Dos meses después de la revuelta juvenil de París, tres meses antes de la masacre estudiantil en Tlatelolco, un 10 de julio de 1968 nace, en Ciudad de México, Jorge Luis Volpi Escalante.

Bajo el signo de cáncer que según los eruditos en astrología define a las personas que “no tienen miedo de decir lo que piensan, aunque suelen hacerlo con tacto y discreción”, Volpi creció, más que guiado por los astros, influido por la estrepitosa historia del siglo XX cuyos acontecimientos son tema central en su obra literaria.

Sus novelas son narraciones donde también se introducen argumentaciones históricas y científicas que sumen al lector en historias complejas que contienen nociones intelectuales muy sólidas. Prueba de ello son obras como ‘En busca de Klingsor’ (1999) cuya trama se desarrolla en un contexto de físicos alemanes que estudian el poder destructor del átomo durante la Segunda Guerra Mundial y ‘La Tejedora de sombras’ (2012), donde recrea los tiempos en que la psiquiatría, de la mano de Karl Gustav Jung, descubría los secretos ocultos de la sociedad industrial.

Jorge Volpi, también ha escrito lúcidos ensayos sobre el poder la ficción en la evolución, así como estudios sobre las revoluciones latinoamericanas. Es el escritor más destacado de la llamada generación del ‘Crack’ formada en México en los 90.

La Feria Internacional del Libro de Cali, FILCA, que este año tiene como país invitado a México, ha convocado al escritor quien regresa por tercera vez a la ciudad, esta vez para presentar su más reciente libro, ‘Una novela criminal’, ganadora del Premio Alfaguara 2018.
Desde su oficina en el campus de la UNAM, responde algunas preguntas sobre la importancia de la ficción y sus peligros políticos, así como del periodismo y la literatura mexicana.


Usted nació justo en 1968, momento trascendental para la rebelión juvenil. ¿Qué importancia tienen para usted los acontecimientos del 68?
Ha sido muy importante, escribí un libro sobre la historia intelectual de México en el 68 y ahora desde mi trabajo en la UNAM he tenido que organizar todas las actividades académicas y artísticas para conmemorar de estos hechos claves en la historia del siglo XX y particularmente para México por lo que significó la Masacre de Tlatelolco en la Plaza de las Tres Culturas, ya que todos los movimientos sociales posteriores han reivindicado el 68 como su origen y que ha contribuido en buena medida al ensanchamiento de las libertades ciudadanas que tenemos.

Usted definió su último libro 'Una novela criminal', ganadora del Premio Alfaguara 2018, como una novela documental, ¿qué relación tiene esta obra con el periodismo?
Novela sin ficción, novela documental o de hechos reales. Al ser un género sin ficción, naturalmente tenía que mezclar literatura con el periodismo. Toda la investigación que llevé a cabo para escribir el libro fue de tipo periodístico, basada en testimonios directos del caso. Desde el lado del periodismo, también podría llamarse periodismo narrativo o literario, porque la línea que separa la literatura del periodismo es sumamente delgada.

En esta novela se muestra cómo los estados pueden realizar montajes para incriminar falsamente a ciudadanos, ¿qué relación tiene esto con la forma en que se entiende el concepto de posverdad?
Hay muchos casos, el de México es un ejemplo terrible de eso que llamamos posverdad. Consiste en que el estado crea una verdad a priori que se trata desde luego de una mentira y decide utilizar los medios de comunicación para extenderla y no rectificarla. Esta novela muestra un ejemplo claro de cómo el poder utiliza los medios de comunicación para legitimarse, destruyendo por completo la verdad.
Es importante que por un lado periodistas, pero por otro a lo mejor escritores como en este caso podamos contar esas historias en profundidad y darles sentido para rescatarlas de esa acumulación de mentiras que el estado establece como verdad oficial.

La posverdad es una historia ficticia que participa de ese don de la ficción que usted estudia en 'Leer la mente' (2011). ¿Cómo entender que la ficción puede usarse para el arte literario y también para la posverdad?
Son dos cosas distintas, por un lado existe la ficción que tiene una importancia central en la evolución humana y en la forma de relacionarnos unos con otros, así como una fuente de aprendizaje sobre uno mismo. Pero, en el caso de la posverdad, estamos hablando de hechos que el poder mismo ha querido enmascarar y crear ficciones, pero esta son simplemente mentiras, de ningún modo son ficciones artísticas.  Las ficciones son poderosas, por eso no son neutras, ya que nuestro cerebro las vive como si fueran reales, eso es lo que por un lado permite que las ficciones literarias tengan ese poder de conmovernos y de trastocarnos. Así mismo permite que cuando se miente intencionalmente, en este caso cuando el poder miente sea tan fácil creerle e imponer una narrativa que sirve a sus intereses únicamente.

Sus ideas acerca de la naturaleza evolutiva de la ficción son afines con las que plantea el historiador Yuval Noah Harari en su libro 'De humanos a dioses' (2015), donde dice que la capacidad de crear relatos colectivos es lo que ha permitido el dominio del hombre sobre todas las especies.
La ficción está asociada a la manera como funciona nuestro cerebro, puesto que está diseñado para predecir el futuro, a partir de las informaciones que tiene en el presente y que almacena en el pasado, es en ese sentido que todo el tiempo el cerebro trata de adelantarse a lo que va a ocurrir después. Si a eso añadimos la capacidad empática de ponernos en el lugar de los otros y averiguar las razones del comportamiento de los demás, entonces podemos entender que la ficción es una forma de ensayarnos a nosotros mismo en otros para comprender mejor nuestra propia naturaleza.  Creo que ciertamente hay una equivalencia en ese sentido, yo también creo que esa capacidad de invención y de imaginación que está ligada a la ficción es lo que nos ha hecho humanos.

Una característica de sus novelas es que son historias y ensayos con una gran carga de conocimiento científico e intelectual. En este sentido, ¿cuál es su concepción particular del género novelístico?
Yo creo que todas las novelas comparten conocimientos, quizá yo la he hecho más explícita al combinar la narrativa con el ensayo, entremezclando discursos que provienen de la ciencia, o de la historia o de la política, para tratar de hacerlas más complejas e interesantes para el lector.



En su libro 'Mentiras contagiosas' (2008) escribió un bello homenaje a García Márquez donde en un futuro 'Cien años de soledad' será como la Biblia. ¿Qué otros escritores colombianos le han interesado?
Un escritor al que leo muchísimo es a Fernando Vallejo, también he leído a Germán Espinosa y a Álvaro Mutis, uno los grandes que tuve la oportunidad de conocer aquí en México. La obra de Vallejo en particular es disruptiva y muy interesante, única en el contexto de la lengua española.

Este año falleció Sergio Pitol, uno de los autores capitales de la moderna literatura mexicana. ¿Qué opinión le merece la obra de este autor?
Fui muy cercano a Sergio, uno de los grandes escritores de la generación de medio siglo en la que estuvieron también Carlos Fuentes, Fernando del Paso, Juan García Ponce, Salvador Elizondo, Inés Arredondo y Elena Poniatowska, que son claves para entender la literatura mexicana. La obra de Pitol en particular abarca un conocimiento enciclopédico y un humor finísimo, y sobre todo dos obras maestras que son la novela 'Desfile del amor' y el ensayo memorialístico que es 'El arte de la fuga'.