Al Deportivo Cali siempre hay que exigirle títulos, esté como esté. Y ese reto requiere ahora, más que ayer, mayores esfuerzos, cuando el equipo ha perdido jugadores clave, situación que tiene a los hinchas más en el campo de la preocupación que de la confianza.
De la temporada 2018 a esta campaña muchas cosas han cambiado en el conjunto azucarero, y no propiamente para llenar de fe a la fanaticada verdiblanca. Además de tener en el banco a un técnico que se estrena en la A —lo que no necesariamente significa una desventaja—, del equipo emigraron doce jugadores, la mitad de ellos de la columna vertebral. Andrés Pérez, Kevin Balanta, Jeison Angulo, Macnelly Torres, Nicolás Benedetti y Pepe Sand son nombres cuya ausencia deja un hueco gigante, y los directivos han tratado de llenarlo con lo que pueden, pero parece que no es suficiente, si la meta es el título de la Liga colombiana y un protagonismo digno en la Copa Suramericana.
A esos nombres hay que sumar los de Ezequiel Palomeque, Nicolás Roa, Andrés Felipe Roa, Daniel Giraldo, Miguel Murillo y Abel Aguilar. Doce jugadores que se fueron en menos de siete meses. Y aunque no todos tenían un gran nivel de competitividad, es apenas lógico que en la renovación del equipo también debe haber nombres sonoros, de peso, que infundan respeto en el adversario.
La fórmula no es que si se van doce, deben llegar doce. No. Pero a la fecha el Cali solo ha hecho cuatro contrataciones, la del delantero argentino Juan Ignacio Dinenno, que tiene buenos antecedentes como goleador y dejó gratas sensaciones en su debut; la del defensa —también gaucho— Francisco Delorenzi, un juvenil que no ha debutado aún en Primera, y la de los colombianos Andrés Colorado y Féiver Mercado, quien llega como gran anotador del Cortuluá en la B. Se espera la llegada de otro jugador, seguramente un enganche.
No es un secreto que el Deportivo Cali tiene urgencias económicas. Los mismos directivos han insistido en que el equipo, que goza de la mejor cantera del fútbol colombiano, debe vender jugadores para sobrevivir y contratar refuerzos. Y, en efecto, esa ha sido la constante en los últimos años.
Por suerte, la fábrica de jugadores azucareros no deja de dar buenos frutos, y ese ha sido uno de los bastiones de los distintos comités ejecutivos en cada administración de turno. Pero la sensación que queda entre los hinchas es que los directivos se están preocupando más por cubrir los huecos financieros que los huecos futbolísticos.
Y, repito, no se trata de suplir por cantidad los jugadores que se van con los que llegan. Pueden irse doce y venir apenas cuatro que correspondan a las exigencias que se plantea el equipo, pero no se puede ocultar que este Deportivo Cali, hoy, es mucho menos en nómina que el de la temporada pasada.
Un duro reto afrontan los directivos azucareros para este 2019. Y sé que este Comité Ejecutivo, en cabeza de Juan Fernando Mejía, trabaja fuertemente y con honestidad en todos los frentes para mantener al Cali en los lugares de privilegio que le exige su historia, pero es sabido que a los hinchas lo que les interesa son las estrellas en el escudo, y la apuesta de este momento es quizás la más arriesgada en los últimos años de la institución verdiblanca, más allá de que en el 2015 haya salido campeona de la mano del ‘Pecoso’ Castro y los canteranos de aquella época.
No sé cuál sea la sensación del técnico Pusineri con la desbandada que ha sufrido el equipo. No sé si su confianza sea la misma que cuando llegó. Pero también para él es mayor ahora la exigencia en busca de los retos.
Con un equipo joven y pocos refuerzos, tendrá que conseguir resultados que dejen contentos a los hinchas y, sobre todo, para sobrevivir al castigo implacable de aquellos socios que no admiten procesos. Ojalá que las preocupaciones no sean más que eso y que directivos, técnico y jugadores sepan dar en el blanco. ¡Buena suerte, señores!