“Aquí los entierros son con la Ley del Oeste. Hay una sola vía estrecha y dos grandes cementerios y pasan 14 entierros diarios. A toda hora nos tenemos que aguantar esos desfiles fúnebres con mariachis y cornetas, pólvora, motos y pitos y tiros al aire, porque casi todos esos cadáveres vienen del Distrito de Aguablanca”, se queja Fernando Salgado, un residente del sector de Guadalupe, vecino de uno de los camposantos ubicados en el sector.
Salgado reside en un apartamento de una de las 15 unidades residenciales que hay en el sector entre Cañaveral, Guadalupe y Bella Suiza y describe la escena, que si para los acompañantes es de dolor, para los residentes del sector, es de terror: “Se adelantan tres o cuatro personas en moto, que van sin camisa, sin casco y armados, y bloquean la vía”, dice el hombre que varias veces ha quedado atrapado en la caravana fúnebre y le ha tocado parquear su vehículo mientras pasa el cortejo.
“Hasta que no se va el último, uno no se puede mover, porque si llega a romper la barrera o frontera invisible que ellos crean, se expone a que lo linchen”, acota.
La declaración viene al caso por un audio que circuló en redes sociales la semana pasada en el cual una mujer denuncia un atraco por algunos acompañantes de un sepelio, que ella supone “era de un sicario”, en inmediaciones de la Calle Quinta, a la altura del Hospital Departamental (HUV).
La mujer cuenta que “iban muchas motos, todas con su parrillero hombre dirigiendo el tráfico, diciendo quién podía pasar y quién no; de repente se vinieron encima del carro nuestro a pegarle, a insultarnos porque no paramos cuando ellos dijeron, nos sacaron pistola, a mí me pidieron el celular, que nos bajáramos del carro”.
Residentes del suroeste denuncian que con estos desfiles, el cruce de la Avenida Guadalupe con Avenida Los Cerros, es caótica y la delincuencia aprovecha para realizar asaltos. A muchos les han quitado bolsos, celulares, a otros hasta los han golpeado.
“Lo que sabemos es que los robos comienzan desde que los féretros vienen por la Calle Quinta, por la Carrera 39, por la Avenida Circunvalar o por la Avenida Guadalupe”, asegura Liliana Bernal Marulanda, presidenta de la JAC del barrio Cañaveral. Cuando pasan el CAI de la Calle Primera con Guadalupe, se forma un trancón, entonces ellos sacan revólver, amenazan y se dan el lujo de hacer lo que quieren”, dice la dirigente cívica.
En las reuniones de la comunidad, ciudadanos han expuesto cómo en medio de la confusión y la multitud, entran a robar a los negocios: han atracado las floristerías que hay a la entrada de los dos cementerios, un restaurante del sector y a los peatones les roban el celular. “En ciertas unidades (residenciales) ya han creado un sistema de alarma: cuando se acerca un cortejo así, se alerta: ‘está entrando un entierro de esos de miedo, no se muevan”, declara Liliana Bernal.
Los moradores del sector sostienen que la Policía manda el cuadrante, pero dos motorizados “no representan autoridad” cuando esa multitud se desborda. “Esos tipos van drogados o borrachos, se encaraman y se bajan de los carros; un día vi uno que se bajó de un bus (del cortejo fúnebre), paró un taxi, atracó al taxista y volvió y se subió al bus”, cuenta la líder cívica, por lo cual ella recomienda que la Policía establezca otras medidas de seguridad.
Otro residente del sector, que pide reservar su identidad, dice que los policías del CAI “parecen fantasmas, son invisibles, ven cómo cierran la vía y echan tiros al aire y no se inmutan, mientras estos personajes generan terror, los residentes del sector se esconden ante esta amenaza”.
Le pasó a otra residente de un condominio sobre la Avenida Guadalupe hace unos meses. Salió al balcón de su apartamento a tomar la brisa de la tarde con su hijo, pero oyó disparos desde un desfile fúnebre que pasaba. “Le dije al niño, entrémonos, porque qué tal el riesgo de una bala perdida”, reclamó.
Pero la Ley del Oeste también impera en el Norte y el Centro. Un caleño dedicado al transporte especial, dice que en el camposanto Metropolitano del Norte, ubicado sobre la Calle 70, hace varios años ya es común que atraquen a las personas que no tienen nada qué ver con el finado y les roben celulares, billeteras y joyas.
Por eso, cuando llegan esos entierros en los que producen miedo son los vivos y no los muertos, la gente ya sabe que se tiene que ir de inmediato para prevenir cualquier desafuero. “Una vez yo iba a prestar un servicio al aeropuerto y me crucé con un entierro en el que venían varios tipos borrachos, sin camisa y en el puente de Alfonso López, sobre la Carrera 8ª, se detuvo el cortejo fúnebre, abrieron el ataúd y le dieron una serenata con mariachis al muerto”, relata el transportista.
“El año pasado, fuimos a un entierro al Metropolitano del Norte y entraron personas armadas, ajenas al difunto y robaron a toda la gente que estaba allí”, dice una joven oficinista que presenció el hecho, pero alcanzó a huir.
Más escalofriantes resultan las exequias en los cementerios Central o de Siloé, donde cada que sepultan un pandillero, hay balacera. Ya sea porque los parceros expresan en su lenguaje su homenaje y adiós al fallecido. O porque los enemigos acuden a las retaliaciones contra los familiares y dolientes.
Hace solo un mes, en un velorio de un pandillero en su casa, en la Comuna 14, una llamada al 123 alertó por disparos. Policías del cuadrante, con apoyo de patrullas, atendieron el caso y capturaron a unos sujetos e incautaron una escopeta, relató el teniente Alejandro Vargas Gómez, subcomandante de la Estación de Policía Los Mangos.
El coronel Óscar Lamprea, comandante del Distrito 4 de la Policía, confirmó que las balaceras se presentan por la cultura que hay en la ciudad y cuando hay un homicidio de un pandillero se generan choques y retaliaciones.
“Para controlar esto, cuando hay un ‘entierro conflictivo’, prestamos el acompañamiento al féretro desde la velación hasta el cementerio y dentro de este, velando por la familia y la gente, porque muchos van bajo los efectos del alcohol, alucinógenos y portan armas de fuego”, afirma el coronel Lamprea.
La indignada del audio, quien no se identifica, ni se conoce que haya interpuesto denuncia alguna ante las autoridades, se queja de que “estamos en manos de la delincuencia, de los bandidos, los bandidos dirigiendo el tráfico, los bandidos enterrando a sus propios bandidos, la gente que iba era horrorosa, todos hombres con parrillero atrás, me parece gravísimo esto porque ya es la turba atracando Cali”.
Las fuentes consultadas coinciden en que se debe construir otro camposanto en el Distrito de Aguablanca, para que no tengan que cruzar toda la ciudad, alterando la movilidad y la seguridad. “Esa era la propuesta de Jorge Iván Ospina, construir un camposanto en el Oriente, pero ese proyecto lo engavetaron”, dijo el conductor de transportes especiales.
“De los catorce entierros diarios, doce son de gente decente y los otros dos acude gente que viene drogada o borracha y no tienen respeto por nada ni por nadie”, concluyó otro vecino afectado por la situación.
“Nosotros pagamos impuestos de estrato 5 y 6. Más bien, por qué no construyen un cementerio en el Distrito de Aguablanca para descongestionar esta zona y evitar esta inseguridad”, reclamó Salgado.