La primera novela del escritor colombiano C. A. Bangadof, seudónimo de Christian Alexander Narváez, es un cuestionamiento profundo sobre los límites de la moral y la justicia que aún someten a la mujer en la sociedad contemporánea. Y para tambalear el estatus quo y las convenciones de la corrección política, Bangadof escribe una historia con un tema inconcebible: la madre que asesina a su propio hijo y, no obstante, en su desesperación, intenta redimirse salvando del abuso sexual a una niña desconocida.
En el fondo, ‘Diario de una seducida’ plantea un enorme dilema ético que, como en las novelas de Dostoievski, confronta a los lectores: ¿Es posible perdonar a una madre que acabó con su progenie? ¿La sociedad es más severa con ella por su género? Pero, antes de tomar una posición, el escritor se encarga de complejizar la historia, haciendo de Sonia, su protagonista, más que una Medea actual, una mujer a la que no podría juzgarse, si no se revisa con brutal honestidad la distribución de bondad, afecto y oportunidades de felicidad en el mundo. Así, como en un espejo, el escritor evidencia que todos los seres humanos son errantes, seres que, en mayor y menor medida, van dejando a su paso dolor y un poco alegría, acumulando suficientes motivos para ser condenados, o quizá absueltos.
El escritor, de origen nariñense, es politólogo doctorado en Derechos Humanos y, desde hace 15 años, reside en la ciudad de Cali, donde se dedica a la docencia universitaria. Su ópera prima fue presentada en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara a finales del año 2023, además está siendo traducida al inglés y podría convertirse en una nueva producción para plataformas streaming.
¿Qué desencadenó la escritura de esta novela?
Fue el personaje, Sonia. Hay una cosa muy particular que me sucede y es casi ver a los personajes antes de crearlos, los veo en situaciones determinadas. Tengo una novela que estoy reescribiendo, se llama ‘Una vuelta por mi cárcel’, y que fue anterior ‘Diario de una seducida’, y con ese personaje me pasó lo mismo que con Sonia. Recuerdo que estaba preparando un examen de inglés para graduarme de la universidad, era una noche lluviosa y abrí la cortina y miré hacia la calle, allí, aunque no había nadie, pude imaginar a un hombre caminando bajo la lluvia y eso me llevó, en lugar de ponerme a estudiar inglés, a escribir detrás de las hojas toda una historia.
Con Sonia pasó igual, por allá en el 2004, porque estos personajes son muy viejos, pero están ahí y se van actualizando, fue durante una madrugada como a las cinco y media de la mañana, cuando habíamos salido de una fiesta y con unos amigos bajábamos hacia mi casa. Ya se veía un poco el amanecer y sentí a Sonia, sentí su desasosiego, que tal vez era el mío, pero lo volqué hacia el personaje, una sensación como de pérdida y de soledad, y entonces dije “claro, si a esta mujer le pasara algo así, se sentiría desolada”, y entonces llegué a la casa y empecé a escribir. Yo creo que siento a los personajes antes que pensarlos.
¿Cómo fue el desafío de contar la historia de una mujer que asesina a su propio hijo?
Esta es una novela que, aparte de que coloca en tensión a las personas, está cargada de dilemas morales. Eso es algo que manejamos mucho cuando se trabaja en Derechos Humanos, porque siempre nos colocan frente a situaciones cuyo desenlace no parece obvio, entonces las personas entran en conflicto con sus propias ideas de justicia y temen que no haya una resolución realmente favorable para nadie.
Así que la novela tiene una serie de circunstancias que impelen a los lectores a ese nivel, aunque es una suerte de Medea traída al siglo XXI, lo que inicialmente es claro para Sonia y los lectores, haber matado a su hijo para vengarse del marido homosexual, al final resulta que ya no es tan claro, y entonces le pasa un poco como a Raskolnikov en ‘Crimen y castigo’, cuando pensó que matando a la vieja usurera estaría haciendo un bien a la humanidad, pero luego entra en una introspección donde todo se difumina y las razones que tuvo no son suficientes para acabar con la vida de nadie, incluso del ser más despreciable.
A Sonia le sucede algo parecido, ella está convencida de que al matar a su hijo, a quien dañó fue a su esposo, quien la ha engañado con otro hombre. Más adelante no va a estar tan segura, así que buscará muchas explicaciones a medida que asume la carga de la realidad, y pretenderá volver a empezar aunque sea imposible, y en ese momento podría encontrar la redención.
¿Cómo resolvió la paradoja de una mujer filicida que se redime?
Hay un momento en el que Sonia conoce a una niña, que está siendo abusada por alguien y lo primero que se le ocurre es ayudarla, liberarla de ese tipo, pero se pregunta, “si yo maté a mi hijo, con qué derecho moral voy a querer denunciar a otro que está haciéndole daño a la suya”, y esos son los dilemas morales, a los que yo creo nos debe enfrentar la literatura. De modo que el lector, busca como Sonia, resolver esa pregunta. Si ella salva a la niña, tendría que confesar lo que hizo, es una opción, pero no es la única, cada quien decide. Me interesa saber hasta qué punto es posible que los seres humanos empiecen de nuevo, a pesar de sus errores.
¿Cómo sus estudios en Derechos Humanos lo prepararon para escribir esta novela?
Yo escribí una tesis sobre Hannah Arendt, porque es una de las pocas filósofas políticas que habla del perdón, un acto que ella considera propio de la condición humana, quitándole ese carácter divino, haciéndolo más cercano y posible. Ella señaló que, como las acciones que hacemos son irreversibles, no podemos devolver los actos, no podemos devolver un golpe o un insulto, entonces el perdón es una facultad que nos permite ir más allá, continuar, porque de no ser por el perdón, nos quedaríamos en ese círculo de afrentas mutuas.
El perdón, lo que nos permite a nosotros es ir más allá de ese acto que pudo ser errado, lo que cometimos mal, y a mí me sirvió mucho eso para completar la última parte de la novela, porque en algún momento alguien va a pedirle perdón a Sonia y a que ella lo perdone, pero ella se siega a perdonar. Y en la novela, quizá de forma implícita, se puede entender que con esta negativa, ella decide no seguir adelante. Pero, algunos lectores podrían pensar que debería continuar a pesar de todo.