1. 90 años y contando
Este actor, leyenda de Hollywood, que en el comienzo de su carrera recibiera críticas por su rigidez, su estrabismo y por pronunciar sus diálogos entre dientes, se convirtió en productor, director, guionista y músico, ganador de cuatro premios Óscar y en los últimos diez años produjo nueve películas de las 55 en las que ha participado. Y acabados de cumplir los 90, se niega a colgar sus botas de vaquero.
El pasado 31 de mayo este tipo, que conserva la mirada ruda de Harry el Sucio —uno de sus célebres personajes de spaguetti western—, la pasión y el sexappeal del fotógrafo Robert Kincaid en Los Puentes de Madison, y la determinación de Walt Kowalski en El Gran Torino, en la vida real odia los cumpleaños, según dijeron sus hijos Scott y Alison a la publicación Closer.
“Eastwood no deja de golpear, como Harry el Sucio, nos da una bofetada a sus 90 años diciéndonos que no debemos ser conformistas, que podemos ir más allá, que la cima es tan alta como queramos que sea”, dice el director de cine caleño Harold Devasten. “Después de consagrarse como gran actor, de convertirse en gran director con una voz tan auténtica para plasmar su mirada en imágenes, es inspirador”, afirma Devasten, quien define a El Gran Torino, dirigida, producida y protagonizada por Clint como “clásica, humana, tremenda”.
De acuerdo con Juan Carlos Romero, docente del programa de Cine y Comunicación Digital de la U. Autónoma de Occidente, “Eastwood es de los casos más atípicos de la cinematografía norteamericana, el de un actor mediocre que se reinventa como un extraordinario director en el ocaso de su vida. Un actor regular, desde mi perspectiva, que hacía películas de acción, primero del oeste, después desde las calles de Estados Unidos como detective (En la Cuerda Floja), un tipo duro, hosco, de carácter un poco conflictivo. No le imprimió muchos matices a sus interpretaciones, pero cuando se para detrás de la cámara, aparece un Eastwood con unos talentos realmente apreciables”.
Romero valora especialmente al director, que ha reinterpretado los géneros de Hollywood. “Él se considera un cineasta clásico. En filmes como el biográfico El Caso de Richard Jewell y en La Mula, ambos producidos y dirigidos por él, esta última, también actuada por el propio Eastwood, “ha tomado los dramas y les ha dado su sello personal, el de norteamericano promedio, arraigado a los valores republicanos y conservadores de una nación, como la familia y el patriotismo; una nación preocupada por la creciente ola de inmigrantes. De manera coherente con sus valores políticos, hace un cine que mira con nostalgia, y a la vez, con una descarnada mirada realista esos que podrían pasar como tiempos pasados mejores”.
El cine de autor tiene en Eastwood, según Romero, uno de sus representantes más fieles. “Un hombre que ajusta los 90 años con una vitalidad tan grande, con un dinamismo y una capacidad de creación tan particular, nos habla de un espíritu artístico de un nivel y un talante increíble”.
En La Mula, reciente trabajo actoral, interpreta a Earl Stone, un abuelo de 88 años con problemas económicos que termina transportando droga para un cartel mexicano en Illinois, para ayudar con ese dinero a sus familiares, pero un agente de la DEA le sigue la pista. “Descreído, escéptico, con una melancolía profunda, porque ha sido un mal padre y un mal esposo, aunque un buen ciudadano — algo que en los últimos años de su vida le sirve muy poco—, decide con un pragmatismo increíble, mirar con otros ojos los valores y principios que para él eran incorruptibles. La película, pese a ser una tragedia, tiene tono cómico”, agrega Romero, admirador de Río Místico, otra obra del director.
Algunos no le perdonan sus ideas conservadoras y republicanas y su monólogo en la convención que dirigió a Trump como candidato del republicanismo, pero le admiran su presencia mítica en el séptimo arte.
El crítico de cine de RCN Radio Jaime Ponce afirma que sus “valores claros, simples y sinceros son los factores primordiales sobre los cuales trabaja sus historias”.
Amante absoluto del jazz, el propio Eastwood ha contado que su madre, la misma que aplaudió eufórica a su hijo setentón tras recibir un Oscar, le compró a este cuando tenía 15 años, dos discos de Fast Water, uno de los grandes pianistas de jazz. Clint interpretaba el piano en casa, de manera empírica, para llamar la atención de las niñas que le gustaban. Primero imitaba lo que escuchaba, luego se dedicó a estudiar.
Cuenta Ponce que “antes de ser figura de Hollywood, Eastwood cuidaba piscinas y allí conoció a un joven que lo llevó a los estudios de Universal, donde debido a su porte y altura, fue seleccionado para hacer parte de una serie de TV, Rawhide. Pronto pasaría a ser una figura del spaguetti western, al irse en los años 60 a España a trabajar con el director Sergio Leone, en la Trilogía del Dólar: Por un Puñado de Dólares, Por Unos Dólares Más y El Bueno, El Malo y El Feo. También bajo la dirección de Siegel, Clint protagonizó una película erótica en su época, El Seductor, interpretando a John McBurney, un soldado yanqui malherido, rescatado por una joven de una escuela de señoritas del sur, quien lo lleva allí, bajo las miradas aterrorizadas de todas. Pero él las irá conquistando una tras otra y el ambiente se enrarecerá por los celos.
“Clint le pidió a Siegel que le dejara hacer un corto para promocionar el filme y resultó siendo su primera experiencia como director”, dice Ponce.
Para José Ignacio Sánchez Quintex, director de Cinemagazín, “en su carrera de 65 años ha habido películas malas, regulares, buenas y un par excelentes como Unforgiven y Million Dollar Baby, por las que se llevó dos Oscar a Mejor Director y Película y fue nominado a Mejor Actor, aunque los galardones como intérprete le han sido esquivos. Lo recordaré por Los Puentes de Madison junto a Meryl Streep, adaptación del best seller de Robert James Waller donde rompió su molde de rudo y mostró su faceta de romántico y sensible y por su rol de viejo racista y cascarrabias, Walt Kowalski, en Gran Torino, donde desenfunda de nuevo la pistola de Harry El Sucio, al simular un arma con los dedos”.
2. Figura del Western
Clint Eastwood le confesó a El Mundo, de España, que no se dirige a sí mismo, porque no quiere trabajar con otros directores, “a veces uno se interesa por un proyecto y luego se da cuenta de que lo más fácil sería dirigirlo e interpretarlo”. Ocurrió con Gran Torino y La Mula. En ambas interpreta a un tipo “con ideas polarizadas sobre la vida, que termina enmendando su forma de ser. Es un mensaje que me gusta, ya que pienso que nunca es tarde para aprender”. Eso le ocurre a su personaje de Earl Stone, en La Mula, “un tipo que constantemente aprende, aunque algunas de sus acciones no son las correctas”.
De cultivar lirios, Earl —inspirado en un hombre que ya falleció—, pasa, de repente y casi accidentalmente, a transportar droga para un cartel. “Antes de que se dé cuenta comienza a ganar mucho dinero y a percatarse de que no hay vuelta atrás”. La historia se centra en cómo sus errores afectan a su familia. “Intenta arreglar las cosas cuando empieza a ganar dinero”, dice Eastwood, quien contó con su hija Alison para dar vida a la hija de Earl. “La gente de casting me recordó que tenía una hija de esa edad que sería ideal para el papel. La llamé sin saber lo que respondería, ya que es una mujer muy ocupada. Pero, por fortuna, aceptó”.
“Me gusta dirigir, así eres más consciente de lo que va a ser tanto el proceso como el resultado. He aprendido de todos los realizadores con los que he trabajado. Últimamente dirijo más que actúo porque no es fácil encontrar material que me atraiga como actor”, afirma.
De España, dice, tiene muy buenos recuerdos. “Allí rodé unas películas conocidas como spaghetti western, claves en mi carrera, coproducciones entre Italia, Alemania y España”. Sobre Sergio Leone, quien lo dirigió en varias, cuenta que “era muy agradable cuando empezamos a trabajar juntos, él no sabía inglés y yo no hablaba una palabra de italiano. Pero nos entendimos bien rodando esas películas en España. Fue una experiencia divertida e inolvidable. Cuando aterricé en el aeropuerto para rodar la primera (con él hice Por un Puñado de Dólares, La Muerte Tenía un Precio y El Bueno, El Feo y el Malo) solo tenía un par de pantalones, dos jerséis y una camisa”.
Con una modestia nada falsa, asegura que jamás imaginó que sus películas western tuvieran tal repercusión. “Tras rodar la primera volví a Estados Unidos para trabajar en televisión y pensé que nunca la vería. Después escuché que se había hecho un buen western, ‘Per un pugno di dollari’, sin saber que se trataba de la película en la que había actuado, ya que tenía otro título cuando la rodamos: Il Magnifico Straniero. Luego me llamaron a la siguiente”.
3. Náufrago al cine
Clinton Eastwood Junior pesó 5,2 kg al nacer, el 31 de mayo de 1930, por lo que las enfermeras del hospital de San Francisco, California, lo llamaron ‘Sansón’. Hijo de Clinton Eastwood (falleció en 1970), trabajador del sector de la metalurgia, y de Margaret Ruth (Runner) Eastwood (murió en 2006), empleada de una fábrica de IBM, Clint Jr. tiene ascendencia inglesa, irlandesa, escocesa y holandesa, y una hermana menor, Jeanne Bernhardt.
Siendo joven, Junior fue socorrista, repartidor de periódicos, empleado de tienda, bombero forestal y caddie de golf. En 1951 cuando iba a matricularse en la Universidad de Seattle, fue reclutado por el ejército de Estados Unidos, y destinado a Fort Ord, California, en la Guerra de Corea, en la que fue socorrista e instructor de natación. Mientras regresaba de una visita de fin de semana a sus padres en Seattle en 1951, el avión bombardero Douglas AD del que era pasajero se quedó sin combustible y se estrelló en el mar cerca de Punta Reyes. Él y el piloto escaparon de la aeronave mientras se hundía y con ayuda de un bote salvavidas nadaron 3,2 kilómetros hasta la costa.
De acuerdo con su biografía oficial, Chuck Hill, con muchos contactos en la industria del cine, consiguió colar al apuesto limpiador de piscinas en los estudios Universal en Hollywood para que lo conociera el director de fotografía Irving Glassberg. Gracias a él obtuvo una audición con el director Arthur Lubin. Pese a quedar impactado con su porte y sus 1,93 metros, cuestionó sus habilidades interpretativas y le recomendó clases de actuación, pero le consiguió su primer contrato en 1954 por US$100 a la semana. Su criticada rigidez y diálogo entre dientes fue su sello.
Se ha casado dos veces, con Sondra Locke (1975–1989) y Frances Fisher (1990–1995). Tiene 8 hijos, con Roxanne Tunis tuvo a: Kimber; con Maggie Johnson, a Kyle y Alison; con Jacelyn Reeves, a Scott y Kathryn; con Frances, a Francesca, y con Dina Ruiz, a Morgan.