Por L. C. Bermeo Gamboa, reportero de El País
La naturaleza puede llenarnos de emociones sublimes, por su gran belleza y majestuosidad, pero, pocas veces, la admiración que sentimos termina en un cuestionamiento por la vida que subyace en el verde del paisaje. Por lo general, observamos a las plantas, flores, árboles, cactus, frailejones, helechos, o cualquier especie vegetal, como a una obra de arte expuesta en un museo, es decir, como un objeto inerte, que transmite, pero no siente, y mucho menos que podría pensar.
Para Paco Calvo, filósofo y científico español, director del Laboratorio de Inteligencia Mínima (MINT Lab) de Murcia, la pregunta clave no es si los seres humanos piensan en las plantas, sino si las plantas piensan, o si existe una inteligencia vegetal. Por eso ha dedicado más de 20 años de su vida a investigar en un área de vanguardia científica como la neurobiología vegetal, en la que según sus palabras, “puede que estemos lejos de las plantas en términos evolutivos, pero seguimos íntimamente involucrados con ellas por medio de muchos enlaces bioquímicos cruzados”.
Así, ha descubierto que las plantas reaccionan a químicos de la misma forma que el cerebro humano, como cuando una planta respira anestesia y se duerme, dejando incluso de hacer fotosíntesis. También que, careciendo de cerebro y sistema nervioso, se comunican con impulsos eléctricos que cambian su comportamiento, similar a una mente humana que toma decisiones de acuerdo con las necesidades de su entorno.
Los sorprendentes resultados de sus experimentos, así como las reveladoras conclusiones sobre la capacidad que tienen las plantas para aprender, recordar, comunicarse entre sí, son compartidas por Paco Calvo en su libro ‘Planta sapiens’, que presentará el próximo lunes, 22 de abril, a las 2:30 p.m., en el Gran Salón D, de la FILBo 2024.
En conversación previa, el divulgador científico aclara algunos conceptos para observar con nuevo interés el mundo vegetal.
En estos tiempos, cuando los seres humanos parecen haber perdido su vínculo con el mundo vegetal, ¿qué tan difícil puede ser entender la inteligencia de las plantas?
Creo que en culturas tradicionales donde había una relación cercana con las plantas, incluso a nivel espiritual, es porque se romantizó el mundo vegetal. Con esto quiero decir que hasta cuando hemos prestado atención a las plantas, entre comillas, lo hemos hecho de manera equivocada, sin entender a las plantas por lo que de verdad son.
El trabajo científico para comprender la inteligencia vegetal, pasaría por quitarnos nosotros del foco de lo humano, por desaparecer y no apelar a esa relación tradicional entre humano y planta. Debemos pensar en las plantas no como humanos inmersos en un contexto ecológico, sino como era hace cientos de millones de años, antes de que existiese la especie Homo Sapiens, o sea, antes de que los humanos estuviéramos en el planeta Tierra.
A mí me interesa comprender en qué consiste la inteligencia de las plantas en ese momento, cuando no pudiéramos apelar a una relación especial entre los humanos y las plantas, porque una vez que ya hemos hecho nuestra aparición en el teatro de la Tierra, ya no podemos dejar de ver a las plantas desde nuestra perspectiva, como digo en ‘Planta sapiens’, no podemos dejar de ver el mundo desde nuestro propio ombligo.
Por eso, entender a las plantas pasa por quitarnos esa visión tan marcadamente antropocéntrica y apreciar su inteligencia por lo que ellas son, con independencia de la relación que nosotros podamos tener con ellas.
Y, ¿cómo podemos quitarnos esa mirada antropocéntrica?
No creo que sea un trabajo resuelto, esto es lo que se suele decir “work in progress”, seguimos trabajando en ello. No creo ni que estemos empezando a rascar la superficie del problema. Pero, ¿cómo comprender la evolución de la inteligencia en sistemas no neuronales, sin que seamos capaces de librarnos de nuestros sesgos y nuestras miradas antropocéntricas? No creo que sea posible, siempre observamos desde nuestra condición humana. Entonces, la diferencia no estriba en ser capaces de dejar la mirada antropocéntrica, sino en ser capaces de explicitar nuestros sesgos y ser conscientes de qué manera teñimos con nuestros lentes la realidad. Cuando reconocemos nuestros sesgos podemos estudiar mejor la realidad, sin olvidarte que estás viendo el mundo con tus gafas.
Creo que hay trabajo por hacer en ese sentido, pero a largo plazo, porque necesitamos educar a toda una generación, lo que va a llevar tiempo, en este sentido, las plantas nos enseñarán a tener paciencia.
¿Cómo cambió su percepción de la inteligencia cuando comprobó que no es exclusiva de los seres humanos?
Fue un punto de quiebre en mi pensamiento y un gran baño de humildad, me di cuenta de que no somos tan especiales, que ser Homo Sapiens no nos da ningún estatus, ni nos otorga ningún privilegio. Antes decíamos, “si eres inteligente, tendrás que tener un cerebro como el que tengo yo”, y de repente vemos que, desde una perspectiva más amplia, analizando el propio árbol de la vida, podemos pensar en qué consiste la inteligencia de cualquier forma de vida, no solo de plantas, también de bacterias, hongos, protistas, porque se nos olvidó que nosotros no dejamos de ser una especie que ha evolucionado en una ramita del árbol de la vida, que está lleno de vida por todos lados y cada forma de vida, en particular, ha tenido que encontrar sus propias estrategias de adaptación para sobrevivir, algunas de ellas han evolucionado con un sistema nervioso central y un cerebro, el tipo de tejido neuronal que encontramos en la mayor parte de los animales.
El error está en pensar que es necesario en sí contar con un cerebro, de modo que si una especie no tiene uno no puede pensar, o no puede ser inteligente. Pero, ¿por qué no pensamos en cuáles fueron las presiones selectivas que hicieron evolucionar a una especie en particular para tener este tipo de adaptaciones? Estos animales, que hoy tienen cerebro, debían desplazarse con mucha velocidad, por eso desarrollaron un canal de comunicación eléctrico que les permitía responder a vicisitudes del entorno en una escala temporal rápida, tengo que esconderme de un depredador, debo salir a cazar, tengo que comer... En el caso de las plantas, que no tienen estos desafíos adaptativos, ellas podrían decirnos: “Genial que tú tengas un cerebro y que seas tan rápido en contestar, pero es que yo no lo necesito, yo evolucioné con un conjunto de estrategias distintas”.
Aunque, en el fondo las estrategias de las plantas, de alguna manera no neuronal y más abstracta, comparten inteligencia, porque esos canales de comunicación eléctrica, que decíamos antes, como explico en ‘Planta sapiens’, también existen en el mundo vegetal y tienen respuestas muy rápidas, solo que nosotros no somos capaces de apreciarlos, porque no somos conscientes de nuestras gafas antropocéntricas. Pero, cuando te pones a investigar la electrofisiológica de las plantas, te enteras de que todas coordinan y regulan sus patrones de crecimiento y de desarrollo en parte por un canal electroquímico, esto supuso para mí todo un descubrimiento, porque era abrir una ventana que estaba sin explorar por el hecho de no llamarse tejido neuronal al sustrato vascular que tienen las plantas.
Entonces, ¿cómo funciona la inteligencia de las plantas?
Cuando hablamos de neurotransmisores como glutamato, GABA, dopamina y serotonina, pensamos que solo están en los animales, pero las plantas tienen esas moléculas y las utilizan para un propósito de señalización. Por estudios recientes, sabemos que las plantas coordinan sus patrones de respuesta a nivel sistémico, o sea, utilizan GABA o glutamato, dos neurotransmisores, para regular las respuestas en su conjunto ante, por ejemplo, fuentes de estrés, como cuando una oruga se está comiendo sus hojas, y a cada bocado la planta genera una onda de calcio a través de un neurotransmisor, que permite enviar la información de que hay un depredador, un herbívoro, acechando y así la planta activa toda una maquinaria defensiva.
El árbol de la vida tiene una moneda de intercambio informativo y toma la forma de señales eléctricas en el caso de los animales, a través de neuronas, y en el caso de las plantas, a través de tejido vegetal.
¿Qué opinan los neurocientíficos sobre estos descubrimientos?
Cuando llamamos la atención a los científicos más ortodoxos sobre este fenómeno de las plantas, que ellas también utilizan neurotransmisores, su posición fue que aunque tenga glutamato o GABA no deja de ser un metabolito, que no serían neurotransmisores, porque en una planta no hay sinapsis, y como la neurotransmisión en el sentido neurológico tiene sentido cuando ocurre de neurona a neurona, mediada por una sinapsis, entonces si no hay sinapsis porque no hay neuronas, para ellos, no tiene sentido que tengan neurotransmisores.
Me parece que allí se revela una estrechez de miras, porque en vez de hacer más amplia la noción de neurotransmisor, de revisar sus posturas y redefinir lo que hoy entendemos por neurotransmisor, incluyendo cómo funcionan en los tejidos vegetales, optan por mantener una posición fija. Ese es el peso de las palabras, de aferrarnos a una terminología marcadamente neuroantropocéntrica.