El Festival Petronio Álvarez, el Gato de Tejada, la Mariamulata de Grau, las Aves de Ómar Rayo, y la gastronomía del Pacífico, le deben a Germán Patiño su gestión. Duelo en la cultura.

Patiño era un intelectual capaz de realizar las ideas más increíbles. Era un ciudadano que no exigía nada para él y entregaba todo lo que tenía para hacerle feliz la vida a su sociedad. Lea también la columna: el blanco que los negros lloran.Vivió en el Brasil, con su tío Ernesto Patiño y María Theresa Negreiros, quienes fueron sus segundos padres. Estudió en el Colegio Alemán, fue cadete de la marina, tuvo un bar de salsa en Cartagena y participó en la fundación del Moir en Bogotá. Allá lo conocí en 1972 cuando él estudiaba Antropología. Después le perdí la pista. Presumo que se dedicó al trabajo político, del cual se aburrió. Y terminó en Cali, donde conoció el mundo del arte que giraba alrededor de María Theresa Negreiros y Hernando Tejada. Incluso, el gran Tejada, entonces dedicado al cine, lo hizo actor: en una película lo puso a comer flores amarillas. En los años 90 retomé el contacto con Patiño. Ya era un hombre universal que seguía con la misma sed de conocimientos. Un lector empedernido que además tenía tiempo para la política, para el arte, para la culinaria, para la cultura. Y para la música, que lo llevó a realizar el más importante festival que se realiza en Colombia. Su relación con el Pacífico y con su gente lo llevó a los más recónditos parajes del Litoral. Patiño conoció toda la música, todas las tradiciones y todo el bagaje de una cultura que estaba relegada. Fue cuando, en 1996 y siendo Gerente Cultural del Valle, se empeñó en realizar el Petronio. Y no hubo obstáculo que no superara en su empeño.Su explicación sobre porqué el Festival debía realizarse en Cali fue clara y contundente. Primero, en Buenaventura se realizaba un festival folclórico. Segundo, la ciudad con mayor población negra de Colombia es Cali. Y lo más importante: Esa cultura había que sacarla de la marginalidad y ponerla en el epicentro del Valle. Y así se hizo. Entretanto, Patiño impulsó el Gato de Tejada, la Mariamulata de Grau, que queda en la salida al mar, y las Aves de Ómar Rayo que están en la Manzana T, frente al CAM. Y tuvo tiempo para escribir un libro, en compañía de María Victoria Londoño, con el cual ganaron el premio nacional de Lingüística que fue traducido al alemán. Después fue gerente de Telepacífico, donde promovió programas culturales de gran importancia para la región. Y la escritura, siempre la escritura. Publicó el libro Fogón de Negros, con el cual se ganó el reconocimiento de los amantes de la gastronomía, además de convertirse en referente obligado de la cultura del Pacífico, de los negros y de los indígenas que pueblan el litoral. Fue columnista de Occidente y hace doce años llegó a El País para quedarse. Su columna, crítica, dura y en veces poética, fue una ventana del Valle. Con su carácter, apasionado por lo que pensaba, jamás hizo concesiones. Como fue claro en los editoriales que escribió. Y participó en varios libros que se publicaron en fascículos. Hoy puede decirse que la huella de Germán Patiño está por todo el Valle y por todo el Pacífico Colombiano. Una huella imborrable e inolvidable, impresa por un ser humano excepcional, generoso, amigo, buen padre, mejor abuelo. Fue un hombre al que le gustaban los gallos de pelea tanto como la conversación fecunda, en la cual desplegaba su calidad intelectual. Un maestro que anduvo por toda Colombia hablando de música, de literatura, de filosofía, de cultura, de gallos, de gastronomía. De todo lo que fuera el conocimiento. Poco antes de su infarto, Patiño envió su última columna . Denuncia clara, precisa, terminante. Con ello se despidió de sus lectores en El País. Y de nosotros sus amigos, quienes nunca podremos llenar el vacío que nos dejó.Sobre su vidaNació en Cali el 25 de Julio de 1948. Hizo su primaria en Río de Janeiro, su bachillerato en el Colegio Alemán de Cali, parte de sus estudios universitarios en la Escuela Naval Almirante Padilla de Cartagena, luego cursó Antropología en la Universidad de los Andes y obtuvo el grado de profesional en Literatura en la Escuela de Estudios Literarios de la Universidad del Valle (2006). Ejerció cargos como la Gerencia de Fondo Mixto para la Cultura de Valle del Cauca, donde fundó el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, en 1997. Luego fue Secretario de Cultura de Cali y director del canal Regional de Telepacífico. Como Secretario de Cultura y Turismo de Cali contribuyó a la creación de los Estudios de Grabación Takeshima, como una donación del Gobierno y la colonia del Japón.A la Universidad del Valle estuvo vinculado durante cinco años como asesor en la rectoría del doctor Iván Ramos y luego como director cultural de la Feria del Libro Pacífico entre el 2005 y el 2009. Fue ganador de varios premios por sus libros. Premio de Historia colonial de Cali en 1990 con el ensayo: Herr Simmonds y el primer viaje del vapor Cauca. Primer Premio del Concurso Andrés Bello de Memoria y Pensamiento Iberoamericano (2006) con el libro Fogón de Negros. En estas semanas estaba preparando la presentación para versión al inglés realizada por Jonathan Titler para su publicación por la Universidad de Pensylvania.Fue finalista del Premio Nacional de Lingüística de Colcultura (1995) en compañía de María Victoria Londoño con el trabajo ‘Rompiendo el cielo de barro. Educación y lenguaje en las narraciones de los niños’. Fue finalista con ‘Fogón de negros’ en 2007 de los Premios Gourmad para el mejor libro de cocina del mundo.