Por: Isabel Peláez, editora El País
Antes de que el escultor Hernando Tejada donara su Gato del Río a los caleños, el artista ya había esbozado varios mininos en servilletas de un restaurante de la ciudad, que frecuentaba mucho, y que solía dejarle a su amiga Annemike Bartelsman, la fundadora del lugar, después de sus visitas. Ella los atesoró, hasta que el espacio se fue llenando de colas y bigotes, a la par que de hamburguesas y exquisitas recetas artesanales con sabor a casa.
El lugar que crearon Annemikey y su primo Alberto Bartelsman, que fue bautizado el 28 de agosto de 1982, en nombre de su parentesco, como Primos, cumple hoy 42 años y conserva en su fachada al famoso Gato y a otros mininos, que rondan el tejado de su nueva casa, en San Antonio.
El par de primos tenía pensado abrirlo por un año y venderlo, con el fin de conseguir recursos para un viaje por el mundo. Pero pasado ese tiempo, las filas para entrar eran comparables con las del estreno de E. T., El Extraterrestre, en el Teatro San Fernando. Entonces los Bartelsman desempacaron las maletas, negociaron con la peluquería de al lado, para que les dejara el local y pronto se convirtió en el sitio de encuentro ideal para disfrutar entre amigos del menú, mientras se escuchaba de fondo un jazz.
Servilleteros, destapadores de gaseosa, cuadros, gatos en madera, los afiches, fueron pintados o tallados por el escultor. Luego llegaron los mininos de Kliban, y hasta los clientes pusieron su cuota de ‘michis’ para decorar el local, que en ese entonces quedaba, paradójicamente, en el Parque del Perro.
En el 2016, un grupo de amigos: María Fernanda Jaramillo, Carlos Eduardo Arango y un par más, decidieron apostar por este negocio y por Cali, adquiriendo Primos, que contaba en ese momento con tres puntos de venta y un centro de producción. Posteriormente se abrió otro local en el sur y se hicieron mejoras en equipos, instalaciones y procesos, sin perder la esencia, el toque artesanal.
En 2020 con la llegada de la pandemia, se vieron obligados a cerrar, para no sacrificar la calidad de los productos y servicios, que atesoraban sus fieles comensales.
Pero Primos sigue, su única y privilegiada sede en Cali está ubicada en la carrera 5 #2-123, en una casona del tradicional barrio San Antonio —antes un hostal—, con 80 sillas dispuestas en salones y un patio que mira al cielo, al verde de sus numerosas plantas y a sus múltiples gatos colgando de las paredes. El menú conserva recetas originales y procesos artesanales; además, se han adicionado platos para paladares vegetarianos y amantes del salmón.
Al llegar al tradicional barrio —pese a la prevención inicial de los vecinos frente a un posible foco de ruido— Primos se convirtió en un vecino responsable, gracias a diversas actividades que han propuesto en la zona, como dar una hora gratis de parqueadero a los clientes, para optimizar la movilidad. También fueron pioneros en el sector en adoptar medidas frente a los residuos que generan y no esperar el carro recolector. Sumado a ello, evitan el ruido y las aglomeraciones, para no perturbar la paz de la comunidad.
“Después de la pandemia, creyendo en Cali volvimos a abrir, llevando el lugar a un sitio más representativo de la ciudad, como el barrio San Antonio. Gran cantidad de nuestros clientes han regresado y se sienten en casa. Es que hay gente que se baja de un avión y llega a comerse una ensalada Primos, porque fue criado con eso, tiene momentos así que atesora, y venían desde niños con mamá y papá, y se van felices, porque la comida les sabe a lo que su memoria les dice”.
Ya son más de tres generaciones de visitantes asiduos, por eso no es raro ver llegar al abuelo, a los hijos y a los nietos... Y a nuevos comensales, a los que les atraen los platos que anuncia la carta a la entrada. (Mientras hacíamos este artículo, al lugar llegó Angelita, una cliente fiel que hace muchos años fue administradora de un restaurante, y se tomó una foto con celular en mano, en el mismo lugar donde años antes sostenía un teléfono verde de disco).
Antes de abrir el restaurante, la tarde del pasado lunes, dos caleños que viven en Bogotá, hace 30 años, pidieron permiso para entrar y reencontrarse con ese sitio donde pasaron sus años de noviazgo —aunque a ellos les tocó la sede de San Fernando—.
Por toda la casa de ventanales grandes, junto a los aromas de la jugosa y suave costilla con salsa barbacue, de la hamburguesa orgiástica —nombre creado por un cliente joven—, de la apetecida ensalada con jamón, pollo, queso, piña y lechuga, se esparce un dejo a nostalgia.
Por eso cuando sus dueños tuvieron que cerrar, las redes reventaron. A las cuentas de Facebook e Instagram de Primos llegaron más de 4000 mensajes pidiendo no acabar con el lugar de sus afectos. Y cuando a través de los mismos medios anunciaron: “Ya regresamos”, recibieron la misma cantidad de gente agradecida y feliz, y son cada vez más quienes siguen tocando la puerta a este viaje feliz en el tiempo.