El 20 de agosto del 2002, un médico le amputó las piernas a Zuly por una malformación congénita y vaticinó que esa niña, de apenas un año y tres meses de edad, nunca podría caminar. Pero ese mismo día, la naturaleza también dotó a la pequeña de un don que pocos tienen. Es como si de su espalda se hubieran extendido dos alas enormes que le han permitido volar. Y soñar…
Han pasado 16 años desde entonces, y en todo este tiempo Zuleiny Rodríguez Trujillo, como se llama, no ha hecho más que desbaratar con una religiosidad propia esa dura sentencia que lanzó el médico. Porque cuando cumplió los 3 años caminó con la ayuda de dos prótesis en sus piernas. Y luego hizo natación. Y después practicó baloncesto. Y ahora juega tenis en silla de ruedas, ostentando el tercer lugar en el ranquin nacional. Y también sabe lo que es pararse en una pasarela de modelaje. Y de lunes a viernes toma seis buses —tres de ida y tres de regreso— desde su casa, en el barrio Floralia, hasta la Universidad Autónoma de Occidente, al otro extremo, donde estudia primer semestre de comunicación social y periodismo. Zuly nunca guarda sus alas…
“¿Mi historia? La defino como un propósito de Dios, una orden divina que me ha ayudado a romper barreras, fortalecer mi personalidad, llegar a un grado tal de resiliencia que me permite aceptar la realidad, pero sin renunciar a ser feliz”, dice Zuleiny con un brillo en sus ojos que corrobora lo que expresan esas palabras que parecen prestadas de la adultez.
La niña a la que le sentenciaron que no podría caminar nació en Florencia, Caquetá, el 25 de mayo del 2001, y vivió el primer capítulo de su drama en Bogotá. Allá fueron a buscar ayuda sus padres para salvarle sus piernas. Nini Johana y José Hernando dejaron su vida atrás, en Florencia, pensando que en la capital colombiana su pequeña tendría otra suerte. Pero no fue así. Porque las extremidades de Zuly crecían de manera deforme y luego no hubo más remedio que cortarlas. La cirugía fue realizada en un frío quirófano del Hospital Franklin Delano Roosevelt, la mañana de aquel 20 de agosto del 2002, el mismo día en que los esposos Rodríguez Trujillo cumplían un aniversario más de casados. Pero no había nada que celebrar.
"A mis ‘piernas’ (las prótesis) les hablo a diario, las consiento, les pinto las uñas, pero también las regaño cuando me tallan los muñones o me llevan con lentitud adonde quiero ir".
La rehabilitación sería el siguiente paso. Otro drama. “Vivíamos en el barrio 20 de Julio, en el sur de Bogotá, y las terapias de recuperación de Zuly eran en la Clínica Universidad de La Sabana, en Chía. Me tocaba salir con la niña toda abrigada —solo se le veían los ojitos— y prendida de un cargador a mi cintura para poder llevar la pañalera y montarnos en una buseta, luego en el Transmilenio y por último en una flota. Eran tres horas de viaje para ir y otras tres para regresar, imagínese usted”, cuenta Nini Johana, sentada en la sala de su casa, mientras su hija la mira y se muerde los labios en un gesto de compasión.
Nini Johana recuerda que muchas veces las acompañaba el llanto en el viaje hacia la clínica, pero también la esperanza. Porque fue allí donde Zuly dio sus pasos iniciales para caminar valiéndose del primero de nueve pares de prótesis que ha tenido a lo largo de sus 17 años de existencia. Prótesis que no han llegado a su poder por una vía distinta a los triunfos de tutelas interpuestas en los tribunales contra la EPS de la menor.
Un giro en la historia
Pero la vida para la familia Rodríguez Trujillo no era nada fácil en Bogotá. El dinero que ganaba José Hernando como obrero en una fábrica de betunes solo alcanzaba para comer, y pagar el arriendo y los servicios.
Cali surgió entonces como una buena posibilidad. Y una realidad, al poco tiempo. Zuly dice sin reparos que ama esta ciudad como no lo haría con ninguna otra. Aquí, remarca, es donde sus alas, a falta de las dos piernas, la han llevado adonde ha querido…
Tenía 4 años cuando su madre la llevó a la inauguración del Centro de Rehabilitación del Hospital Universitario del Valle, en busca de cualquier ayuda que le permitiera seguir en pie. Y allí estaba un ‘ángel’ de carne y hueso. De insípida barba, cabello negro y con una guitarra. Era Juanes. El invitado especial. Cuando el artista vio a Zuly moviéndose con cierta incomodidad sobre las prótesis, la cargó en sus brazos, la saludó y le dio un pico en la boca. La foto aparecería luego en las páginas de los periódicos de la ciudad.
Ese beso, que pareció una escena sacada de un cuento de hadas, fue el comienzo de una bella historia.
“Cuando Juanes cargó a mi niña, me saludó a mí también, cruzamos unas palabras y me preguntó qué necesitaba Zuly. ‘Educarse en un buen colegio’, le respondí”, relata Nini Johana, quizás con el mismo asombro de aquel momento en su rostro.
Días después, la madre de Zuly recibió una llamada. “¿Quién habla?”, preguntó ella. “Juan Esteban Aristizábal”, contestó el interlocutor. “¿Quién?”, replicó la mujer. “Juanes”, respondió él...
La fundación del famoso cantante cubrió los estudios de Zuly en la Corporación Educativa Adventista. Un colegio privado de línea religiosa, con ruta escolar y todas las comodidades para que ella siguiera con sus alas abiertas. Bien abiertas.
La natación, primero; y el baloncesto, después, se atravesaron en el camino de Zuly. La niña que no tiene piernas ama el deporte. Nunca puede estar quieta. Mucho menos ‘condenada’ a una silla de ruedas.
“Sentía que en el baloncesto me iba bien, pero como que no estaba contenta conmigo misma, y acepté la invitación que me hizo un compañero para jugar tenis. Sí, tenis. Tenis en silla de ruedas”, cuenta la deportista, quien no tardó en tocar las puertas de la liga vallecaucana de esta disciplina.
El ingenio y la recursividad también son cualidades de esta jovencita. Empeñada en un nuevo reto, buscó a un amigo de la familia que hace fotos. Hárold Valencia, se llama. Le pidió que la fotografiara y subió la imagen a Facebook. En ella aparecía con el atuendo propio de una tenista, falda corta, blusa apretada sin mangas, una raqueta en su mano derecha y sus prótesis el desnudo. Y un hashtag debajo de la foto: #LosSueñosDeZuly.
La red social Facebook también sirve para cristalizar sueños. María Clara Naranjo, presidenta de la Fundación Sarmiento Palau, quien no conocía a Zuly, le escribió un mensaje: “¿Y cuáles son tus sueños?”.
Gracias a María Clara y al programa Talentos, de su fundación, Zuleiny Rodríguez Trujillo es una destacada jugadora de tenis en silla de ruedas del Valle del Cauca. Fue subcampeona nacional, campeona de un Open en Perú, bronce por equipos con la Selección Colombia en Holanda, es la número 50 del mundo y este martes se desplazará a Florianópolis, Brasil, para jugar el torneo Semana Guga Kuerten, organizado por la fundación de ese ‘monstruo’ del tenis brasileño que fue número uno del mundo.
Su entrenador en la Liga y promotor del tenis en silla de ruedas en Colombia, Sigifredo Hidalgo, da fe de las condiciones de Zuleiny como deportista: “Es rápida, tiene mucha movilidad, pero, sobre todo, tiene un tesón impresionante, logra lo que se propone”.
Tiempo de universidad
Y gracias también a una beca de la Fundación Sarmiento Palau, Zuly ha iniciado sus estudios de comunicación social y periodismo en la Universidad Autónoma de Occidente. “¿Por qué esta carrera?, porque quiero generar cambios sociales, porque deseo ser coach, ayudar a otros a través de mi historia de vida”, dice con una seguridad infranqueable.
Zuleiny solo tiene palabras de agradecimiento para María Clara. “Yo le digo madrina, porque así lo siento. Ella, a través de la Sarmiento Palau, me ha dado todo lo que necesito para seguir creciendo, para seguir soñando, para seguir volando, y no puedo hacer menos que responder en todos los retos en que me apoya. Es un ángel en mi vida”.
Y María Clara expone los argumentos por los cuales ayuda a Zuly: “Es que ella es una luz muy grande que ha llegado a nuestras vidas. Es un ejemplo de superación, de fe, de esperanza, de lucha, de valentía, de amor por el esfuerzo de su madre”.
El esfuerzo del que habla la señora Naranjo se simplifica en un pequeño negocio que tiene Nini Johana. En la terraza de su casa, la madre de Zuly cocina todos los días maíz para hacer arepas. Una parte del producido lo distribuye en las rapitiendas circundantes al barrio, que abundan quizás como en ninguna otra parte de Cali; y el resto lo utiliza ella misma para preparar arepas que vende en un puesto callejero del sector.
Cuenta Nini Johana, con un dejo de orgullo, que “a punta de arepas” ha levantado a sus dos hijas —María José se llama la menor, de 8 años—, pues ahora no cuenta como antes con la ayuda de su esposo, quien ha emigrado a Bogotá para encontrar nuevas oportunidades de trabajo. Y advierte que muy pronto sus arepas “podrían subir de estatus”, si se concreta una ayuda que la compañía multinacional Rappi le ha ofrecido para poner su producto en la puerta de la casa de los tantos clientes que tiene.
“Esas arepas serán famosas, mami. Las oportunidades llegan”, le dice Zuly, acompañando esas palabras de aliento con algo que no es postizo en ella: una sonrisa. Y que acertadamente define como “el lenguaje del alma”.
Zuly aprovecha para contar que el modelaje tocó también a su puerta como una oportunidad. “Un día iba en el MÍO y un señor que me miraba mucho se me presentó y me dijo que era Cristian Cárdenas, asistente del diseñador Guío Domínguez”. El mismo que la ha vestido para hacer parte del calendario de la Gobernación del Valle ‘Natural beauty’, del cual fue portada en la edición del 2017. Y el 6 de octubre próximo podría recibir un trofeo (estará en Brasil) distinto a los que gana en las canchas de polvo de ladrillo cuando vence en el tenis. Porque está nominada como la ‘mejor modelo de capacidades diferentes’ en el concurso de la Cámara de la Moda Vallecaucana.
Zuly es delgada. Sus ojos negros dicen palabras. Cuando ríe, pareciera que el mundo también lo hiciera. Y parada sobre sus prótesis, desnudas como suele llevarlas, adquiere la pose de una modelo que no necesita piernas. Eso, seguramente, vio en ella Genfar, la empresa colombiana de medicamentos que usó su imagen y la de Fernando Aguirre —otro héroe en silla de ruedas, campeón de esgrima paralímpica— para grabar un comercial institucional y enviar un mensaje sencillo: no hay límites. En el video se ve a Zuly y Fernando volando en parapente. La niña que no podía caminar, ahora surca los cielos.
Y es que eso de volar, en Zuleiny Rodríguez Trujillo es una condición de vida. Porque a falta de piernas, de su espalda se extienden dos alas enormes que la llevan adonde quiere. Nadie las ve, pero ella las siente.
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