Poco más de dos meses antes de hacer realidad el sueño ganado a pulso de participar en el Mundial de natación máster de Corea, a Bolivia Erazo le diagnosticaron un grave problema de rodilla, que, más allá de impedirle caminar, hacía que le doliera el alma.
Después de terminar su rutina diaria en las piscinas Hernando Botero —que solía iniciar desde las 4:00 de la mañana—, donde se preparaba junto a sus nueve compañeras de la mano de Liliana Aristizábal para la cita mundialista, Bolivia tuvo que salir directo a la clínica.
El diagnóstico no fue nada alentador: un grave problema en su rodilla que necesitaría operación y la sacaría definitivamente de las justas en Gwangju.
Sin embargo, Bolivia, fiel creyente del tesón propio de las mujeres colombianas y de que “cuando nos dicen que no es porque tenemos que hacer todo lo posible para que sea sí”, buscó ayuda en dos ‘ángeles’.
El primero, el médico deportólogo Héctor Fabio Cruz, que le aseguró que había otra opción que la pondría en el Mundial; y su amiga y también nadadora Stella Gómez, que la llenó de valor.
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“Yo soy una mujer fuerte y sé que Bolivia también lo es. La hice consciente que la fortaleza muscular que ella tenía hacía menos complicada su recuperación que si le hubiera pasado a cualquiera de nosotras”, contó Stella.
No todos las historias en la vida misma tienen finales felices, pero el de Bolivia sí que lo tuvo. Eso sí, hubo mucho esfuerzo de por medio.
Fueron 40 días de dolorosa terapia continua que le permitieron estar entrenando junto a sus demás compañeras el 1 de julio, un mes antes de tocar la gloria Mundial Corea.
Ella y el staff técnico liderada por la mencionada Aristizábal se subieron dos veces a lo más alto del podio.
Primero, en la modalidad de equipo, y después, en la de equipo combinado. Además, se llevaron el segundo puesto en la modalidad de duetos.
Todo eso, en la categoría para nadadoras entre 35 y 49 años. Una gloria que festejó el Club Delfines —al que pertenecen las 10 nadadoras nacidas en Cali—, el Valle del Cauca y toda Colombia.
Es que fue cuestión de horas para que los videos de ambas rutinas que las subieron a lo más alto del podio mundial, donde compitieron con los mejores equipos de otros trece países, se hicieran virales en las redes sociales.
El más emotivo de ellos fue quizá en el que competían al ritmo de una canción de salsa choque ¡bilingüe!, siempre con una sonrisa en su rostro, que no dejaba duda del disfrute de cada una.
Un difícil camino
Hay muchas cosas en las que la práctica del deporte se asemeja a la vida, pero es innegable que hay algunas disciplinas se parece mucho más.
Ese es el caso del nado sincronizado, ese deporte de estética en el que el espectador solo puede ver lo ‘bonito’, los cuasi perfectos movimientos que los competidores realizan fuera del agua, pero no los dolorosos golpes que se esconden detrás de ese intento de perfección.
Moretones y golpes que volvieron a ser parte de la vida de Angela Cormane, Bolivia Erazo, Catherine Archer, Claudia Collazos, Francia Palacios, Francy Ávila, Gloria Vásquez, Maria Ximena Silva, Sandra Camacho y Stella Gómez 30 años después, en 2017, cuando decidieron adentrarse, de manera paralela al desarrollo de sus vidas profesionales, en la natación máster.
Aunque pasaron tres décadas hubo algunas cosas se mantuvieron. La más importante: la presencia de la empresaria Liliana Aristizábal como su entrenadora.
“Verlas en el agua es devolverme en el tiempo, volver a levantarles la ceja, a hablarles duro cuando las cosas no salen bien y a alegrarme cuando ganamos”, comentó Liliana.
Aristizábal, que se denomina a sí misma como la ‘Thatcher de la natación’, cuenta que al principio su hija le preguntó si no le apenaba regañar así a “esas señoras”.
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Y no le apena. Como tampoco le molesta a ninguna de sus diez pupilas. Incluso Stella Gómez, a quien Liliana se refiere como la líder del grupo junto a Bolivia, dice que, de no ser Liliana tan estricta, no habrían sido posible el logro de tener consigo dos medallas de oro de la Fina.
“La diferencia la hizo el trabajo en equipo, las ganas que tuvieron estas mujeres de dar lo mejor para Colombia. Se empujaron para ser mejores desde la parte técnica y económica”.
Lo más difícil después de cuadrar horarios de práctica y sacrificar fines de semana, según la directora técnica y sus nadadoras, fue la parte técnica, que cambió mucho en 30 años.
Pero para ese ítem tuvieron consigo una asesoría inmejorable: la de Yaneth Hatiuzka, entrenadora de la Selección Colombia y también nadadora del equipo, que no pudo estar presente en Corea por compromisos laborales.
Yaneth le transmitió al grupo las claves técnicas del nado sincronizado actual.
“Anteriormente se buscaba hacer los movimientos con toda la perfección posible, pero se dejaba mucho espacio entre las nadadoras. Ahora la cosa es distinta: se hace todo más rápido, sin tanta perfección, pero con muy poco espacio entre las nadadoras”, acotó Yaneth.
Según Liliana, eso fue lo distintivo de sus victorias, que sí innovaron al nado sincronizado actual, en cuanto a la rapidez y el poco espacio entre las competidoras, pero mantuvieron la pulcritud de sus movimientos.
“Al principio llegábamos a casa como si hubiéramos peleado con un gato debajo del agua. Era recibir patadas, puños y codazos por doquier (risas)”, expuso Stella.
Por esa asesoría es que Yaneth fue una de las primeras personas con las que las nadadoras se comunicaron tras su doble logro mundial.
“Nos reunimos en una casa a ver la primera competencia. Tras la medalla, ellas me llamaron y me hicieron llorar. Recordé esa niñita que entrenaba con ‘Lila’, a la cual le sigo aprendiendo siempre”, aseguró Janeth.
Una despedida acorde a la ocasión
Según Liliana, Stella Gómez nunca deja de demostrar por qué es una de las grandes líderes del equipo.
Antes de viajar a Corea del Sur, ella organizó una fiesta de despedida sorpresa junto a la familia de las otras nueve nadadoras. Eso, con la intención de motivar al máximo a sus compañeras.
Y lo logró. Hizo que todo el esfuerzo económico, en el que cada una puso el 70 % de sus gastos, aproximadamente, en el que hubo rifas de las que no quedó sin venderse una sola boleta, valiera la pena.
Su esfuerzo, que también se hizo notorio en la consecución del apoyo de algunas empresas privadas para su indumentaria, se juntó al del empresario Óscar Isaza, que aportó parte del capital necesario.
El doble título de las ‘delfinas’ las puso en el ojo de la opinión pública. Ahora, esperan toda “la consciencia de la empresa privada y de los medios” para hacer posible la reedición de los títulos en Japón 2021. “Después de eso, solo falta el título interestelar”, bromean.