Como si no tuviéramos ya bastante con la crisis mundial por el Covid-19, esta semana los presidentes de Estados Unidos y Rusia, Joe Biden y Vladimir Putin, respectivamente, nos recordaron que ‘la Guerra fría’ está lejos de haber terminado y que el épico conflicto entre ambos países continúa vivo y siempre con el riesgo de ponerse peor.
En una entrevista con una cadena de televisión norteamericana, el flamante presidente Biden sorprendió a propios y extraños afirmando que su homólogo ruso “es un asesino”.
La respuesta del Kremlin no se hizo esperar. Vladimir Putin, contraatacó con otro misil: “Hace falta ser uno (un asesino) para reconocer a otro”, dijo en la televisión rusa, donde desafió al estadounidense a debatir con él en vivo próximamente.
Además del bombardeo verbal, Rusia hizo una jugada diplomática adicional. Tomando una disposición inédita desde 1998, mandó de regreso a Moscú a su embajador en Washington, Anatoli Antonov, quien fue llamado a consulta para evitar el deterioro irreversible de los vínculos entre ambos países.
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Aunque duro e innecesario o errónea, el señalamiento de Biden hacia Putin tiene validos asideros. Para muchos, el Mandatario ruso es responsable de haber mandado a envenenar a sus opositores políticos, empresarios, periodistas, y cualquiera que pueda intentar disminuir su popularidad o su control sobre su país, utilizando técnicas de eliminación para sus rivales o enemigos.
En la misma entrevista donde Biden calificó de asesino a Putin, también afirmó que quería hacer que el Presidente ruso “pague” por la injerencia en las elecciones estadounidenses de 2016 y 2020, una acusación que Moscú rechaza.
Las palabras del Jefe de Estado demócrata no guardaron ningún cuidado con la clásica diplomacia que se maneja entre países. Para muchos, su lenguaje incluso lo acerca a su polémico antecesor republicano, Donald Trump, cuyo vocabulario exacerbó muchas veces las relaciones diplomáticas.
“Putin pagará las consecuencias. Pronto verán el precio que va a pagar”, increpó Joe Biden.
El Kremlin, por su parte, ha negado que sus servicios de seguridad hayan intervenido en la política norteamericana. Una argumentación poco creíble, pues diversos informes del Departamento de Estado de EE. UU. muestran claros indicios de intervencionismo ruso durante los últimos dos procesos electorales.
Rusia, además, niega que haya matado al opositor político Alexei Navalny, así como niega todas las acusaciones de crímenes que desde Occidente se le hacen.
Declaraciones como las vertidas por Joe Biden tendrán un claro impacto en las relaciones entre ambos países, no solo en el ámbito diplomático, sino también comercial, aunque aún es imposible predecir qué es lo que sucederá.
Para algunos, incluso, es probable que se registre un incremento en las restricciones en el comercio internacional entre ambas naciones, después de lo sucedido esta semana.
La estrategia de Vladimir Putin para ganar cierto poder en las democracias mundiales estaría en lograr interferir en los procesos electorales, apoyando, por ejemplo, a los partidos nacionalistas euro escépticos, para generar en la población caos y desconfianza hacia las instituciones.
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Es claro que esta nueva versión del conflicto ruso americano nos recuerda que en el actual mapa de conflictividad mundial Rusia controla Siria, país que juega un rol clave para que el Estado Islámico, Irán y facciones terroristas no se expandan de ahí hacia otros lados del Medio Oriente.
Por su parte, Estados Unidos tiene cierto control de Irak. Los próximos días van a ser vitales para poder determinar si esta crisis diplomática escala o retornamos a la tensa calma que por años mantienen ambos países.
No cabe duda que las palabras de Biden, quien apenas lleva dos meses en la Casa Blanca, hacia Putin han sido muy duras y exentas de diplomacia.
Lo cierto es que el Mandatario ruso le ha dejado a su colega americano un mensaje bastante subliminal: “Ojalá se mantenga con buena salud”. Frase que para muchos encripta una amenaza de vida para el Presidente de los Estados Unidos. ‘La Guerra Fría’ parece que vuelve a calentarse.