En La Semilla del silencio, el caleño Andrés Parra es un detective que busca la verdad en un caso de corrupción en las Fuerzas Armadas.
Después de encarnar al extinto narcotraficante Pablo Escobar, y de recibir un TV y Novelas y un India Catalina a Mejor Actor por ese papel, el caleño Andrés Parra Medina rechaza cualquier rol que lo encasille en un estereotipo.
Primero dijo no a una millonaria propuesta de Netflix para revivir, nuevamente, al capo en la serie Narcos. Y recientemente aseguró que la idea de hacer el papel de El Chapo Guzmán, tampoco está en sus planes.
A finales del año pasado un equipo de televisión brasileño lo entrevistó en Bogotá, a propósito de esa serie y él aseguró que muchos en Colombia odiaron Escobar, el patrón del mal. Que incluso hubo quienes lo llamaron mal actor a través de Twitter, aunque admitió que hubo otra gran cantidad de gente enamorada de la producción.
Hoy en día, con 40 kilos menos, este actor de 39 años que empezó a los 11 a actuar, prefiere proyectos en los que importen más la calidad humana y el mensaje. Por eso aceptó el llamado del director Juan Felipe Cano Ibáñez (Lady, la vendedora de rosas, El laberinto de Alicia y Correo de inocentes) para personificar al detective Jorge Salcedo en La semilla del silencio.
Ese personaje buscará descubrir quién está detrás del crimen de María del Rosario Durán (Angie Cepeda), una fiscal de Derechos Humanos que fue misteriosamente asesinada mientras investigaba la desaparición de un grupo de jóvenes al sur de Bogotá.
El guion de Camilo de la Cruz recibió dos estímulos del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico, para escritura de guion y para producción de largometrajes y obtuvo otro para Desarrollo de Guion de Ibermedia (2009), la Beca Casa de América de la Fundación Carolina, un incentivo para Desarrollo de Guion (2009), participó del CineMart y Rotterdam Lab del Festival Internacional de Cine de Rotterdam (2013) y se ganó el respaldo de conocedores en Cannes y La Habana.
El 3 de marzo en Colombia se estrenará La semilla del silencio que se suma a más de 15 largometrajes y cortometrajes colombianos e internacionales en los que ha participado Parra.
¿Cómo fue su experiencia en el rodaje de La Semilla del silencio?
Positiva y muy sabrosa, porque esta película obedece al tipo de proyectos que ando buscando. A mí me importa hoy la calidad humana que hay detrás de un proyecto, quiénes son los compañeros. Aquí todos son amigos, así que la experiencia desde el primer día fue maravillosa. Me sorprendió ver a una productora tan joven como Chapinero Films siendo tan respetuosa con su equipo técnico y de actores, en el set se cuidaba de cada uno y eso es algo muy bonito que se ve muy poco. Y tiene que ver con la juventud, no hay tanta soberbia, tanta cosa maluca, sino el deseo de hacer las cosas muy bien. Fue uno de los ambientes más sanos en los que he estado, con gente tranquila, querida, amiga, chévere. Y decidí hacer películas que tengan un mensaje, que sirvan de espejo, que puedan invitar a la reflexión. Y estoy feliz porque esta cumplió con todas mis expectativas.
¿Cómo fue trabajar con Angie Cepeda en escenas que requieren de química?
Con Angie hay amistad, camaradería, somos muy amigos. De hecho, cuando no encontraban a la protagonista, me encontré con Angie en Lima, Perú, y se me ocurrió que podría ser esa fiscal del filme y resultó que ella hacía muchos años había leído ese guion. Fue muy bonito porque después de ese almuerzo yo la propuse, hizo su cásting, teníamos muchas ganas de trabajar juntos.
Háblenos del detective Jorge Salcedo. ¿Cómo fue su investigación para este papel y meterse en ese personaje?
Estaba recién aterrizado de Escobar, que fue una experiencia de mucho trabajo de la forma, la caracterización y me era necesario un personaje en el que el fondo fuera más importante que la forma y se lo agradezco a Felipe Cano (el director) porque con él se hizo el trabajo de investigar la psicología de ese personaje, su esencia, sin preocuparnos tanto de cómo habla, de cómo camina, si tiene barba o está calvo. Fue una búsqueda de la verdad muy seria.
Y Jorge Salcedo es un tipo con un pasado complicado, trabajaba en el Ejército, tenía un grado importante, hacía funciones de contraguerrilla, estaba comprometido con la Nación y terminó siendo detective de una entidad investigativa del Estado. Él carga con frustraciones, la vida le ha ido quitando todo y es un convencido de su oficio y de querer buscar la verdad. Y si en este país es complicado denunciar algún hecho grave que tenga que ver con algún ente, llámese Policía, Ejército, Gobierno, multinacional poderosa, imagínese lo que significa investigarlo. Él está al lado de los buenos, quiere llegar a la verdad, está intentando esclarecer un hecho turbio y complicado pues hay cierta responsabilidad de un ente importante. Él dice en el filme nos metimos con los intocables y eso busca la película, retratar cómo es la vida de una persona que en este país trata de hacer justicia cuando se enfrenta a instituciones tan corruptas y tan impunes.
Yo he llegado a la conclusión de que en este país tan corrupto, donde pasan cosas tan absurdas todos los días, debe existir gente así, que le haga contrapeso a eso tan malo. El personaje de Angie y el mío son eso, contrapeso a la corrupción, al usted no sabe quién soy yo, a los hilos del poder.
¿Es una casualidad que la película salga ahora cuando la Fuerza Pública está en la mira de todos?
La rodamos hace dos años, lo que pasa es que en este país una película que trate estos temas siempre será actual. Todos los días hay impunidad, hay un escándalo de corrupción, de manejo de influencias, todos los días sale un usted no sabe quién soy yo, así que usted puede haber hecho la película ayer, hace tres años y siempre será actual.
Coincide en el rodaje con el actor Julián Román, que ha hecho -como usted- papeles muy fuertes. ¿Qué más los une?
Julián es uno de los actores colombianos que más admiro y uno de los más importantes del país. Además de ser gran actor es un buen ser humano, un gran amigo, sencillo, juicioso, tranquilo, disciplinado, no se cree mejor que nadie, no llega al set a insultar a nadie y hacía muchos años tenía ganas de compartir con él porque lo había visto actuar de toda la vida. Es un actor arriesgado, que apuesta por personajes incómodos que molestan al espectador, eso nos une mucho, yo voy en busca de eso. En esta película el personaje de Julián es sórdido, complejo, difícil de leer. Nos une una amistad, un respeto mutuo, un cariño muy grande.
¿Cuáles son los retos de hacer un thriller policíaco?
El reto es del guionista y del director. Una película de este género que necesita mantener suspenso, atención, misterio y acción, requiere de un buen guionista, como Camilo de la Cruz. Su guion antes de rodar obtuvo muchos premios. Y después, un director que le pueda dar el ritmo que se necesita. Y Felipe Cano tiene mucha experiencia con ese género. Él es muy riguroso con el actor en el manejo de armas, busca que no se nos note que no sabemos, que parezca que hemos hecho un entrenamiento en la Policía, en el Ejército; en la forma de caminar. Nos colaboró Horacio Tavera, gran conocedor del trabajo del actor en cuanto al combate, manejo de armas, peleas, riñas. Se necesita un guion muy inteligente, que tenga unos quiebres, unos giros en los momentos que son y un director hábil que entienda el género, el ritmo, la energía. Cano era perfecto porque es un aficionado a la acción, tiene la experiencia y uno sabe que en mejores manos no puede estar. Y siento que la película está bien lograda, no es aburrida, por momentos es perturbadora.
Ha tenido cambios físicos, también se casó. ¿Cómo ha incidido esto en su vida?
Mi vida es eso, seguir actuando. Cambié físicamente para lograr apuntarme a otro tipo de personajes. Este es el primero que hago con el nuevo perfil, que se ajusta perfecto, porque las veces que lo he visto me produce cierta cosa patética, me da mucho dolor verlo así, como un personaje acabado, sin vida, como que le quitaron el alma. Es con el que estreno mi cambio de look. Como dato curioso le cuento que esta película la rodé diez días antes de casarme, salía del rodaje a ver la lista de invitados, la comida, vivía dos realidades al tiempo.
¿Cuáles son esos gustos suyos por las cosas simples?
Si yo no estoy rodando, estoy rodando, pero en la bicicleta. Soy muy hogareño y trato de viajar lo más posible con mi esposa a todo. Si hay un cásting en Cali me voy con ella; si hay una prueba de maquillaje en no sé dónde, voy con ella. Tratamos de estar mucho tiempo juntos. Parece que viviéramos en vacaciones, pero no, estamos trabajando. A mí lo que más me gusta es mi casa, estar con mi familia cocinándoles, me encanta. Paso gran parte del tiempo en mi estudio, al que llamo mi oficina, allí entro a Faceboook, Twitter, Youtube, veo fotos o leo los guiones que me llegan. El tráfico de Bogotá hace que uno quiera permanecer encerrado y esto lo disfruto mucho.
¿En otros países aún lo reconocen como Pablo Escobar?
No, a mí ya nadie me reconoce en ningún lado. Yo voy a Argentina y monto un bus y no pasa nada; voy a México, me subo al Metro y no pasa nada. Voy a Chile y no pasa nada. Nadie se da cuenta, nadie.
¿Qué le ha aportado el teatro a su carrera?
Todo. Si yo no hubiera pasado por el teatro hubiera sido un actor diferente. Los grandes actores que no han pasado por teatro nacieron con un don que no tengo. El teatro ha sido la base de todo mi trabajo, fue todo, lo extraño mucho porque infortunadamente no he podido volver a hacerlo y veo muy difícil que sea pronto. El teatro en mi caso ha sido fundamental, allí está todo: la técnica, las herramientas, y yo agradezco haberme dado esa oportunidad y a mis papás y a todo el que me apoyó, haber estado cuatro años en la Escuela del Teatro Libre dándome contra el suelo.
¿Qué tanto tiene de caleño?
No sé porque como fueron solo tres días en Cali... Pero me gusta la salsa, la comida caleña, no me gusta el calor ni la rumba; no sé, lo dirán ustedes.
Mucha gente piensa que es paisa
Sí, pero soy un chico nacido en Cali, tres días y pa Bogotá y volví a Cali con una obra de teatro que se llama La Orestiada, en el Jorge Isaacs. Y tuve mis noviecitas caleñas, normal, normal.
¿Siempre se soñó ser actor?
Siempre. Yo empecé a hacer teatro en el bachillerato y no empecé antes porque en el colegio donde estaba no se podía. Arranqué a los 11 años, no he parado y espero no parar. Me han preguntado si me gustaría dirigir, ser productor ejecutivo de una película o escribir, y digo no. Si uno encontró en la vida para lo que más o menos sirve, quédese ahí hasta que se vuelva el mejor. No quiero distraerme poniéndome a dirigir, a escribir, a ser mánager. Me da susto.
Tiene un hijo. ¿Cómo es compartir con él? ¿Qué actividades hacen juntos? ¿Él tiene inclinación por el arte?
Él hizo conmigo la película San Andresito, y hacía de mi hijo pero no me ha manifestado que quiera actuar. La nuestra es una relación normal como la de cualquier padre responsable y cariñoso con su hijo. Nos vemos mucho, hablamos mucho, viajamos mucho, somos muy amigos. Cuando hay que jalarle las clavijas se las jalamos.
¿Cómo se conoció con su esposa, cómo se enamoraron?
Ella es periodista, trabajaba en Caracol. Tenemos una relación muy estable, tranquila. Los actores necesitamos mucha paz interior para salir a ese revoltijo emocional en el que estamos cuando estamos trabajando, necesitamos una mujer que nos mande a función contentos, no bravos ni en el drama. Yo di con alguien que me llena de paz, de tranquilidad, somos muy felices y compartimos mucho tiempo juntos.
¿A ella qué le atrajo de usted?
Hum, no sé, no sé qué le habrá gustado de mí, qué la habrá enamorado, pero ahí sigue, no se ha ido, por algo será.
¿Será su buen humor, su inteligencia?
De pronto, pero tengo un genio jodido y tenía mi bipolaridad enredada, emocionalmente era desastroso. Con ella me he aplacado un montón. No sé qué será. El humor puede ser.