Sonia marcó mi infancia, dice Giovanni. Todos los días le arreglaba el pelo, le pintaba los labios con esmalte rojo o fucsia, le aplicaba sombras, le ponía pestañas. Un día le cosía una minifalda, otro una maxifalda y al siguiente, un pantalón. Era hermosa con su pelo rubio y siempre la ponía en lo más alto del cuarto para que la gente, cuando entrara, la viera.
Todos tenían que ver con esa muñeca de caucho y trapo que le habían regalado a mi mamá y que me sirvió de musa para mis primeros diseños. Vivíamos de pieza en pieza, en arriendo. Un día mi padre llegó borracho. Y yo, el mayor de sus hijos, me metí, como siempre, debajo de mi cama y escuché ese sonido que nunca se me olvida, el golpe de la peinilla en la piel de mi mamá y ella quejándose del dolor. Siempre le pegaba, la maltrataba muy fuerte. Sus golpes me dolían. Otra noche mi papá tomó a Sonia y le prendió fuego. Vi cuando la quemó, la vi morir. Mi papá era machista, creía que yo era gay porque jugaba con muñecas. No veía que más allá de mi condición sexual, a mis 9 años desarrollaba una aptitud por la moda.
Pero su padre no pudo hacer cenizas su talento. No tenía ni idea de que esa muñeca era la musa de inspiración para el artista que Édgar Giovanni Domínguez sería 20 años después.
Su papá no fue su único verdugo. La gente lo tildaba de loco cuando empezó con la ‘Moda social o de inclusión’. Le decían “¿Cómo vas a sacar modelos en sillas de ruedas en una pasarela?”. En realidad se necesita una dosis de locura para arriesgarse a trabajar así, mientras con una modelo convencional un diseñador se demora haciendo unas fotos tres horas, con una en silla de ruedas Guío Di Colombia —como se llama ahora— se tarda dos días para lograrlo.
Ni hablar cuando dijo que iba a poner a modelar personas con discapacidad cognitiva, con capacidades diferentes o gente con prótesis. O cuando presentaba como ‘top models’ a reclusos, desplazados, personas con VIH y Sida y víctimas de la guerra en Colombia. -La gente se reía y me decía cosas no tan lindas.
Hace 13 años Guío creó la moda social en Latinoamérica. En su primera colección ‘Mala Gana’, desarrolló con desplazados por la violencia de zonas rurales del municipio y de Florida y Pradera, tintes en caña de azúcar. -Me propuse que cada colección y desfile tuviera un tema social.
En junio pasado completó su reconocimiento número 40 —casi su edad, 44 años—, con el premio ‘Los 22 Más’, al ser elegido entre 1543 colombianos como uno de los 22 más destacados en Estados Unidos que otorgan la Cancillería y la Embajada de Colombia en ese país y que cuenta con el apoyo de RCN TV y NTN 24, por la labor de su Fundación Altruistas de Corazón Grande y los proyectos de moda con los que da visibilidad a personas mal llamadas ‘discapacitadas’.
Ya en 2016 CNN en Español lo había reconocido como uno de los 20 latinoamericanos triunfadores. Desde hace 20 años, Domínguez ha desarrollado muchos proyectos en Nueva York y Miami —donde se radicó—. Confiesa que aunque es gratificante recibir galardones como el de la Semana de la Moda de Viña del Mar, ser uno de ‘Los 22 Más’, al lado de Nelly Riverside, empresaria del plástico en Miami; de Viviana Franco, que trabaja con una fundación para personas con cáncer y de Otto Bolaño, patinador acrobático del Circo del Sol, era para él inmerecido. -Luego pienso en el trabajo duro de estos años y creo que estos reconocimientos no son porque yo sea el mejor diseñador, ni porque tenga la mejor colección, ni porque soy el que más vende, sino porque siempre tengo trabajo social.
Escéptico, recibió por teléfono la noticia de los voceros de la Embajada del premio de ‘Los 22 Más’. -Esa noche no dormí pensando que me habían jugado una broma. Al día siguiente llamé a ese número y me confirmaron que me daban los tiquetes y el hospedaje para ir Washington con un acompañante, y que la ceremonia sería en diez días. “Diez días”, pensó al colgar, para esa fecha se le vencía la visa.
Hizo los trámites, pasó la semana y el documento no llegó. Mientras dictaba clases en la San Buenaventura, lo llamó la periodista de Telemundo Carolina Flórez, para entrevistarlo.
-No te puedo dar la entrevista, no sé si voy a poder ir por el premio. Ella prometió hablar con la Embajada y, minutos más tarde, Guío recibió la noticia de que su visa estaba aprobada por 20 años más y que la podía reclamar en Bogotá el último día hábil que quedaba. -En la Embajada desde que di mi nombre en la portería me recibieron con un “bienvenido”, “felicitaciones”, todos sabían del premio.
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Giovanni estudió en Palmira el bachillerato, hizo tres semestres en Exmoda y en la Academia de Dibujo Profesional, en Cali, donde trabajó por dos años y medio y le dieron el ‘Honoris Causa’ como técnico profesional en diseño de moda, en 2003, después de ser elegido Diseñador Revelación de Cali Exposhow.
-En mi ciudad no tuve buena aceptación. Allí pensaban que los diseñadores tenían que ser de cuna de oro y tener un apellido como Cortázar. Me pusieron muchas trabas y me fui a Cali para empezar mi carrera. Ahora, cuando voy, me detienen en las calles, me piden fotos. Demostré que sin abolengo y con trabajo se pueden lograr cosas. Por eso fue tan importante el reconocimiento que me otorgó, el mes pasado, la Alcaldía de Palmira.
De niño Guío fue sacristán, voluntario de la Cruz Roja y Boy Scout. Y cuando decidió ser diseñador no quiso hacer montonera en una industria donde ya había muchos creadores talentosos, quería marcar la diferencia. -Adapté mi look de rastas a la cintura y lentes grandes. Soy cristiano de religión y rasta de filosofía, ‘peace and love’.
El adolescente que cuando salía del colegio se pegaba al vidrio de la agencia de modelos Crisálida, en la Villa de las Palmas, para ver a hurtadillas las clases, no se imaginaba que años después, en vez de ser modelo, sería diseñador.
–Yo era muy bajito pero se pusieron de moda los maniquíes humanos, para eso no se necesitaba estatura y me gané una beca para estudiar modelaje, glamour y etiqueta. Se convirtió en profesor de Crisálida y después preparó a las reinas de los barrios. Montó su propia agencia de modelos en un espacio que le prestaban en un gimnasio. Luego fundó su escuela Fashion Models. que tuvo durante 18 años hasta que se hastió de los reinados. Y se hizo su propio camino como creador de moda.
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Su trabajo social inició con Tejido Humano y la Vicepresidencia en Colombia, que trabajaba por las víctimas de la guerra en el país. Después pasó a Fides, beneficiando a más de 60.000 niños con discapacidad cognitiva; con ellos estuvo 7 años. Lo nombraron embajador de la ONU para su programa ONUSida, lo llamaron para trabajar con Dolphin Project y PETA Latino —en contra del maltrato animal—.
Luego, con apoyo del Inpec y del Ministerio del Interior y de Justicia, desarrolló un laboratorio de moda con 100 reclusos, con los que hizo una colección. Los capacitaba, ellos redimían su tiempo de condena y ganaban dinero. Y desde hace cuatro años, con su propia fundación Altruistas de Corazón Grande —que lleva 10 años— trabaja por los derechos de personas con capacidades diferentes, proporcionándoles empleo como diseñadores y modelos.
Sus cuatro calendarios con estos ‘top models’ de capacidades especiales le han dado la vuelta al mundo. Ellos, piensa él, desarrollan otras destrezas, como Laura Amaya, quien tiene tres empresas de importación en Estados Unidos, trabajó en la Casa Blanca y padece esclerosis múltiple hace 15 años.
El 29 y 30 de noviembre pasados, en la Pasarela de Inclusión que se realizó en las antiguas bodegas de la Industria de Licores del Valle, se robó el show Yinis de Jesús. -Él se cayó de un árbol a sus 10 años de edad y tuvieron que amputarle el brazo derecho, porque un médico lo mandó a enyesar y le dio gangrena. Tiene un cuerpo espectacular y muchas aptitudes, dice Guío.
Otra de sus modelos fue Elizabeth Ortiz Neira, ganadora del Reinado de La Chapolera en Armenia, en el que presentó desmayos que confundieron con estrés y era ataxia cerebelosa (parálisis cerebral). Todo el tiempo tiembla, pero tiene un registro único.
-Ellos te enseñan a ser agradecido con la vida, porque a pesar de sus circunstancias salieron adelante.
Para este último calendario 4300 personas le escribieron a Guío de Colombia, Argentina, Brasil, Perú, México, Estados Unidos, Alemania.
Él tiene la única agencia de modelos para personas con capacidades diferentes en Latinoamérica y la segunda en el mundo. Lo buscan en las redes sociales y lo encuentran.
Es el caso de Natalia Mondragón, de 19 años, que quedó con trauma raquimedular, tras recibir uno de los disparos que iba dirigido a su novio cuando se movilizaban en una moto. Él falleció y ella quedó en silla de ruedas. -Una rubia espectacular que se convirtió en una empresaria independiente.
Otra ‘top’ es Catherine Prado, a quien el novio le propinó cuatro disparos y después él se suicidó. Es cuadrapléjica, da conferencias motivacionales y presenta los eventos de Guío, dada su buena dicción.
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Otro difícil episodio en la vida del diseñador fue la muerte de John Edwin Montenegro, su asistente, con quien se tejió “una historia de amor muy linda”. -Era mi productor, mi mano derecha, no le gustaba figurar. Hace dos años murió de un paro, a sus 25 años, después de una noche en la que presentó 25 episodios de epilepsia que acabaron con sus neuronas.
Para cuidarlo, Guío dejó Miami donde trabajaba en el vestuario de Don Omar, Silvestre Dangond y Vicente Fernández. -Fue una pérdida que no esperaba, él tenía 25 años y, por lo general, la gente con epilepsia vive hasta los 60 años o incluso más.
En pleno duelo, se encerró durante ocho meses y, como invitado de honor en la clausura de Ixel Moda, le dedicó la pasarela de RCN TV con Fides a John, quien le dejó la producción, la musicalización, todo armado.
Hace dos años y dos meses conoció a “una persona maravillosa”, con quien comparte el amor por lo social. Él hizo parte de la producción de ‘London Equality’, ese reino que inventó Guío en el que todos caben. Como Miriam Martín de Salas, una mujer de 75 años, con dos hijos y cinco nietos, exiliada de Chile, que tiene Alzheimer hace 10 años. Alta, delgada, espigada, elegante, pero habitante de un mundo sin memoria.
Para que posara, la hija le mencionaba a sus nietos Gabriel y María y aunque no los viera, ella se acercaba a la cámara para saludarlos. –Cuando la vi en esas me senté a llorar, porque el amor no tiene fronteras, así la persona no esté lúcida siempre va a recordar lo más importante.
Al reino de Guío lo conforman 18 looks, trajes masculinos, chaquetas y una línea de camisas para las señoras y las personas con capacidades diferentes.
Su mamá, quien vive en Palmira, borda, hace los acabados a mano y le imprime el toque mágico a cada colección de Guío. Su hermano, Rodolfo Domínguez, es DJ y hace eventos cada semana en Nueva York. Su otro hermano, Alexander, trabaja con la madre de Guío entrenando a nuevas glorias del patinaje.
El padre de Guío, Édgar Domínguez, murió hace 19 años de un infarto. Nunca descubrió lo que significó Sonia —la muñeca de trapo que él quemó— para su hijo, el diseñador que ya no alcanza a contar con los dedos de sus manos los personajes que han desfilado sus colecciones y que han tejido verdaderas enseñanzas en su vida.