Los cuentos que componen el libro ‘Anacal’ nos llevan a un pueblo olvidado por Dios y por los poderes de la tierra, un pueblo donde se suceden las historias y los cuadros más maravillosos y aterradores, nos encontramos ante un territorio mítico al mejor estilo de Comala, Macondo y otros lugares no menos fantásticos.

Los cuentos de Luis Alberto Henao exploran distintas facetas de la tragedia humana en Colombia, en sus páginas vemos deslizarse a sobrevivientes de la guerra, desplazados por la violencia, víctimas del hambre, la pobreza y la desolación; pero también somos testigos de la bondad humana, de la constancia en la lucha por la vida, de las silenciosas multitudes que pueblan un mundo desgarrado por el dolor y la violencia.

En ‘Anacal y otros cuentos’ hay curanderos que se quedan dormidos y confunden sus sueños con la realidad mientras sus pacientes se mueren por falta de hospitales; una pareja de enamorados que escapan para luego ser embrujados y tener un final trágico; un grupo de amigos soñadores que se reúnen para cambiar el mundo; o un viejo que compra una radio para vivir las ilusiones negadas, hasta que un comercial en este aparato termina vendiéndole su propia vida.

En este libro, la ironía se mezcla con la ternura, el humor con la tragedia, lo siniestro con lo cómico, como en el cuento “El asesinato de Rosita Mendoza”, donde un marido cansado, les entrega el cuerpo muerto de su mujer a los padres de esta, hacendados muy ricos de la región, y les susurra en pleno velorio: “Ahí tienen su divorcio”, pues estos, desde antaño, conminaban a su hija para que se separara del hombre, quien, en un arrebato de furia, mató a su mujer cubriendo muy bien cualquier indicio que lo delatara. La historia está contada con la misma frialdad con que el asesino hunde el puñal en el pecho de su esposa, los detalles del último día de Rosita se describen con precisión, el narrador no tiene prisa, por eso cuando llegamos a ese final aterrador en el que descubrimos que el asesino es el mismo esposo, tenemos una sensación de horror, el asesino siempre estuvo ahí, desde el inicio.

Esa misma paciencia en el contar la vemos en “El rastro de la guerra”, donde la sucesión de horrores se describe con la más pura objetividad, con la fría lógica de un observador imparcial, acostumbrado a los vejámenes de la guerra. El encuentro con el abuelo Agustín en medio de la muerte, en medio de un pueblo desolado por la aniquilación, donde el protagonista encuentra uno a uno a sus viejos vecinos muertos, este encuentro resulta conmovedor, y revela la gran tragedia de nuestro país. También tenemos la presencia de la figura materna como arquetipo de la tierra protectora, esa tierra que les es arrebatada a los personajes en cada narración; así lo vemos en “Arturo García” y en “Dormir antes de las siete”; todo ello en el contexto violento de Anacal, el pueblo inventado por el escritor. Allí ni siquiera hay tiempo para el amor, así el niño de “La escuela del recuerdo” se enamora de una compañera y se limita a contemplarla desde la distancia para enterarse luego que algún grupo armado (no importa ya cuál) despedazó a toda la familia, y así el joven héroe se despide silenciosamente del amor, quizá para siempre.

Son múltiples temas de este libro, reunidos en un pequeño espacio como este, baste con señalar que Anacal, ese pueblo ubicado al pie de la Sierra Nevada, rodeado de vegetación exuberante, de nubes y de pájaros, es un lugar de ensoñación por lo que ha hecho la naturaleza, pero un lugar de pesadilla por lo que ha construido el hombre. Leyendo los cuentos de Anacal cabe la pregunta sobre los pueblos de nuestro país, porque todos son Anacal: pueblos olvidados donde no hay ley, donde la voluntad del más fuerte pasa por encima de los débiles, quienes sufren en silencio una realidad injusta y violenta, pero también pueblos en donde somos testigos de los más nobles impulsos del corazón humano, donde asistimos al amor de los padres por sus hijos, a la gratitud de estos hacia sus mayores, a la memoria, que es una forma de resistir a la muerte, y a la vez una forma de convocar la esperanza y la belleza.

El escritor, Luis Alberto Henao Gallardo nació en Ciénaga (Magdalena), pero desplazado por la violencia de Santa Marta se mudó al Valle del Cauca en 2002, junto a su familia. Desde este departamento ha escrito su obra, por lo que se considera un autor vallecaucano. Actualmente reside en Zarzal, donde se destaca como líder cívico y cultural. En 2008 ganó el premio Pedro Pascasio Martínez y en 2009 el reconocimiento a Personaje Ilustre de Zarzal. En 2013 dirigió la revista Voces de Coclí y presentó el programa de televisión municipal “Palabra Hablada”. En 2016 fue Coordinador de Cultura de Zarzal. Es Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad del Quindío y Especialista en Gerencia Pública de la Universidad del Valle. Entre sus obras cuenta el poemario ‘Sueños de libertad’, publicado en 2012.

Desplazado por la violencia, desde el año 2000 se radicó en el Valle del Cauca. | Foto: El País

Sobre su libro más reciente, escribió Gustavo Álvarez Gardeazábal, “no es fácil encontrar una primera obra narrativa que tenga tanta fuerza, ilación y soltura como las que destellan en este libro de cuentos de Luis Alberto Henao. La concreción espacial en el poblado de Anacal, la tragedia de la eterna violencia colombiana pero vista con el desparpajo de los acostumbrados a vivirla y, quizás, una extraña habilidad para mantener la tensión fundamental en la estructura del cuento como lo predicaba Cortázar, hacen de su lectura un placer inmediato abriendo, al mismo tiempo, una esperanza futura de que existirán escritores de valía en Colombia que nos reemplacen en el oficio”.

Luis Alberto Henao, cuyo libro se puede encontrar por estos días en la FILBo 2023 en el stand de Controversia Editorial y también en la Casa del Valle de Bogotá, respondió algunas preguntas para El País.

-¿Si tuviera que describir su libro en una frase cuál sería?

Anacal es un pueblo donde pasa de todo pero no sucede nada.

-¿Cómo se convirtió en escritor?

Estaba en grado sexto cuando mi profesora de literatura, en una tarea, me puso a leer un cuento que era de mi autoría, y ahí descubrió la capacidad narrativa para contar historias, las historias de mi vida.

-¿Cuál fue el motivo que desencadenó la escritura de este libro?

Fue el impulso que me dio la maestra y poder llegar hasta el maestro Gardeazábal y poder escuchar de él, que este libro tiene garra literaria.

-¿En estos momentos, de pandemia y cambio climático, de fanatismos y adicción a las redes sociales, para qué cree que sirven leer libros?

Creo que los libros impresos son parte fundamental para seguir construyendo sociedad, hoy las redes son líquidas, lo dice Zygmunt Bauman, y se pierden muchos valores. Los libros sirven para apreciar la vida y salvaguardar la literatura.

-¿Por qué los libros son un refugio?

Porque nos ayudan a entender la vida y luchar por nuestros sueños.

-¿Cuál fue el principal desafío para lograr este libro y cómo lo superó?

Escribirlo en la pandemia fue un desafío y después de escribirlo echarlo a la basura y volver a empezar, y lo más difícil fue publicarlo ya que en este país no es fácil y mucho más ser leído, ni a nuestros propios amigos les interesa mucho saber que uno escribe, pero tenemos que arriesgarnos.

-¿Podría describir cuál es su rutina para escribir?

Escribo cuando llueve, cuando estoy solo y cuando escucho algunas canciones de Gardel u otras de Leonardo Favio y música colombiana.

-¿Qué opina de las IA (Inteligencia Aritficial) y el auge que tienen actualmente? ¿Cómo podrían afectar la literatura?

No es fácil competir con estas nuevas tecnologías que nos llevan a pensar menos y a construir menos ideas.

-¿Cuáles son los escritores que más valora de Colombia?

Gustavo Álvarez Gardeazábal y Gabriel García Márquez nunca dejan de ser leídos y serán sus letras las que perduren.

-¿Cómo lo políticamente correcto influye en usted a la hora de escribir?

Principalmente escribo por un país que no deja atrás la violencia, y ante la desigualdad social que tenemos. Pero creo que no tengo límites para hacerlo, no me dejo influir por cosas que los demás piensen.

-¿Cómo escritor cuál es su miedo más recurrente?

El egoísmo de la humanidad y la falta de conciencia de aquellos que hablan pero no aplican.

-¿Cuál es la mayor satisfacción que le ha dado un libro?

Que me digan que mis cuentos tienen un sentir propio, de parte de muchos que aún valoran la literatura.

-¿Cómo lector qué detesta y aprecia más de un libro?

Detesto la hipocresía de algunos y aprecio la verdad de otros.

-A propósito de la FILBo, ¿por qué conocer a un escritor más allá de sus libros?

Para aprender y poder sobrevivir a tanta mentira.

¿A qué presentación de otro autor piensa asistir?

A la de William Ospina.

¿Qué libro se llevará de esta feria?

‘Leer es resistir’ de Mario Mendoza.

-¿Es de los que rayan los libros y escriben notas al margen, o de los que leen sin alterarlos?

Me gusta tratarlos bien, los libros son un tesoro.

-¿Qué libro le hubiera gustado escribir y por qué?

Escribir sobre los muertos del silencio, porque nunca nadie sabrá qué paso con cientos de familias que han muerto en algunos lugares anónimos, que tienen nombre propio pero nadie dice nada de ellos.

-¿Cuál es el autor que más relee?

Gabriel García Márquez, siempre tendremos realismo mágico en este país.

-Su cita preferida de ese autor…

“Puedes ser solamente una persona para el mundo, pero para una persona tú eres el mundo”.

-¿Cuál es el libro que recomendaría leer lo antes posible si no lo han hecho?

‘Anacal y otros cuentos’.

-¿Quién es su héroe favorito en la ficción?

Fernando Narvael, personaje de mi libro.

-¿Y de la vida real?

Mis padres.