Si se busca a un defensor del reggaetón no se le encontrará en Leonardo Padura, quien define a este ritmo como una expresión adornada con los “niveles más bajos de calidad sonora y elaboración artística, y los más elevados de sexismo, vulgaridad y violencia (con sumergidas en lo escatológico)”.
Así, con esa vehemencia, lo expresa en el libro ‘Los rostros de la salsa’, que contiene grandes charlas del novelista con íconos de la música latina como Rubén Blades, Willie Colón, Johnny Ventura, Johnny Pacheco, Juan Formell, Wilfrido Vargas, Papo Lucca, Juan Luis Guerra, entre otros.
Lo que resulta común denominador en todas estas entrevistas con gigantes de la salsa y el merengue, quizá por el talante de quien entrevista, es que no resultan solo una colección de anécdotas ni un catálogo de mutuos elogios donde el entrevistador resulta más importante que el entrevistado.
Padura logra desentrañar la veta más intelectual de estos artistas, quienes terminan por revelar la forma en que conciben la vida, la política, su compromiso social en Latinoamérica, al tiempo que dan luces sobre el futuro.
Un futuro no tan esperanzador por momentos, y para ello basta ver el pobrísimo contenido social, cultural, lingüístico, poético y musical de los ritmos que más venden, más llenan escenarios, más seguidores tienen y más pelvis impulsan al choque en la actualidad.
“Y, en tiempos de reguetón, ¿para qué volver a hablar de la Salsa qué nos importa ya de la Salsa... y a quién?”, se pregunta Padura, autocrítico.
Pero su respuesta arroja unas luces bellísimas sobre la cuestión de la vigencia de los géneros: “La cultura de un país, de una región, de una lengua no la hace una obra, un artista, un momento. Somos el resultado de una acumulación y en nuestra capacidad de conocer el pasado puede estar la posibilidad de mejorar el presente y quizás hasta el futuro”.
Desde su casa en La Habana, Cuba, habló con El País el novelista que luego de su visita a Cali (este miércoles 29 de enero en La Topa Tolondra a las 6:30 p.m.,) seguirá rumbo a Cartagena para unirse a esa fiesta de las letras que es el Hay Festival.
Las entrevistas que contiene el libro ‘Los rostros de la salsa’ revelan algo que va más allá de lo festivo. Hay posturas intelectuales muy claras de los salseros. ¿Le sorprendió?
Para mí fue sorprendente descubrir cómo en estos músicos, que hacen este tipo de creación, hay un pensamiento organizado y una postura intelectual muy sólida. Tienen conciencia de la música que están haciendo y de la capacidad de penetración, en las distintas comunidades, de este fenómeno artístico y cultural del cual participan. No es que tengan un programa político y social, sino un concepto cultural muy organizado, que les permite ser creadores de una propuesta que va más allá de lo festivo. Tienen gran conciencia latinoamericana y de la responsabilidad social. Saben la importancia que tienen como líderes de sus comunidades.
En el libro es sumamente crítico con el reggaetón.
El reggaetón llega al Caribe hispano por cercanía con el hip hop y el rap. Hubo una vía de expresión asumida por el Caribe como respuesta a condiciones sociales adversas, pero derivó en reggaetón, que francamente es de las expresiones más pobres de la actualidad.
El Caribe tiene una rica tradición de grandes músicos, ¿cómo es que se llega a la que usted llama “pobreza”?
La principal expresión del Caribe hispano ha sido la música, difundida por todo el mundo. Los músicos cubanos, desde comienzo del siglo XIX, llevan por el mundo la manera de hacer esa música, distinta a la europea, y distinta a la autóctona americana o latina. Esa música, que un día fue son cubano, mambo, chachachá, bolero y salsa, ahora está bajo el imperio de un ritmo de música pobre y extremadamente agresivo, soez y escatológico.
Hay letras del reggaetón que no serían publicables en las páginas de un diario porque pasan por violencia machista. Esa música ha hallado su caldo de cultivo en una audiencia que encuentra gusto en su baja calidad literaria. Estamos viviendo un momento cultural muy complicado en el continente, pero en especial en el Caribe.
¿Estará la salsa llamada a ofrecer opciones culturales que atraigan de nuevo a las masas?
Es muy difícil para la salsa ser el salvador de la música. La salsa, como todos los movimientos masivos, tuvo su origen, su esplendor comercial y su decadencia. Pero no solo pasa con la salsa, por supuesto, pasó con el surrealismo, con el futurismo, con el ‘boom’ latinoamericano en la novela, y en general con todo movimiento artístico. No se puede pretender, con los mismos instrumentos, hacerlo nuevamente. Cada época tiene su manera de expresión.
¿Qué lectura hace de la época en que vivimos?
Vivimos en un mundo que cambió no solo de siglo y de paradigmas. Es un mundo que pasó de la era analógica a la era digital. Hay cambios en la manera de comunicar, en la creación y producción artística, y hasta en la forma de hacer política. El periódico solía ser la única fuente de información, pero ahora las redes sociales tienen el problema de la falta de categorización de la información y es cuando surgen las ‘Fake News’.
Ese cambio de era cómo ha afectado a la música, particularmente.
En el caso de la música ha sido la salsa el género que más ha sufrido con el cambio de era. Primero fue el disco, luego el casete, el CD, y hoy no se vende nada físico y todo se mueve por la red, donde para llegar a tener representación no se requiere talento, sino ser un ‘influencer’, seres terribles, que por su visibilidad pueden movilizar la conciencia de una sociedad.
¿Por qué la obsesión latina con las letras de amor, que recogió la salsa?
Un elemento esencial de la música del Caribe es la sensualidad, tanto en los textos como en los ritmos bailables. Hay una temperatura sensual muy alta y eso lo recoge la salsa pues, por la presencia africana, somos poco beatos. Ahora, la salsa de alcoba fue una alternativa comercial cuando decayó el mercado de la salsa y nuevas figuras (Padura las llama ‘asexuadas’) llenaron el espacio de los grandes maestros de la salsa brava.
Salpicados de salsa*
Rubén Blades
“Siempre tuve claro que el esquema existente en la música comercial era un paradigma falso, con reglas creadas por mediocres para producir mediocridad y dirigirla a un consumidor al que las casas disqueras y estaciones de radio consideran mediocre”.
Willie Colón
“¿Por qué sumarnos al rock and roll u otro tipo de música? La salsa surge como algo nuestro y por eso viene cargada de historias de la calle, de la esquina, de las situaciones políticas”.
Johnny Pacheco
“La palabra salsa surgió cuando en la Fania empezamos a viajar a Europa. Yo me di cuenta que salvo en España nadie tenía referencias de qué cosa era la música cubana (...). Y como la palabra salsa -igual que ‘sabor’ o ‘azúcar’- siempre ha estado ligada a esta música, no me pareció mal llamarla así. Pero además en la Fania teníamos dominicanos, puertorriqueños, cubanos, anglosajones, italianos, judíos, en fin, diversos condimentos como para hacer una salsa y de esa conjunción salió el nombre de lo que hacíamos, en busca de una etiqueta para agrupar, bajo un mismo techo, toda la música que en Europa llamaban tropical”.
*Fragmentos de ‘Los rostros de la salsa’
¿Y Cali qué?
Padura visitó por primera vez Colombia en el año 1994. Su primera ciudad fue Medellín. “Recuerdo que todos allí bailaban salsa, la ciudad vivió esos años terribles del narcotráfico, de la muerte de Pablo Escobar, y la salsa fue un refugio dónde encontrar lo alegre de la vida”, explica Padura antes de hablar sobre el rol de Cali.
“El fenómeno de la salsa en Cali es bien interesante. He oído la música del Pacífico y es muy distinta a las sonoridades del Caribe. El negro del Pacífico también sufrió la esclavitud, también vivió la transculturación, pero en la expresión artística de su experiencia vital es muy distinto al negro del Caribe. A partir de otras raíces culturales africanas hacen su aporte y enriquecen la manifestación que se hace desde el Caribe”, añade.
Sobre Colombia, destaca “el espacio” enorme que el país ha dado a la salsa, desde diversas ciudades, pues en todo el país se baila salsa en mayor o menor medida. Pero antes fue Venezuela, el hermano rico de los años 80 y 90, el que dio auge a la salsa gracias a los grandes presupuestos que permitieron el estrellato de salseros como Oscar de León.
Concluye en su libro, con singular belleza esperanzadora: “Si con este libro rescatado alguien siente que ha conocido mejor la historia de un intenso y glorioso momento cultural del Caribe hispano, y que ha estado cerca de lo que en su momento pensaron, vivieron, crearon algunos de sus protagonistas, pues me daré por satisfecho”.
Luego de su paso por Cali, Padura irá al Hay Festival que se toma Cartagena del 30 de enero al 2 de febrero.
Invitado habitual a festivales de todo el mundo, Leonardo de la Caridad Padura Fuentes, casado con Lucía Coll y ganador de premios como el Princesa de Asturias, el Hammet (dado por la asociación de escritores polacos), el Nacional de Literatura de Cuba, entre otra veintena de galardones, es un hacedor de magia.
Novelas, cuentos, ensayos, reportajes, guiones, están entre su amplia y diversa obra, que encuentra en la saga del detective Mario Conde una cúspide y un retrato de la sociedad cubana que, por su genio creativo y la contundencia de su trayectoria, escapa los cercos para hacerse universal.
Blades y Padura
Cuenta la historia que Padura conocía y admiraba la música de Rubén Blades, como buen melómano del Caribe que es: Siembra, Metiendo mano, Nothing but the truth, entre tantos otros clásicos.
“Coincidimos en España en el año 1989, en un festival literario, y casi a retazos hice la entrevista. Blades iba a estar poco tiempo en el festival, y no era amigo de dar entrevistas pues cuida mucho su privacidad, entonces tuve que ir corriendo detrás de él, por las calles, haciéndole preguntas como si fuera el oráculo de Delfos”, explica.
Claro, el joven Padura no era entonces el celebrado novelista que es hoy, y su inquietud por las entrevistas tenía que ver con su vena literaria: “Quizá porque ya pensaba en ser escritor y, sin plena conciencia de mis actitudes, me preparaba para ello”, explica en su libro.
Pudo hacerle a Blades tres o cuatro preguntas más, por intercambio de correos, pero luego fue el propio Blades quien -tras haber leído las novelas de Padura- lo buscó.
La noticia es que Blades y Padura planean una colaboración en formato cine. Los dos ídolos latinoamericanos, cada uno en su campo, estarán en un proyecto cuya divulgación todavía no se ha concretado pero que les permitió estar cerca y conocer a fondo el pensamiento del otro.
Padura aprovechó la cercanía para retomar la entrevista
interrumpida. “Trabajamos tres meses en ello. Yo ya no era ya el periodista del año 89, mi tiempo también se había complicado, pero creo que la mejor persona para analizar la salsa es Blades. Él quería ir a Cali para la charla sobre el libro, este miércoles, pero por sus ocupaciones no podrá estar”, explica Padura, quien será entrevistado en La Topa Tolondra por el escritor Santiago Gamboa.