Por Juan Camilo Rincón, especial para El País

El río San Juan es “el animal más grande de la selva”. Así lo describió el poeta nortesantandereano Eduardo Cote Lamus en Diario del Alto San Juan y del Atrato, libro publicado por ediciones Mito en 1959.

Son las aguas que atraviesan esa tierra de oro y dragas, caseríos de lluvia gris, palabras que curan mordeduras, “la élite negra y los negros de verdad” que es Chocó, como ya lo dijera el poeta, todavía habitado por una pujante población “que no se da por vencida y lucha por la reivindicación de sus derechos en medio de las dificultades pero también inmersos en las maravillas que a diario suceden”.

Estas son las palabras de Ramón Cote Baraibar quien, 64 años después se dio a la afectuosa tarea de reeditar aquel documento hecho por su padre cuando era comisionado de la Cámara de Representantes. El testimonio de la vida de ese departamento, “cuerpo de negro lanceado por las armas fluviales de las lluvias y los ríos”, llega de la mano del FCE con la presentación de la escritora Velia Vidal, fotos inéditas tomadas por su autor, y una serie de notas que fue registrando en su recorrido por una tierra frugal y abandonada entre bailes, aves y mujeres que reman y reman.

¿Cómo nació la idea de hacer una nueva edición del Diario del Alto San Juan y del Atrato?

Hace un año cuando me invitaron a la Fiesta de la lectura y la escritura del Chocó (FLECHO) tuve la oportunidad de conocer en Quibdó a su directora, Velia Vidal. Sabía que adoraba ese libro y le llevé de regalo un ejemplar del Diario publicado en la editorial Guberek hace como veinte años.

En vista de su emoción y de la importancia que ese libro tenía para ella y para su departamento, se nos ocurrió ahí mismo, con Gabriela Rocca, directora del Fondo de Cultura Económica en Colombia, que sería una maravillosa oportunidad reeditarlo con un prólogo de Velia, como una manera de cerrar un círculo.

Así como surgió de repente la idea, ella también aceptó sin dudar un segundo el encargo y nos pusimos manos a la obra. No deja de ser conmovedor el hecho de que una conversación que hubiera podido acabar en nada, diera como resultado, un año más tarde, su publicación. Se unía entonces a un texto ya inconseguible, una editorial reconocida interesada y una visión fresca, vibrante y novedosa de una persona de la región, heredera a su vez en la sangre y en la mente de los protagonistas de este Diario. A los pocos días de ese encuentro, Olga Naranjo, directora de Comunicaciones del FCE empezó a levantar el texto con una pasión desaforada y eso mismo nos dio la energía para sacar adelante ese proyecto, de manera que al año de esa conversación en la terraza de un hotel en Quibdó pudimos presentar el libro, en marzo de este año, con el río Atrato como testigo.

Para la nueva edición del Diario, se incluyeron fotos que tomó Eduardo Cote Lamus en su recorrido por Chocó | Foto: ©Herederos de Eduardo Cote Lamus
Ramón y Pedro Cote, hijos del poeta Eduardo Cote Lamus, estarán presentando esta nueva edición del Diario del Alto San Juan y del Atrato en el Festival Internacional de Literatura Oiga Mire Lea que se realizará entre el 13 y 17 de septiembre en Cali. Los herederos de Cote Lamus conversarán sobre esta obra con Aurora Vergara Figueroa, ministra de Educación Nacional. El evento será el domingo 17 de septiembre, a las 6:30 p.m. en la Plazoleta Central de la Biblioteca Departamental. Entrada libre.

Cuéntenos sobre las fotos del cuaderno de Eduardo Cote que acompañan el libro.

Hace unos años mi hermano Pedro encontró un misterioso rollo de fotografías en una caja olvidada. Al revelarlo dio con un verdadero tesoro que había estado oculto durante más de sesenta años: las fotos que había tomado mi papá en 1958 cuando viajó al Chocó en una comisión de la Cámara de Representantes. Por supuesto, el estado en el que estaba el negativo era bastante crítico pero él, que es fotógrafo, hizo un verdadero trabajo de restauración para recuperarlas, sin alterarlas ni embellecerlas; lo logró después de siete meses de trabajo.

¿Cómo fue el hallazgo de las notas escritas por su padre?

En otra caja, en pandemia, encontré un pequeño cuaderno de pasta azul de marca Bolivarian, y para mi sorpresa, ahí estaban las primeras notas que había escrito mi papá sobre ese viaje. Con una cuidadosa caligrafía había ido escribiendo sobre varios asuntos: segregación racial, explotación, el ferrocarril, la vivienda, las mariposas del Atrato y breves notas como esta que no están en la versión final: “Riosucio- Don Luis Castro tiene un Aristóteles y un Aristarco. Aristóteles es un negro grande y fornido y Aristarco es pequeño y delgado, con una barba extraña debajo de la quijada”. Pero páginas más adelante de repente encontré ya el texto con el que empieza el Diario: “. 12.9.58. El río es mil veces un arco. Porque el río no es solo el andar, el oro del fondo, el platino del subfondo. Es el rey de la selva”.

Aparte de las necesidades y problemas del Chocó, también hace varias listas, tanto como de las carencias e injusticias que encuentra (“Compañía suministra alimentos: inflación de precios, vivienda, cuando alguien tiene un trabajo llega a reemplazarlo un ‘nativo’ y recibe menos salario”), como de otros asuntos como este de los afluentes del Atrato: “El Hábita, el Río Grande, el Capá; el Andágueda que desemboca en Lloró tiene más caudal que el Atrato. Beté, Tagachí, Buchadó, Opogodó…”. Y también de las plantas: “Algarrobo. Acabú o jeta de perro. Arupa, cuya fruta es el corozo. Bálsamo de Tolú: resina. Gomitadora: las hojas cortan la piel, mata los peces. Ipecacuana. Malambó: cura la esterilidad”. En definitiva, son las notas que después incorporará al texto final. Ya con las fotos, el cuaderno y unido al entusiasmo de Velia Vidal, de Gabriela Rocca y de Olga Naranjo, se empezó a hacer el libro. Hay que decir que en esa misma mesa fueron testigos de ese milagro Claudia Gallego, Cristian Valencia y el librero Álvaro Castillo. Como quien dice, en Quibdó se alinearon los astros.

¿Qué habría pensado Cote Lamus de esta edición?

El Diario del Alto San Juan y del Atrato se publicó en la revista Mito de abril-mayo de 1959 y posteriormente se editó en una separata de la misma revista en julio del mismo año, que tiene el título escrito sobre un cartón negro con la letra de mi papá en rojo. Tanto la aparecida en la revista como en la separata, los textos cuentan con la división de un triángulo formado por tres asteriscos, tal como aparece en el propio cuaderno. Por estos detalles creemos que él estuvo encima de la publicación, por lo cual se deduce que quedó tal como él la quería.

En la presentación del libro Velia Vidal dice que “los reclamos de las gentes de nuestra tierra siguen siendo los mismos”. ¿Qué es lo que hace vigente esta obra hoy?

La impactante foto en la que aparecen varios habitantes de Bellavista “que continúa e insiste pidiendo su planta eléctrica” lo dice todo: parece como si fuera tomada ayer.

Pero no solo es vigente este libro por las denuncias que hace de la situación social de las mujeres y hombres afrodescendientes del departamento, sino también por esa observación aguda, minuciosa, particular de Cote Lamus al registrar esa naturaleza en movimiento, al convertir este territorio en una inagotable fuente literaria, vista sin ningún asomo de superioridad o supremacía racial y sin la condescendencia que fuera una de las constantes de la época, como lo subraya Velia.

Diario del Alto San Juan y del Atrato, nueva edición del Fondo de Cultura Econónima. | Foto: Fondo de Cultura Económica

¿Cómo se relaciona este libro con la literatura colombiana?

En el Diario despuntan ciertos elementos de ese realismo mágico que ya había empezado a trabajar García Márquez, tal como se aprecia en ‘El coronel no tiene quien le escriba’, texto que también apareciera en revista Mito en 1958, es decir, un año antes de la publicación del Diario que, en una de sus páginas asevera: “Lo extraordinario en el Chocó es lo común”.

También lo conecta con Álvaro Mutis, pues comparte muchos temas como la desesperanza, la sensación de fracaso, la fuerza implacable de la vegetación, los “trabajos perdidos” y, por supuesto, con La Vorágine de José Eustasio Rivera, publicada en 1924.

En el Diario despuntan ciertos elementos de ese realismo mágico que ya había empezado a trabajar García Márquez, tal como se aprecia en ‘El coronel no tiene quien le escriba’, texto que también apareciera en revista Mito en 1958, es decir, un año antes de la publicación del Diario que, en una de sus páginas asevera: “Lo extraordinario en el Chocó es lo común”.

También lo conecta con Álvaro Mutis pues comparte muchos temas como la desesperanza, la sensación de fracaso, la fuerza implacable de la vegetación, los “trabajos perdidos” y, por supuesto, con ‘La vorágine’ de José Eustasio Rivera, publicada en 1924. Los del grupo Mito eran unos escritores que estaban descubriendo al país por medio de la literatura, sin ocultar sus miserias pero también exaltando la materia prima que tenía -y tiene- un valor extraordinario. A su vez, este libro se conecta con ese género poco transitado en Colombia de los diarios como el ‘Diario de Lecumberri’ del propio Álvaro Mutis, publicado en 1960, o con ‘Cuatro años a bordo de mí mismo’, que tiene como subtítulo “Diario de los cinco sentidos” de Eduardo Zalamea Borda.

Chocó, Quibdó.

¿Cómo podemos ver hoy al Chocó desde ese libro?

Este Diario nos muestra un departamento que tiene los mismos problemas de hace sesenta años, sin aparente solución (como sucede con gran parte del país). Pero, al mismo tiempo, nos revela un espacio extraordinario, con una vegetación desbordante, amenazada por las dragas y la explotación irracional de la naturaleza, habitado por una pujante población afrodescendiente y por variados pueblos indígenas que no se dan por vencidos y que luchan por la reivindicación de sus derechos, en medio de las dificultades pero también inmersos en las maravillas que a diario suceden. Por otra parte, este libro también intenta suprimir ese lugar común del imaginario colombiano que consiste en únicamente subrayar lo negativo para olvidar lo positivo, incorporando por derecho propio al Chocó, a sus habitantes y a su geografía, en la sociedad colombiana y en su literatura, tal como lo hiciera en su momento Arnoldo Palacios.