Cuando Sandro Romero Rey era niño asistió a una función teatral en La Tertulia, presentaban la obra ‘Las sillas’, de Eugéne Ionesco, y el director de ese montaje era un joven caleño —como él mismo— llamado Andrés Caicedo. Nacido en 1959, Sandro era ocho años menor que Andrés, y aunque vivieron en la misma ciudad y frecuentaron amigos en común, nunca establecieron una amistad como tal. 

No obstante, Sandro asistió durante seis años al Cine Club de Cali, teniendo oportunidad de dialogar con Andrés, preguntándole por películas y obras, también leyó las primeras publicaciones de Andrés en revistas y periódicos de la época. Para cuando Andrés se suicidó, Sandro tenía 17 años y ya lo admiraba por la misma razón que hoy los lectores de las nuevas generaciones; por su obra literaria.

Aunque durante la corta vida del autor de ‘Que viva la música’ nunca fueron amigos, sería en su larga vida literaria, posterior a su muerte prematura, cuando Sandro establecería una verdadera amistad literaria con Andrés Caicedo.

Es leyenda que, en los años 80, don Carlos Alberto Caicedo y doña Nellie Estela recibieron la visita de Luis Ospina y Sandro Romero Rey, quienes les pidieron el favor de que los dejaran leer los archivos dejados por su hijo Andrés. De esta forma, visitando casi a diario la casa de los Caicedo Estela, Ospina y Romero comenzaron a rescatar y construir lo que sería la obra póstuma de Andrés Caicedo. Algo por lo que, como aclara Rosario Caicedo, “nunca recibieron un peso, todo ha sido un acto de profundo amor y solidaridad, de devoción por el arte. Ni ellos pidieron dinero, ni mis padres tenían con qué pagar”.

Desde entonces a la fecha, Ospina y Romero estuvieron al frente de libros ya clásicos como la compilación ‘Destinitos fatales’ (1984), ‘Ojo al cine’ (1999) y Correspondencia 1973-1977 (2020), este último sería publicado posterior a la muerte de Luis Ospina, ocurrida en septiembre de 2019.

Ahora se publican definitivamente ‘Todos los cuentos’ (2021) de Andrés Caicedo, bajo la edición única de Sandro Romero Rey, quien incluyó por primera vez una selección de 24 relatos tempranos del autor caleño, que habían permanecido inéditos. Desde Bogotá, el editor y escritor caleño, habla de cómo editar la obra de Andrés Caicedo ha sido la consumación de una amistad literaria, y sobre la presencia querida de Luis Ospina.

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¿Cuándo leyó por primera vez un cuento de Andrés Caicedo?

A Caicedo lo empecé a leer desde antes de que se publicasen sus libros. En mi adolescencia. El primer relato suyo que leí fue ‘El tiempo de la ciénaga’, que publicó en Cali la revista Aquelarre. Eran tiempos del ‘boom’ de la narrativa latinoamericana. Y ese frenesí de la palabra me fascinó desde un principio.

¿Cómo fue el trabajo de edición de este libro sin la compañía de Luis Ospina?

Nosotros conocimos ese material en su totalidad desde los años ochenta. Publicamos una primera selección de 21 relatos en el libro denominado ‘Destinitos fatales’ (Oveja Negra, 1984). Y quedaron por fuera muchos textos más por razones editoriales. Pero los tiempos pasaron, Caicedo se convirtió en un AUTOR con mayúsculas, traducido y estudiado en muchas universidades y leído por amplias gamas de lectores. Así que lo mejor era publicar todo y hacer una curaduría exhaustiva, puesto que Caicedo escribía muchas versiones de los mismos relatos. Así que el trabajo que realicé, de alguna manera, se hizo con el espectro de Luis mirándome por encima del hombro.

¿Qué significa haber dedicado gran parte de su vida a editar la obra de Andrés Caicedo?

Yo empecé este trabajo a comienzos de los años ochenta, porque ninguno de sus amigos lo hacía. Duré casi un año organizando ese material, porque me obsesioné con lo que me encontré y con la personalidad de Caicedo. Andrés se convirtió, en realidad, en un amigo post mortem. Nunca pensé que, en paralelo a mi vida profesional como docente, escritor, realizador y periodista cultural, tendría que considerar la curaduría de la obra de Andrés como parte de mis obligaciones.

Y con Luis nos entregamos a esta tarea porque, cada vez que ese trabajo lo emprendía otra persona, lo hacía de manera incompleta. Ambos éramos obsesivos y rigurosos. Así que mejor echarse esa responsabilidad a las espaldas, antes que arrepentirse por ver resultados que no están a la altura de un genio como Caicedo.

"La obra de Andrés Caicedo es la de un joven que muestra su gran insatisfacción con la sociedad de una forma bellamente literaria y con un espíritu contestatario universal”, Rosario Caicedo, escritora.

¿La obra de Caicedo también podría considerarse como obra de sus editores?

Creo que nuestra mayor labor es la de borrarnos. Respetar la obra de Caicedo es el mejor trabajo editorial posible. No maquillarlo ni convertirlo en otra persona. Nuestro nombre está ahí, porque hemos sido montadores de dicho trabajo, como el que realizan los editores en el cine. Pero el autor, finalmente, es Andrés Caicedo. Nuestra obligación es constatarlo.

¿Qué importancia tiene para la obra caicediana que se hayan publicado esta serie de ‘Narraciones tempranas’ inéditas hasta ahora?

Son la joya de la corona de esta edición que denominamos TODOS LOS CUENTOS. Hay 24 relatos, cuidadosamente seleccionados, los cuales nunca habían visto la luz. Andrés estudió literatura solo, en su casa, con su máquina de escribir. Él fue su propio taller literario. Escribía muchas versiones de un mismo relato y mi labor fue saber escoger con pinzas dónde estaba la versión definitiva. Son cuentos escritos entre los 15 y los 20 años. Los demás, ya se han publicado de manera dispersa y son los que han ayudado a construir el “mito” de Caicedo.

También ha sido editor del teatro de Andrés Caicedo, así como de su correspondencia, ¿qué diferencias y conexiones encuentra entre el Caicedo narrador, dramaturgo y el corresponsal?

El sueño que teníamos con Luis Ospina era publicar las Obras Completas de Andrés Caicedo en una sola colección. Esto nunca se pudo hacer en vida de Luis, pero sí alcanzó a darse que su polémica Correspondencia alcanzaría a ver la luz. Gracias a la labor extraordinaria de Juan David Correa en Editorial Planeta, ya hemos sacado 5 tomos y saldrán 3 más para conformar una hermosa “biblioteca” Caicedo y cerrar este esfuerzo que nos tomó media vida. Porque el teatro, la narrativa, la crítica y los guiones cinematográficos del autor conforman un estrecho corpus de múltiples vasos comunicantes.

¿Cómo analiza el que solo uno de los cuentos de Andrés Caicedo tenga como narrador a un adulto, los demás son jóvenes y adolescentes?

Andrés escribía para los jóvenes, desde la perspectiva de los jóvenes y asumiendo su rol de escritor adolescente. “Teaching & Tal” es un ensayo de un monólogo interior de un profesor de colegio, al cual su autor “le pasa la cuenta”. El resto de historias de Caicedo son “historias para jovencitos”. Los adultos, como en ciertas tiras cómicas, estaban voluntariamente excluidos.

¿Qué le impresionó más de los cuentos tempranos de Andrés Caicedo?

La voracidad, la extrema curiosidad, la ira, el humor irrefrenable, su desasosiego, la coherencia, el punto de partida de un camino literario que solo terminaría con su suicidio.

Actualmente Andrés Caicedo es, como usted lo define en el prólogo “una suerte de clásico” de la literatura colombiana, pero usted lo leyó cuando era solo un autor marginal y desconocido, ¿cuál es la importancia de Andrés Caicedo para los lectores actuales?

No me canso de repetir que hay una especie de “reciclaje generacional” con los lectores de Caicedo. Se reproducen. Creo que no hay otro caso en nuestra literatura donde los jóvenes se interesen tanto por su obra como sucede con Caicedo. Su lectura nunca se impone. Los adolescentes llegan a él y se contagian. Es, al mismo tiempo, un autor que resiste el paso del tiempo sin problemas. Yo tengo 62 años y aún lo leo con las reservas juveniles de considerarme “un adulto menor”. Es una experiencia en la que coincido con muchos otros lectores de mi generación.

¿Qué correspondencias encuentra entre la obra de Andrés Caicedo, de un cuento como ‘El atravesado’, y la rebeldía de los jóvenes que vienen protestando en Colombia?

Es sorprendente ver cómo Caicedo se ha convertido en una suerte de símbolo de la rebelión juvenil del nuevo milenio. En Cali hay grafitis con su imagen, pancartas con sus frases, camisetas y afiches que reproducen su gesta. Aunque “El atravesado”, en realidad, era un pandillero con otro tipo de principios, su historia está enmarcada en las luchas estudiantiles de finales de los sesenta y comienzos de los setenta en Cali. La conexión se ha encargado de establecerla la imaginación colectiva.

A propósito de la relación de ese álbum pirata de los Rolling Stones y la primera edición de ‘El atravesado’, siendo usted mismo un fan y coleccionista de la banda británica, ¿de qué modo considera que el rock y en particular los Rolling Stones fueron influencias en la obra de Caicedo?

La obra de Caicedo es profundamente stoniana. En especial, a los Rolling Stones que van entre los álbumes “Beggars Banquet” (1968) y “Exile on Main St.” (1972). Es decir, la época más contestataria de la banda inglesa. En sus cartas y en algunos artículos, Caicedo decía que estaba escribiendo un libro sobre los Stones y el “fracaso” de nuestra generación. Yo nunca encontré ni una página de tal escrito, salvo la estupenda entrevista que le hizo a Andrew Loog Oldham (primer manager de la banda, casado con la actriz Ester Farfán) en Bogotá, pocos meses antes de su suicidio. Puedo decir que, de alguna manera, yo traté de realizar sus anhelos pues ya he escrito dos libros sobre la banda y mis novelas y cuentos están llenos de referencias al grupo de Mick Jagger y Keith Richards.

¿No le parece que ese pasaje en ‘¡Qué viva a la música!’ dedicado a Brian Jones, es en sí mismo un cuento insertado en la novela? ¿De algún modo Andrés se identificaba con el músico, fallecido también prematuramente?

Sí, es un relato dentro del relato. Es extraordinario lo bien informado que estaba su autor. Porque todas esas teorías y especulaciones sobre el posible asesinato de Brian Jones se siguen ventilando incluso hoy. Todo lo que cuenta la narradora en ese pasaje se acerca mucho a la verdad. O, al menos, al mito, que es la verdad por otros medios.

¿Con la publicación de ‘Todos los cuentos’ cómo queda publicada la obra de Andrés Caicedo, ya sería la totalidad?

No me gusta adelantar las noticias, porque las ideas que se cuentan no se realizan. Pero lo que sigue, es una verdadera bomba. El libro que estamos preparando, después de los cuentos, es el volumen con el cual más he soñado. Tiene que ver con el cine y con el teatro. Y está en conexión con el documental de Jorge Navas titulado Balada para niños muertos. Yo he llegado a la conclusión de que todo lo que Andrés escribió es fascinante y forma parte de su gesta vital, la cual emociona tanto como su escritura.

¿Qué impresión le causa el haber llevado a cabo la publicación de casi la totalidad de la obra de Caicedo, algo que en su momento parecía imposible?

Que la constancia vence lo que la dicha no alcanza.