Iván Forero Sánchez comenzó a escribir desde muy joven, en el colegio. Pero en vez de empezar con la redacción de pequeños cuentos o simples versos, lo que impulsó a Forero hacia las letras fue el rap.

“Al principio empecé a escribir letras de canciones, que no eran canciones, sino poemas raros, porque como cualquier joven, escribía sobre cosas muy existenciales y cuestiones muy densas que no son habituales en la música”, recuerda.

Un día le mostró esos poemas a su profesor de lengua, quien le dijo que su escritura se parecía a la del peruano César Vallejo. Forero comenzó a leer sus obras, por curiosidad, y actualmente Vallejo es uno de sus autores favoritos. Hasta el punto de pensar que los halagos recibidos no los merecía. “Ahí comencé a darme cuenta que lo mío era la escritura”.

Pero el arte fluye en las venas de Forero desde antes, cuando salía de joven a las calles a poner su nombre en las paredes por medio del graffiti. Eso, según él, también terminó influyendo en su escritura, ya que lo hacía buscar formas para intervenir la página: haciendo tachaduras, caligramas de unas tripas, haciendo uso del pie de página como forma de narrar.

“Probablemente sea mentira y me lo esté inventando, pero yo creo que viene de una apropiación del espacio y la página es el espacio de la literatura para el lector y a mí me gusta mostrarle el texto con muchas más formas que una simple Arial 12 de izquierda a derecha”, explica.

Pero al final el camino del graffiti se terminó cuando cumplió la mayoría de edad y entendió que podría ir preso en cualquier momento. La literatura tomó más fuerza y lo impulsó a cursar la carrera en la Universidad Autónoma de Colombia.

Este año lanzó su primer libro de cuentos ‘Nuestras pequeñas muertes’, que viene redactando desde 2011. El libro concursó en un certamen nacional, donde quedó tercero y es a partir de eso que Forero decidió publicarlo.

¿Se podría decir que el primer libro que lo engatusó fue de Vallejo?

No, hubo un antes. Mi padre, que es una persona que viene del campo, fue un gran lector y él me heredó (no ha muerto, pero lo eliminamos de la casa por convivencia) su biblioteca cuando se fue y en ella encontré un montón de libros de Gabriel García Márquez, porque mi padre era un gran aficionado a él. Y yo puedo decir con seguridad que por García Márquez, yo soy escritor.

A partir del amor de mi padre por los libros, comencé a tener una muy buena relación con el libro. Después fue mi hermana la que me instruyó, diciéndome: “deje de vagar tanto, mejor léase esto” y así.

Mi pasión por la literatura es algo muy de casa, y con un buen profesor de literatura que tuve en el colegio, me impulsó a que tomara la literatura como carrera profesional.

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¿Entonces, lo que lo impulsó a ser escritor con título profesional fue un buen maestro?

Sí. Pues yo tengo una relación muy contrariada con la academia, porque siento que muchas veces falla y no te prepara para lo que es el mundo. Pero la única forma de cambiar la academia es desde adentro, porque la academia nunca va a dejar de existir, por más que esté migrando a lo virtual.

Yo soy docente del New Cambridge y opino que la enseñanza debe instruir tanto para la vida, como para saber despejar una variable y ponerle tildes a las esdrújulas. Ser profesor es enseñarle a la gente a liárselas con la vida.

¿Cuál es la magia del cuento?

Para mí la magia del cuento es que puede reunir en la brevedad toda la existencia de un ser humano. De hecho, es por eso que este libro lleva por título ‘Nuestras pequeñas muertes’. Yo no intento narrar toda la vida de una persona, solo me concentro en el momento en el que la existencia se te agolpa en un punto y te la transforma.

Imaginemos, por ejemplo como se narra en uno de los cuentos, a una persona que decide pasar de ser hombre a ser mujer; eso es una pequeña muerte, ese cambio de identidad abrupto, podría considerarse una muerte.

El cuento entra en el instante preciso en que una existencia se puede resumir. La novela. en cambio, es una acumulación de efectos. El cuento es muy malagradecido, porque si no atrapas al lector en las primeras líneas, lo pierde. La novela tiene un plazo de páginas, para ver si se soluciona la narrativa.

Cortázar siempre dijo que el cuento gana por knock out y la novela por decisión unánime. Yo lo comparo con una torta: la novela te muestra toda la receta y luego te da un bocado para que pruebes; en cambio el cuento te da solo un bocado y con él tú debes poder recopilar toda la información.

¿Entonces le parece lógico ese paso del cuento a la novela?

Para muchos no es muy ético y de hecho yo se lo critico a García Márquez (que antes de cada novela hacía cuentos para crear el universo), pero yo sí creo que lo que uno no puede hacer en tres páginas, se va a embarrar en cincuenta. En la maestría nos solicitaban que escribiéramos una historia en una página, sin recursos literarios. Y ese es el paso que yo he seguido haciendo.

En la literatura, además, encuentras buenos cuentistas jóvenes, pero novelistas jóvenes no es algo usual, porque la novela es un género de experiencia. Yo con 27 años, apenas estoy escribiendo novelas. Llevo dos años con una, un año con otra.

¿Qué encuentra de fascinante en la muerte?

Que estamos programados para ella. Cuando el espermatozoide cruza la membrana del óvulo, desde allí estamos programados para la muerte, es nuestro destino. Hemos intentado crear teologías para explicar que hay más allá de la muerte, medicinas para que no llegue, el arte para entenderla. Nuestro destino es con la muerte. Si nosotros fuéramos inmortales no escribiríamos, no hablaríamos, porque la comunicación sería innecesaria. El impulso vital de la comunicación es comunicar que estoy bien y que necesito ayuda, ese es el instinto del bebé al llorar. Entonces, lo interesante de la muerte es que siempre está allí.

Yo creo que hay cuatro grandes temas para la humanidad: el amor, la muerte, la ciencia y el arte.

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Hizo su tesis sobre Piedad Bonnett, ¿ella lo inspiró para hacer este libro de cuentos?

Indudablemente tiene que haber algo. Yo me pasé el pregrado investigando sobre Bonnett. Creo que ella es una escritora valiosa, pero me gusta más su poesía que su narrativa, que fue la que estudié y creo que ella influyó en mí, pero en la poesía. Además, creo que es una escritora infravalorada.

¿Por qué un libro de cuentos?

Porque este libro no podía ser una novela. Yo quería plantear la muerte como una metáfora en la vida cotidiana. Una novela me implicaría desarrollar muchos personajes y terminaría siendo de muchas páginas y no era lo que quería. Cada cuento explora una o varias facetas de esa posible muerte en vida, que era lo que buscaba.

Yo tengo el propósito de ser un cuentista legítimo. Para mí el cuento es una tradición fuerte en América Latina, porque nos tocó aprender la historia de 20 siglos de occidente en solo tres siglos; aprendimos en sumario. El cuento es el proceso social en Latinoamérica de intentar plasmar nuestra voz en pequeños retazos.

¿Cuál será su próximo libro?

Para abril del otro año tengo un libro de poemas, que son como seis años de poesía en un solo volumen.

Y tengo la novela sobre los grafiteros que murieron en el metro de Medellín, que saldría tal vez en dos años, porque la investigación ha sido difícil. Aunque yo fui grafitero y conozco mucha gente, el tema es muy difícil. Tengo muchas historias de cómo se metían al metro, camuflándose con la ropa de una empresa, durmiendo allá, pero acceder a la historia es complejo, porque la policía no quiere hablar del tema y con la familia también es difícil.

El libro sería ficcionado, pero con bases reales. El protagonista es un periodista que busca la historia, en medio de sus propios problemas personales. Quiero ser lo más fiel posible a la historia de los grafiteros.