Cuando Luis Enrique Amaya llegó a Cali en el año 2019, como parte de una gira literaria por Latinoamérica, nunca imaginó que una pandemia lo obligaría a quedarse, y que pasada la emergencia, el amor por esta ciudad sería tan fuerte que optó por hacerla su segundo hogar.
El primero es Lima, la capital peruana, donde nació hace 49 años, y en la que hizo su carrera como comunicador social y empezó a escribir sus primeros poemas con un enfoque comunitario y popular.
Casi cuatro años después, Luis Enrique ha hecho de Cali algo más: su inspiración. Por eso, además de su obras publicadas en Perú, desde aquí ha escrito y publicado tres libros, el más reciente es la novela ‘La capital de la salsa’, donde narra una historia que parece la suya, y en la que hay muchos más personajes que de algún modo representan la idiosincrasia caleña.
El escritor presentará su libro este sábado, 13 de mayo, a las 6:00 p.m., en la Biblioteca de la Dignidad, ubicada en el Parque Artesanal Loma de la Cruz (primer nivel). Antes del evento, Luis Enrique Amaya dialogó sobre su obra y la cultura peruana con El País.
¿Si tuviera que describir su libro en una frase cuál sería?
Una historia de pasión, dolor y redención.
¿Cómo se convirtió en escritor?
Cuando a los diecisiete años un amigo actor me leyó el libro ‘Poemas de la oficina’ de Mario Benedetti, fue como si un viento huracanado entrará por mis adolescentes años, a partir de ese momento mi vida no volvió a ser la misma y me dije, yo quiero hacer algo igual, yo quiero escribir y comencé este camino de soledad y milagros.
¿Cuál fue el motivo que desencadenó la escritura de este libro?
Conocer casualmente a una chica por las calles del barrio San Fernando, una chica muy joven, extraña, enigmática y misteriosa. Primero le escribí un poema, luego un amigo escritor me sugirió que esas vivencias podrían dar para una historia. Historia que fui alimentando con otras experiencias mías sucedidas en Colombia durante los últimos treinta años y, por supuesto, también fui robando experiencias de otros.
¿En estos momentos, de pandemia y cambio climático, de fanatismos y adicción a las redes sociales, para qué cree que sirven leer libros?
Más que leer, la literatura sirve para reencontrarnos con la belleza, que le da sentido a la experiencia humana. Una bonita casa, una familia armoniosa, un placentero viaje, una compañía agradable, una vejez en paz, todo eso que buscamos incansablemente, no es más que buscar belleza. La literatura nos recuerda esos anhelos divinos que aún habitan en nosotros.
¿Por qué los libros son un refugio?
Porque son esas amistades incondicionales que no conoces, que están lejos, pero que siempre están a tu lado.
¿Cuál fue el principal desafío para lograr este libro?
La pasión por esta novela fue tan grande que solo me dio a escoger dos opciones, o sales a trabajar o te encierras a escribir, no puedes hacer las dos cosas a la vez. Y fue así que tuve que renunciar a toda posibilidad laboral, llegando a escribir hasta catorce horas diarias con un pan de mil pesos en el estómago.
¿Podría describir cuál es su rutina para escribir?
Tengo que comenzar a escribir muy temprano en la mañana, soy incapaz de producir bajo los efectos del alcohol, cigarrillo o algún estimulante. Puedo pasar semanas enteras sin hacerlo, pero cuando me siento a crear soy capaz de escribir más de doce horas diarias.
¿Qué opina de las IA (Inteligencia Artificial)? ¿Cómo podrían afectar la literatura?
Habiéndose comprobado la infinita capacidad destructiva del ser humano en los últimos tiempos, intuyo que será utilizada para el absoluto mal. Sí le tengo miedo.
¿Cuáles son los escritores que más valora de Colombia?
Gabriel García Márquez. Mi literatura es hija de la palabra con alma del Gabo, y de Gonzalo Arango, quien me enseñó que la vida es el verdadero poema, lo demás son papelitos.
¿Y de su país?
En mi país, Mario Vargas Llosa consolidó mi vocación de escritor y Juan Gonzalo Rosse, que me contagió un poco de su ternura.
¿Cómo lo políticamente correcto influye en usted a la hora de escribir?
Este libro es un tratado de lo políticamente incorrecto.
¿Cómo escritor cuál es su miedo más recurrente?
En estos momentos que mis libros no se vendan y no poder pagar el arriendo.
¿Cuál es la mayor satisfacción que le ha dado un libro, propio o de otro?
En la convulsionada Venezuela, maestros recolectaban frijoles, espaguetis y arroz para agradecerme por una charla. En un impresionante retén en el Ecuador, los policías no me detuvieron, fui el único al que dejaron libre por ser escritor. Gente desconocida en las provincias del Perú, me alojaron y alimentaron por ser poeta, y en Colombia hasta me fiaron el alquiler de un aparta estudio, porque conocían uno de mis libros. La literatura me ha salvado la vida muchas veces.
¿Cómo lector qué detesta y aprecia más de un libro?
Como diría Ernesto Sábato, “no soy un intelectual y doy gracias a Dios de no serlo”, detesto al inteligente que solo escribe para su círculo y para que lo aplaudan sus amigos. Valoro a los que se esfuerzan por traducir los actos y las voces geniales de un barrio popular.
¿Es de los que rayan los libros y escriben notas al margen, o de los que leen sin alterarlos?
Tengo un respeto religioso por el libro físico, lo vigilo constantemente para que no se doble o se manche.
¿Qué libro le hubiera gustado escribir?
‘La tregua’ de Mario Benedetti. Es la perfecta historia de amor que no pude escribir el ‘La capital de la salsa’.
¿Cuál es el autor que más relee?
A riesgo de parecer que conozco pocos autores, volveré a citar a Gabriel García Márquez, su talento y universalidad son incomparables.
Su cita preferida de ese autor.
Cuando el sabio catalán se marcha de Macondo y les deja sus libros a sus amigos diciéndoles: “Ahí les dejo esa mierda”.
¿Cuál es el libro que recomendaría leer lo antes posible si no lo han hecho?
‘La capital de la salsa’, porque me voy de Cali el veintitrés de mayo y los libros se van conmigo.
¿Ahora mismo qué autor de su país recomendaría?
Jaime Bayly con su libro ‘Los genios’. En él se atrevió a novelar la pelea del siglo entre Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez.
¿Quién es su héroe favorito en la ficción?
Siempre me he identificado con el poeta Oliverio de la película ‘El lado oscuro del corazón’.
¿Y en la vida real?
La compositora Chabuca Granda, mi tía abuela, cuya vida fue una ruptura constante consigo misma y con su entorno en búsqueda de la belleza.