El día que Mileidy llegó a Yakarta (Indonesia) con el sueño de ser una chef en algún restaurante, supo que todo había sido un engaño. Las personas que la recibieron empezaron por quitarle su pasaporte y decirle que debía 15 millones de pesos, por lo que, para saldar su deuda “tenía que acostarse con 300 hombres”. Sola y lejos de su país, no tuvo otra opción que pagar ese precio para permanecer con vida.

La historia de Mileidy, una de las cientos de víctimas de la trata de personas, es abordada en el documental ‘Los hijos de la trata’, una coproducción entre Andrea Bravo Producciones y Telepacífico que será estrenada este domingo 8 de marzo (Día Internacional de la Mujer) a las 3:30 p.m y 8:40 p.m. en repetición por el mismo canal regional.

La ONU ha definido el delito de la trata de personas como “la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas […] con fines de explotación”. Además, según un informe del Global Financial Integrity (GFI), centro de investigaciones de Washington, la trata de personas o tráfico humano es el tercer delito más lucrativo del mundo, después del narcotráfico y la falsificación.

De hecho, entre 2013 y 2019 se presentaron 610 casos de trata de personas en Colombia, según datos del Ministerio del Interior. Estos casos identificados ha aumentado en los últimos años, desde el 2017 cuando se reportaron 98 casos, para 2018 la cifra aumentó a 114 y al 5 de noviembre de 2019 ya se habían reportado 108.

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El Ministerio del Interior también determinó que 85 % de las personas afectadas terminaron siendo explotadas en China, México, Argentina, Ecuador, España, Perú, Corea del Sur, Qatar, entre otros países. Sin embargo, debido a su naturaleza clandestina es prácticamente imposible determinar un número real en el mundo.

La principal finalidad de este delito es la explotación sexual (59,01 %), por lo que las mujeres entre 18 y 30 años son las principales víctimas. A esto se suma que las colombianas son, lamentablemente, cotizadas en el comercio sexual trasnacional.

El documental, además de narrar el infierno de 18 meses por el que pasó Mileidy, “dormí en un sarcófago para salvarme, olvidé quién era yo, quién era mi familia”, también profundiza en el impacto físico y sicológico de una familia entera que sufre cuando uno de sus integrantes cae en la trata.

Cabe destacar que ‘Los hijos de la trata’ surge de un proceso de investigación e intervención contra la trata de personas, activismo que por más de 10 años ha liderado Andrea Bravo como cofundadora y directora de la Fundación Marcela Loaiza.

En diálogo con El País, la activista, productora y directora del documental, explica por qué esta problemática mundial sigue siendo invisible.

¿Cómo lograron que Mileidy contara su historia?

Abordar el tema de la trata desde lo humano es muy difícil, porque precisamente las víctimas de este delito lo primero que pierden es la confianza en la gente. En el caso de Mileidy, ella perdió la memoria y sufrió de esquizofrenia, por ello todo lo que logramos hacer fue desafío para poder reconstruir una realidad tan dolorosa. Lo que le pasó a Mileidy es de suma gravedad, la afectará de por vida. Ella es un ser humano que en algún momento de su vida fue tratada como una cosa. Después logra escapar de las garras de sus captores y llega a un país donde la atención las hacen las ONG, los recursos del Estado se disponen para cualificar personal, mientras las víctimas siguen saliendo y llegando, y lo peor, se quedan muchas en el abandono.

Para las víctimas se convierte en un enorme desafío reintegrarse a la sociedad porque las rutas de atención y asistencia son ineficientes. Estamos frente a un delito donde hay muy poca prevención territorial, generacional y la asistencia es ofrecida en un alto porcentaje por la sociedad civil.

¿Cómo es que algunas víctimas se convierten en victimarias?

El estigma, la poca educación, las escasas oportunidades de empleo y la falta de servicios de reintegración son otras razones por las cuales es difícil lograr que las víctimas escapen a su situación. Este es un negocio ilícito que deja en promedio entre $139 millones y $489 millones anuales por cada víctima; cifra establecida con base en los testimonios ofrecidos durante los procesos de atención y asistencia a través de la Fundación Marcela Loaiza. Por eso, muchas de ellas se convierten en proxenetas desde el lugar de explotación, invitando a ‘amigas’ para saldar parte de su deuda.

¿Cómo se convirtió en activista?

Yo tengo una amiga que se llama Marcela Loaiza, ella fue víctima de la trata por la mafia Yakusa, cuando ella decidió escribir un libro sobre esa experiencia me pidió que lo revisara, allí conocí la historia de Kelly, una mujer que fue explotada sexualmente en Japón. Yo le pregunté quién era Kelly, y Marcela me confesó que era ella misma y esto me enfrentó con una realidad que desconocía. Es algo que me conmovió muchísimo, entonces yo le dije a Marcela que eso no le podía seguir sucediendo a las personas, había que hacer algo. Así fue que yo la abordé y juntas decidimos crear la Fundación Marcela Loaiza hace diez años. Desde entonces me he dedicado a conocer y ayudar a estas mujeres, brindándoles acceso a psicólogos y trabajadores sociales. Tuve que esperar diez años para conocer esta problemática y poder decidirme a hacer un documental sin vulnerar a las personas que me dieron su confianza.

Los hijos de la trata

Rodaje en Asia
El viaje a Yakarta se hizo sin respaldo del Estado colombiano, por lo cual resultó difícil conseguir un intérprete del idioma que quisiera apoyar en la investigación, así como lograr que víctimas y activistas asiáticos compartieran testimonios, algo de lo que allá es preferible no hablar. El equipo de producción estuvo cuatro días en esta ciudad, aunque se había programado permanecer durante una semana. La salida antes de lo previsto se debió a las advertencias de posibles riesgos para la vida de los profesionales.

Música
El artista Jona Camacho compuso la música original de este documental. El artista partió de la historia de Mileidy para componer la canción ‘Lágrimas’ inspirada en la esperanza de sobreponerse a esta tragedia.