Anamaría es una joven que vive en Ciudad Juárez a finales de los años noventa, entre el terror de ser víctima de la ola de feminicidios que se presentan en esta ciudad fronteriza mexicana y la depresión, que la lleva a tener pensamientos suicidas, hasta que recibe una inesperada visita de una mujer que llega desde el futuro.
Es la historia de ‘Treinta me habla de amor’, una novela en verso de la escritora mexicana Alessandra Narváez Varela, quien fue una de las invitadas a la Feria Internacional del Libro de Bogotá que acaba de culminar.
Poeta y educadora nacida y criada en Ciudad Juárez, conocida como ‘la frontera más bella del mundo’, que ha impactado con esta novela para jóvenes adultos en verso.
“Desde la década de 1990, cientos de niñas y mujeres desaparecieron y fueron ‘encontradas’ en Ciudad Juárez. Este libro dice: Siempre las recordaremos. Su muerte significa más que un titular. Aún debe hacerse justicia. ‘Treinta me habla de amor’ está dedicado principalmente a las niñas y mujeres de Ciudad Juárez que hemos perdido”, comentó la autora.
Y agregó: “Como mujer mexicano-americana oriunda de Ciudad Juárez que camina por sus calles con una mezcla de amor, miedo y respeto, esas pérdidas me tocan un nervio que ha estado crispado desde que tenía diez años. Independientemente del país y el género, esta es mi responsabilidad: recordar y dar testimonio. Las familias de estas niñas y mujeres no descansan. Su vida está definida por su lucha: en protestas, pintando cruces negras sobre fondos rosados, viviendo con los recuerdos de sus hijas día tras día”.
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—¿Cómo ha sido la recepción por parte de los lectores?
Algo muy bonito del género de la literatura juvenil es que se pueden tratar temas pesados, porque los jóvenes saben que el mundo no es perfecto, lo sé bien porque me he dedicado a la docencia y he sido muchas veces tutora de alumnos, quienes se encuentran con libros de literatura juvenil que los confronta.
Los jóvenes están preparados para este tipo de historias, y los adultos aprecian las voces dentro del libro, como la de Anamaría de 13 años, que cuando ella siente rabia o temor, se deja ir, no como los adultos que solemos ser presa de nuestras emociones.
Es una carta de amor a Ciudad Juárez y se toca el tema de lo que se siente ser de esta ciudad, con puntos altos de mucho orgullo y mucho amor, pero también puntos bajos al hablar de los feminicidios y qué tanto nos han lastimado.
He escuchado a lectores de mi ciudad que sienten que el libro no les abrió las heridas, sin olvidar que los feminicidios sucedieron y siguen pasando. Pero no volver a lastimar era mi mayor preocupación.
Los encabezados amarillistas que rodean a Ciudad Juárez ya son muchos, y a veces no se ve la ciudad de una manera más holística, más completa. Es una ciudad con grandes problemas pero es nuestro hogar.
-¿Cómo tratar un tema como los feminicidios, sin llegar a abrir heridas?
Es muy complicado. Creo que existe una conexión entre las realidades de ciudades mexicanas como Ciudad Juárez y muchas de las ciudades colombianas, porque muchas veces se identifican con figuras como Pablo Escobar, pero hay muchísimas más cosas que verdaderamente representan a Colombia que un temido narcotraficante.
Ciudad Juárez es más que los feminicidios, que no debemos olvidar, pero tampoco debemos explotar el dolor. Yo decidí no apropiarme de esa narrativa, que no es la mía, por eso, Anamaría no es víctima de feminicidio, porque mi experiencia está alejada de lo vivido por las víctimas que murieron en los años noventa.
-¿Qué recuerda de los años noventa y el fenómeno de los feminicidios?
Siempre se habló de las jóvenes que trabajaban en las maquiladoras de grandes empresas de Estados Unidos, quienes debían tomar autobuses, en muchos casos en la madrugada o en las noches y terminaron siendo víctimas de feminicidio.
-Anamaría termina siendo víctima del terror que generó esa ola de violencia contra las mujeres…
Creo que todas fuimos víctimas de ese terror, con esa conciencia de que algo podría ocurrir. Yo en los noventa era muy pequeña pero fue mi primer encuentro con la violencia de género.
Ver en los diarios que hablaban de niñas de mi edad que eran víctimas, sencillamente te causaba un gran terror. Así, yo pensaba que niña + mujer = muerte, incluso sin entender realmente cómo eran violentadas.
-¿Pero también trata el tema de la salud mental, la depresión?
En 1999 no existía ni siquiera el vocabulario, mientras que los jóvenes de hoy tienen la oportunidad de poder comunicarse con mayor facilidad sobre la salud mental. En los años noventa no se pensaba que una niña podría sufrir de depresión, tan sólo te veían como una niña triste o de mal carácter.
Yo misma tuve un intento de suicidio y no pedí ayuda a nadie. Aún hoy en día debemos batallar con ello, más en el norte donde aún existe dificultad de poder comunicarnos con nuestros padres o abuelos que vienen de una cultura del silencio.
-¿Cómo surgió ese encuentro entre la protagonista y una mujer del futuro?
A veces hablo con adolescentes y les pregunto sobre lo que harían si hablas con el ‘yo futuro’, y todos me aseguran que sentirían un poco de miedo, con resistencia, y más como en el caso de Anamaría que se presenta una mujer que parece que no tiene nada en común con ella.
-¿Por qué una novela en verso?
En Estados Unidos esta forma está pasando por un boom, así que no encontré resistencia alguna, generando una línea del tiempo para lograr que el elemento de la narrativa lograra entrar en comunión con la poesía.