Hay libros que adquieren una fama paradójica, como afirmaba Borges acerca ‘Los viajes de Gulliver’, una sátira contra la humanidad escrita por Jonathan Swift que terminó como un clásico de la literatura infantil. De una forma completamente inversa, ha sido el destino del libro ‘Caperucita se come al lobo’, la primera colección de cuentos de la escritora caleña Pilar Quintana, ganadora en 2018 del IV Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana EAFIT por su novela ‘La perra’ (2017).
El volumen ‘Caperucita se come al lobo’, publicado originalmente en 2012, por una editorial chilena, contenía seis ficciones donde los impulsos sexuales, los instintos animales y la naturaleza más violenta se apoderan de los personajes con conclusiones a veces cargadas de humor negro y otras de espanto. Pese a esto, algunos funcionarios del Ministerio de Educación chileno, lo incluyeron en un paquete de lecturas infantiles que llegaron a 283 escuelas de ese país. Y cuando los padres y profesores leyeron el cuento homónimo del libro, en el que un hombre apodado el Lobo es seducido por una mujer de caperuza roja, en un apartamento del barrio El Bosque de Cali, se desató algo que podría llamarse un ‘escándalo’ en la patria de Gabriela Mistral y Pablo Neruda.
Sin embargo, el hecho también pareció una intervención de antipoesía. Una de las últimas bromas de Nicanor Parra, jugando con los límites entre literatura infantil y adulta, y con la ingenuidad burocrática, que como se comprobó son fáciles de confundir. Pero no, esta vez la realidad superó a la antipoesía.
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“Evidentemente sólo con leer la contratapa del libro uno se puede dar cuenta que no es un libro para niños sino que toca temas fuertes, que habla sobre sexo, sobre violencia y que aborda estos temas de forma directa”, explicó la autora en su momento, cuando la prensa chilena la interrogó.
La nueva edición de este libro llega por primera vez a las librerías de Colombia, aunque ahora con dos cuentos nuevos: ‘El estigma de Yosef’ y ‘Hasta el infinito’. Desde su aislamiento en casa, la autora caleña, una de las invitadas a la próxima versión del Festival Oiga Mire Lea que se realizará en septiembre, habla de los prejuicios sobre la literatura escrita por mujeres, y del lado oscuro de las historias infantiles.
—¿Cuáles son las diferencias de esta edición de ‘Caperucita se come al lobo’, con la que se publicó en 2012?
La nueva edición está revisada e incluye dos cuentos nuevos. Con mi editor hicimos unos cambios menores, para pulir algún párrafo o hacer alguna precisión. Los cambios son mínimos.
—Desde el título, la ironía del libro es su aparente inocencia, por lo que ya algunos lectores se han llevado una fuerte sorpresa. Sin embargo, ¿cuál es su opinión de la literatura infantil?
La literatura infantil es rica y variada como la literatura para adultos. Creo que es difícil dar una opinión general sobre esta literatura, pues es un género amplísimo. Hay unos autores que me encantan. Entre mis favoritos están Anthony Browne y Oliver Jeffers.
—¿Cómo fueron surgiendo las historias de este libro?
La mayoría surge de una emoción, un deseo, un miedo, una tristeza, que quise explorar literariamente. Otros empezaron con una pregunta que me hice a mí misma y que elaboré como siempre elaboro todo, haciendo una ficción. Hay algunos que son encargos: me los pidieron para alguna revista.
—Las mujeres en su obra son rudas, y se tornan salvajes de acuerdo a las circunstancias, ¿cómo esa capacidad de metamorfosis violenta en la ficción responde a una realidad donde la justamente la mujer es violentada a diario?
En estos cuentos hay mujeres que desean y toman lo que quieren y, en la misma medida, hay mujeres que sufren violencias. En la vida real, las mujeres sufrimos violencias, pero no somos solo víctimas. Somos seres complejos, que tenemos deseos y los perseguimos, y que también podemos ser victimarias.
—¿De qué forma aún en la literatura se mantiene un prejuicio sobre lo que debe ser la escritura femenina, en la que los lectores esperan ciertos temas y estilos cuando escribe una mujer?
No sé si haya un deber ser de la escritura de las mujeres. No sé si de nosotras se espera que escribamos de ciertos temas o estilos. La verdad yo no he sentido que me hagan esa exigencia. Sí creo que tratan de encasillar la literatura escrita por mujeres con la etiqueta de ‘femenina’. A la literatura hecha por hombres no le ponen la etiqueta de ‘masculina’.
Se asume que la de ellos es la literatura a secas. Considero que es prejuicioso querer separar la literatura hecha por mujeres y presentarla como un subgénero de la literatura hecha por hombres. Somos la mitad de la población y nos educamos y trabajamos igual que ellos. Tenemos derecho a nuestro lugar junto a ellos, y no a un lugar subsidiario.
—Así como el cuento de Caperucita Roja y el lobo feroz puede tener un fondo sexual, ¿considera que los cuentos infantiles clásicos de algún modo ocultan un lado oscuro del comportamiento humano?
Creo que la literatura, la buena literatura, siempre narra dos historias, la historia aparente y una que va por debajo, una historia subterránea. Esta segunda historia no la descubrimos a primera vista. Lo primero que entendemos es la historia aparente. La otra historia la descubrimos después, al dar, de pronto, con una clave que nos permite ‘ver’ más allá de lo que nos contaron. No creo, sin embargo, que la segunda historia sea necesariamente sobre el lado oscuro.
—¿Considera que sus ficciones revelan la problemática del acoso y la violencia sexual?
Los cuentos ‘Violación’ y ‘Segunda Oportunidad’ narran dos abusos sexuales: dos violaciones. No hay que confundir el abuso sexual con el acoso sexual. En los demás cuentos el sexo es consensuado. Así que no, no creo que el libro revele la problemática del acoso. Sí creo, en cambio, que indaga sobre el abuso sexual y problematiza las violaciones. Esos dos cuentos muestran los dos modos más frecuentes, estadísticamente, en que se presentan las violaciones: en la casa de la víctima y con un agresor que es del entorno familiar.
—¿Cómo considera que ha cambiado la construcción del personaje femenino en la actualidad, comparado con personajes del siglo XIX, por ejemplo María de Jorge Isaacs?
En el siglo XIX hay personajes femeninos castos y obedientes como María y también personajes femeninos desobedientes, que desean y persiguen sus deseos como Madame Bovary, Daisy Miller o Ana Karenina, por ejemplo. No creo que antes los personajes femeninos se construyeran de una manera y ahora de otra. La literatura, la buena literatura, independientemente de cuando se escribió, construye personajes complejos, con aristas y grises. En ‘Sentido y sensibilidad’, Jane Austen, una autora del siglo XVIII, nos muestra unos personajes femeninos que se debaten entre la obediencia y la desobediencia, el deseo y el control.
—Los instintos son un factor poderoso en los comportamientos de sus personajes, ¿a qué se debe este énfasis en lo instintivo?
Es un tema que me interesa: la animalidad. Nos creemos muy civilizados y racionales, pero solo somos animales. Me gusta indagar en ello, en las situaciones, como el sexo o la maternidad, donde nuestros instintos preponderan.
—¿Cuáles son las narradoras que influyeron en su vocación literaria?
Narradoras y narradores. Gabriel García Márquez, porque es mi abuelo literario, el gran modelo. Jane Austen, porque me mostró la agudeza y el sarcasmo en su mirada literaria. Andrés Caicedo, porque me enseñó que la literatura no estaba lejos sino que la tenía alrededor. Patricia Higsmith, porque me mostró cómo crear personajes y universos de un modo efectivo. Anaïs Nin, porque me enseñó que no había que callarse nada. Hay muchos más.
—¿Cómo considera que ha cambiado el mapa literario colombiano, antes dominado por hombres?
Una tradición literaria en la que solo hay hombres blancos heterosexuales es una tradición muy pobre y triste, que no refleja la verdadera composición de la sociedad y que cuenta una única visión. En el panorama actual predominan los escritores hombres blancos (o mestizos, pues) heterosexuales, pero ya no están solo ellos. Ahora hay más voces y así mayor representación: el panorama literario se amplía y se parece más a nuestra muy rica y diversa sociedad.
—En el primer relato del libro ‘Olor’, la narradora hace un breve elogio de Rubem Fonseca, fallecido este año. ¿Por qué se identifica con el estilo narrativo del brasilero?
Yo, como la narradora de ‘Olor’, admiro profundamente a Rubem Fonseca. Me gusta el modo directo cómo narra el sexo y la violencia. Me parece un escritor honesto y visceral. Menos mal sigue vivo en sus textos.
—¿Según su experiencia qué se debe tener en cuenta para escribir un cuento?
• Esperar a que el cuento te encuentre y te atrape.
• Escribirlo en una noche de insomnio o en un rapto de éxtasis.
• Dejarlo mucho tiempo en el cajón.
• Tomarse un tiempo largo (uno o dos años por lo menos) para revisarlo y corregirlo.