Fernando Pamplona, de 73 años y oriundo de Bogotá, recibió una llamada 15 días después de haber perdido el rastro de su hijo. Le dijeron que su muchacho de 35 años, sordomudo y con discapacidad intelectual, había sido encontrado muerto tras combates entre grupos armados en el conflictivo departamento de Antioquia, en el noroccidente del país. Tan pronto pudo, Pamplona, de escasos recursos, viajó a recoger el cuerpo de su hijo, que reconoció en unas fotos que le habían enviado las autoridades, cuenta a Deutsche Welle.
“Me mostraron unas fotos y sí, reconocí en ellas a mi hijo ensangrentado y vestido de civil”. Pero cuando le entregaron el cuerpo no era el de su hijo; era el cadáver de otra persona, recuerda Pamplona con voz resignada.
La familia Pamplona es una de las víctimas. Hay 111.640 personas catalogadas como desaparecidas en Colombia, en el marco del conflicto armado antes del 1 de diciembre de 2016; La cifra fue publicada recientemente por la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD).
Esta entidad estatal, humanitaria e independiente, nació como resultado de los acuerdos de paz con las FARC hace 8 años, con el fin de liderar la implementación de acciones de búsqueda de las personas desaparecidas. A la fecha, la UBPD tienen 32.988 solicitudes de búsqueda.
La desaparición no es un hecho del pasado
Para Sol Alonso Parra, coordinadora del Regional Centro de la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas, la creación de la UBPD impulsa la “mirada para empezar a hablar de la dignificación de las entregas”, refiriéndose a los cuerpos de las personas encontradas que fueron dadas por desaparecidas en algún momento de la conflictiva historia armada de Colombia.
Alonso Parra explica que a pesar de los errores humanos que se pueden cometer durante los procesos de entrega, documentación e identificación, Colombia ha venido mejorando los estándares forenses para reducir los desaciertos.
“Hoy en día y desde el 2010 está completamente prohibido para las administraciones de los cementerios exhumar los cuerpos de personas desaparecidas”, explica Alonso Parra. Las bóvedas asignadas para los cuerpos encontrados que se sepultan, cuerpos que hayan o no sido reportados por familiares o que aún no estén identificados y/o se haya puesto en duda su identificación, deben permanecer allí a perpetuidad, precisamente buscando garantizar en algún momento que se pueda aliviar el dolor y el sufrimiento de quienes los están buscando, destaca.
Los cuerpos deben ser tratados con respeto
“Además, el cuerpo puede ser una prueba en una instancia judicial”, anota la coordinadora del Regional Centro de la UBPD. Por ese motivo, la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas está asesorando a los cementerios para que sepan la importancia de no exhumar o cremar los cuerpos.
Tras estos años de trabajo, la UBPD está muy consciente de la importancia que tiene para las familias saber qué pasó con un ser querido que desapareció. Encontrarlos vivos es el mayor anhelo, pero también en el caso de que estén muertos, encontrarlos es importante para cerrar el proceso de duelo.
Un experto médico forense colombiano, que prefiere no ser identificado, explica a DW que en Colombia el camino que transita un cuerpo hallado en el marco de muertes violentas ha evolucionado desde el año 2007, pero sigue siendo un reto.
“Identificar un cadáver en base sólo a fotos no es suficiente”, subraya el forense con 14 años de experiencia. “El reconocimiento visual de los cadáveres no es un método de identificación, es una orientación forense para trabajar la identificación del cuerpo”, explica el médico investigador.
“Ese no es Pacho”
“Pacho”, así le decía cariñosamente Fernando Pamplona a su hijo Francisco Pamplona, víctima de las ejecuciones extrajudiciales por parte del Ejército colombiano. Es decir, es una de las personas a quienes soldados trasladaron a otras regiones a la fuerza o engañados y mataron, haciéndolos pasar por guerrilleros muertos en combate, a cambio de premios, permisos o ascensos.
El cadáver que le entregaron a Pamplona, detalla a DW, era más alto que el de su hijo, no tenía pelo en la cabeza, tampoco tenía una cicatriz en su mano derecha que lo identificaba. El cadáver que recibió era velludo y su hijo no; tampoco tenía el tórax sobresaliente en el torso, una característica especial de “Pacho”, recuerda Pamplona, mientras sigue describiendo las características físicas de su hijo, que no encontró en el cuerpo que le fue asignado.
“Tenía un pecho como el de una paloma”, dice Pamplona y ese cadáver no lo tenía así, asegura repitiendo la frase. Las autoridades le dieron explicaciones de que la muerte cambiaba los cuerpos. “Yo no lo creí nunca y le dije a mis otros hijos que podía morirme asegurando que ese, ese cuerpo, no era Pacho”.
Por una Colombia sin más desapariciones
Rafael Barrantes, coordinador adjunto de la Unidad de Protección del Comité Internacional de la Cruz Roja en Colombia (CICR), dice a DW que a las familias víctimas hay que agradecerles por su valentía. Afirma que tanto el Comité como otras instituciones que conmemoran este 30 de agosto el Día Internacional de las Víctimas de Desaparición, deben dejar claro que están “ahí para ayudarlos, para demostrarles que no están solas y que estamos dispuestos a seguir trabajando para darles respuestas”.
Entre tanto, Fernando Pamplona, tras 17 años de tener la pesada incertidumbre de no saber a quién le pertenecía ese cuerpo entregado como el de su hijo, cuerpo que por decisiones administrativas de un cementerio en el sur de Bogotá fue exhumado y cremado, guarda la esperanza de poder encontrar el verdadero cadáver de su hijo mayor. Pero si el cuerpo que le entregaron fuese el correcto, pese a que no se parecía en nada a él, ya no puede ser identificado con tecnología, pues ese cuerpo, ya está convertido en cenizas. “Moriré con esa duda, de si era o no mi hijo”.