La burlona y fiestera calavera que preside sin falta el Día de los Muertos, celebración que por esta época se realiza en México, fue creada más de un siglo por José Guadalupe Posada, uno de los grabadores e ilustradores, más influyentes del arte mexicano y del continente.
A la sombra de un refinado sombrero de plumas La Catrina, ese esqueleto icónico de la cultura mexicana, muestra su sonrisa de dientes batiente, mirada hueca y actitud burlona, para recordar que La muerte es democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera.Esa frase la lanzó un siglo atrás José Guadalupe Posada, el ilustrador mexicano que supo, como ninguno en su país, recoger la rica cultura oral mexicana y las tradiciones de sus pueblos prehispánicos. Una de ellas fue esta Dama de la muerte, uno de los símbolos que está presente por estos días en la casa de todos los mexicanos dentro de la celebración del Día de Muertos.Parte de esta iconografía de Posada dedicada a La Catrina la pueden ver los caleños por estos días gracias al XIX Salón Calicomix, que reune lo mejor de la historieta y la caricatura y cuyo homenaje central está dedicado a exaltar la vida y obra del gran ilustrador mexicano, nacido en 1852.La muestra se encuentra en los pasillos de Holguines Trade Center, junto al trabajo de otros ilustradores invitados al certamen que se han sumado al homenaje, y también en el Centro Cultural Comfandi. El curador de la muestra de Posada, su compatriota Abraham Tamayo, explicó que si bien esta figura representativa de la muerte, ha hecho parte de una milenaria tradición, las ilustraciones de José Guadalupe Posada aportaron un nuevo matiz que iba más allá, al recoger también el momento histórico de una época cuando Porfirio Díaz ejerció el poder durante 31 años, casi sin interrupción, entre 1876 y 1911, periodo que fue conocido como El Porfiriato. Además de hacer ilustraciones que marcaron el imaginario popular mexicano, Posada fue un gran caricaturista que trabajó para los periódicos de la época y convirtió aquellas calaveritas, vestidas con sombreros y refinadas prendas, para burlarse de las clases políticas y de los nuevos ricos indígenas que despreciaban sus raíces y querían adoptar la cultura francesa. Esas representaciones eran entonces un espacio de libertad que tenía el pueblo para burlarse de esas pretensiones de ascenso social y como estas figuras estaban tan arraigadas en la gente cobraron gran popularidad.Originariamente Posada hizo en 1910 un grabado sobre metal con el nombre de La calavera garbancera, que comenzó a utilizar en su trabajo en periódicos y folletos. En 1913, la figura aparece ilustrando unos versos humorísticos, encabezados bajo el título Remate de calaveras alegres. Las que hoy son empolvadas garbaneceras pararán en deformes calaveras.Así fueron apareciendo estas figuras de la muerte de Posada que alguna vez el maestro Enrique Buenaventura calificó como heroicas, cómicas, trágicas, chulas, toreras, guapas, alegres y tristes y con la cuales recreó todas las actividades cotidianas de los mexicanos, desde las fiestas de los barrios, el ambiente en las casas de las clases opulentas, montando a caballo, paseando en bicicleta o recorriendo las calles. Y, desde luego, criticando de manera cáustica la corrupción y los pecados políticos del gobierno de Porfirio Díaz, actitud por la cual fue perseguido. Fue el muralista Diego Rivera, quien décadas después rebautizó la Garbancera de Posada como La Catrina, y le rindió un homenaje al incluirla en el monumental mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, de 1948, en la que el artista quiso reunir en un mismo espacio a los grandes personajes de la historia mexicana. Vestida elegantemente con un traje blanco largo, luciendo tocado de plumas y la serpiente emplumada sobre sus hombros, La Catrina aparece en el centro del cuadro acompañada a la derecha por el propio José Guadalupe Posada, quien la lleva del brazo y tomada de la otra mano con un Rivera niño, mientras que detrás aparece Frida Kahlo, entre muchos otros personajes. Con este homenaje Rivera reconocía la influencia que ejerció sobre él y el movimiento muralista pos revolucionario.Y es en este punto sobre el cual el curador Tamayo, reflexiona al considerar que a pesar de su poder simbólico La Catrina se ha sobrevalorado dentro de todo lo que representa la obra gráfica de José Guadalupe Posada. Según el curador, a comienzos del Siglo XX hubo dos grandes proyectos artísticos: el muralismo y la gráfica. En este segundo camino, Posada no solo plasmó sus ilustraciones y caricaturas en periódicos sino que acompañó las cartillas escolares, cancioneros populares, manuales de buena educación y todo tipo de folletos que llegaron a manos de toda la población desde niños a adultos. De este modo, Posada ejerció una doble influencia en la cultura mexicana. Una como formador, a través de estos cuadernillos ilustrados que llegaba a una población mayoritariamente analfabeta, y otra en la consolidación de un imaginario de una noción de país que influyó en los mexicanos, incluso en los artistas muralistas. Parte de ese legado se expone en el Centro Cultural Comfandi. Y es que Tanto Rivera, como David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, entre otros, reconocieron la gran influencia que tuvo en ellos la iconografía de Posada con sus personajes que iban desde políticos, militares, revolucionarios, borrachos, bandoleros, toreros y, por su puesto, las esqueléticas garbanceras. Fue entonces cuando el nombre del grabador tomó su verdadero brillo. Un brillo que trascendió las fronteras del arte mexicano si tenemos en cuenta que el muralismo irradió todo el continente, complementó el curador. Pero fue una gloria que el ilustrador del imaginario mexicano no disfrutó en vida, pues el 20 de enero de 1913 murió en la pobreza, tal como había nacido. Pero no faltará el mexicano que por estos días le dedique alguno de esos tradicionales versos cadavéricos: La muerte presurosa no para de trabajar los restos de las calaveras no son fáciles de arrastrar a estos versos ojerosos me los llevo a la tumba para comer tamalitos y bailarnos una rumba.