Si hay un sector que caracteriza desde más de 100 años al Valle del Cauca es la agroindustria azucarera, un motor de desarrollo empresarial, cuyo aporte ha sido fundamental a la economía regional y colombiana.
Se trata de una actividad que muele al año 23,5 millones de toneladas de caña, cuyo rendimiento alcanzó para producir 2,21 millones de toneladas de azúcar en 2020 entre los 13 ingenios que conforman esa cadena de factorías que se extiende por el Valle geográfico del río Cauca, el norte del Cauca y el sur del departamento de Risaralda.
Cabe resaltar, que en 2020 el PIB del azúcar y la panela fue del 0,7%, superando el PIB nacional que descendió en 6,8% por cuenta de la crisis económica y social causada por la pandemia del coronavirus.
A pesar de esa difícil coyuntura, el posicionamiento internacional de esa agroindustria sigue siendo significativo con exportaciones que el año pasado alcanzaron las 748.364 toneladas con acogida en diferentes mercados y un crecimiento del 13 %, que representó divisas por US$347 millones, frente a una caída del 22 % en el valor exportado por el país. Esas ventas significaron el 16 % de todas las exportaciones agroindustriales colombianas el año anterior.
Esa productividad en el 2020 permitió igualmente la producción de 394 millones de litros de etanol (alcohol carburante) y 6,5 millones de toneladas de bagazo (con el que se fabrican papel, plásticos, entre otros) más la generación de 1.637 GWh de bioenergía (a partir de biomasa), suficientes para atender a una ciudad como Cartagena.
Hoy, la agroindustria azucarera genera 286.000 empleos entre directos e indirectos. En la región, seis de cada diez familias dependen de manera directa e indirecta del sector, destaca Claudia Calero, presidenta de la Asociación de Cultivadores de Caña de Colombia, Asocaña, el gremio del sector.
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De acuerdo con el Dane, el sector paga salarios por $900.000 millones al año, a la vez que invierte alrededor de $5 billones en insumos.
De igual manera, los impuestos pagados por los ingenios en los municipios de su área de influencia, sin tener en cuenta los impuestos pagados por los cañicultores, representan en algunos casos más del 50 % de los ingresos tributarios en muchos entes territoriales. En Miranda, por ejemplo, este indicador es de 72 %, lo que significa un aporte importante al desarrollo social de esa municipalidad.
La dirigente pone de presente que “la agroindustria de la caña es un gran dinamizador de la economía. Por cada peso invertido en la producción en caña se generan $9,20 más en el resto del PIB por efectos indirectos e inducidos; y para la fase industrial, por cada peso para la producción de azúcar, bioetanol, energía y otros, se genera un efecto extra en la economía de $4,21”.
Pero no todo es azúcar. El sector está igualmente vinculado a la actividad panelera que es fuente para 350.000 empleos que favorecen a 636.000 familias. En conjunto son 2,5 millones de personas que dependen de las agroindustrias panelera y del azúcar.
La Presidenta de Asocaña señala que gracias las inversiones de los últimos años por parte del sector, las mismas han permitido ubicar a Colombia como el país con la mayor productividad mundial en términos de toneladas de azúcar (un poco más de 15) por hectárea de caña. Ha sido el resultado de nuevas variedades descubiertas por Cenicaña, que es desde 1977 el brazo científico de la agroindustria del azúcar.
La industria del azúcar ha permitido un Producto Interno Bruto, PIB, per cápita más alto en los municipios cañicultores. Solo en 2016 ese PIB fue de $14,05 millones.
El impacto social
Debido al apoyo del sector en cobertura de educación primaria, la misma es del 83,32% en municipios cañicultores frente a 80,95% en localidades donde no existe esa actividad. Esa cobertura sube al 87,8% en municipios donde hay ingenios. En educación secundaria la cobertura es del 76,08% en municipios cañicultores y del 79,8% en aquellos que cuentan con ingenios.
Esa red educativa azucarera está conformada por 32 instituciones educativas en 15 municipios del norte del Cauca y Valle del Cauca, 12 de ellas corresponden a colegios y centros de formación propios de los ingenios y 20 son instituciones públicas que reciben aportes directos de los ingenios.
La red beneficia cada año a 16.000, niños, niñas, adolescentes y adultos, con formaciones que van desde la básica primaria y secundaria, hasta la formación técnica y tecnológica.
En materia de salud, la industria ha impulsado una cobertura del 86,05% en localidades con siembras de caña y del 94,8% donde existen factorías.
Aporte cañicultor
La base de esta agroindustria es la caña. Dichos cultivadores, agremiados en Procaña, abastecen a los 13 ingenios: Carmelita, Incauca, La Cabaña, Manuelita, María Luisa, Mayagüez, Del Occidente, Pichichi, Providencia, Riopaila Castilla, Risaralda y San Carlos.
La directora de Procaña, Martha Betancourt, resalta que “asumimos la sostenibilidad como el progreso económico y social que perdura en el tiempo, genera beneficios para todos y promueve un equilibrio con el medio ambiente. Somos un gremio que evoluciona y nos empeñamos en buscar nuevas formas de generar valor con nuestros afiliados y colaboradores”.
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Recuerda que en el 2019 se logró un acuerdo entre productores de caña e ingenios para trabajar unidos por el desarrollo social, apoyar la producción agropecuaria rural, mejorar la calidad de vida y fortalecer los lazos con las comunidades rurales de la zona de ladera y alta montaña con el aporte voluntario: el 0,04% de las ventas de productores de caña e ingenios.
Asimismo, el gremio está impulsando una nueva generación de cañicultores. “Ellos tienen la capacidad y nuestro deber es apoyarlos para asumir los grandes retos en uno de los sectores de mayor potencial de producción de energía limpia y biocombustibles”, puntualizó la dirigente.
La mitad del consumo colombiano de azúcar está destinado al mercado doméstico como azúcar de mesa. La otra mitad es para las empresas de gaseosas y compañías de alimentos, entre otras.
Fomento de las energías limpias
Actualmente la agroindustria azucarera está empeñada en el fomento de las energías limpias como una contribución al medio ambiente a través de sus seis destilerías en los ingenios donde se fabrica bioetanol.
Se trata de alcohol carburante que se mezcla en un 10% con la gasolina lo que permite una reducción de partículas contaminantes por parte de carros y motocicletas. Con esa biotecnología la producción diaria por ingenio oscila entre 200.000 y 250.000 litros para abastecer el mercado nacional. Todo empezó con la aprobación de la leyes 693 de 2001 y 939 de 2004 que regulan la producción de biocombustibles en el país.
De igual forma, la industria de pulpa y papel del Valle del Cauca presenta un auge en los bionegocios para la extracción de insumos químicos a partir de la sacarosa para la producción de bioplásticos, solventes industriales y para uso cosmético.
Asimismo, los residuos vegetales, producto de su actividad principal, constituyen una fuente óptima para la generación de bioenergía que se aporta al sistema eléctrico.
2,21
millones de toneladas fue la producción azucarera en Colombia durante el 2020.
Aportes para vías
El gremio cuenta con un Fondo Social de la Agroindustria de la Caña que se nutre de los aportes por las ventas de azúcar y etanol.
A través de este mecanismo y con alianzas público-privadas se mejoraron vías terciarias entre los corregimientos de San Francisco -Las Brisas y Peralonso-El Crucero, en el municipio de Florida con una inversión superior a los $2.600 millones.
Según el Ministerio de Transporte, invertir $1.000 millones en una vía terciaria genera alrededor de 295 empleos en las regiones (85 directos y 220 indirectos). Así las cosas, en el sector agroindustrial de la caña, se han generado 2.384 empleos a través del mejoramiento vial realizado en el Valle y Cauca.