Nos acostumbramos a que las historias animadas estén firmadas por enormes compañías: Estudios Ghibli, Disney Pixar, etc. Este acaparamiento ocasiona que pasemos por alto el trabajo de productoras modestas que realizan producciones impecables y meticulosas, es el caso de Cartoon Saloon, esta productora irlandesa que ha dado a luz bellísimas obras visuales que merecen ser descubiertas por los espectadores, y ‘Wolfwalkers’ (2020), dirigida por Tom Moore (cofundador de Cartoon Saloon) y Ross Stewart (‘ParaNorman’, 2012), es una historia de fantasía y aventura capaz de hacernos sentir que la belleza y la magia siguen aguardando a que las encontremos. Antecedida por ‘Kells’ (2009) y ‘Song of the sea’ (2014), ‘Wolfwalkers’ es la última entrega de lo que Moore denominó “la trilogía del folclore irlandés”, y se puede considerar un cierre digno a una serie de películas realizadas con tantísima dedicación.
En los cuentos de hadas existen fórmulas preestablecidas y roles casi inquebrantables, el lobo es uno de los arquetipos del villano: devora abuelitas, derriba casas, se disfraza de oveja para comerse las ovejas. En las fábulas, los lobos no son héroes y mucho menos las víctimas, pero en ‘Wolfwalkers’ nos encontramos con una inteligente —a veces obvia, pero no estúpida— ruptura de prejuicios y arquetipos.
La monstruosidad conferida a los lobos en los cuentos populares tenía una función social de primer nivel: advertir a los campesinos que al adentrarse en el bosque se exponían a un mundo hostil en el que los lobos podían verlos como un bocadillo. Pero, ¿y si los lobos construyeran el discurso que valida sus acciones? ¿Quién sería el villano? La respuesta es obvia, en las posibles fábulas lobas, los humanos seríamos rufianes que deforestan bosques, roban comida, asesinan los miembros de la manada y utilizan la piel de los animales muertos como prendas de vestir o decorativos en las paredes, ya lo dijo con amargura Schopenhauer “el hombre ha hecho de la Tierra un infierno para los animales”, hemos sido el mismísimo demonio para cualquier otra forma de vida no humana. ‘Wolfwalkers’ permite que los lobos narren su fábula.
Es el siglo XVII, los humanos de la ciudad irlandesa de Kilkenny y los lobos de los bosques que la rodean se encuentran en guerra: cada día un tramo de bosque es talado y cada noche los campesinos temen que sus ovejas sean devoradas. Es una situación más tensa en el bando humano, pues saben que no se enfrentan a lobos ordinarios, estos son liderados por los ‘Wolfwalkers’, criaturas mitad humanas y mitad lobos con habilidades mágicas, y ese es el mundo en el que Bill Goodfellow y su pequeña hija Robin se han instalado.
El padre y su hija no son irlandeses —son ingleses— y esto supone una marca odiosa en un país desgarrado por la lucha y la guerra civil con Inglaterra, pero Bill Goodfellow se presenta como un gran cazador de lobos y Lord Protector —un tirano obsesionado con exterminar estos animales—, para ellos los lobos “impiden el progreso” y es imperativo que los humanos dominen hasta el último rincón de tierra habitable.
Goodfellow es un padre soltero que trata de encontrar la felicidad en Irlanda para él y Robin, una niña pequeña de espíritu inquieto y valiente. Robin está segura de la habilidad de su padre y está convencida que será capaz de acabar con los lobos, ignorando que en las profundidades del bosque vive otra niña pequeña —una que al dormir se transforma en loba—, y pasa su vida patrullando todos los rincones secretos del bosque con sus hermanas y hermanos de la manada.
Las personajes de la película tienen una fuerza y determinación conmovedoras, aportan elementos discursivos valiosos a la hora de contrastar el rol pasivo que algunas personas quieren conferir a las niñas en su crianza, en cambio exaltan la determinación, la independencia y la tolerancia justa.
La niña Wolfwalker se llama Mebh, y junto a su madre, lideran una numerosa manada de lobos que defiende los bosques de la invasión humana. La línea argumental de la historia nos ubica en la vida de dos adultos solteros que enfrentan la desafiante tarea de criar sus hijas, procurarles felicidad y libertad. Mebh y Robin se conocerán en el bosque y a pesar de las prevenciones que cada una conserva, descubrirán que tienen mucho más en común de lo que esperan y darán inicio a una amistad eléctrica —intercambiarán experiencias de sus mundos y compartirán la ilusión de un mundo en el que humanos y lobos vivan en paz—.
La animación computarizada cambió drásticamente lo que consideramos cine animado, pero, Moore y Stewart nos exponen de nuevo a una historia que se siente y se ve como los clásicos del género. Se puede notar que el trabajo fue realizado a mano, los colores son audaces y vibrantes, la calidad artística garantiza que, si algún espectador se queja de la construcción del argumento de la historia, es imposible que resulte ileso a la encantadora carga visual que ‘Wolfwalkers’ posee.
A pesar de que muchos de los diálogos son predecibles, ‘Wolfwalkers’ aborda temáticas que son de un nervio osado para el género: fanatismo, tiranía, deforestación, extinción de especies, discriminación, la guerra y la pérdida de espiritualidad a causa del progreso. De alguna manera, es esta tensión argumental la que garantiza la atención del adulto, mientras que algunos estudios utilizan las bromas de doble sentido para distraer a los adultos que acompañan los niños a las salas de cine, Moore y Stewart apuestan por los temas serios.
Mebh y Robin llevarán a cabo toda una batalla, consigo mismas y sus temores, para poder superar los obstáculos impuestos por las políticas de Lord Protector y las medidas de seguridad impuestas por sus padres. El bosque será un espacio de reconciliación entre las cosmogonías pagana y cristiana. Además, es una historia que permite llegar a diálogos reflexivos con los más pequeños de la casa, y si usted no tiene niños pequeños en casa, igual podrá disfrutarla. No tengo hijas, pero me habría gustado ver esta película en compañía de una, ‘Wolfwalkers’ es una de esas películas que dan mucha tela para cortar a la hora de abordar temas lúdicos para los más pequeños y por qué no, para que los adultos podamos reflexionar a partir de una experiencia audiovisual bellísima.