Lili Johana Meneses tenía 27 años, cuando fue asesinada en el barrio Villas de Veracruz, hace apenas 12 días. Un día después, la Policía confirmó el suicidio de su exnovio. Luz Edith Henao tenía 29 años, el día en que su expareja la mató, en el barrio Valle Grande y luego se suicidó. Ambos casos ocurrieron este mes, en Cali, la ciudad donde este año la violencia machista ha cobrado la vida de 14 mujeres, según la Subsecretaría de Género.
Sin embargo, el Observatorio Feminicidios Colombia dice que solo en pandemia, han registrado 14 feminicidios en nuestra ciudad. Eso sin contar otros hechos como el de este fin de semana en el barrio Bueno Madrid, donde fue asesinada Angie Lorena Largacha, de 26 años, y cuya posibilidad de que el victimario sea su expareja no se ha descartado.
Casos como los de Cali, Bogotá o el crimen de la estudiante de la Eafit, Daniela Quiñones, asesinada por negarse a tener relaciones con un joven que la arrojó al río Cauca, llevaron al Observatorio Feminicidios Colombia y a otras organizaciones a pedir que se declare la Emergencia Nacional por Feminicidios, tras contar 104 mujeres asesinadas en tres meses de pandemia.
Estefanía Rivera Guzmán es historiadora, con maestría en Estudios de Género. Y también es la coordinadora del Observatorio, una organización que se financia con recursos de cooperación, con el fin de alertar sobre estas violencias y “construir estrategias de protección real para la vida de las mujeres”. El País habló con ella.
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¿Qué las motivó a exigir una Emergencia Nacional por Feminicidios?
La Emergencia es un llamado a todas las mujeres del país a movilizarse por el aumento de los feminicidios en Colombia, entendiendo el momento que estamos atravesando. Es una forma de exigirle al Estado que garantice una vida libre de violencias.
A las víctimas no se les escucha, nos hemos dado cuenta de que el agresor tiene repetidas denuncias por violencia intrafamiliar, por violencia sexual y la institucionalidad no los persigue. Mire el caso de la niña de Caldas, Daniela Quiñones, que el tipo tenía muchas denuncias por violencia sexual, pero nuestro Estado no se enfoca en los agresores, o en los que reinciden en denuncias de violencia intrafamiliar.
Y es una invitación a reflexionar porque en este país no pueden asesinarse tantas mujeres sin que pase nada.
¿Cómo han recopilado la información de esos 104 asesinatos, que han originado esta dura reflexión?
Nuestro Observatorio es un sistema de información para registrar la violencia feminicida a nivel nacional. Nuestra fuente primaria es la prensa y de allí consignamos cada uno de los feminicidios que se reportan, en este caso, entre el 15 de marzo y el 15 de junio.
En cuarentena aumenta la violencia intrafamiliar y sexual, sabemos que la mayoría de mujeres viven con sus agresores, como lo demuestra el sistema de información. Y no hay que dejar de lado que, incluso en pandemia el arma utilizada principalmente ha sido el arma de fuego, eso es muy importante analizarlo, porque nosotras hemos llegado a un concepto que lo denominamos feminicidio por sicariato, muy arraigado en nuestro país. Y nos hemos dado cuenta también de que a pesar de que las mujeres están en sus hogares con el agresor, sus agresores tienen cercanía con un arma de fuego.
A qué se refiere ese feminicidio por sicariato ¿A cuando se contrata un tercero para asesinar a la víctima? O es otra manera de ejercer el poder en una organización criminal.
Tenemos dos hipótesis. La primera es que el compañero que tiene la relación violenta con la víctima hace parte de estructuras armadas y él mismo ejecuta el feminicidio.
El feminicidio por sicariato tiene una característica en Colombia y es que aumenta la impunidad, porque es muy difícil dar con la persona que dispara y con el que la contrata. Allí aparece la segunda hipótesis y es que el sicario puede ser una persona contratada para ejecutarlo, pero como las investigaciones son escasas, es una forma de que queden impunes.
También se dan casos, por ejemplo, en el que el hijo que hace parte de una banda narco mafiosa, mata a la mujer por sicariato y logran identificarlo y lo capturan. Es importante poner cuidado en los hombres y la relación con las armas, las estructuras de las mafias y el peligro que las mujeres corren, porque no solamente estamos conviviendo con un hombre controlador, sino con un hombre que controla con las armas.
Otro hallazgo de este estudio es que en el primer puente festivo de junio hubo 15 feminicidios en el país...
Ese fue un dato que nos alertó porque es un aumento significativo en muy pocos días. Y otro hecho que nos ha sorprendido es el aumento significativo de los feminicidios en niñas: tenemos siete casos. Además, hay un asunto con el feminicidio contra niñas y adolescentes y es que esas violencias son mucho más agresivas y están acompañadas de violencia sexual, acceso carnal violento, asfixia y tortura.
¿Se ha alertado a las autoridades en relación con el aumento de estos crímenes en menores de edad?
Eso es parte del propósito de la emergencia. Porque el que se registre el feminicidio de siete niñas en Colombia, en menos de tres meses de cuarentena, eso debe indignar a todo el país. Eso debe o debería ser un motivo de pronunciamiento del Estado.
¿En cuanto a las edades y los lugares donde ocurren estos crímenes en pandemia, qué halló el Observatorio?
La mayoría de los feminicidios se da entre los 19 y 26 años, esa es nuestra tendencia mayoritariamente. Y los responsables, o sujetos feminicidas son en su mayoría compañeros sentimentales.
El Valle del Cauca y Antioquia son los departamentos con un mayor registro; sin embargo, en mayo, el Cauca quedó de segundo lugar, luego de Antioquia. Es importante prender las alarmas en el Cauca por toda la disputa territorial que hay en este momento y los asesinatos y violencia contra las mujeres.
¿Cuántos casos tienen registrados de Cali y Valle del Cauca?
En los tres meses analizados, tenemos 14 casos en Cali y un total de 18 en el Valle del Cauca.
¿Por qué hay tantas diferencias en las cifras que manejan secretarías, Fiscalía, Medicina Legal y entidades independientes como ustedes?
Con el feminicidio hay una dificultad muy grande y es que a veces se consigna en el marco de las relaciones íntimas, amorosas o erótico afectivas, pero dime si yo tengo un vecino, como en un caso de Bogotá, y la mujer que pasaba todos los días por el mismo sector a coger su carro, el agresor monta una tienda por donde ella pasa, la vigila, le hace seguimiento y después la rapta, la viola y la descuartiza y deja su cuerpo abandonado en una calle pública. ¿Si no hubo algo íntimo, entonces eso no es un feminicidio? Es muy fácil caer en esa trampa, creo que es un error y hay que trabajarle mucho para comprender que el feminicidio puede suceder así tengas o no una relación afectiva con el agresor.
¿A todas las mujeres asesinadas durante la pandemia ustedes las cuentan como feminicidios?
No. Nosotras contamos los feminicidios como toda muerte violenta de la mujer, te lo explico: cuando tú ves en las noticias la forma en la que se asesina a las mujeres que fueron tiradas en el río, que fueron descuartizadas, heridas con armas corto punzantes... hay formas de asesinar los cuerpos de las mujeres que hacen que el contexto y la forma sean consideradas feminicidios.
Ahora, estamos frente a muchas dudas con el aumento de suicidios, porque es una práctica bien común, hacer aparecer la escena del feminicidio como de un suicidio. Y eso pasa con más frecuencia de lo que parece.
¿Qué más podemos hacer como sociedad para que esto no sea solo contar y contar mujeres asesinadas?
La violencia contra las mujeres comunica y por desgracia refleja impunidad. Yo creo que como sociedad tenemos un reto muy grande y es creer en las mujeres cuando dicen que son víctimas de violencia. Nosotras tenemos una propuesta que es ‘juntas nos protegemos’, para que las mujeres en su círculo cercano fortalezcan sus redes de apoyo, que tengan una buena comunicación y puedan ayudarse.
Necesitamos no solamente exigirle al Estado, sino a la sociedad sanción social; que si tenemos cercanía o un agresor se le dé una sanción familiar, que se hable del tema, no se oculte. Que las mujeres sepan lo que hace el tío, el abuelo, el primo, esa sanción debe estar ligada a los agresores. Y que las mujeres sepan que deben seguir denunciando todo tipo de violencia.
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