solo de Valledupar, pero sí de toda la Costa Caribe, y este sí que es un debate que para los eruditos del tema es interminable. Así que, para no entrar en divagaciones, se puede decir que, aunque no nació solo en la capital del departamento del Cesar, en esta ciudad sí pueden estar seguros de que su gente ha sido gran defensora del género y, hoy, la ciudad es su sede principal. No por nada Valledupar es considerada la ‘Capital mundial del vallenato’ y viene celebrando desde 1968 ininterrumpidamente el Festival de la Leyenda Vallenata, que protege un género musical que fue declarado por la UNESCO como patrimonio inmaterial de la humanidad en 2015.
En el Festival de la Leyenda Vallenata año a año se corona al rey vallenato y se escuchan y se celebran en ‘el Valle’ esas notas que tanto le gustaban a ‘Gabo’ y a sus amigos, producto del conjunto vallenato tradicional: acordeón, caja y guacharaca. Hoy, a este trío a veces se le suma un cantante, pero antes el acordeonero era generalmente quien también cantaba, y era más conocido como el juglar. ¿Juglar?, sí. Esta era la persona, que, como Francisco el hombre, llevaba las noticias de pueblo en pueblo. A estas noticias que eran contadas a manera de versos se le fueron añadiendo instrumentos musicales y terminaron convirtiéndose en las cumbiambas, donde la gente bailaba hasta el amanecer.
En 1930 cuando comenzó el proceso de modernización del país con la llegada de la radio, la música de acordeón comenzó a ser mucho más conocida y empezó a salir de la costa al interior. Colombia en ese momento era un país donde solo se aceptaba lo que venía de Bogotá, la capital. Lo demás no existía o era considerado como vulgar: “(…) Ni el arroz con coco es comida, ni el vallenato es música, ni el costeño es gente (…)”, se solía decir. Los primeros escritores y defensores de los ritmos caribes fueron Antonio Brugés Carmona, quien escribía en El Tiempo y era defensor del folclor nacional, y Manuel Zapata Olivella, quien tenía ancestros africanos, y luchaba por visibilizar la contribución de sus ancestros a la cultura del país, algo que en la época era ¡abominable!
Dio la buena casualidad para el vallenato, que Zapata Olivella y ‘Gabo’ se conocieron y, por supuesto, este último siendo costeño tomó mucho interés en lo que el primero defendía. Al mismo tiempo, en la región y, específicamente, en ‘el Valle’ y alrededores, personas con mayor influencia empezaron a interesarse por el vallenato. Fue así como aparecieron figuras como Rafael Escalona y el destino del vallenato hizo de las suyas y fue juntando a las personas correctas. Zapata Olivella presentó a quienes se convertirían en grandes amigos: Gabo y Rafael. Mano a mano estos dos hombres le darían paso a la tradición vallenata tal y como la conocemos hoy en día.
Gabo citó como epígrafe ‘La diosa coronada’, composición de Leandro Díaz, un compositor ciego y de origen campesino, en su obra ‘El amor en los tiempos del cólera’.
Generalmente, en sus inicios, las letras de los vallenatos eran historias de la región, poemas con dedicatorias o letras con doble sentido y apodos que contaban los chismes de manera camuflada.
Gabo se enamoró de las canciones compuestas por Escalona y el universo que con ellas fue creando. Ambos comenzaron a frecuentar las parrandas vallenatas y muy pronto les empezaron a dar un carácter más solemne y erudito: ya no se permitía bailar y los asistentes solo se concentraban en la belleza de las interpretaciones. ¡Debían competir con algo más estructurado para posicionarlo en la capital! Los costeños también eran capaces y contaban con una tradición auténtica y profunda: la parranda vallenata.
Generalmente las letras de las canciones interpretadas eran historias de la región, poemas con dedicatorias o letras con doble sentido y apodos que contaban los chismes de manera camuflada. Por ejemplo, hay una canción que se llama el ‘Gavilán cebado’, que todo el mundo sabía que no hablaba de un ave sino de un cura que perseguía jovencitas. En estos espacios también había lugar para la piquería y se empezaron a definir los aires con los que se juzgaría el vallenato: paseo, son, merengue y puya. Estos aires serían los auténticos de la tradición, pues toda tradición necesita reglas. El vallenato había caído en manos de las élites, sin embargo, estas nunca quisieron esconder el origen humilde del género ni quitárselo de las manos a los juglares originales. Todos eran bienvenidos. Prueba de ello fue la inmortalización que hizo Gabo de ‘La diosa coronada’, composición de Leandro Díaz, un compositor ciego y de origen campesino, en su obra ‘El amor en los tiempos del cólera’.
El 22 de mayo de 1948 el nobel publicó en el periódico El Universal de Cartagena una columna donde defendía la entonces llamada música de acordeón y resaltaba las contribuciones de otras culturas, como la africana, a esta música y a las costumbres de la región. Para muchos Gabo estaba loco, pues en un país que trataba de ‘blanquearse’, él llevaba la contraria. No se detuvo y siguió con lo que se conoce como la ‘tropicalización’ de Colombia, que no era otra cosa que hacer valorar y visibilizar a la costa y su gente. Entre 1951 y 1953, Gabo y Escalona recorrieron la región Caribe, con seguridad yendo y organizando muchas parrandas, y se enamoraron mucho más de su cultura.
Una vez Gabo vuela lejos de su región, jamás se olvidaría de ella y la llevaría siempre en su mente y corazón. En 1966 llama a su amigo Escalona y le pide que lo ayude a coordinar una reunión de conjuntos vallenatos para oír qué había de nuevo porque quería hacer una película. Es así como el 17 de marzo de 1966, se llevó a cabo en Aracataca, Magdalena, municipio donde Gabo nació, el ‘Primer Festival de la Música Vallenata’. Gabo y Escalona ya eran personalidades y este evento tuvo invitados importantes, entre ellos varios de la clase política, además del patrocinio de la empresa cervecera más grande del país.
La idea de este festival también era hacer la parranda accesible a un público más amplio. En tarima, Escalona emocionado y con micrófono en mano exclamó que “(…) el festival debía llevarse a cabo en diferentes ciudades. Por esa razón, el siguiente año sería en Valledupar (…)”. En 1967 esto no pasó, pero sí en 1968 cuando, otra vez por cuestiones del destino, en el recién creado departamento del Cesar nombraron gobernador al delfín Alfonso López Michelsen, cercano de los esposos Molina: Hernando y Consuelo Araújo Noguera- ‘La Cacica’, quienes también eran conocidos de Escalona. Entre todos vieron en la idea del festival de Gabo y en la cohesión social y la importante narrativa que cargaba el vallenato, las herramientas ideales para darle más peso a la identidad del recién creado departamento. El vallenato ahora sí era completamente vallenato o, mejor, valduparense.
Gabo en su momento lanzó algunos comentarios sobre el recién creado festival en Valledupar y en su interés de que volviera a su tierra, pero esto nunca sucedió. Sin embargo, con el paso de los años siguió apoyándolo y siéndole fiel al género. En 1982, se podría decir que Gabo le ganó la partida a Bogotá: ‘Cien años de soledad’ era una historia Caribe, era un vallenato y se había convertido en uno de los elementos que pusieron a Colombia en boca de todo el mundo. Colombia ya no era andina, Colombia era Caribe y tropical y estaba llena de historias llenas de magia y color como las de Mauricio Babilonia y sus mariposas amarillas.
La puntada final para terminar de consolidar al vallenato como uno de los géneros musicales que más representa la identidad colombiana fue la presencia de un conjunto vallenato en Estocolmo cuando recibió el nobel ¡esto fue alucinante! Como parte de su comitiva estaban no solo ‘La Cacica’ y Escalona, sino también Poncho y Emiliano Zuleta, cantante y acordeonero; Pedro García en la guacharaca y Pablo López en la caja. Este conjunto vallenato fue el responsable de inmortalizarlo como símbolo nacional frente a presidentes de la época como François Mitterrand de Francia; Sandro Petrini de Italia; Felipe González de España y, por supuesto, frente a los reyes de Suecia: Silvia y Carlos Gustavo. El vallenato estuvo presente en el evento cultural más importante del siglo XX en la historia de Colombia.
El amor de Gabo por el vallenato nunca se desvaneció y hasta muy avanzada su vida siguió impulsando al género. Carlos Vives, otro de los grandes embajadores culturales de Colombia, y Guillermo Barreto, nos cuentan en Cumbiana, cómo Gabo le escribió al entonces director ejecutivo de los Grammy Latino diciéndole que el vallenato debía tener una categoría en tan prestigiosos premios. Hoy esa categoría es una realidad y es la plataforma de muchos artistas que llevan en su ADN el vallenato tradicional.
Como pueden ver Gabo fue la mano visible, e invisible, no solo en el detrás de cámaras del vallenato, sino de la escena cultural de todo un país. Mientras el vallenato exista y se siga protegiendo cada año en el Festival de la Leyenda Vallenata, no solo estaremos recordando al nobel, sino también seguiremos evocando las raíces de dónde venimos.