El Museo de la Cinematografía de Cali siempre ha querido emparentar los objetos que posee con los sucesos que han marcado a la ciudad, dice Hugo Suárez Fiat, el director del Museo, sentado en una mesa larga en una noche de miércoles.
Sin embargo, continúa Hugo al tiempo que parte un pastelillo, en el caso de la colección que resguarda el principio de la fotografía esa labor ha sido difícil, por no decir que imposible.
– Los protagonistas y pioneros de esos objetos tan antiguos han sido tremendamente diluidos por el tiempo, o no se conservó su memoria, o el archivo de su obra está en manos de particulares, o no hay interés por parte de algunas entidades para conservar ese legado, y lo uno o lo otro han hecho que para Caliwood, el Museo de la Cinematografía, haya sido tan complicado identificar y darle su lugar a los precursores de la fotografía en el Valle del Cauca. Sin embargo, gracias a unos recientes hallazgos, tal vez eso puede empezar a cambiar.
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Cuando lo dice, Hugo Suárez abre los ojos como platos y se frota las manos, como quien guarda un dato confidencial y misterioso que está a punto de sacar a la luz.
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Hace unos meses Hugo Suárez asistió al lanzamiento de un libro sobre la historia del colegio Santa Librada, escrito por el exrector Ramón Atehortúa. Después de los discursos de rigor y la copa de vino, se encontró con el abogado e historiador Ramiro Martínez Gutiérrez quien, a propósito del Museo de la Cinematografía, le habló de un personaje que había vivido en el Siglo XIX: Luciano Rivera y Garrido.
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Ese señor, dijo el abogado, trajo a Colombia, aproximadamente entre 1878 y 1883, un aparato llamado poliorama, que servía para proyectar vistas en las paredes. Para darse una idea, era algo así como el video beam de la época. Como eran días en los que aún no se había desarrollado la electricidad, funcionaba con petróleo.
Antes de terminar la charla, el abogado Ramiro le prometió a Hugo un regalo: la portada de la revista Occidental de Cali, en su edición 138 del año 1989, que era justamente una fotografía de Luciano Rivera y Garrido manipulando el poliorama.
Ramiro dejó semanas más tarde en el Museo del Cine un sobre con la portada y el artículo de la revista, firmado por Armando Romero Lozano.
Allí se lee que Luciano Rivera y Garrido nació en Buga el 5 de diciembre de 1846, y que murió en la misma ciudad el 6 de marzo de 1899, lo que quiere decir que este mes se cumplieron 120 años de su muerte.
Era hijo de Luciano Rivera González y de Carmen Garrido, “quienes pertenecían a familias distinguidas por posición social y bienes de fortuna”. La casa de la familia, se lee en el artículo de la revista, “estaba contigua al sitio donde se levantó el templo del Señor de los Milagros”.
Luciano Rivera y Garrido era, entre muchas cosas, escritor. Una de sus obras más famosas fue ‘Impresiones y Recuerdos’, una especie de autobiografía cuyo prólogo es el mismo artículo de Armando Romero Lozano que apareció en la revista Occidental.
También era un aficionado al teatro, al punto que conformó un grupo escénico. Y, como era un hombre rico, se podía dar el lujo de viajar a Europa en barco. En alguno de esos viajes trajo el poliorama al Valle del Cauca.
Luciano Rivera y Garrido murió en el año en que se inició la Guerra de los Mil Días: 1899.
“En estas excursiones por los países cultos de su predilección trajo Rivera y Garrido un proyector de vistas fijas con el que ofrecía espectáculos culturales por varias poblaciones de la comarca, explicando con timbrada voz y limpia dicción -una de sus más sobresalientes atracciones- espectáculos artísticos y pintorescos de Europa, pudiéndosele, por tal motivo, considerar como un antecesor de los modernos locutores de noticieros”, se lee en el artículo de Armando Romero Lozano.
“Jorge Isaacs, Luciano Rivera y Alejandro Dorronsoro conformaron un triángulo de oro que recogió lo mejor de las artes al final del Siglo XIX”.
Luciano Rivera y Garrido utilizaba el poliorama para, como si fuera un presentador de televisión, narrar lo que había visto – y fotografiado – en Europa. El artículo de la revista Occidental agrega:
“Cultivaba la fotografía -novedad en esos años- y gracias a su afición, practicada con buen gusto, se conservan valiosos documentos gráficos, reproducidos algunos en la ‘Revista Ilustrada de Nueva York en 1892 y en los que, al lado de los que exhiben calles y edificios de la silenciosa ciudad de sus mayores, sobresalen por su calidad y nitidez, paisajes rurales y selváticos de la comarca nativa”.
Según las pesquisas que ha hecho Hugo Suárez y el equipo del Museo del Cine Caliwood, Luciano Rivera y Garrido tal vez sea el primer fotógrafo del Valle del Cauca, por lo menos el primero del que se tenga registro. En las redes sociales del Museo se preguntó si alguien conocía información que contradiga esa sospecha y hasta el momento, nadie ha respondido.
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Cuando terminó de leer el artículo de la revista Occidental, Hugo Suárez telefoneó al abogado Ramiro Martínez Gutiérrez, quien le contó otro detalle: en Cali aún vive uno de los parientes de Luciano Rivera y Garrido. Su nombre es Laureano Delgado Rivera, también abogado, quien no solo posee un parecido físico sorprendente con Luciano sino que custodia la foto original de la portada de la revista Occidental.
La foto fue obtenida de un ambrotipo – propiedad de Laureano - un artilugio del Siglo XIX que permitía que las fotografías se imprimieran sobre vidrio, como si fueran un vitral. Los ambrotipos eran, digamos, los portarretratos de la época.
– Yo me emocioné muchísimo: que alguien, en el Siglo XIX, trajera el poliorama al Valle del Cauca, y lo que representaba eso para la región en su momento, lo convertía en un pionero. Quedé picado y quería saber más. Empecé por contactar a Laureano Delgado Rivera, el pariente de Luciano, para que me mostrara el ambrotipo y hacerle una fotografía para el Museo – dice Hugo al tiempo que parte otro trozo de su pastelillo.
– ¿Y qué pasó después?
–Me encontré con otro hallazgo muy valioso. Empecé a preguntar: ¿dónde está el poliorama? Y un día, en una reunión de coleccionistas de carros antiguos, conté esta historia y mi amigo Francisco Mejía Azcárate, que escribe sobre carros, me dijo: “Hugo: acuérdese que en la finca usted ha visto la foto”. ¿La foto de quién?, pregunté. “La foto de Luciano Rivera y Garrido. Allá en la hacienda Santa Inés está, a la entrada”. Resulta que alguien hace muchos años le había regalado esa foto enmarcada a Francisco. Organizamos un viaje a la finca solo para verla. Efectivamente allá había algo que parecía una foto protegida con marco y vidrio. Cuando desmontamos el marco nos dimos cuenta de algo: atrás se aclaraba que la aparente foto no era de Luciano Rivera y Garrido. Era de Luciano Rivera y González, ¡el papá de Rivera y Garrido!
– ¿Y qué pasó después?
–Para mi interés hubiera preferido que fuera la foto del fotógrafo, claro. Pero me traje el cuadro para mi apartamento y cuando desmonté de nuevo el vidrio y el marco, me di cuenta de que no era una foto: era una pintura realista de la época, tan realista que parece una foto. Aunque algunos creen que es una reproducción, yo creo lo contrario: es un lienzo, un retrato del papá de Rivera y Garrido, que era un señor muy importante en Buga, comerciante, médico, culto, un hombre muy rico.
– ¿Y quién pintó el cuadro?
– Ese es otro de los hallazgos. Yo no había visto la firma. Me traje el cuadro para el Museo, y en esas la profesora de la Universidad Javeriana, Mónica Marión, quien había tenido como esposo a un pintor, señaló la firma que yo no había visto mientras ella hacía un recorrido por el Museo. La firma está escrita muy sutilmente, en vertical. Cuando me acerco al cuadro guiado por la profesora leo: ¡Dorronsoro! Pegué un grito. Alejandro Dorronsoro fue uno de los mejores pintores del Valle. A instancias del escritor Jorge Isaacs, pintó a María. La pintura de María está en el convento Franciscano, en la Carrera Quinta con 10.
Hugo Suárez hace una pausa para tomar un sorbo de gaseosa, terminar su pastelillo y continuar la historia, emocionado.
– Es evidente que Jorge Isaacs, Luciano Rivera y Garrido y Alejandro Dorronsoro, el primero escritor y político; el segundo pionero de la proyección de vistas y gran fotógrafo, amén de escritor, y el tercero reconocido pintor, conformaron un triángulo de oro, vale decir, un sólido y poderoso triángulo histórico que recogió lo mejor de lo mejor de las artes al final del Siglo XIX y dejó un legado inconmensurable que debe ser apreciado en toda su magnitud y dimensión por las actuales generaciones, entendiendo que en su momento vital interactuaron por conocimiento directo. Por eso es tan importante encontrar el poliorama: que el Museo del Cine de Cali preserve esta historia a través de los objetos que posee, como ha sido nuestro objetivo.
Hugo hace silencio. Tal vez se haga mentalmente la pregunta que lo tiene inquieto desde hace varios meses para cerrar la historia: ¿dónde está el poliorama de Luciano Rivera y Garrido?
Si alguien tiene alguna pista, puede llamar al teléfono del Museo – 8922544 - donde hay aparatos tan extraños como una especie de DVD cuyos discos son del tamaño de los vinilos de antaño, el lente para proyectar películas más grande que llegó al país en toda su historia, un Isco Gottinhem de 91 MM, los proyectores de cine de la marca Pathé Baby, modelo 1922, los primeros fabricados en la historia de la humanidad para uso doméstico, e incluso la cámara fotográfica más pequeña del mundo así como la más grande, ubicadas en el pabellón de la fotografía que acaba de ser bautizado como Luciano Rivera y Garrido.