“Si Cuba fuera un país normal, El Estornudo (revista independiente cubana) ocuparía la portada del Granma (diario oficialista). Salvo que Cuba no lo es, y lo que para cualquier país sería un orgullo, para el nuestro es una desgracia”, escribió en Facebook, citando a una amiga suya, días después que su perfil virtual se inundara de felicitaciones y notas de prensa por haber ganado el premio de periodismo Gabriel García Márquez.
Fue a través de una transmisión en vivo en esa misma red social que escuchó su nombre como ganador en la categoría Texto del apetecido galardón Iberoamericano y, cuenta, sintió una mezcla de alegría y frustración porque no pudo salir de Miami para vivir su momento, pues permanece refugiado en Estados Unidos luego de abandonar Cuba.
Pero si Cuba no es un país normal, su historia actual tampoco parece serlo. Porque lo que debería ser normal es que tras semejante reconocimiento, Jorge Carrasco continuara haciendo periodismo y no trabajando en cualquier otra cosa, menos escribiendo, como le ocurre desde hace año y medio. Aunque la anormalidad de todas estas escenas es también la esencia de ‘Historia de un paria’, el reportaje sobre Farah, una travesti que tiene todas las características que jamás saldrían en una postal cubana: ser negra, pobre, fea y homosexual.
Por eso es que esa historia tampoco podía ser publicada en un medio convencional y logró salir a flote en El Estornudo, una revista virtual e independiente llena de crónicas alérgicas a la normatividad y que navega en el internet de una isla esencialmente desconectada.
El limitado acceso al wifi lo hace casi asegurar que muy pocas personas han leído el reportaje en la isla, y por ello es que cuando pueda salir de Estados Unidos, lo primero que quiere hacer es volver a Cuba con una copia impresa del texto para que Farah pueda leerlo y sepa que centenares de personas ya escucharon su nombre, vieron su foto y conocen su leyenda.
Jorge, de 27 años, pasó tres meses rastreando la vida de Raúl Pulido Peñalver, de 52, un nombre con el que nadie reconocería a Farah María, motivado por la curiosidad de descubrir la humanidad detrás de ese personaje popular, que ya había sido manoseado por los medios, pero que no había sido contado.
Tal vez por eso lo más difícil en la construcción de ese rompecabezas fue hacerle entender a Farah, que no podía pagarle por su historia, ya que “en periodismo las entrevistas no funcionan así”. Y durante el tiempo que pasó siguiéndola y buscando a sus familiares, amigos y vecinos en San Leopoldo, uno de los barrios más marginales de Centro Habana, ella estuvo contrariada porque no obtenía de este periodista local los regalos y dineros a los que la tenía acostumbrada la prensa extranjera.
Farah como icono popular, no era desconocida para Jorge, pero la idea de escribir sobre ella le había quedado pendiente luego que su cara se colara en sus trabajos de investigación sobre puntos de encuentro gay y homoerotismo en la ciudad, tema de su trabajo de grado como periodista de la Universidad de La Habana. No calculó entonces, adentrarse en una serie de episodios tan trágicos, clásicos en la vida de una diva: maltrato, prisión, desamor y rechazo; y necesitó de unos 10 días para tejer el reportaje sobre el que jurado del premio Gabo destacó su estilo, humor y que “carece de discursos prefabricados de donde emergen solo buenos y malos”.
Un relato de gran riqueza narrativa que le pone rostro cronológico a la homosexualidad cubana, un asunto invisible para la historia de una revolución liderada por hombres fuertes, del campo, machos. De acuerdo con su investigación, ser homosexual en la isla era prohibido en las décadas de los 60 y 70, y ciertas manifestaciones públicas eran castigadas con cárcel, panorama que sólo empezó a cambiar, tímidamente según Jorge, por el trabajo de Mariela, hija de Raúl Castro, activista de la comunidad Lgbti y directora del Centro Nacional de Educación Sexual.
“Farah pasó de ser un paria social a un personaje costumbrista, y es lo mismo que ha pasado con la homosexualidad en Cuba, de total prohibición a una anuencia que uno no sabe finalmente si es una anuencia total. No es ilegal ser homosexual en Cuba pero la unión legal de parejas del mismo sexo aún no es posible”, relató Carrasco.
Esta versión contemporánea de la homofobia le da más matices a las denuncias que escritores y periodistas exiliados han hecho anteriormente, como las jornadas de trabajo forzado, la persecución y hasta la expulsión de la isla de la población gay en las décadas fuertes de la revolución.
En ‘Historia de un paria’, Carrasco describe otras situaciones que evidencian la homofobia actual, para nada distante de manifestaciones que podrían ocurrir en Colombia u otro país del mundo y que en el caso del protagonista desencadenaron un fuerte rechazo de su padre desde niño, porque sus gesticulaciones y comportamientos femeninos, eran “preocupantes” para sus maestros desde la escuela primaria.
Lo que sigue en la novela de su vida es el destierro de su entorno familiar, entre otros problemas, que lo llevaron a tropezar con actos de delincuencia y escenas de violencia por los que terminó en la cárcel en varias oportunidades, escenas sombrías a las que Carrasco les añadía pinceladas de luz con frases casi sacadas de la comedia como: “Yo era la reina de la prisión. Estuve en un pabellón donde había alrededor de trescientos homosexuales. Aquello me encantó. Hacía lo que me daba la gana. Me vestía de mujer con vestidos hechos de sábanas, pelucas de tiras de saco”.
El reportaje de Carrasco resultó ganador entre 681 textos de periodistas de Iberoamérica que participaron del premio.
Es su manera de tratar con dignidad a una diva de tal talante. Lo mismo hizo para narrar el padecimiento del VIH-Sida que nunca ha impedido que Farah siga bailando en las calles de La Habana con sus pelucas viejas y vestidos excéntricos, pero sin dejar de lado la reflexión informativa de una enfermedad que padecen más de 20.000 personas en el país caribeño.
“La historia era más seria de lo que yo pensaba. Ella ha padecido más horrores de los que imaginaba, aunque también estaba llena de eventos novelescos, sumamente humorísticos. Y ese es parte de mi estilo, sobretodo cuando escribo cosas que pueden resultar lacrimógenas. Tuve que darle un salpicón de humor cuando fuera posible y donde fuera posible. No quería que la gente estuviera llorando todo el tiempo con las miserias de su vida”.
Un personaje normal no tendría tantos rasgos que conectaran con el lector: de la compasión por sus penurias hasta la risa que causan sus ocurrencias. Un testimonio de tal denuncia nunca sería publicado en Granma, el medio oficialista. “Nadie le habla a una grabadora de nosotros”, dijo Jorge refiriéndose a El Estornudo, la revista en la que se publicó el reportaje y que fue creada por un grupo de seis amigos, prácticamente recién egresados de la universidad y que no encontraban en los medios del país un lugar para contar otra Cuba: “una desde la honestidad”.
En este medio digital que no tiene más de cuatro años, navegan crónicas, perfiles, opiniones y análisis, sobre una plataforma nada sofisticada, que está ‘online’, porque alguien sabía de programación, otro de diseño y algún otro tenía una cámara para las fotos. El reportaje ganador se publicó el 25 de abril del 2016 y alcanzó 42 comentarios bajo la firma de Carrasco, quien “estuvo a punto de graduarse con título de oro y le caen mal demasiadas personas”, según dice en una corta presentación de El Estornudo.
“El premio nos confirma que hay otra manera de contar Cuba y que esta manera puede trasponer los límites locales de la isla y llegar a un montón de lados. Otra cosa buena de esto es que cada vez más personas nos escriben queriendo colaborar con la revista, se está rompiendo ese miedo a marcarse, a que te consideren disidente por querer hacer periodismo independiente. El proyecto está inspirando a los muchachos nuevos”.
Mientras tanto Farah sigue en lo mismo. Lo último que Jorge supo de ella fue por una foto de la Agencia EFE en la que se le ve, junto a un grupo de personas, bailando en una calle completamente inundada tras el paso del huracán Irma en septiembre pasado. Porque en Cuba, al parecer, no hay una reacción más normal que sonreírle a la vida, así esta te golpeé días antes con ciclón épico.
Carrasco no pudo viajar a Medellín
para recibir el premio Gabriel García Márquez, ya que aún no tiene la ‘tarjeta verde’ que le permite legalizar su estadía en Estados Unidos, país al que migró en el 2016 en busca de nuevos proyectos y oportunidades.