Un merecido y hermoso homenaje. Ese fue el que le rindió el Canal Regional Telepacífico a Leonor González Mina, La Negra Grande de Colombia, a través de la miniserie ‘Leonor’, en la que se retrata su talento, sus dificultades, perseverancia y disciplina para alcanzar el éxito y convertirse en la embajadora de la música colombiana en diferentes lugares del mundo.
Fueron seis capítulos de media hora cada uno. La producción, realizada con talento 90 % regional, fue transmitida desde el domingo 2 de junio hasta el pasado viernes y en ella participó la misma homenajeada representando a su propia abuela. Verla actuar, cantar y bailar nuevamente a esta artista que cumplirá el 16 de junio 85 años, regocijó a sus miles de admiradores.
La apuesta por mostrar parte de la vida de esta intérprete va acorde con la directriz de la gobernadora del Valle, Dilian Francisca Toro, quien como miembro de la Junta Directiva de Telepacífico, le solicitó al periodista César Gálviz Molina, desde su llegada a la gerencia del canal, que realizaran una televisión que generara sentido de pertenencia e identidad con el territorio, pero que, a la vez, fuera entretenida.
Cuando la Autoridad Nacional de Televisión creó una línea de inversión para financiar dramatizados, Gálviz encontró la oportunidad perfecta para seguir en ese derrotero trazado por la Gobernadora del Valle. “Qué mejor que hacer una producción acerca de una artista cuyo aporte es innegable. Un personaje que es carismático, querido, que no tiene reticencia alguna en ninguna parte, que no tiene manchas sobre su comportamiento. Enseguida llamé a la empresa 64A Films, de Diego Ramírez y Nancy Fernández, los productores de Perro Come Perro y les dije: ‘Quiero que hagamos un dramatizado sobre Leonor González Mina’ y ellos arrancaron un proceso creativo con personal de la región y este (la miniserie) es el resultado”.
Gálviz no se ahorra en elogios para la maestra: “Es un ser limpio, tranquilo, bello, una abuela afro, grande, poderosa, tipo nana, que te quiere, matrona. Cuando canta uno no deja de pensar en esa voz tan imponente que tiene, es de una energía muy chévere, se merecía hacerle este homenaje a la maestra Leonor”, concluye el gerente de Telepacífico.
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La maestra, quien recientemente estuvo en Bogotá en consultas médicas, regresó a Cali el pasado jueves. Así repasó su vida artística y personal con El País:
¿Cómo recibió la noticia de una producción sobre parte de su vida?
Sorprendida, nunca me imaginé que yo podría ser motivo de un proyecto. Espero que el público se sienta satisfecho y lógicamente, nunca dejaré, mientras yo viva, de expresar mi felicidad y agradecimiento.
Si hace una retrospectiva de sus más de 60 años de vida profesional, ¿cuáles considera fueron sus principales obstáculos y satisfacciones?
El comportamiento de muchas personas que no podían entender que una negra pudiera hacer lo que he hecho, el haber logrado ser la primera artista afro que salió a diferentes países y el poder representar mi país. Y mis principales satisfacciones, haber logrado lo que he hecho como artista, madre y amiga.
¿Por qué dice que “de niña era terrible”?
Porque mis hermanos me molestaban mucho, nosotros éramos tres mujeres y cinco hombres, tenía que defenderme y realmente hacía cosas terribles, les tiraba piedras, cualquier cosa que me encontraba, hasta que llegó el momento en que no volvieron a molestarme porque sabían las consecuencias.
¿Cómo así que usted se escapó de su casa para poder cumplir su sueño?
Fue muy duro para mí, yo ya tenía bastantes problemas en mi casa porque siempre soñé con ser lo que soy, y en mi casa tenían otros proyectos para mí que no concordaban en ningún sentido con mi ser, no era con lo que soñaba y por esta razón tomé la decisión de irme de la casa. Cuando volví ya estaba empezando a ser famosa, llegué a mostrarles que yo era capaz de lograr lo que tenía en mente.
¿Qué significaron los hermanos de Lorica, Córdoba, Manuel y Delia Zapata Olivella en su vida artística?
Sobre todo Manuel, él para mí fue una guía muy valiosa. Con Delia no hubo mucho entendimiento, desde cuando llegué al grupo (de danza), a pesar de que ella ya conocía mi casa y mis manifestaciones artísticas, siempre me puso obstáculos. Pero tuve la fortuna de que su hermano sí creía en mí y en mis capacidades artísticas, desde el primer momento en que me escuchó cantar.
Uno de sus momentos inolvidables, me imagino, fue haber participado en la entrega del Nobel a Gabriel García Márquez. ¿Ya era su amigo?
Yo conocí a Gabriel justo cuando le entregaron el premio, fuimos un grupo folclórico con Manuel Zapata Olivella para participar en los premios, luego de eso nos volvimos bastante cercanos, porque después yo viajaba por todas partes y él, con ese éxito, le tocaba viajar bastante y siempre nos encontrábamos.
¿Cómo fue compartir con personajes como Mercedes Sosa?
Para mí fue emocionante. Me sentí orgullosa de tener la oportunidad de cantar en diferentes ciudades con Mercedes, era una persona de la cual no me puedo olvidar. Y fueron muchos artistas con los que tuve el gusto de trabajar, pero, lamentablemente, mi edad no me da para poder recordar algunos con los que participé.
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Antonio María Valencia la discriminó diciéndole que en el Conservatorio no había lugar para negros. ¿Algún día se disculpó con usted?
No, sin embargo, un día me encontré con él en Popayán cuando ya me estaba volviendo reconocida, pasé al lado de él y no tuvo ningún interés en saludarme, pero yo no me quedaba atrás. Sentí felicidad al saber que los obstáculos que tuve no me detuvieron y logré llegar alto.
¿De qué otras maneras sintió la segregación?
No le daba mucha importancia, por lo cual no recuerdo detalles, el racismo siempre estuvo, pero yo estaba enfocada en trabajar, yo sabía quién era y lo que tenía que hacer.
¿Cuándo le picó el bicho de la actuación?
Desde siempre, en mi pueblo cuando se hacían obras en la escuela teníamos un profesor que cada ocho días iba a darnos clases de teatro, y era la primera en estar en todo.
Como que le produjo mucho estrés ser congresista, pues en ese tiempo se le presentaron tres conatos de infarto y un derrame cerebral...
Fue horrible. No me gusta hablar del tema. No hay nada más frustrante.
Cuando tenía 79 años reveló que se le estaba borrando el casete, pero no la voz. ¿Sigue igual?
La voz también se me está borrando, y estoy luchando para que cuando mi Dios me quiera llevar no esté muda.
¿Cómo transcurren hoy sus días? ¿Deja espacio para sus caminatas, para la lectura del periódico?
También me la paso en la cocina y bordo, porque quiero dejar recuerdos lindos en mi casa cuando me vaya.
¿A qué le teme?
Ya no le temo a nada, ni siquiera a la muerte. Mi papá nos enseñó a todos mis hermanos y a mí a no tenerle miedo.
Amiga y solidaria
Actualmente, Leonor González Mina vive en Cali, pero a veces viaja a Bogotá por asuntos médicos y a visitar a su hijo, Juan Camilo Cabezas González, a su nuera Ana Josefina Cabezas y a sus nietos Juana, de 18 años, Ana, de 4, y Arón, de 2.
Sus tres hermosos nietos, como los llama, hoy son “su razón de vivir”. Con ellos ha sido una abuela consentidora, alcahueta. A todos los ha arrullado y les ha cantado canciones de cuna, eso es parte de la tradición familiar, asegura.
Su familia, precisamente, es para ella lo más importante, incluso en sus tiempos de gloria, cuando andaba de gira en gira, dando a conocer la música del Pacífico, del Caribe colombiano y todos los ritmos nacionales por todo el orbe.
Un mánager español le dijo en una ocasión: “Si quiere ser famosa y millonaria tiene que dejar su familia a un lado, como le toca a las grandes cantantes”, contó a El País Juan Camilo, desde Bogotá. “Mi mamá nunca aceptó. Le dijo: ‘a mis hijos nunca los voy a dejar’. Creería que fue una de sus decisiones más duras cuando vivía en España, después de separada de mi papá (Esteban Cabezas) le llegan con esa propuesta tan grande. Ella puso a su familia siempre por encima de su carrera”.
Mi tía, asegura el bailarín del espectáculo Delirio Camilo Andrés Zamora, “ha sido un ejemplo de unión y tesón familiar. Una mujer con mucha fuerza y valentía, que a pesar de ser chiquita de estatura (1,56 m) tenía un carácter fuerte, lo que le ayudó a conseguir sus sueños como cantante”.
“Aparte de eso fue muy buena actriz. A mí me ha dado consejos artísticos para mis papeles en el espectáculo (Delirio) cuando me ha ido a ver. Uno de mis últimos papeles, el del Patas, me lo ayudó a construir”, comenta Zamora.
Gran amiga y mujer muy solidaria, a la que le gusta ayudar con los ojos cerrados, también es “rabiosa, a veces”, como ella misma revela, “pero, me encuentro más calmada, estoy disfrutando la vida, mantengo feliz”.
Eso sí, también es algo complicada al aceptar quien la ayude en los quehaceres domésticos. Su hijo así lo confesó entre carcajadas. “En Cali la acompañan una prima mía y alguna señora. Pero es muy chistoso: mi mamá siempre le encuentra algo a las señoras que viven con ella, por eso no le duran mucho. Esto es muy cómico: hubo una que hablaba hasta por los codos y mi mamá me dijo: ‘yo no puedo vivir con alguien que hable taaantooo’ y la sacó. Después llegó otra que no hablaba y me dijo: ‘yo desconfío de esa señora, esa señora ni habla’. Es una cosa loca, lleva seis señoras en un año, no ha podido encontrar a nadie. Mi mamá siempre va a buscar excusas porque a ella le gusta vivir sola, leer su periódico sola, estar en su casa sola, es un problema de mi mamá y por su edad también”.
Además de ser devoradora de periódicos porque le encanta estar actualizada, lee lo que encuentre, no tiene un tipo de lectura especial.
Tiene varios libros “de escritores actuales que hasta cuando no los termine de leer, no saldré de la casa”, afirma.
No niega La Negra Grande de Colombia que ha sido “muy vanidosa y creída, siempre bien vestida y aún lo hago. Mi mamá me ayudó en ese aspecto, para preocuparme por mi imagen siempre”.
Por 19 años estuvo casada con el periodista, publicista y productor Esteban Cabezas, padre de sus dos hijos: Candelario, percusionista, quien murió a los 34 años en Italia, víctima de un aneurisma, y Juan Camilo, administrador de empresas.
Como esposa, al principio, ha confesado a El País, era celosa, “pero después me di cuenta de que, por la clase de esposo que tuve, que yo tenía que quererme más y llegué a quererme tanto que terminó él siendo el celoso”.
Artista pionera
Valió la pena ahorrar unos pesos y escaparse de su hogar en Robles, corregimiento de Jamundí, para ir tras su gran anhelo: convertirse en cantante. No quería ser ni odontóloga ni enfermera como deseaban sus padres. Se fue entonces a los 18 años de gira por Europa con el grupo ‘Folclor colombiano’ de los hermanos Manuel y Delia Zapata Olivella a bailar y a cantar.
A los 22 años se presentó en el Teatro Municipal de Cali. Es de sus mejores recuerdos. Evoca cuánta satisfacción le produjo ver a su papá en el palco viéndola cantar, sí, a esa “hija de la cual él nunca pensó que podría llegar a interpretar; lo vi llorando, de pronto sintió arrepentimiento por no haberme apoyado desde el primer instante”.
En su voz se convirtieron en éxitos nacionales e internacionales temas que llegaron al alma de los pueblos como ‘A la mina no voy’, autoría de su esposo Esteban Cabezas (Y aunque mi amo me mate a la mina no voy, yo no quiero morirme en un socavón); Campesino de Ciudad (Campesino, campesino de ciudad, que sigues siendo campesino, campesino de verdad...). Además canciones como Yo me llamo Cumbia, Mi Buenaventura, Navidad Negra, Angelitos Negros y Tío Guachupecito...
Más de 30 álbumes y presentaciones en escenarios de Japón, Rusia, Francia, EE.UU. y países de Latinoamérica y de África dan muestra de su constante vigencia. Su obra y legado artístico le han hecho merecedora de incontables reconocimientos, como la Gran Orden al Mérito Cultural del Ministerio de Cultura de Colombia en 2009. Fue la primera mujer afrodescendiente en aparecer en la portada de un disco, en debutar en la Tv. nacional y en interpretar la primera canción protesta que tuvo Colombia: ‘A la mina no voy’, “la marsellesa de la negritud negra”, como la llamó el historiador Germán Arciniegas.
Los años han hecho mella en su cuerpo, pero cuando sube al escenario se transforma. El día que la Fundación del Artista Colombiano en 2013 le ofreció un homenaje, cuenta la directora de la entidad, Mery Salazar, subió al escenario “un poco cansada, muchos creíamos que no iba a ser capaz de hacer una presentación y resulta que fue fantástica: demostró con su grandeza lo maravillosa que es como artista y como persona”.
Leonor González Mina, La Negra Grande de Colombia comenzó su carrera artística muy joven. A los 18 años escapó de su casa para cumplir su sueño: convertirse en cantante.
Aquí, Leonor está Cali junto a Pedro Montoya, el actor recordado por interpretar a Simón Bolívar, el Libertador.
El presidente Belisario Betancur impuso la condecoración Simón Bolívar al cumplir 25 años de vida artística. El acto tuvo lugar en el Salón de Los Gobelinos, en donde la artista ofreció un recital al mandatario.
Leonor en compañía de los actores Luis Chiape y Tere Álvarez.
Leonor en compañia de sus hijos Candelario y Juan Camilo Cabezas, su amigo Julián Domínguez, la caricaturista Consuelo Lago y el poeta Marco Fidel Chávez, durante un homenaje que se le tributó a la artista en Cali.
La Negra Grande de Colombia con su esposo Esteban Cabezas Rher, un hombre del Pacífico, inquieto por la cultura y sus raíces africanas. Él era periodista, publicista, productor y compositor. Su matrimonio duró 19 años.
Leonor participó en el dramataizado de RCN Tv. Azúcar. Personificó a Zenobia Mosquera.
La Negra Grande de Colombia, muy joven participó en concurso radiales de canto y resultaba ganadora. Luego de escapar de su casa compró tiquetes para irse a Bogotá y hacer parte del grupo de danza folclórica que dirigían Manuel Zapata Olivella y su hermana Delia Zapata Olivella. Con ellos fue de gira a Europa.
La cantante Helenita Vargas ofreció una comida en su casa en honor a Leonor. Con ellas vemos, entre otros, a la escritora y periodista Elena Benítez de Zapata, al pintor Omar Rayo y al publicista, productor Esteban Cabezas, quien fuera su esposo por 19 años.
A Leonor González MIna le gusta pintar, el arte en general. Tiene muy buen gusto.