El filme en el que sus actores no pronuncian palabra alguna, obtuvo el premio a la Mejor Película, Mejor Director, Mejor Fotografía y Mejor Actriz.
La película cuenta la historia de una fuga. Tres mujeres que no soportan seguir en medio del conflicto armado que sucede en el campo colombiano, o en el de cualquier país del mundo, y deciden llegar, cada una por su cuenta, a la ciudad.
En algún momento las historias se cruzan, se encuentran, hablan de una realidad: escapar de la guerra, ese oscuro animal, es también llegar para enfrentar otro tipo de violencia, la de las grandes capitales, los trabajos que nadie quiere hacer pero que hay que hacer para sobrevivir.
La música de fondo, por fortuna, sugiere al final que en todo caso algo bueno puede pasar. Que quizá esas tres mujeres que protagonizan la película Oscuro Animal, y que por cierto no mencionan una sola palabra en los 145 minutos que dura el largometraje (es una película sin diálogos) tendrán una mejor vida. Siempre hay una posibilidad.
[[nid:522857;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2016/04/p8gacetaabril3-16n2photo05.jpg;left;{Además de Marleyda Soto, en el filme actúan Luisa Vides Galiano y Jocelyn Meneses.Especial para GACETA}]]
El filme, del director colombiano Felipe Guerrero, acaba de arrasar en la versión 31 del Festival de Cine de Guadalajara, México. Obtuvo el premio a la Mejor Película Iberoamericana de Ficción, Mejor Director, Mejor Fotografía e incluso la vallecaucana Marleyda Soto (nació en Vijes, se crió en Cali) se llevó el galardón de Mejor Actriz, junto a las otras protagonistas: Luisa Vides Galiano y Jocelyn Meneses.
- Lo que obtuvimos en Guadalajara es un premio a la persistencia, a seguir empujando la película, que tardamos casi seis años en realizar. Se preprodujo desde 2010 y apenas logramos rodar en 2014, en el Magdalena Medio, el río La Miel, y en Bogotá. Es una película sobre esa herida que los colombianos tenemos, esa herida abierta: la guerra. Cuando estaba haciendo la película, me di cuenta de que no había necesidad de utilizar diálogos.
Ni siquiera me sentía cómodo escribiéndolos en el guion. No me salían las palabras. Y eso se refleja en el resultado. El filme es una posición frentera de cómo se representa la guerra y en ese sentido el diálogo no era necesario. Es una metáfora del silenciamiento, del hostigamiento, la opresión de la violencia al lenguaje.
Lo que yo quería era que fuera una película que se comunicara con el público, que el público pudiera leer las emociones, transitara en lo que las actrices le estaban ofreciendo en pantalla. Y eso, creo, lo hemos logrado. El público se emociona. Es lo mejor que nos ha sucedido en los festivales en donde nos hemos presentado, dice, desde su casa en Buenos Aires, el director Felipe Guerrero.
Desde que estaba en el colegio, en Cali, a Felipe le interesó el arte. Sentía que tenía la sensibilidad del artista, esa manera particular de relacionarse con el mundo. Entonces se volcó al cine. La cinemateca de La Tertulia, el museo en sí, fue muy importante en su adolescencia, sospecha.
Después decidió irse, estudiar cine en Bogotá, especializarse en montaje en Roma, Italia, y ahora vive de ello en Argentina. Es un hombre que se mueve. Un inmigrante. Cuando un director de cine hace una película, finalmente, habla de sí mismo.
- No vivo en Colombia desde hace 20 años. Y creo que fue esa distancia con el conflicto lo que me llevó a investigar sobre la guerra, sobre todo la época del apogeo paramilitar, que fueron mis últimos años en el país. Fue ahí cuando surgió la idea de contar la historia del conflicto desde el punto de vista de la mujer.
Oscuro Animal es, sobre todo, una denuncia, visibilizar lo que padece la mujer en la guerra: violaciones, golpes, balazos, el silencio y la sumisión a cambio de la vida.
Marleyda Soto (Doctor Alemán, La tierra y la sombra) es una de las actrices que representan uno de esos puntos de vista que quiso exponer Guerrero en el filme.
El conflicto que retrata la película ha sido parte de su vida. El cine, de otro lado, ha sido su fuga, esa esperanza de que algo bueno va a pasar. Y sí que ha pasado.
- Aunque creamos que la guerra solo afecta a las víctimas y a los victimarios directos, no es así. Todos en este país hemos sido víctimas, todos. La guerra nos ha permeado. ¿Cómo no estarlo si los colombianos hemos soportado una de las guerras civiles más antiguas del mundo? Más de 50 años en el que ese oscuro animal ha dado vueltas hasta que finalmente llega a la puerta de nuestra casa.
En mi familia, por ejemplo, mis hermanos son militares, y puedo evocar con dolor el rostro de mi madre cuando, presa del terror, pasaba las horas pegada a la ventana esperando saber noticias de sus hijos. Cuando se tienen hermanos militares se vive el día a día, porque uno sabe que en cualquier momento va a sonar el teléfono y vamos a escuchar la noticia que no queremos recibir.
Es impresionante también cómo los sonidos más simples y cotidianos como el de un teléfono, un helicóptero, o el sonidito ese de última hora del noticiero, pueden llegar a ser tan aterradores.
Recuerdo que mi hermano menor, soldado profesional, con diez años de servicio al Ejército Nacional, me llamó en una ocasión en medio de la madrugada de un viernes en Navidad, preso del miedo, pues estaba siendo emboscado por la guerrilla.
Yo escuchaba al otro lado de la línea los sonidos de las balas, las granadas, las explosiones, los gritos de sus compañeros heridos y por supuesto su voz ahogada por el llanto que me decía: Leyda, estoy herido, nos emboscaron, no me quiero morir
Yo gritaba desconsolada por no poder ayudarlo. Estaba escuchando cómo mi hermano se moría en algún lugar de las montañas de este país, cómo se aferraba a la vida, y yo no podía hacer nada. Absolutamente nada. Después de horas interminables del ataque, mi hermano sobrevivió, pero sus compañeros no.
Por eso en diciembre, aunque no es la fecha oficial de su cumpleaños, celebramos un año más de vida, un año en el que fuimos testigos de su fortaleza y su asombrosa recuperación. Sin embargo lo sabemos: definitivamente somos una víctima más de esta guerra, de este oscuro animal.
Marleyda, a su regreso de Guadalajara, cuenta aquella historia, su historia, desde un computador de la Universidad del Valle, donde también es docente. El filo de la hora de cierre y la agenda justa de quien es hoy una de las actrices de cine más reconocidas de la ciudad, no nos permitió vernos. Ahora, pese a todo, Marleyda se refiere al foco de la película: la mujer en la guerra.[[nid:522849;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2016/04/p8gacetaabril3-16n2photo02.jpg;left;{La guerra ha silenciado a muchas mujeres, pero el silencio es una máscara que oculta y revela, detrás se adivina un malestar, el ahogo de las voces femeninas.Especial para GACETA}]]- Oscuro animal es un homenaje a las casi cuatro millones de mujeres que han sido afectadas y reconocidas como víctimas en el conflicto armado en Colombia; de esta cifra, más de tres millones han sido desplazadas, el resto hace parte de la lista de las desaparecidas, las asesinadas, las torturadas, las violadas. Abuelas, madres, niñas, adolescentes, hacen parte de esta penosa estadística.
Hasta ahora, ninguna de las películas que se han rodado en Colombia sobre el tema de la violencia, había tomado como punto focal la participación de la mujer en el conflicto; nadie se había detenido a contar la historia de la violencia desde el foco de tres mujeres que en su huida, muestran la fortaleza, la resistencia y la esperanza de las mujeres colombianas. Creo que ese es otro gran mérito de Oscuro Animal. El filme habla de Colombia, pero también de la violencia de género en cualquier lugar del planeta, sus implicaciones. Al desechar la palabra, los diálogos, un idioma particular, cuenta a través de las emociones. Y las emociones, finalmente, son universales. - Recuerdo que en algún artículo leí que el desgarramiento de la guerra ha silenciado a las mujeres, pero el silencio es una máscara que oculta y al mismo tiempo revela, detrás se adivina un malestar, el ahogo de las voces femeninas. Encontrar estas frases en mi camino de investigación para realizar mi papel, fue clave para entender que mi desafío más grande como actriz estaba en darle fuerza a ese silencio, en transformarlo en grito silenciado. Porque la guerra nos puede silenciar la voz, pero no nos quitará la fuerza, la memoria. Además, cuando uno tiene la responsabilidad de representar a las mujeres víctimas del desplazamiento, la preparación deja de ser un mero elemento investigativo para convertirse en un relato desgarrador de dolor, del que difícilmente uno puede desprenderse. Los nombres, las cifras, las historias, las heridas, las crónicas ajenas y cercanas de esta absurda guerra, se transforman en un entramado de emociones que resuenan constantemente en la cabeza y que a la larga terminan siendo la segunda voz en la película. Sin duda fue un ejercicio muy doloroso para mí, pero valió la pena. La película, que aún no tiene fecha de estreno en Colombia, captó la atención de los medios en México tras los galardones recibidos en el Festival de Cine de Guadalajara. Y nadie, en el equipo de producción de la película, reconoce Marleyda, lo tenía previsto. Nadie tenía previsto ganar. - Y es que sin duda la propuesta de la película es bastante arriesgada, carente de diálogos; si le dices a un espectador desprevenido que en la película no se habla, lo primero que dice es: ¿y cómo hacen? ¿cómo cuentan la película? Tan raro. Pero claro, una vez que la observan, entienden que la propuesta busca conectar a los espectadores desde la mirada crítica, y lejos de lo que pueda pensarse los hace más partícipes de la historia; los silencios de los personajes, las miradas, los gestos, se vuelven eco en la mente del público, ahí es donde se forman las palabras. Así que en una película como Oscuro Animal, el interés colectivo va más allá del reconocimiento físico que puedan darle. A mí por lo menos me interesa precisamente poder construir un diálogo con los espectadores, llegar con las emociones y los silencios. Si logro transformar a un espectador, uno solamente, al que logre emocionarlo y conmoverlo desde la historia de vida de las mujeres de este país, he cumplido, no necesito más. [[nid:522853;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2016/04/p8gacetaabril3-16n2photo03.jpg;left;{Nadie se había detenido a contar la historia de la violencia de este país, desde tres mujeres que en su huida muestran la fortaleza, la resistencia y la esperanza de las mujeres colombianas en medio del conflicto.Especial para GACETA}
Aunque claro, que te den un premio es importante. Visibiliza el trabajo de todo un equipo, reconocen la labor silente que se ha realizado por años para llevar a cabo la película y promueven el boca-boca para que la gente se anime a verla. Si es así, entonces, ¡que vengan muchos premios más! Queremos que la gente conozca nuestra historia, y reconozca el valor de las mujeres de Oscuro Animal.
Porque entre otras cosas, un país que no conoce su historia está condenado a repetirla. Hablar de nuestra historia de violencia, construirla desde diferentes narrativas para no repetir los mismos errores, es hacer memoria; las mujeres de Oscuro Animal nos muestran que a pesar de todo el dolor y muerte causados por la violencia, hay esperanza, hay resistencia. Ver la película es eso: respirar esperanza, construir memoria.